Guadalajara: Se enfrentan altermundistas y policías

Domingo 30 de mayo de 2004

Por Jaime Avilés

Como era de esperarse, funcionó la provocación. La cumbre de Guadalajara terminó como lo deseaban las autoridades panistas de la ciudad: envuelta en una nube de gases lacrimógenos amarillos, al cabo de una trifulca de 65 minutos en la esquina de las avenidas Juárez y 16 de Septiembre, a unos metros de la plaza Tapatía, donde los jefes de Estado y de gobierno de 58 países culminaban su efímero encuentro.

Por la parte de los altermundistas, las cosas estaban planeadas de otra manera. A las cinco en punto de la tarde, bajo un sol deslumbrante, de la plaza de la Minerva, el Polanco de los ricos de estos llanos, partió una columna de 2 mil personas encabezada por los sindicatos de la Compañía Hulera Euzkadi, el Mexicano de Electricistas y Teléfonos de México, mientras a la retaguardia iban los punks, los ácratas y los del Consejo General de Huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero al frente de todas las banderas, discreto y silencioso, se colocó el líder cocalero boliviano Evo Morales.

Durante dos horas, los contingentes caminaron por la interminable avenida Vallarta lanzando consignas unánimes y diversas contra el gobierno de Vicente Fox, la señora Marta Sahagún y, en términos más amplios, la burguesía. "¡Chingue de noche, chingue de día, chingue a su madre la burguesía!", coreaban los telefonistas, propuesta que fue ovacionada ruidosamente por los albañiles de una casa en reparación.

"¡La gente se pregunta, ¿y esos quiénes son?! ¡Son los de Euzkadi, pidiendo solución!", clamaban los llanteros cuyo movimiento de huelga tardó nomás dos años en ser reconocido como "legal" por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Con el mismo estribillo, los del SME remataban: "¡son los electricistas!, ¡defendiendo la nación!". Y luego, aquí y allá, estallaban los versos contra el jefe del gobierno del cambio... que nunca llegó:

"¡Fox!, ¡ojete!, ¡el pueblo no es juguete!" "¡Si Fox!/ ¡pudiera!/ ¡a su madre la vendiera!" "¡Fox!, ¡chiquillo!, ¡privatiza tu fundillo!" Y la más novedosa: "¡Fox!, ¡y Marta!, ¡al pueblo de hambre matan!" Era, digamos, una marcha alegre y tranquila, expresión de un pueblo descontento en una democracia que no tiene respuestas a las demandas específicas de una sociedad que se siente libre.

Pero, como todo, la avenida Vallarta se acabó para transformarse en avenida Juárez. El contingente había recibido saludos cordiales de los mirones que hallaba a su paso y más de una vez, a la vista de una hermosa muchacha, imagen frecuente en esta ciudad de guapas, los sindicalistas las piropeaban con la vieja consigna de "¡Unete, pueblo!", mientras en la retaguardia los más jóvenes jugaban con tres pelotas inflables, ondeaban sus banderas atadas a sus estacas y desfilaban como lo que son: adolescentes inconformes y enojados.

Ya sobre la avenida Juárez -en el aire se percibía la proximidad de los granaderos que rodeaban el perímetro de la cumbre- aparecieron tres o cuatro puñados de jóvenes del Frente Popular Revolucionario (FPR) y del Partido de los Comunistas, ambos con sus grandes banderas rojas. Héctor de la Cueva, experto en manifestaciones altermundistas, y los dirigentes del Frente Auténtico del Trabajo detuvieron el flujo de la columna para replantear el esquema.

En una reunión previa de todos los participantes -y al decir "todos" me refiero a eso: todos- se había convenido que los sindicalistas fueran en la descubierta de la columna y los adolescentes al final, para evitar que, al llegar a las vallas de los granaderos, los más jóvenes chocaran con los uniformados y embarcaran en la reyerta a los demás. Así que, al ver a los del FPR, los de hasta adelante frenaron el paso.

Hubo entonces una rápida negociación. Los del FPR decidieron hacerse a los lados para que pasara el grueso de la manifestación y colocarse con los demás jóvenes a la retaguardia. Sin embargo, en la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, los sindicalistas doblaron sobre esta última arteria a mano derecha y los provocadores dieron vuelta a la izquierda y, arrastrando al resto de los adolescentes, que no eran más de 300, continuaron de largo hacia las rejas, los cascos, los escudos y los toletes de los antimotines.

De inmediato comenzaron a volar piedras, botellas y palos sobre los uniformados, al tiempo que los sindicalistas continuaban hacia el parque Juárez para dispersarse. Los granaderos, en número muy superior al de sus atacantes, aguantaron a pie firme la lluvia de proyectiles durante apenas cinco minutos y entonces fintaron con embestir a los jóvenes, lo que precipitó la primera corretiza general.

Luego se reanudó el intercambio de piedras y palos que iban de un bando al otro y viceversa. De pronto, los granaderos esparcieron una sustancia con olor a mayonesa que no envenena el aire pero sí arde como lumbre en la piel, y eso, lógicamente, irritó más a los jóvenes, que redoblaron su capacidad ofensiva con fiereza.

A las 19:20, los bomberos dispararon sus mangueras de agua fría sobre los más jóvenes, que recibieron un baño delicioso y refrescante. Por último, a las 19:40, tronaron las armas de los policías y volaron estelas de gases amarillos que pronto fueron devueltas a los remitentes. A las 19:45, los granaderos salieron del búnker para perseguir a los muchachos pero entonces se produjo el desconcierto.

Un jefe de granaderos exclamaba: "¡A la carga!", y otro ordenaba al mismo tiempo: "¡Formación en ele!" A juicio de un corresponsal extranjero, los granaderos no han sido entrenados adecuadamente por las autoridades panistas de Guadalajara para realizar estos menesteres y, en consecuencia, se les veía atemorizados, inseguros, confusos y perplejos. Si en la víspera todo el gabinete de seguridad a las órdenes del gobernador Francisco Ramírez Acuña mantuvo sitiados a 60 adolescentes nueve horas en un parque -antes de retirar a los gendarmes que los rodeaban-, hoy la torpeza de sus fuerzas de orden fue mayor.

Quién sabe en qué, o más bien cuándo habrían terminado los choques de esta noche si a las 19:59 Dios personalmente no hubiera desatado un chaparrón.

Al cierre de esta crónica, en el centro de esta capital se escuchan sirenas, al parecer de ambulancias. Pues no. No son ambulancias, son camionetas de granaderos que efectúan redadas por toda la ciudad. En los últimos minutos de este viernes el saldo extraoficial es de 100 jóvenes detenidos, tres de ellos extranjeros, que se encuentran en los sótanos de la Dirección de Seguridad Pública del estado.

Guadalajara, Jal., 28 de mayo.

* Publicado en La Jornada, 29-05-04 http://www.jornada.unam.mx/

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