Los nuevos dilemas de Ezker Batua

Viernes 5 de noviembre de 2004

Entrevista a Oskar Matute

José Ramón Castaños / www.hika.net

Oskar Matute es una persona suficientemente conocida entre los lectores de hika como para necesitar de una larga presentación. De él se puede decir que es uno de los jóvenes dirigentes de Ezker Batua que empezó a asumir responsabilidades políticas a edades muy tempranas. Se incorporó a la dirección de EB en representación de la corriente Ekaitza, que proponía un giro hacia el soberanismo vasco, un compromiso con los movimientos sociales alternativos, y una reforma de la política para sacarla del electoralismo a la participación ciudadana. Cuando una parte de esas ideas (particularmente las relativas a la soberanía y a la autodeterminación) fueron asumidas por la mayoría de EB a raíz de su participación en Lizarra-Garazi, la corriente Ekaitza se transformó en Batzen y Oskar fue elegido diputado al Parlamento Vasco donde desempeña actualmente las funciones de portavoz del grupo. La corriente Batzen, de la que también es portavoz, quedó incorporada desde entonces a la nueva mayoría que representan los hermanos Madrazo en la dirección de Ezker Batua. No todos los miembros de aquella corriente participan de esa idea, y en el momento en que escribimos estas líneas nos informan de la constitución de una nueva corriente de opinión a partir de una de las oposiciones que se expresaron en el VI Congreso.

En la presente entrevista no vamos a hablar de estas cuestiones porque deben quedar en la vida interna de Ezker Batua; hablaremos de su política general, por el interés que ella tiene en sí misma. La participación en un Gobierno de mayoría PNV es una experiencia política excepcional en la historia de la izquierda vasca y su trascendencia política rebasa a la propia EB porque afecta al conjunto de las izquierdas. Es por ello que la entrevista con Oskar tendrá esta cuestión como telón de fondo. Esperamos que ella pueda ser la introducción a un debate cada vez más necesario.

El VI Congreso de EB está marcado para bien y para mal por los compromisos políticos que habéis adquirido en un gobierno de mayoría PNV. ¿Cómo ha salido EB de ese compromiso? ¿En qué ha salido reforzada y en qué perjudicada por él?

OSKAR MATUTE. Si nos comparamos con lo que éramos hace 4 años, hay que decir sin lugar a dudas que EB se ha consolidado. Hace 4 años estábamos al borde de la quiebra. Abandonamos el pacto de Lizarra en el momento de máxima expansión de la izquierda abertzale. El movimiento que se construyó alrededor de Euskal Herritarrok (EH) generó amplias expectativas de cambio (fin de la violencia), y de reagrupamiento general de las izquierdas vascas, y esa marea estuvo a punto de hacernos naufragar. Los datos son elocuentes: en el plano electoral, bajamos de 6 a 2 parlamentarios, perdimos dos tercios de la representación municipal que teníamos, y desaparecimos de un montón de municipios. Estos resultados expresan una pérdida de capacidad de incidencia en la sociedad, y si los ponemos en relación con el crecimiento de EH, encontraremos explicación a la crisis de proyecto de EB en aquél momento. Nuestra utilidad se puso en tela de juicio, y ese hecho provocó a su vez una crisis interna y una pérdida significativa de militantes.

Las cosas ahora son distintas. Nuestra participación en el Gobierno tiene lados buenos y algunos otros que no lo son tanto, pero en general debo decir que ha permitido pasar de aquella situación de quiebra a otra de relativa consolidación. Lo primero que hemos resuelto ha sido la duda sobre la utilidad de EB, porque con sólo 3 parlamentarios hemos sido imprescindibles para dar estabilidad institucional a un Parlamento y a un Gobierno acosados por la alianza de Estado entre la derecha centralista y la socialdemocracia españolista. En segundo lugar, porque con una fuerza tan pequeña hemos podido condicionar la política del Gobierno Vasco gestionando un área tan importante como la de Vivienda. En tercer lugar, porque nos ha aportado todo tipo de recursos (económicos y publicitarios), para recomponer el aparato político de EB y su relación con la sociedad civil. Y, finalmente, porque la alianza con el nacionalismo democrático ha consolidado la nueva identidad nacional que venimos trabajando desde nuestra participación en el pacto de Lizarra. Hoy se puede decir que EB ha dejado de ser un partido español en tierra vasca para ser un partido vasco que trabaja por la autodeterminación nacional y que quiere ejercer la soberanía política en un sentido solidario con los otros pueblos del Estado español.

Estas son las ventajas que hemos obtenido. No hablaré de los problemas que nos ha ocasionado porque esa es una cuestión que se percibe mejor desde fuera de Ezker Batua.

Convendrás conmigo sin embargo en que las ventajas obtenidas por EB no pueden tomarse como expresión de un avance general de la izquierda. En primer lugar, porque la izquierda vasca está hoy mucho peor que hace 4 años; y, en segundo lugar, porque el avance de una de sus expresiones políticas no es sinónimo de avance de las ideas alternativas en la sociedad. Eso depende del proyecto y de la orientación política que tenga el partido en cuestión. Y, en opinión de muchos, la política de EB no es precisamente una política alternativa.

O.M.: Estoy de acuerdo con tu primera observación, pero matizaría mucho la segunda. La izquierda vasca no puede reducirse a EB, aunque a veces demos esa impresión en algunos mensajes demasiado simples. Todos sabemos que esa izquierda es mucho más amplia y plural de lo que EB representa. Eso quiere decir que no hay que tomar la parte por el todo, y que el avance de la izquierda es algo mucho más serio que los pequeños avances que hemos dado. Nuestra consolidación hay que tomarla sin embargo como algo bueno para la izquierda en general. No digo esto porque piense que EB tenga que ser la única izquierda vasca con representación institucional, porque aquí hay muchas izquierdas embrionarias y mucho trabajo por hacer en ellas para recuperar espacios de colaboración y elaborar proyectos compartidos. En esa perspectiva se viene trabajando mucho tiempo, y es bueno que se consolide una organización como la nuestra para perseverar en ella.

La entrada de EB al Gobierno se produce poco tiempo después de la descomposición de Euskal Herritarrok y de la disgregación de fuerzas acaecida a partir del regreso de ETA a las armas. ¿No hubiera sido mejor que EB hubiese dedicado sus energías a la reconstrucción de esa izquierda en vez de gastarlas en una gestión tutelada de la parcela de poder que le deja el PNV en el Gobierno?

O.M. El proyecto político que representamos puede gustar más o menos. En Ezker Batua hemos asumido como un riesgo la posibilidad de ir perdiendo perfiles alternativos a medida que persistan en el tiempo los compromisos de Gobierno que hemos adquirido con el PNV. Sin embargo, no se puede juzgar a una formación política sólo por lo que haga o deje de hacer en el Gobierno. Hay que juzgarla también por el modo como se aproxime a cuestiones tan relevantes como la identidad nacional, los métodos de lucha, la violencia de ETA, la oposición a la guerra o la solidaridad con el Tercer Mundo; y en todas estas cuestiones, la política de EB ha sido en líneas generales una política acertada.

Se puede discrepar incluso de este juicio de valor, pero aún así hay que reconocer la contribución de EB a la izquierda por algo más importante incluso que eso. Me refiero a la relación que mantenemos con los movimientos sociales y con las otras izquierdas que actúan en la sociedad vasca, pues el hecho de no tener con ellas una relación exclusivista ni instrumental nos habilita como una izquierda necesaria en el concierto de las izquierdas vascas. No pueden decir lo mismo las vanguardias autoproclamadas que aún perduran en la cultura política de la izquierda abertzale, y para quienes creemos que los movimientos alternativos son palancas necesarias para el cambio de modelo social; esto es algo importante.

Podemos estar de acuerdo en que nuestra participación en el Gobierno puede ofrecer espacios de sombra. Es discutible si con ello contribuimos o no a crear movimientos contestatarios, pero lo que no se podrá decir nunca de nosotros es que obstruimos el desarrollo de los movimientos sociales. Muy al contrario, nos sentimos bastante satisfechos de haber cumplido la promesa de apoyar con discursos, leyes y subvenciones, el desarrollo de proyectos solidarios, de ONGs y de movimientos sociales. Se trata de una contribución necesaria que hemos podido hacer porque estamos en el Gobierno, y que no podía haberse hecho de ninguna manera en caso de haber permanecido como una fuerza política de oposición.

Esa forma de enfocar las relaciones entre las izquierdas sugiere la idea de un reparto de funciones entre una izquierda extraparlamentaria, a la que se asigna el papel del discurso idealista y de la oposición utópica, y una izquierda institucionalizada, que se reserva el papel de la gestión realista de lo posible. No sé hasta qué punto está teorizada esta idea en vosotros, pero de ser así estaríamos en presencia de una doble moral porque no se puede ser Gobierno y oposición a la vez...

O.M. Tengo claro que a nosotros se nos juzga de una forma mucho más severa que a los demás. Para un militante de izquierda, es más importante lo que hacemos y decimos en EB que lo que hacen y dicen los otros partidos que gobiernan. Es normal que nos exijan a nosotros más de lo que exigen a PNV y EA ,porque al fin y al cabo compartimos un mismo cuerpo de ideas. Quiero decir, sin embargo, que, en la crítica del pensamiento único, en la lucha contra la injusticia social o en la denuncia de los atropellos a la democracia y a los derechos humanos no hay diferencias entre la izquierda que llamas idealista y la izquierda que dices que gestiona lo posible. La diferencia está en saber cuál de las dos es más útil para conseguir más y mejores conquistas sociales y políticas.

Si miramos la cuestión desde este punto de vista, hay que empezar por reconocer que vivimos en un sistema social capitalista con una democracia de baja calidad y con una correlación de fuerzas políticas muy favorable a la derecha. Las posibilidades de cambio son por tanto muy limitadas. Sin embargo, y a pesar de todo, hemos sabido aprovechar las circunstancias excepcionales de la política vasca (la necesidad que tuvo el PNV de recurrir a nosotros para formar Gobierno) para obtener a cambio algunos avances sociales. Podíamos haber optado por una política de alianzas que no incluyera nuestra entrada al Gobierno como hizo Euskal Herritarrok en el breve período de vigencia del gobierno de Lizarra. Podíamos haber hecho un pacto de legislatura que tuviera como base la autodefensa democrática contra las agresiones del Estado, pero nos pareció que esa opción táctica se parecía mucho a una generosidad sin contrapartidas; algo así como dar todo lo que teníamos sin recibir nada a cambio. Preferimos entrar en el Gobierno para gestionar una parcela de poder llenándola de contenido social. Habrá personas que piensen que hemos optado por esta vía para obtener ventajas partidistas (recursos económicos y publicidad política por ejemplo), pero el tiempo nos ha dado la razón porque hemos conseguido que la política de Vivienda sea la más avanzada del Estado español; porque esperamos aprobar en la presente legislatura una nueva ley del suelo urbano que pondrá freno a la especulación inmobiliaria; porque hemos parado algunas leyes regresivas que intentaban privatizar algunos servicios públicos del área de Sanidad; porque estamos activando políticas progresistas en campos como la emigración y la asistencia social, y porque hemos sostenido al mismo tiempo la oposición a la Y ferroviaria y a la central térmica de Boroa. Puede parecer poco, pero que nos digan que más se puede hacer con una pequeña fuerza de tres parlamentarios como la que nosotros tenemos.

Con tres parlamentarios y sin movilización social no se pueden conseguir ciertamente muchas cosas, pero tú deduces de aquí que ha sido mejor estar en el gobierno que en la oposición. Esto es muy discutible desde el punto de los resultados prácticos porque las oposiciones consiguen mejores resultados cuando son firmes y movilizan a las mayorías sociales como han hecho los sindicatos en luchas de resistencia y en huelgas generales. Te olvidas además que el mundo ha cambiado sólo cuando la izquierda ha hecho de la utopía una pauta de conducta, y que la primera y más importante función de la izquierda es construir valores alternativos, movilización social y participación ciudadana. ¿Se puede hacer eso colaborando en Gobiernos neoliberales como es el caso del Gobierno Vasco?

O.M. Estamos de acuerdo en el papel decisivo que tienen los sindicatos y las huelgas generales para la defensa de los intereses de los trabajadores y para modificar la correlación de fuerzas políticas; en esto no hay debate. Tampoco magnifico los resultados de nuestra gestión porque, sin ser malos, tampoco han sido espectaculares. Puedo decir sin embargo que nuestra participación en el Gobierno no nos ha atado de pies y manos para apoyar cuantas luchas sociales y políticas hemos estimado oportuno. Así ha sido en el caso ya mencionado del tren de alta velocidad, en las movilizaciones contra la guerra o en la más reciente de apoyo a los trabajadores de la Naval para evitar el cierre de los astilleros. Quizá el hecho de formar parte de un Gobierno autónomo, que no es equiparable al Gobierno de un Estado independiente, facilita esa labor. Tampoco me olvido de que la precariedad en que está el PNV (una minoría mayoritaria acosada por todas partes) deja un margen de maniobra que en circunstancias normales no existiría. Por una razón o por otra, el caso es que hemos podido combinar hasta cierto punto las dos tácticas políticas.

En el último período se ha notado un distanciamiento crítico con el plan Ibarretxe, pero llama la atención que el centro de vuestra crítica sean los excesos soberanistas del nacionalismo, en lugar de insistir en la crítica del centralismo de Estado y en la oposición a la política neoliberal del Gobierno. En algunos círculos de izquierda se llega incluso a decir que vuestra crítica al PNV se hace por su derecha en lugar de hacerlo por su izquierda.

O.M. Pienso que esa crítica no es justa. Cuando explicamos el acuerdo de Gobierno con PNV-EA, en ninguno de los borradores ni en el documento final se puso como condición para nuestra entrada en el Gobierno el apoyo al plan Ibarretxe. Entre otras razones, porque en aquel entonces no había plan sino sólo intención de hacerlo. Después, cuando ese plan se puso sobre la mesa, presentamos la propuesta de federalismo de libre adhesión que difiere de Ibarretxe en dos cosas importantes: en la búsqueda de una identidad nacional incluyente de la diversidad, y en la búsqueda de un marco de relación en pié de igualdad con los otros pueblos del Estado español. Tampoco nos olvidamos de hacer propuestas en positivo para llenarlo de contenido social. Aún así, apoyamos con nuestro voto su tramitación parlamentaria, pero no por ello retiraremos nuestras enmiendas ni daremos avales que no descansen en acuerdos suficientes. Todo esto está por escrito. De otra parte, la crítica que hacemos al nacionalismo no está elaborada desde la defensa de la unidad del Estado (lo que sería preocupante), sino desde la necesidad de buscar identidades compartidas y no excluyentes. Afirmamos asimismo el derecho del pueblo vasco a decidir libremente sin injerencias externas. Respetaremos la decisión mayoritaria que se tome, pero insistiremos en la necesidad de respetar los derechos de las minorías.

Creo sinceramente que estas críticas contribuyen a moderar el discurso nacionalista del Gobierno, al mismo tiempo que asienta a nuestro partido como una entidad independiente de la Izquierda Unida española. En este sentido hemos pasado de ser una federación de IU a ser una federación de izquierdas que desde su libertad como organización independiente decide federarse con IU. Esto no encaja con una visión españolista sobre la cuestión nacional porque no la tenemos, y porque es más propio de gentes que viven y piensan para una realidad que se llama Euskal Herria. Apostamos por construir un sentimiento nacional que sea compatible con cualquiera de las ofertas políticas federalistas, independentistas o de cualquier otro tipo que puedan hacerse. Nuestra crítica al nacionalismo la hacemos desde ahí. No creo por tanto que pueda caracterizarse como una crítica por la derecha, aunque acepto que quizá hayamos sido un poco blandos en la crítica del nacionalismo de estado y en la oposición a sus discursos.

Y, sin embargo, nada decís de la política neoliberal del Gobierno Vasco; nada de su política fiscal; nada de su política de empleo; nada de su política de rentas; ninguna crítica a sus prioridades presupuestarias. ¿Por qué?

O.M. Yo no puedo evitar esa lectura crítica de nuestra política. Lo único que puedo decir es que a pesar de todo se han conseguido algunos avances sociales que no se podían haber obtenido de no haber estado nosotros en el Gobierno. Es justo reconocer por tanto que hemos cumplido con las promesas que hicimos.

¿Hay que suponer entonces una continuidad de la política de Ezker Batua en relación al Plan Ibarretxe y a la participación en el próximo Gobierno?

O.M. No hay que suponer tanto. Lo que sí está claro es que EB no va a hacer lo que determinados medios económicos y de comunicación quieren que hagamos. EB hará lo que decida la dirección de 70 personas que acaba de ser elegida, y sus Asambleas de base, cuando tengan que pronunciarse al respecto. De todos modos, el plan Ibarretxe no va a acabar en diciembre con una votación, en el caso que se vote, porque no se puede tomar una decisión como ésa en poco tiempo; porque hay muchas heridas que restañar y muchas complicidades que recuperar; y porque hace falta ampliar el diálogo para buscar salidas consensuadas entre todas las partes. Eso requiere tiempo, y en ese tiempo vamos a seguir manteniendo la idea del federalismo de libre adhesión; pero en el caso de que se someta a votación consideraremos las enmiendas que se acepten y el clima político que se cree para decidir el sentido de nuestro voto. Lo que sí tenemos claro es que el Estatuto hay que reformarlo, porque no sirve como marco de convivencia. Es por ello que no seremos nunca un instrumento de freno o de bloqueo a los escenarios democráticos ni a las mayorías sociales que se expresen libremente en el pueblo vasco. Yo no sé lo que vamos a decidir sobre estas cuestiones. Haremos finalmente lo que nuestro sentido común nos dicte.

En lo que se refiere a la cuestión del gobierno, seguimos siendo anguitistas hasta la médula. Exigiremos programa, programa y programa. Con esa idea iremos a las próximas elecciones porque necesitamos ensanchar nuestro electorado para tener un mejor punto de apoyo en la negociación de eventuales alianzas de Gobierno. Las elecciones dirán el grado de apoyo que tenemos. Todo parece indicar que nuestra gestión de Gobierno no será un perjuicio para ello sino una ventaja, aunque ya veremos. Lo que sí tenemos claro es que vamos a trabajar con la idea anguitista de programa, programa, programa. En estos últimos tres años hemos aprendido a relacionarnos con los poderes de este país y estamos bastante satisfechos del modo en que lo hemos hecho. Se podrá hacer mejor, pero si conseguimos más fuerza electoral de la que tenemos y si el PNV nos sigue necesitando para configurar mayorías estables, tendremos la oportunidad de negociar al alza. Lo que sí tenemos claro es que vamos a trabajar con la idea anguitista de programa, programa, programa, y si no se satisfacen nuestras demandas pasaremos a la oposición, porque no es determinante que estemos o no en el Gobierno. Lo único que importa es que EB sea cada vez más fuerte.

En la sociedad vasca existe una masa social muy crítica con los partidos de izquierda porque ve en ellos el interés particular de ampliar su parcela de poder a costa de otros, en lugar de trabajar por construir alternativas unitarias con las que empezar a disputar la hegemonía política a las fuerzas social-liberales del centro y de la derecha. ¿Qué proyecto tiene EB para resolver esta crisis de la política en la izquierda vasca?

O.M. Me estás planteando que un partido no puede ser un objetivo en sí mismo, y estoy de acuerdo con ello. También comparto tu idea de que los partidos políticos ponen demasiadas veces sus intereses privados por encima de los intereses de la sociedad a la que dicen servir. A estas dos cuestiones sólo puedo responder diciendo que es necesario construir una nueva conciencia militante. El problema es que no sabemos muy bien como hacerla.

Yo hice mi primera experiencia política en los movimientos sociales, y si algo aprendí de ellos es su dinamismo; sus continuos saltos en el vacío; la ausencia de miedo a tomar iniciativas, a equivocarse y a corregir el error. Me gustaría trasladar ese estilo a los partidos políticos, pero su naturaleza conservadora es a veces un freno demasiado poderoso para hacerlo. Todos necesitamos, de otra parte, conservar los espacios que tenemos y elevar el grado de autoestima de la organización en la que militamos, y eso empuja en una dirección contraria a la que planteas en tu pregunta.

La reforma de la política tiene mucho que ver con la división de la izquierda vasca y con la necesidad de trabajar por reagruparla, pero a la hora de pensar en propuestas que empiecen a desbrozar el terreno no las encontramos. Eso parece querer decir que el único mensaje que transmitimos a la sociedad se parece mucho a aquello de "venid a mí porque soy quien mejor os defiende y porque estoy abierto a acogeros en mis filas", con lo que conseguimos agrandar aún más la distancia que existe entre los partidos y la sociedad civil.

De otra parte, hay que ser cuidadosos para no incurrir en errores del pasado, como por ejemplo la unificación de EE en el PSOE-PSE, porque eso fue la desarticulación de una parte de la izquierda vasca en lugar de ser un reagrupamiento de fuerzas; o la última de Euskal Herritarrok que, a pesar de las expectativas que produjo, no fue capaz de sostenerse en el tiempo por falta de bases políticas sólidas.

Llegado a este punto, tengo que reconocer que Ezker Batua no tiene ni un proyecto ni una política para actuar sobre ese problema, pero este hecho no obedece a una falta de voluntad sino al querer ser respetuosos con las otras izquierdas que actúan en la sociedad vasca. Lo único que tenemos claro sobre esa cuestión es que no debemos entrometernos en la vida de otros partidos para decirles lo que tienen que hacer. Si a eso le unimos nuestra firme convicción de no querer auto-arrogarnos la representación de toda la izquierda vasca ni afirmarnos como el lugar de encuentro de toda ella, se tendrá un cuadro bastante preciso del estilo con que Ezker Batua quiere trabajar para hacer una izquierda más amable y tolerante. Me dirás que eso es más de lo mismo; que eso no es un proyecto y que el problema que apuntabas permanece sin solución; lo que es verdad, pero también lo es nuestra disposición a explorar nuevos campos si algún día aparecen en el horizonte político vasco.

* Publicado en Rebelión, http://www.rebelion.org/noticia.php...

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