"La expansión del movimiento por consenso se está agotando"

Viernes 7 de enero de 2005

Entrevista a Daniel Bensaïd, filósofo, autor de obras sobre el movimiento altermundista

Maricel Chavarría *

Es probablemente el filósofo marxista más vigente. El francés Daniel Bensaïd, activista de la izquierda radical francesa y autor de diversas obras de reflexión sobre el movimiento altermundista ­entre ellas su reciente ensayo Cambiar el mundo­, visitó Barcelona para participar en las últimas jornadas del colectivo Revolta Global: Resistències, alternatives, estratègies.

­Tras dos años de intensas protestas contra la guerra y multitudinarios foros sociales, ¿cuáles son los retos del movimiento altermundista?

­En poco tiempo su avance ha sido espectacular: comenzó con reivindicaciones antiliberales, pasó a la crítica global de el mundo no es una mercancía y luego se posicionó contra la guerra. Las izquierdas radicales llevaron la iniciativa, pero no lograron victorias significativas; al final hubo invasión de Iraq. Por eso los partidos políticos retoman fuerza. No se espera mucho de ellos, pero vuelven a ser el mal menor.

­¿Es inevitable la politización de los movimientos sociales?

­La incapacidad de organizarse políticamente genera frustración. El movimiento se agita, pero no tiene representación en el marco político y electoral. Abrir un espacio político no va a ser nada fácil, pero es el reto que viene. El centro de gravedad ha recaído en los movimentos sociales, pero ahora estará más equilibrado y más polémico: en el próximo Porto Alegre será inevitable discutir el balance del Gobierno Lula.

­¿Es positivo que los partidos asuman el discurso altermundista?

­Por un lado se puede considerar un éxito, pero existe el riesgo de que el movimiento acabe acompañando a gobiernos social-liberales, adaptándose a políticas realistas del mal menor (la decepción radicaliza los extremos, por la izquierda y por la derecha). Otro peligro: que sectores importantes del movimiento desistan de pelear para cambiar la coalición de fuerzas políticas y acabe siendo un simple grupo de presión.

­El altermundismo rechaza por lo general la Constitución europea...

­Defiende una refundación democratica y social de esta Constitución, con criterios de convergencia social: Seguridad Social, empleo y salario. Es decir, una política activa del servicio público a escala europea. Defiende lo que no está en el tratado actual (derecho al aborto, oposición a la legislación antiterrorista tras el 11-S, solidaridad con los países del sur...). Esta Constitución que propone un gran mercado liberal y sin trastornos, con algunos amortiguadores sociales, recibe críticas incluso de la filosofía clásica liberal, porque no respecta la división de poderes: el Consejo de Europa es a la vez legislativo y ejecutivo.

­Al igual que Zapatero, el Partido Socialista Francés la secunda.

­El PSF intenta recuperar una imagen abogando por una política keynesiana a escala europea. Pero, ¿cómo, sin restablecer el control de la política monetaria frente al Banco Central, sin relanzar los servicios públicos que se destruyen?

­¿Qué argumentos pesaron en favor del sí para el PSF?

­El miedo: si gana el no esto será el caos, cosa que no creo, porque los tratados internacionales tienen su ritmo y no desaparecen de la noche a la mañana. Y también la necesidad de ser contrapeso de EE.UU. Pero, ¿qué tipo de contrapeso? Si se trata de competir en potencia, ellos tienen casi la mitad de los gastos militares internacionales y más del doble de la UE. La verdadera competencia radica en el modelo social: otra opción de sociedad, otro tipo de cooperación con el sur, de política energética... Y un espacio social.

­¿Crear una red social cohesionada sería un antídoto contra el miedo?

­Es un punto de apoyo, pero no soluciona el problema. Los movimientos sociales mundiales entran en fase de contradicción: el ciclo de expansión del movimiento por consenso se está agotando. La reunión en Porto Alegre no va a poder evitar que se polaricen la izquierda crítica brasileña y la del Gobierno.

­¿Qué diferencia aquella protesta del mayo francés de la actual?

­La contrarreforma liberal. La del 68 era una huelga feliz, casi sin desempleo, sin angustia de futuro, prevalecía la idea de progreso indefinido. Pero es lógico que en la precariedad se viva el presente, lo que dificulta construir un proyecto político. Mis estudiantes no son indiferentes a la política: se informan, se manifiestan, pero sólo una minoría cree en esto a largo plazo. No es la revolución colonial de los 60... aunque en Catalunya el movimiento antiguerra fue impresionante.

­¿Se siente un último mohicano?

­Lo somos, pero se nos trata bien. Los jóvenes piden recuperar una memoria, no piensan que los viejos fuéramos unos tontos. La generación del post-95 tiene otra sensibilidad más libertaria y más conservadora de la vida cotidiana personal, con menos retórica del sacrificio. El contraste es notable y el éxito ha sido que coexistan ambas culturas.



Un eterno radical

Militante de aquel mayo del 68 francés y expulsado del Partido Comunista —­"lo que fue positivo,me hizo ganar tiempo"—­, Daniel Bensaïd (Toulouse, 1946) es hoy profesor de filosofía de la Universidad París-VIII, dirigente de la izquierda radical francesa (milita en la LCR) y ponente en los principales foros sociales. Los irreductibles (2001) y El nuevo internacionalismo (2003) son algunos títulos en los que analiza los retos de la izquierda anticapitalista del siglo XXI. Dirige además la revista Contre-Temps.

* Publicado en La Vanguardia el miércoles 5 enero 2005

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