LAIA FACET || Viento Sur
Una de cada cinco mujeres
Somos día a día testigos de como la crisis que sufrimos está trayendo consigo situaciones y condiciones brutales para las mujeres. Entre ellas, una brecha salarial en aumento, una mayor feminización de la pobreza y una mayor precarización laboral; mayores cargas de cuidados y una escalada de las violencias machistas. En lo que llevamos de año se cuantifican 97 asesinatos a mujeres por parte de hombres, según feminicidio.net. Podemos hablar, por tanto, de un auge de los asesinatos así como, de todo el abanico de violencias machistas que no se queda en las fronteras del Estado sino que se dan a escala global.
Se calcula que en el conjunto de Europa 25 millones de mujeres sufrieron violencia machista en el 2014 /1 y que en ese mismo año más de 1600 mujeres fueron asesinadas en América Latina y el Caribe /2. Estas cifras son más alarmantes si tenemos en cuenta que muchos de los casos son invisibilizados y silenciados, por lo que no suelen formar parte de esas estadísticas. Este auge debe hacernos entender el carácter sistémico y estructural de nuestra opresión, así como de las violencias machistas, y también debe hacer que nos preguntemos de qué modo se relaciona con las crecientes desigualdades globales.
Una de cada cinco mujeres declaran haber sufrido violencia física en el Estado Español a lo largo de su vida por el hecho de ser mujeres. Una de cada cinco de nosotras hemos sufrido empujones, golpes, nos han arrojado objetos, hemos sufrido arañazos, contusiones y otras situaciones de violencia. ¿Pero, y las que no lo declaran? ¿Qué pasa con todas aquellas mujeres que no se atreven o no lo consideran violencia machista? Los datos son realmente inquietantes, pues resulta que el 12’4% de las mujeres que han sufrido violencia física lo han contado por primera vez a la persona que realizaba la encuesta.
Y es que, al golpe le preceden muchas otras situaciones: de aislamiento, de control, de ataques a la autoestima, etc. Todo un proceso que hace que las mujeres que son agredidas físicamente o que viven situaciones de violencias psicológicas hayan visto minada su seguridad y hayan visto cercenados sus lazos sociales.
La violencia no nace, se hace
Pese a que la Macroencuesta del CIS /3 no analice cuáles son las condiciones de vida de las mujeres que sufren violencias; por ejemplo, si están trabajando o no, qué niveles adquisitivos tienen, cuántas personas tienen a su cargo, etc. Hay algunas pistas evidentes. Las situaciones de dependencia económica obstaculizan y alargan las situaciones de violencias y alimentan las inseguridades. Los procesos judiciales que viven cientos de mujeres que se atreven a dar el paso por esa vía son macabramente kafkianos. Estos procesos ejercen una doble o triple violencia machista hacia las mujeres, poniendo en cuestión y en duda sus versiones, generando el mito de las falsas denuncias, así como respuestas insuficientes. Toda una serie de experiencias que hacen que a las mujeres nos sea completamente hostil tomar vías judiciales para hacer frente a nuestra situación.
Por no hablar de la opresión específica que viven las mujeres migrantes. Ellas, además de carecer de muchos de los lazos sociales y familiares que las otras podemos llegar a tener, al ser migrantes sufren una puesta en cuestión por parte de la administración muchísimo mayor. La semana del 25N salía un articulo que relataba el caso de una migrante quien al pedir ayuda en una comisaría la terminaban por procesar por no tener los papeles “en regla”. Represión, racismo y machismo caían brutalmente encima de la espalda de esta mujer, como de otras muchísimas en nuestra sociedad.
Pero no sólo vivimos violencia en el ámbito doméstico. Una de las batallas de los movimientos feministas ha sido precisamente la visibilización de las violencias fuera del hogar y de ese plural ya que identificamos que no sólo hay un tipo de violencia machista. Ejemplo de ese plural son las violencias de carácter simbólico que tienen relación con desigualdades estructurales y hostilidades diversas que nos afectan desde muy pequeñas. Seguramente no hay mayor y más generalizada violencia machista para las jóvenes que una cultura y producción cultural basada en la cosificación e idealización de los cuerpos. Según la Cruz Roja entre los factores de riesgo de sufrir trastorno de la alimentación están el “ser adolescente” y “ser mujer” /4. ¿El factor de riesgo es ser mujer adolescente? Esta situación no surge de golpe cuando una adolescente se enfrenta al espejo de su habitación. El factor de riesgo es el hecho de bombardearnos con cánones y estereotipos que generan rechazo y frustración hacia nosotras mismas y nuestros cuerpos cuando se salen de la norma. El factor de riesgo es una sociedad que nos odia y que nos trata como a objetos, y enseña a los hombres a tratarnos así y a valorarnos según estos estereotipos.
Las feministas no utilizamos el término violencias machistas por capricho. Durante mucho tiempo se ha hablado de violencia doméstica para hacer referencia a la violencia que sufren las mujeres en el ámbito privado, el hogar, pero nosotras hablamos de violencias machistas para visibilizar un problema que nos afecta a todas las mujeres, en cualquier parte del mundo y en cualquier ámbito de nuestras vidas por el hecho de ser mujeres. Se ha tratado de esconder el machismo en lo privado reforzando así la dificultad de entenderlo más allá de fenómenos puntuales e individuales y obstaculizando la construcción de lazos de solidaridad y redes de apoyo entre nosotras. Una de las consecuencias de esta despolitización e invisibilización es que nuestra situación difícilmente es tratada como una cuestión pública y colectiva, pese a afectar al conjunto de la sociedad.
El feminismo est á en la calle y en la pol í tica
Este mes de noviembre hemos vivido dos grandes jornadas de movilizaciones por parte del movimiento feminista. El 7N los distintos colectivos y coordinadoras dábamos un ejemplo de autoorganización lanzando una de las mayores convocatorias del período en el centro del estado, movilizando cientos de autobuses y miles de personas de todos lados. La elaboración que ha estado haciendo el movimiento feminista, consignas, lemas, manifiestos, etc tiende a apuntar a esa batalla de visibilización de los machismos y entender las violencias como un entramado que impregna nuestro día a día, su carácter transversal. Esta voluntad transversal se da también en muchas de las respuestas políticas que estamos viendo en los últimos meses.
Ejemplo de esta labor es que en el ayuntamiento de Barcelona se haya aprobado una unidad de transversalidad y así revierta en algunas de las propuestas como las que presentaban hace unos días la actual concejala de Feminismos, ciclos de vida y LGTBI, Laura Pérez, junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para el primer paquete de medidas para aplacar la violencia machista en la ciudad. Uno de los elementos clave que contiene esta paquete de medidas es la prevención de las violencias. Precisamente, una estrategia de prevención permite ir a las violencias plurales que apuntábamos más arriba y de una forma transversal. Una estrategia que vaya a centros educativos y laborales, barrios, y que verse sobre cuestiones de comunicación y discurso, construcción de referentes e identidades tratando de poner una luz violeta en todos los rincones que habitamos.
Sin embargo, estamos en una carrera a contrarreloj, y con las resaca del 7N, amanecimos los días siguientes con más asesinatos de mujeres que nos cayeron como un chaparrón. Y con ello, el 25N salimos de nuevo en convocatorias por toda la geografía. También en Brasil se han dado en el mes de Noviembre grandes convocatorias por el aborto y el curso pasado veíamos las calles de Buenos Aires llenas de feminismos. En el Estado, las movilizaciones han sido masivas, siendo esto complicado en un año fuertemente marcado por las contiendas electorales. Cabe destacar que las nuevas candidaturas y partidos han estado haciendo mucha elaboración en cuestiones de feminismos y de violencias.
El machismo no terminar á en una legislatura
Hace unos días Podemos presentaba una propuesta de pacto contra las violencias machistas. Parece interesante mirar concretamente las medidas que se proponen. Entre ellas es un acierto la prioridad del ámbito municipal como nivel donde hacer frente a las violencias. La necesidad de dotar de recursos y de personal formado específicamente para atender a las mujeres en situaciones de riesgo es primordial, sobre todo cuando vamos a las estadísticas y vemos que entre los sitios que más acuden las mujeres están los servicios sociales y servicios sanitarios. Ante la desconfianza, los miedos y el aislamiento hay que construir las herramientas más cercanas posibles. Otra de las medidas es la garantía habitacional, que es una medida transitoria de primera orden, ya que es inhumano que mujeres que están en estas situaciones deban volver a dormir al lado de sus agresores. Pero, repetimos: transitoria. El objetivo debe ser que las mujeres –todas ellas– tengan las condiciones materiales para poder dotarse de plena independencia económica. Y es que la mejor prevención es que las mujeres seamos independientes de modelos económico-familiares coercitivos y restrictivos de nuestras libertades.
Este pacto, no obstante, se le presenta a partidos como el PP, quien ha legislado sistemáticamente en contra de los derechos de las mujeres. O al PSOE quien terminó desmembrando el ministerio específico, que ya era de por sí insuficiente. O a un partido como Ciudadanos, quien usaba el mito de las denuncias falsas como arma arrojadiza hace pocos días en una entrevista o propone quitar el agravante específico para las violencias de género. Debemos ser conscientes que se prevé una correlación de fuerzas de la izquierda bastante débil a escala estatal en el Congreso y en esa situación se da el peligro de maquillar a partidos austericidas aprobando medidas a las que no se les vaya a dar prioridad, como ya pasó con CiU en Catalunya con la “Llei integral contra la violència de gènere” de 2008.
Pero no es sólo una cuestión de correlación de fuerzas entre partidos. Es cierto que el gobierno del PP ha promovido políticas de recortes que han revertido de forma directa o indirecta en peores condiciones de vida para las mujeres y que hay que hacer frente a esta situación dramática. La gestión de la austeridad conlleva este tipo de prácticas políticas. Podemos aprovechar la contienda electoral para las generales para reflexionar sobre el papel del estado, de los partidos y del movimiento en las violencias machistas. Sin pretender dar una respuesta concluyente a esta cuestión sí parece interesante plantear algunas cuestiones.
Escribía la activista y escritora Hélène Cixous, hace ya algunas décadas: “no hay sitio para tu destino en nuestras cuestiones de Estado”. Efectivamente, estas instituciones y este estado, nos son ajenas y hostiles. No es nuestro espacio para el empoderamiento y, de hecho, es un espacio del que somos estructuralmente expulsadas. Podemos servirnos de ellas, utilizarlas, e incluso estar de alguna manera en el Estado y usarlo para hacer avances importantes, pero no definitivos. Cualquier movimiento emancipador ha conocido los limites del estado, una estructura diseñada, a fin de cuentas, para la desposesión en beneficio de una élite y más limitantes aun si de lo que se trata es de acabar el machismo. Un machismo que comprendemos como condicionante de nuestras relaciones sociales, enzarzado en la familia, en la escuela, en nuestros trabajos e incluso en nuestro ocio. Es necesario un revulsivo social y no un pacto de Estado formal, para terminar de una vez por todas con las violencias machistas. Es evidente que la batalla contra el machismo no terminará en una legislatura y aún así, resulta gratificante que hayamos conseguido entre todas poner las violencias en el debate; sea el debate electoral, el debate de las políticas municipales o el debate de opinión.
Y en todo esto, ¿qué nos permite el movimiento feminista en esta batalla a tantos niveles? Evidentemente muchísimas cosas, una de ellas es esa autonomía relativa de los movimientos que permiten esa mirada desde fuera, ese control a la política institucional, así como, la posibilidad y necesidad de señalar con el dedo. Pero lo que resulta fundamental es el empoderamiento. El empoderamiento que supone ocupar un espacio público y hacerlo nuestro cuando nos concentramos o manifestamos, frente a la inseguridad de evitar las calles de nuestros barrios. El empoderamiento de gritar juntas y leer públicamente la defensa de nuestros derechos frente al silenciamiento y amordazamiento constante que vivimos. El empoderamiento de reconocernos como iguales entre nosotras y la seguridad de saber que hay mujeres organizándose a contracorriente del aislamiento al que se nos intenta condenar. El movimiento feminista nos permite construir experiencias colectivas e individuales para entender que hay otras maneras de ser mujer, hay otras maneras de habitar el mundo y otras formas de construirnos fuera de las relaciones del poder patriarcal.
12/12/2015
Laia Facet, militante de Revolta Global-Anticapitalistas y miembro de Podem
Notas
1/ Macroencuesta de la Agencia Europea de Derechos Humanos
2/ Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL