Cambio de gobierno en Catalunya: ¿hasta dónde llegará el giro a la "izquierda"?

Miércoles 28 de enero de 2004

Declaración de Revolta global (www.revoltaglobal.net)

El resultado de las elecciones del 16 de noviembre ha reflejado los cambios en la opinión pública que se han ido produciendo los últimos años y que ya tuvieron una primera traducción electoral en las municipales de mayo pasado. La removilización social ha tenido su expresión electoral, que ha traducido de manera deformada y mediatizada el principio de una cierta polarización política.

Con respecto a la izquierda, los resultados electorales han reflejado ampliamente la incorporación al movimiento social de una nueva generación política que, en términos generales, ha votado ERC y ICV-EUiA, las opciones políticas más a la izquierda que existen, aunque a nosotros no nos satisfagan.

Tomados globalmente, los resultados muestran un giro hacia la izquierda en el conjunto de la sociedad catalana (el bloque formado por PSC, ERC y ICV-EUiA gana siete diputados frente a los siete que pierde la suma del PP y CIU). Por otra parte, parece obvio que ha habido un deslizamiento de la intención de voto desde el PSC hacia opciones como ICV y ERC. Este desplazamiento puede ser debido a varios factores, pero hay tres que parecen explicar en buena medida el fenómeno: el cansancio de una parte del electorado socialdemócrata ante el estilo tecnocrático y autoritario que caracteriza al PSC allá dónde tiene la oportunidad de gestionar poder local, el desgaste electoral que está ocasionando al PSC la orientación del PSOE en "cuestiones de Estado" -la supeditación al PP con respecto al "Pacto Antiterrorista", el espaldarazo a la Ley de Partidos y a la ilegalización de Batasuna, las manifestaciones nacional-populistas de "barones" españolistas como Ibarra y Bono, etc.-, y, finalmente, una moderada pero significativa radicalización social y soberanista de un segmento relevante del electorado.

No podamos perder de vista que la ofensiva reaccionaria y neocentralista iniciada por el PP y el "estado de excepción" de facto que ha impuesto en Euskadi han sido elementos que han marcado esta contienda electoral. Los ataques histéricos del PP contra el Plan Ibarretxe, su arrogancia y su autoritarismo crecientes y su apelación constante al nacionalismo español contra el fantasma del "separatismo" han acabado siendo factores que han polarizado significativamente las opiniones políticas en Catalunya. Con su crítica a la Ley de Partidos y con sus gestos de solidaridad con el Plan Ibarretxe -que contrastan con la timidez y la cobardía del PSC a la hora de criticar recortes de libertades que son una clara muestra del proceso de involución política en curso-, ERC ha conseguido importantes réditos electorales.

Así pues, los resultados electorales ponen de relieve, por una parte, un creciente consenso social -­en el cual, a diferencia de Euskadi, participan todas las fuerzas políticas con la excepción del PP- sobre la necesidad de reformar el Estatuto y, por otra, los efectos politizadores acumulados de las movilizaciones sociales que hemos conocido últimamente: las continuadas movilizaciones contra el PHN, los encierros de los "sin-papeles", las movilizaciones estudiantiles contra la LOU, la huelga general contra el "Decretazo", la gran manifestación contra la Europa del capital y la guerra y, sobre todo, las más grandes movilizaciones de la historia contra la intervención anglo-norteamericana en Irak.

El nuevo gobierno de la Generalidad

El hecho de que CIU haya sido desalojada de la Generalidad tras veintitrés años de gestión neoliberal, paternalismo y corrupción es, desde todos los puntos de vista, una muy buena notícia. A pesar de todo, está por ver que el nuevo gobierno de la Generalidad sea tan "rupturista" y "subversivo" como temen el gobierno del PP y sus principales dirigentes; no hemos de olvidar que un gobierno no es rupturista sólo por el hecho que el PP lo diga y le ataque.

En cualquiera caso, parece que el cambio de gobierno tendrá, a corto plazo, repercusiones más grandes en las relaciones de fuerza políticas a escalera estatal que no en Catalunya, dónde es muy previsible que, en una primera etapa, pesen más las continuidades que las rupturas con el período anterior. No podemos olvidar que los dos grandes derrotados de las elecciones han sido a la vez el pujolismo y la escalada neocentralista del PP. El nuevo gobierno del PSC, ERC y ICV-EUiA rompe el aislamiento de Euskadi y del Plan Ibarretxe y crea una relación de fuerzas más favorable al sector que en el seno del PSOE -y, sobre todo, del Partido Socialista de Euskadi- es más sensible a la realidad plurinacional del Estado, debilitando la posición de Bonos, Ibarras y compañía. Habremos de ver, además, hasta qué punto el PP jugará la carta desestabilizadora en Catalunya, donde, sin duda, hacerlo sería más complejo y contraproducente para sus intereses que no en Euskadi, sobre todo porque el PSC no seguiría en caso alguno esta orientación y porque ampliaría la base de apoyo popular al nuevo gobierno.

Las ideas generales del acuerdo de gobierno

En términos generales, parece obvio que, aún con la moderación del programa de gobierno, muchos de los objetivos que se propone la acción de gobierno del tripartito son manifiestamente contradictorios. Las inversiones en bienestar social y las políticas redistributivas que no cuestionan la lógica privatizadora parecen condenadas al fracaso.

La lucha contra la precariedad y el paro no parece compatible con el "impulso de la internacionalización de las empresas catalanas", que es uno de los ejes centrales del programa. No hay ninguna política económica alternativa, sino que parece que se adopte el discurso de aspirar a ser gestores más eficaces de la economía catalana, como sí la "economía catalana" no estuviera atravesada por conflictos de clase por el reparto de la riqueza social.

El sí del PSC, el sí "crítico" de ICV y el "no sabe, no contesta" de ERC sobre el borrador de Constitución europea -un documento social y políticamente regresivo desde todos los puntos de vista- no parecen un buen presagio sobre lo que se supone que tiene que ser un gobierno más redistributivo, más democrático y participativo, más sensible a los problemas medioambientales y a las demandas sociales.

Por muchas promesas abstractas de cambio que haga, el nuevo gobierno de la izquierda plural se ha configurado bajo la base de un programa socioliberal que no deja margen de maniobra para auténticas medidas de cambio en cuestiones clave.

La izquierda plural catalana y la izquierda alternativa

Por primera vez desde la Segunda República, la Generalidad será gobernada por partidos que se reclaman del movimiento obrero y de las clases populares. Parece razonable pensar que, hasta cierto punto, saldrán a la luz muchas de las actuaciones corruptas de CIU, se romperá con las prácticas clientelistas profundamente arraigadas en la Generalidad, se establecerá un funcionamiento más transparente en las instituciones y se consentirá un mayor pluralismo en los medios de comunicación públicos.

A pesar de todo, no se puede ser demasiado optimista sobre el potencial del "giro a la izquierda" que pueda imprimir el nuevo gobierno. Si hacemos balance de las experiencias más recientes de gestión local y comarcal llevadas a término por las fuerzas del tripartito, no podemos hacernos demasiadas ilusiones. La experiencia de muchas gestiones locales, empezando por la de la ciudad de Barcelona, es clara en este sentido.

Por lo tanto, la tarea de la izquierda alternativa es presionar porque el gobierno lleve a la práctica los elementos más progresistas de su programa de una forma coherente, denunciar aquellas medidas gubernamentales que vayan en contra de los intereses de la mayoría de la población, luchar con criterios unitarios por la autonomía de los movimientos sociales en relación al nuevo gobierno y a los partidos que lo componen, seguir movilizando y construyendo una nueva correlación de fuerzas en la calle y en el mundo del trabajo y contribuir a articular una fuerza anticapitalista amplia, pluralista y representativa, situada fuera de la lógica de la izquierda plural.

Presionar porque se cumplan los elementos más avanzados del programa

A pesar de ser un pacto programático social-liberal, en el acuerdo de gobierno del tripartito hay propuestas bastante progresistas que hace falta defender e impulsar. En buena medida, estos elementos progresistas incorporan, en la mayoría de casos, reivindicaciones que se han hecho sentir en la calle durante los últimos años, aunque notablemente rebajadas.

Nuestra tarea, la tarea de toda la gente anticapitalista, es luchar porque estas reivindicaciones sigan ocupando el espacio público de la movilización y la autoorganización obrera y ciudadana, aún con el cambio de gobierno. No podemos cometer los errores del pasado: el "ahora es la hora de los políticos, vámonos a casa y no estorbemos" de la transición no se puede repetir nunca más. Al contrario, ahora que tenemos un gobierno de izquierdas tenemos que presionar más que nunca porque se lleven a cabo las reivindicaciones centrales de las luchas y las demandas sociales de los últimos años.

Luchar por la autonomía de los movimientos sociales

Como apuntábamos más arriba, ahora hace falta poner el acento en la autonomía de los movimientos sociales respeto al nuevo gobierno y los partidos que lo forman. Esto quiere decir que tenemos que luchar porque no haya interferencias gubernamentales o partidarias que condicionen, bloqueen o se opongan al desarrollo democrático, pluralista y unitario de las luchas sociales.

Hemos de evitar a cualquier precio que el cambio de gobierno neutralice la acumulación de fuerzas, campañas y autoorganización que hemos vivido en Catalunya durante los últimos años y que es, no lo olvidemos, uno de los factores que explican el giro a la izquierda que ha posibilitado la derrota de CIU.

La continuidad de las luchas es, además, una precondición para que el nuevo gobierno esté obligado a aplicar los elementos más progresistas de su programa, contrarrestando además la presión de la derecha catalana y española y de los poderes fácticos.

Traducir la removilización social en un verdadero cambio en la correlación de fuerzas

Aún con la removilización social de estos años y el cambio de gobierno, la correlación de fuerzas entre clases todavía no ha dejado de degradarse en la medida en que el capital y la burguesía siguen llevando la iniciativa en el empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la inmensa mayoría de la población: los asalariados y asalariadas. Hará falta luchar porque esta ofensiva del capital toque fondo y organicemos el contraataque.

Para que esto sea viable, hace falta traducir la removilización social nebulosa y semi-espontánea de los últimos años en una tarea paciente de autoorganización estable en los barrios, en las empresas, en los centros de estudio, como única forma de acumular fuerzas y de librar un combate a largo plazo. Esto, en otras palabras, no es más que la recomposición del movimiento obrero y popular en sentido amplio, una tarea que exigirá la participación activa y consciente de la nueva generación de trabajadores y trabajadoras que ha tomado conciencia de si misma en las luchas contra la globalización y la guerra de los últimos años. Esto es un trabajo de años, y no existen atajos electoralistas ni politicistas que la puedan acelerar.

El elemento principal que puede contribuir poderosamente a hacer más rápido este proceso es la construcción de una nueva fuerza política anticapitalista centrada en el impulso de las luchas sociales y de la autoorganización como tarea prioritaria, y alejada de pretensiones gestionarias.

Articular una fuerza política anticapitalista amplia, pluralista y representativa

Creemos que la izquierda anticapitalista tiene que defender, en cualquiera contexto histórico, la conveniencia de un gobierno tan progresista como sea posible, y ser consciente de que el principal enemigo son la patronal y la derecha. Aún así, y creyente firmemente que en cualquiera circunstancia la izquierda alternativa ha de favorecer la investidura de un gobierno de izquierdas siempre y cuando sea posible, los revolucionarias y las revolucionarias pensamos que, atendida la correlación de fuerzas actual, una izquierda anticapitalista coherente no puede participar en un gobierno que se verá obligado a aplicar unas políticas que no romperán, no ya con el capitalismo, sino ni siquiera con el neoliberalismo.

Creemos que, debido a la naturaleza misma del Estado capitalista, es imposible cambiar de sociedad y superar el capitalismo desde las instituciones establecidas sin una ruptura con el aparato de Estado, apoyada prioritariamente en un fuerte proceso de movilización social extraparlamentaria. Por todo esto, creemos que hace falta luchar por conseguir un escenario de reagrupamiento de las corrientes, los colectivos y los activistas que trabajan en nuestra perspectiva en una fuerza anticapitalista amplia, pluralista y representativa.

Revolta global (www.revoltaglobal.net)

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