El retorno del historial del POUM

Martes 25 de octubre de 2005

cartel poumPepe Gutiérrez-Álvarez | Revolta Global

No hay más que darse una vuelta por el mundo para comprobar que la memoria subversiva ha tenido y tiene un gran peso en todos los movimientos insumisos, y basta registrar los ejemplos de Emiliano Zapata, Augusto Sandino, Farabundo Martí, Malcom X, y tantos otros y otras para apreciar que la historia no es un territorio más. No es pues en vano que las derechas, que poseen unos sentimientos de clase mucho más profundo que el de la inmensa mayoría de la gente trabajadora, dediquen tanto esfuerzo en tratar de demostrar que “el problema” no fueron las tiranías y las injusticias sino las tentativas por cambiar las cosas, todo dentro de la lógica invertida según la cual los nuevos mandarines nos quieren persuadir que por citar un ejemplo, “el problema” de América Latina no son los abismos sociales sino el tratar de salir del neoliberalismo.

Es la misma lógica que por estos lares atribuye connotaciones “desestabilizadota” a cualquier movilización social o democracia, la que inspira las acusaciones de Ángel Acebes de querer “volver atrás” (o sea a la guerra) por el mero hecho de querer enterrar dignamente a los republicanos asesinados como perros rabiosos en las cunetas o en las tapias de los cementerios. Es la lógica que entiende el “nunca más” a todo lo que puede ir (comunismo, socialismo, populismo) en dirección contraria del desorden existente; la misma que nos sigue obligando a archivar la “memoria” de los movimientos obreros, de la propia República. No se puede mirar hacia atrás con ira, ya que la “normalidad democrática” lo exige, y así lo han entendido los que han evocado la guerra para hablar del “Estatut”. Así lo ha entendido al parecer Pascual Maragall ha “descubierto” que no podía tener un “conseller” sindicalista como la República por más que entre Joan Peiró y el antiguo “colega” “Xus”, actualmente Josep Mª Rañé, haya tanta distancia como la que pueda haber entre el propio Maragall y Francecs Maciá...

1. UNA MEMORIA NECESARIA

Aunque desde la izquierda se haya tendido a veces a minimizar la cuestión, los guardianes del orden y de la nueva historia oficial nunca lo han hecho, de ahí la furia desatada contra manifestaciones altermundialista-, y encuentro que no deja de resultar significativo que Ken Loach, el cineasta más representativo de este movimiento al que había contribuido con el éxito de algunas de sus películas más combativas (la del ciclo anti-Thatcher, las mejores sin dudas) era justamente el que realizaba la coproducción angloespañola Tierra y Libertad siguiendo la estela del Homenaje a Catalunya, que contra todo pronóstico fue un éxito, hasta se puede decir que un pequeño fenómeno social, y esto al margen de la discusión sobre sus valores o debilidades fílmicas. Recuerdo que el día que asistí a su estreno pude comprobar que los canosos no éramos mayoría, ni mucho menos; algo estaba cambiando y al fin aparecía nueva gente. Esta senda abierta por Loach prosiguió con otras aportaciones cinematográficas próximas como Asaltar los cielos o Libertarias, demostrando que respondía a unas exigencias sociales concretas que se expresaba incluso entre cierta crítica cinematográfica que la acogió con entusiasmo, como la que representada en El País por Ángel Fernández Santos tan distantes en este punto de los “historiadores de la casa” del tipo Antonio Elorza (1).

Inopinadamente, el historial del POUM volvía a estar presente al menos en el ámbito editorial, y para mi estupor, la edición de sus Cuadernos de Barcelona de Mary Low (Alikornio), que había sido rechazado en los años ochenta a pesar de los elogios vertidos por Orwell, encontraba una amplia resonancia mediática. El éxito de libro Mary Low facilitaría el la singularidad de una aportación feminista marxista a través de la Low así como de Otilia Castellvi (De les txeques de Barcelona a l´Alemania nazi), de Mitka Etchébehere (Mi guerra de España. Testimonio de una miliciana al mando de una milicia del POUM), las memorias de Teresa Rebull, a las que habría que añadir la edición digital (en las Webs de la Fundación y de Viento Sur) de Una vida bien vivida, de Mª Teresa García Banús, partes significativas de un cuadro autobiográfico muy extenso (2).

Otra apuesta ganada serían las dos ediciónes del auténtico compendio de Wilebaldo Solano El POUM en la historia (Libros de la Catarata/Fundación Andrés Nin), que viene a ser como el legado de la persona que se ha mantenido fiel al POUM durante setenta años, y que todavía sigue; el libro además está considerablemente enriquecido por un trabajo de notas encomiable y se ha conervtido en un “manual” para muchos jóvenes ya fascinado por la película de Loach Aquí también se sitúa otro “clásico” Nuestros años treinta, las memorias que Francecs del Cabo trató de editar en vida y que resulta al parecer el libro más vendido de la modesta editorial Sepha, con el apoyo de la Fundación Andrés Nin madrileña. Se puede hablar de una presencia del POUM en la literatura, concretamente en novelas de Juan Marsé (Sí te dicen que caí), Manuel Vázquez Montalbán (El pianista) y Javier Marías (Tu rostro mañana) y sobre todo en la laboriosa investigación de Ignacio Martínez de Pison sobre el “caso Robles” en Enterrar los muertos. Hace tiempo que el POUM dejó de ser una nota en muchos libros de historia. Ahora es parte crucial gracias a una significación política obvia que resulta central o de primer orden en obras como la recopilación de Jose´Mª Zavala En busca de Andrés Nin, el estudio de Reverte sobre La batalla del Ebro, pero sobre todo el magnífico estudio de Chris Ealham La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1939 (Alianza, 1995), en cuya página final se evoca el asesinato de Nin como evento que marca el fin de una revolución por abajo que fue recuperada por arriba, por citar únicamente unos ejemplos. Aquí cabría hablar igualmente de unos primeros estudios locales como por ejemplo Lleida y Girona, y en otros pueblos y ciudades donde el POUM actuó como fuerza hegemónica o de primer orden, sin olvidar las referencias indirectas como ocurre en las recientes “memorias” de Noam Chomsky. Cada mes la página Webb de la Fundación ofrece nuevas informaciones sobre libros, artículos, actos públicos, etc.

Llegados aquí es de justicia dejar constancia que ésta ha mantenido la antorcha en solitario durante años con una web (me constan que bastante) conocida por todo el personal que quiera saber algo sobre el POUM y por su entorno en el que aparecen -aparte de los consagrados de Nin, Trotsky u Orwell-, todos los nombres del POUM: Joaquín Maurín, Juan Andrade, Wilebaldo Solano, Mª Teresa García, “Quique” Rodríguez, así como un largo etcétera que abarca igualmente numerosas ramificaciones internacionales, en particular la francesa, con un amplio repertorio de trabajos de y sobre Pierre Broué, el autor que mejor ha reflejado la evolución mediante la ampliación del conocimiento de los datos históricos desde un acentuado trotsko-fundamentalismo a un poumismo digamos critico, por lo que se puede decir que sí el Jaurés historiador confesaba que se habría sentado junto con Robespierre, Broué lo habría hecho al lado de Nin, aunque fuese discrepando, aunque en eso no habría estado solo ni mucho menos. Esto era algo que también ha hecho toda una generación que se había formado con los textos de Trotsky, Morrow, Munis, etc (3).

Gracias a este “recalentamiento” la Fundación catalana ha podido resurgir recuperando buena parte del equipo anterior en combinación con una militancia joven, y ocupar un escenario que pedía a gritos tal recuperación. El acto conmemorativo del día de la creación el POUM (29 de septiembre de 1935 en casa de Francecs de Cabo y de Carlota Durany, la misma en la que fue raptado Kurt Landau), celebrado en la sala de actos del Ateneo barcelonés, congregó a no menos de 130 personas en un ambiente de optimismo generalizado. Se trata de una buena noticia. Recordemos que entre finales de los años ochenta y principios de los noventa, la Fundación Andreu Nin de Barcelona llegó a tener una cierta resonancia, incluso mediática, y se editaron al menos una docena de “dossiers” al tiempo que se realizaron debates y conferencias, hasta que desapareció.

Al menos dos factores influyeron en este trance, uno fue el declive cronológico de la generación poumista (en particular del brioso Francecs del Cabo y de Viçens Ballester, ambos fallecidos). Otro fue el ambiente de desánimo que cundió en la siguiente promoción, no en vano por esta época desaparecen últimos exponentes representativos de la izquierda radical, en particular la LCR. El ambiente era bastante desolador, y como decía Marti i Pol, el fuego de antaño ya no calentaba. Tampoco calentaba el fuego del momento, en tanto que el fuego de mañana se nos antojaba que no se veía por ninguna parte. Parecía que la restauración conservadora era irreversible por mucho tiempo, y hasta los más jóvenes ofrecían la sensación de estar cansados, a veces más incluso que los antiguos poumistas que seguían añorando sus veinte años. Sin embargo, el fuego del mañana al parecer no estaba tan lejano y ha comenzado a calentar aunque todavía sea poco, y se puede hablar de una nueva etapa, ahora animada por un nuevo aliento reivindicativo, el que reclama el derecho a la verdad histórica.

2. UNA PERVIVENCIA OBSTINADA

No deja de resultar curioso que estemos asistiendo a un auténtico “revival” del POUM, un partido que es historia desde hace mucho tiempo. Este “revival” resulta todavía más singular sí tenemos en cuenta el olímpico olvido que rodea a otras expresiones más políticas más numerosas y más recientes, y me viene a la cabeza un ejemplo que me parece pertinente, el de los maoísmos que a lo largo de los años setenta trataron de representar el partido comunista “auténtico” con el apoyo de la poderosa China de Mao Tse Tung y de la Albania de Enver Hoxa, y que cayeron o se suicidaron dilapidando de paso un notable capital militante, sin que nadie parezca interesado en escribir un mal testimonio, sino más bien al contrario, ocultando en lo posible su vinculación, algo que resulta patente en las memorias (que llama “optimistas” en vez de llamar “optimizadas”) del más popular de entre ellos, el “padre de la patria” y más tarde ministro de cultura de Felipe González, Jordi Solé Tura, y en las que apenas si se ofrece alguna que otra referencia inocúa sobre Stalin y Mao (4).

Este gran interés –ligados a editoriales combativas- se situaba en una zona que podemos diferenciar de los trabajos animados por Víctor Alba y los “bloquistas” instalados en el PSC, y cuya identificación con el POUM tenía –por decirlo así- una doble vuelta, una fidelidad cuando miraban hacia el propio pasado, y un filtro anticomunista ulterior, teñido por una adopción muy particular de un acendrado y agradecido “american way life”. La labor de difusión de este equipo encontró acomodo en la editorial Laertes que, por su amplitud de su producción poumista retomaba en buena medida la antorcha, después de Ruedo Ibérico, habían alimentado Fontamara y Júcar (5). Laertes aparece ligada a algunas de las empresas editoriales más importantes sobre la historia del POUM, comenzando por sugestivos trabajos de divulgación como el de la recopilación titulada La aventura del militante que recoge un inventario de anécdotas y acciones de muy diverso calado, que supone un modesto pero vivo testimonio muy a ras de tierra. También hay que reconocerle aportaciones de primer rango, como la edición de las (voluminosas) actas de El proceso del POUM. Documentos judiciales y policiales extremo sobre el que ya existía una obra clásica, El proceso contra el POUM. Un episodio de la revolución española, un verdadero e inapelable “yo acuso” escrito al calor de los acontecimientos por Ignacio Iglesias que firmó como Andrés Suárez la emblemática edición de Ruedo Ibérico (6).

Pero indudablemente el trabajo histórico más valioso es sin duda El Bloque Obrero y Campesino (1930-1936), un modelo de trabajo que cuida el más mínimo detalle a cargo de Andy Durgan, un historiador británico que ha dedicado muchos años a la tarea de reconstruir en detalle la historia de esta organización. Esta obra supone la mayor contribución a la historia del génesis del POUM desde que Pelai Pagés escribió su ya lejana Historia del movimiento trotskista en España (1930-1935). Durgan pone en evidencia la debilidad de la caracterización que el trotskismo clásico había hecho del “maurinismo”, y realza la labor de “acumulación de fuerzas” del BOC al tiempo que detalle su actuación trascendental de la tentativa de la Alianza Obrera de la que Maurín resultó el principal arquitecto en una experiencia de aplicación de una política de frente único cuyo fracaso –en el que concurren casi en parte iguales la izquierda socialista y la CNT-, sería fatal para el movimiento obrero, y facilitó la restauración de la coalición republicano-socialista ahora con el nombre de Frente Popular y con el apoyo entusiasta del PCE y del Komintern, pero en realidad como una variación derechista del antifascismo y cuyas miserias políticas quedarían –teóricamente- más evidente todavía en el caso francés (7).

Aunque se trata de un tema hartamente problemático, en honor a la verdad y a la laridad no se puede escamotear el hecho de que, inmerso en una doble derrota y tratado como “apestados” por el estalinismo, un sector del poumismo se fue alejando de sus ideas marxistas revolucionarias. Esta evolución fue bendecida desde Nueva York por otro Joaquín Maurín que había efectuado una drástica rectificación de su trayectoria anterior, o sea que no era en absoluto el mismo que el cayó en manos de los facciosos (8). A finales de los años cuarenta, un sector abandonó el POUM para engrosar las filas del Movimiento Socialista de Cataluña (MSC, los “músicos”, que fue fundado por poumistas como Josep Rovira), principal embrión del PSC. Este giro a la derecha resulta ostensible especialmente en el segundo volumen de las memorias de Víctor Alba, así como en las recopilaciones que la Fundación de Madrid ha efectuado de escritos y obras (de postguerra) de Julián Gorkin y de Ignacio Iglesias, los tres ligados –como Enrique Adroher “Gironella”- al tristemente célebre Congreso por la Libertad de la Cultura, en una variación del esquema del “renegado” con una particularidad: una fidelidad al pasado poumista en la que se podían encontrar aspectos muy diversos, sobre todo la primacía de la deducción anticomunista que en algunos casos hacían (obviamente con matices) extensible a Trotsky, como será notorio en los casos de Víctor Alba y del reciémente fallecido Ignacio Iglesias (9).

O sea que, al contrario que los que renegaban totalmente del comunismo como Arthur Koestler, Margarete Buber-Neuman, Frank Borkenau o “nuestro” Enrique Castro Delgado, estos poumistas mantenían una diferencia parecida a la que Isaac Deutscher subrayaba en Ignazio Silone en relación a los otros firmantes de los testimonios de arrepentimiento recogidos por Richard Crossman en El Dios que cayó. Compartían una experiencia revolucionaria de masas, formaban parte de un movimiento que se había opuesto al estalinismo, y asumían la defensa del POUM en su integridad. Sin embargo, a la hora de juzgar el estalinismo cayeron en el “campismo”, y se apuntaron a un anticomunismo que casaban como podían con su pasado común, un terreno en el que en nombre de la lucha contra el enemigo común –el comunismo “totalitario”- se glorificaba a los Estados Unidos, incluyendo lo que algunos –certeramente a mi juicio- definían como el “fascismo exterior”, palpable en el Vietnam o en Chile, sin olvidar el apoyo a la España de Franco.

Este repugnante compromiso tuvo un implicación especial en América Latina donde Gorkin ejerció de patético “embajador” del sudicho Congreso, y Alba escribió sobre en este terreno páginas bastante oscuras, él mismo ofrece un buen muestrario en la segunda parte de sus Memorias de un cabreado. Si en América Latina era difícil conciliar la opción norteamericana con un referente de izquierda, en la España de Franco (que tenía a los Estados Unidos como su principal aliado, y en donde no se permitía nada a la izquierda del partido demócrata), no lo era precisamente menos. Lo milagroso es que ambas personalidades convivieron en una bien extraña combinación, no obstante, la conexión sirvió para renovar en el ambiente “campista” (prosoviético) parte de la fobia antitrotskista, y todavía alguien tan respetable como el finado Eduardo Haro Teglen recuerda de tanto en tanto al “trotskista Gorkin” y sus oscuras conexiones con la CIA; de ahí que para Víctor Alba la revista Triunfo fuera un “nido de comunistas”. En los años sesenta y mitad de los setenta, este tipo de acusaciones fue empleada un tanto grotescamente, y llegó a adquirir caracteres un tanto paranoicos. Llegó un momento en que los “agentes de la CIA” fuimos legión.

No resultaba ni resulta fácil imponer el rigor en esta ceremonia de la confusión, distinguir entre hasta que punto personajes tan complejos como Víctor Alba, un material ambivalente digno para un buen novelista y que tenía algo del Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Siempre habrán dudas sobre hasta que punto Víctor era fiel al legado poumista o sobre como lo entendía en una conversión que, entre otras cosas, le llevó a aconsejar a los militares sudamericanos (¿en la Escuela de Panamá?). Aquí al principio de los setenta acusaba a la Assemblea de Catalunya de ser otro “nido de comunistas” y caracterizaba al PSUC como un partido de “extrema derecha” porque no permitía en su interior la “libertad de expresión”. Era un poumismo que servía de coartada para buscar taras estalinistas en un ejercicio de lo que Sartre llamaba “reificación”, o sea definiendo algo complejo y contradictorio desde un único aspecto. Se trataba de una estalinofobia que unificaba el comunismo” como una cosa codificada como “totalitarismo” peor que cualquier otro, sobre todo sí era aliado de los Estados Unidos (10).

En esta ceremonia de la confusión cabe registrar un nada desdeñable componente derechista creado al calor de la “guerra fría” que fue asumido sin dificultad por el aparato propagandístico del franquismo como ya comenzó a ser patente entre cierta intelligentzia franquista, en revistas tan equívocas como Índice o en operaciones ministeriales de Fraga Iribarne como la primera edición de El gran camuflage, de Burnett Bollotten, hasta llegar a larga lista de mercenarios neoliberales de aquí y ahora de la “estirpe” de Jiménez Losanto, Horacio Vázquez Rial o Carlos Semprún Maura, el primero elogiando a Víctor Alba como un maestro del anticomunismo. Y para colmo, todos utilizando el nombre de Andreu Nin en vano en una variación más sobre el mito de que todas las revoluciones que –cuando son tales y no productos del neolenguaje- resultan fatalmente traicionadas y que acaban devorando a sus propios hijos, mitos que ya se forjaron con la revolución francesa que sigue ahí mientras que las modas denigratorias pasan. Evidentemente, la derecha ataca al comunismo por su “eslabón más débil” o mejor dicho por su parte más oscura, aunque, hablando razonablemente, podemos afirmar que Stalin ha sido –indudablemente- el mayor anticomunista de la historia, lo mismo que podemos decir que la campaña contra el POUM y el asesinato de Nin, Kurt Landau y otros eran atentados contra el comunismo y contra los representantes más noble de la tradición emancipatoria.

Y que por lo mismo, actualmente nadie puede emplear el concepto “comunismo” sin ajustar las cuentas contra Stalin, Mao o Pol Pot, y sin olvidar que quienes –incluso con su mejor fe y buena voluntad- creyeron en estos, tendrán que afrontar esta realidad o sea que no hacían “comunismo” sino más bien todo lo contrario: hacían anticomunismo, lo desprestigiaban desde dentro, incluso con toda la “buena fe”, como podía ser el caso de Cristino García al que el Ayuntamiento de París dedicó una calle por su actuación en la Resistencia y al que se le atribuye el asesinato de Gabriel León Trilla.

3. RETOMAR EL HILO

Ni que decir que este “revival” retoma una vieja batalla iniciada en plena guerra civil, prolongada en el exilio, y que tuvo una gran importancia en el tardo franquismo. En esta última fase, la recuperación de la memoria del POUM conoció una considerable revitalización. Desde la segunda mitad de los años sesenta hasta el “tejerazo”, se publicó todo lo publicable, se habló del POUM, de Nin y de Orwell, incluso en los Congresos del PCE (la LCR lo incluía en sus salutaciones cuando era invitada), obligando a los líderes tanto del PCE-PSUC a responder a la defensiva, iniciándose así una línea de rectificaciones importante, pero empero todavía inconclusa como lo han venido a demostrar unas infortunadas declaraciones de Manuel Monereo o el reciente homenaje a José Díaz, negándose a dar pasos que el PSUC viu sí ha dado aunque, según como se puedan considerar insuficientes, sobre todo si considerámos que estamos hablando de una historia nos guste o no común, como movimiento obrero y como comunistas (11).

En este tiempo, la larga trayectoria del POUM conoció organizativamente un breve epílogo en la legalidad democrática, sobre todo cuando se unificó con Acción Comunista, y trató de hacer valer una propuesta de “unificación de los marxistas revolucionarios que no prosperó, cabe pensar que lamentablemente. En medio de este curso, siempre queda pendiente entre sus amigos la discusión sobre si en base a estas posiciones, hubiera valido la pena apostar por su reconstrucción, con libertad de tendencia y fracción, retomando un capital cuyo valor resulta más apreciable en la medida en que pasan los años Sin embargo, el caso es que el hilo organizativo no se anudó, y que, desde otra perspectiva histórica seguimos con una misma lucha ahora delante de una reactualización, inmersa en el creciente clamor por la recuperación de la memoria popular sacrificada a las exigencias de la Santa Transición, de su nueva “historia oficial” creada entorno a la Constitución y a la monarquía como pilar de una democracia cuya naturaleza rechazaba las “aventuras” sociales por la izquierda...

Como es bien sabido, la izquierda más beneficiada de dicho “Pacto” sería la que se había mostrado menos combativa, o sea socialista que supo combinar el prestigio histórico con el europeo entre otras ventajas menos loables como la financiación germana, sin olvidar el servir de cauce de promoción administrativa para sectores sociales opuestos al régimen pero que, por lo general, habían permanecido ajenos a los riesgos del combate clandestino. El PSOE no dudó en amputar parte de su propia historia, ni en establecer un tipo de relación con aquel pasado de honradez “pablista” (de Pablo Iglesias claro) que definiría magistralmente Máximo en uno de sus viñetas más acertada en la que se puede leer en el frontispicio de un monumento a Pablo Iglesias: “Unas ideas maravillosas, pero totalmente inaplicables”. En esta misma lógica se inscribe la explicación del pasado “extremista” de algunos de sus líderes en una variación del esquema brandtiano (de Willy Brandt, por cierto, en los años treinta un marxista “brandleriano” que luchó junto con el POUM), según el cual el que a los veinte años no era “anarquista” no tenía corazón, pero el que no se convertía en conservador después podía considerarse un imbécil, un lema sobre el que se ha arrodillado una generación de intelectuales. Ellos había sido radicales en un tiempo en que esto se podía justificar. Por supuesto era algo mejor que tener una biografía fuerzanovista como la de Aznar, aunque también se trataba de ocultar.

Aquí cabría hablar de la escuálida socialdemocracia catalana (antifranquista) que encontró un poco de sangre viva desde finales de los años cuarenta en el grupo de poumistas que creó el Movimient Socialista de Catalunya (Rovira, Pallach, Clop, etc), la misma en la que militarían Maragall, Raventós, Obiols y otros que acabarían liderando el PSC-PSOE. Después, en la medida en que el POUM no conseguía levantar cabeza, y algunos de sus representante acabaron en el mismo dique, como si se hubiese tratado de una “unificación” política cuando en realidad se trataba de una renuncia. Esta es una historia poco estudiada que lleva implícito un mensaje: no había alternativas a la izquierda de la socialdemocracia. No fue otra la conclusión que guió a los que en plena “guerra fría” se hicieron anticomunistas olvidando la lucha contra el capìtalismo. Empero, creo que resulta injusto confundir con este sector con otro poumismo militante que se mantiene hasta que al final de los setenta, encontraron un acomodo con el que no dejarían de mostrar desacuerdos aunque fuesen puntuales. En este tramo se pueden citar los casos de Ramón Fernández Jurado, “Pep” Jai, Teresa Rebull, Manel Alberich, Carmel Rosal, Antonia Adroher, que ofrecerían constantes testimonios de decepción, aunque está claro que su hora militante ya había pasado La frustración de una reconstrucción poumista no fue en nada ajena a esta tardía evolución -¿o jubilación?- socialdemócrata (12).

Y lo que nadie podrá negar a los líderes socialistas es experiencia e inteligencia en estos menesteres. Al inicio de la Transición, mientras se beneficiaban de un trato privilegiado por parte del gobierno Suárez, y pudieron celebrar un multitudinario acto público en Barcelona, colocaron junto con las banderas rojas con el puño y la rosa los nombres señeros de toda la tradición socialista-comunista catalana comenzando por el genial cabetiano Narcís Monturiol, continuando por Francecs Layret, hasta llegar entre otros a Andreu Nin, además hermanado con Joan Comorera, no en vano habían sabido integrar a los partidarios de éste, o sea al titoísmo catalanista. Así pues, el PSC sacó todo el brillo que pudo a este sector, les ofreció homenaje, puestos reconocidos (algunos como Jai y Fernández Jurado tuvieron su escaño), y los utilizó sin reparos como un referente resistente, “socialista democrático” y víctima del estalinismo, aunque por lo general decían del comunismo, salvo que recibieran presión como ocurrió con la famosa lápida de Nin en Las Ramblas en la que se decía que había sido “víctima de la incomprensión”, término “consensuado con el grupo municipal del PSUC liderado por Sole Tura. Este juego daba mucha cancha en medio de una confusión generalizada. Baste el siguiente ejemplo: en la reedición de la obra de Burnett Bullotten sobre la guerra civil (en Grijalbo) se dice que el POUM fue un partido marxista anticomunista al igual que en una web que ofrece un retrato de Julio Cerón definen el Frente de Liberación Popular (FLP) como “anticomunista”. Como se ve, la confusión es considerable, y por supuesto, no siempre es amputable al estalinismo.

Aunque solamente sea por los años, se puede decir que el último gesto del PSC hacia este sector expoumista ha sido organizar un acto –ampliamente publicitado- de homenaje “de primera” para el 29 de octubre, justo el día de la constitución del POUM en casa de Francecs del Cabo quien por cierto, actuó siempre muy severamente contra lo que consideraba una impostura. El acto “institucional” de entrega de medallas que se anunciaba en la webb del PSC después del tema del Estatut, contaba con la presencia de Isidre Molas, de Manuela de Madre y del mismísimo señor ministro Montilla (¿queda alguien que vea la más mínima brizna de socialismo en este buen amigo de los grandes inversores?), sin invitar a nadie que pudiera desentonar. Empero, el día ya se presentó mal desde el momento que el más destacado entre los expoumistas, el antaño vehemente resistente Manel Alberich no pudo asistir por enfermedad. Luego, el ponente que le sustituía, Salvador Clop, sufrió un infarto fatal. Que el POUM les quedaba en realidad muy lejos se demostraba desde el momento en que en ninguna de las múltiples esquelas sobre Clop auspiciadas por el PSC y la UGT no se hacía referencia al partido que era presunto objeto del homenaje para el que –según todas las indicaciones- habían “encargado” una filmación para el celebrado programa de TV3 “30 Minuts” a cargo de Montse Armengou, autora de uno de los reportajes más valientes que se hayan emitido desde la pequeña pantalla entre nosotros sobre la actuación exterminista del franquismo Les foses del silenci, sobre el cual existe un libro que amplia los datos ofrecidos por el programa. Previsto para combinar un breve repaso histórico y sendas alusiones a los actos del PSC y de la Fundación Nin, la frustración del primero se ha traducido por una reducción “obligada” a la parte histórica...

En la justificación ofrecida por la señora Armengou al autor de estas líneas, el fallecimiento de Clop les habría obligado (sic) a operar este cambio. Una excusa más bien peregrina. Lo más justo habría sido decir que aunque filmaron los dos, al no poder emitir el oficialista no había lugar para el nuestro No obstante, justo es reconocer que el evento de la calle Nicaragua ha acabado beneficiando mediáticamente a la Fundación que ha reaparecido en el momento justo

3. UN LEGADO INEQUÍVOCO.

cartel poum socialismo

El liberar el legado del POUM de esta apropiación indebida es una de las tareas asumidas en su nueva andadura por la Fundación Andreu Nin catalana que tendría su primera prueba de fuego en el acto celebrado en el Ateneo de Barcelona el mismo día 29 de septiembre. Se temía que el predominio mediático del homenaje en la calle Nicaragua (sede del PSC), se añadiera a las dificultades propias de la debilidad estructural agravadas por los desencuentros del verano. Entre los diarios barceloneses, solamente El Periódico se hizo eco (de ambos actos). Sin embargo, hubo una cierta movilización en las algunas webb como la Fundación Andreu Nin o Revolta Global, sin olvidar otras independientes y tan activas como Vilaweb, y en algunos casos se subrayaba la impostura de las “autoridades” socialistas por hablar del POUM en vano.

A la hora convenida, el lugar se había puesto especialmente animado, y a los más veteranos nos llevaba a recordar tiempos pasados, cuando después de la muerte del dictador estas cosas suscitaban tantas expectativas. Conviene recordar que una de las características más obvias y combativas del antifranquismo fue precisamente la recuperación de la memoria histórica, de la historia pluralista del movimiento obrero, un terreno en el que para la izquierda revolucionaria se interpretaba como capital la defensa de Nin y del POUM frente el estalinismo ya en retirada, algo que resultaba patente cuando a los viejos militantes se les explicaba las “burócratadas” del momento como si fuesen algo muy grave, y ellos te respondían que, comparadas con las que ellos sufrieron eran meras bagatelas. Algunas organizaciones marxistas minoritarias desarrollaron sobre este punto una actividad intensa y continuada. Sin ánimo de hacer patriotismo, no hay más que repasar la colección del Combate y el Demá de Catalunya para certificar que para la LCR este combate por la historia fue primordial.

Desdichadamente, la presencia de antiguos poumistas en el acto del Ateneo barcelonés fue muy escasa. El tiempo no pasa en balde, y solamente se pudo contar, entre otras menos conocidas, con compañeras como la animosa Mary Arbonés, una de las protagonistas de otro hermoso libro sobre las mujeres del 36, Nou dones i una guerra... Aquí tampoco se dejaron notar los años, y el principal orador, Wilebaldo Solano tampoco pudo asistir por problemas salud aunque envió un texto para ser leído que por la claridad de su exposición fue muy apreciado por el personal asistente menos familiarizado con la historia de un partido con una historia lejana pero que había tenido un protagonismo muy por encima de sus posibilidades, que había reunido –al decir de Pelai Pagés- “el gótico y el románico” del movimiento obrero español, que había tenido tantas cosas que decir sobre cuestiones como la cuestión nacional, el fascismo, la reforma agraria, el anarquismo y el caballerismo, que había fascinado ha escritores como Orwell, Benjamín Peret, Ignacio Silone, André Breton, Edmund Wilson, etc.

Un partido de comunistas de primera hora (Nin, Maurín, Andrade, Portela, Bonet, Rebull, Gorkin, Loredo Aparicio, Arquer, Esteban Bilbao, etcétera), que había suscitado las esperanzas de todas las minorías comunista que se batían contra el estalinismo –así lo proclamó a Broué la viuda de Bujarin, así nos lo explicó el vietnamita Ngo Van al presentar su Memoria escueta-, que encarnaba el comunismo contra Stalin décadas antes que otros descubrieran que el estalinismo había sido un error y un horror Algo de esta luz está volviendo a alumbrar, y está siendo reconocida incluso por los que fueron sus adversarios y que no pueden encontrar ningún referente sólido entre los que fueron “cómplices”. Algo de esto se vislumbra en anécdotas como la que narra el coautor de Operación Nikolai, Llibert Ferri en su libro de conversaciones barcelonesas con Wilebaldo Solano que nos lleva hasta un encuentro con Manuel Azcarate le dejó a éste un libro de Andreu Nin, Las dictaduras de nuestro tiempo, y cuando se lo volvió a encontrar y le preguntó qué le había parecido, Azcarate le contestó: “!Hay que ver todo lo que nos hemos perdido¡”.

Nada más comenzar su nuevo rodaje, la Fundación pues está recuperando la iniciativa perdida, y está ofreciendo conferencias en diversas localidades catalanas, prepara un nuevo acto en Ateneu (12-12-05 a las 19:30) en homenaje a Pierre Broué que servirá probablemente para poner en orden algunos debates que hoy aparecen más centradas. También se está planteando una línea de difusión que comenzará con la edición del brillante prólogo que Juan Andrade escribió a la antología de textos de Andreu Nin en Ruedo Ibérico con el título Los problemas de la revolución española. En resumen, que el historial del POUM ha vuelto para quedarse a través de toda clase de actividades.

* Pepe Gutiérrez-Álvarez es miembro de la fundación Andreu Nin


Notas

(1) Creo que el mayor compendio de descalificaciones posestalinistas contra el POUM es el que ofrecen Antonio Elorza y (más extrañamente por) Marta Bizcarrondo en Queridos camaradas. La Internacional comunista y España (1919-1939), en la que tratan de demostrar –entre otras cosas-, a) que el POUM se limitó a reproducir miméticamente los esquemas bolcheviques (mientras que Stalin los adaptó “casi perfectamente” a la realidad española; b) no se preocupó del esfuerzo de guerra; c) se ganó la represión que sufrió con su actitud subversiva...El propio Elorza en unas páginas aparecida en L´Unitá, el órgano del PCI (julio, 1986) efectuaba una apología de la actuación comunista oficial...sin cuestionarse el estalinismo en nada. Ni que decir tiene que Tierra y Libertad se le atragantó, y así lo manifiesta en el mismo libro, hasta le opone Orwell (lo mismo que opone a Nin el “sentido común” de Maurín). Elorza se sitúa actualmente en el “fín de la historia” (no hay vida más allá de la democracia liberal) en el área de la derecha del PSOE, especialmente en la cuestión nacional vasca. Reseñemos que en la Webb de la Nin se puede encontrar una penetrante crítica a este libro por parte de Pierre Broué.

(2) Esta “singularidad” había permanecido más bien oculta ya que el POUM no era diferente a otras organizaciones revolucionarias de la época. En su primera fase, la Fundació editó un “dossier” de los textos sobre la cuestión de la mujer en la prensa poumista, y un poco antes Mary Nash le dedicaba en amplio capítulo en Las mujeres y el movimiento obrero en España (Fontamara, 1981)...Un detalle: mientras que en el BOC habían bastante mujeres, no fue hasta la unificación que se creó el Secretario femenino en el cual destacaron antiguas trotskistas como Mª Teresa, Carlota Durany y Katia Landau. Recientemente se han publicado entre obras sobre el feminismo revolucionario que abordan en algunos apartados la aportación poumista, entre otros: Mujeres libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres, de la norteamericana Martha A. Ackelsberg (Virud, Barcelona, dos ediciones, 1999 y 2000); Partisanas. La mujer en la resistencia armada contra el fascismo y la ocupación alemana (1936-1945), de Ingrid Strobl (Virus, Barcelona, dos ediciones, 1996 y 2002), sobre todo en el anexo Las libertarias, de Dolors Marin; Con voz y voto. Las mujeres y la política en España (1931-1945), de Carmen Domingo (Lumen, Barcelona, 2004)...

(3) El caso de Broué resulta bastante ejemplar ya que a pesar de pertenecer a la fracción más “paleotrotskista”, acabó desarrollando su propio análisis como profesional, y sin entrar en conflicto con el legado de El Programa de Transición (1938) como la última palabra acabó “comprendiendo” y apreciando al POUM. Para más detalles sobre este cuestión, me remito a mis notas sobre la bibliografía castellana de Broué publicadas en la webb de la Fundación Nin.

(4) Resulta curioso que el grupo municipal del PSUC responsable de la “crisis” relacionada con cambio del texto de la lápida conmemorativa a Andreu Nin que convertía a éste en “víctima de la incomprensión” en vez del “víctima del estalinismo”, estaba presidido por dos antiguos “banderas rojas” (luego “banderas blancas”), o sea Jordi Solé Tura y Jordi Borja quienes apenas unos pocos años antes reivindicaban la historia comunista “auténtica” de la época estalinista en detrimento de la “revisionista” surgida del XX Congreso del PCUS. Claro que dicha “crisis” evidenciaba también la actitud del PSC-PSOE así como la de los antiguos poumistas que se adaptaron a las imposiciones de la mayoría socialista municipal.

(5) Estas editoriales conforman un grupo privilegiado de promoción poumistas, empero desde ópticas un tanto diferentes Ruedo Ibérico editó a Nin, Maurín y a Iglesias. Fontamara editó al sector trotskista (casi todo Nin, Andrade, los Arenillas, la antología de la revista Comunismo; Júcar en sus “Crónica general de España” lo hizo con Manuel Grossi, Molins i Fábrega (ambos sobre 1934), Maurín (su “vía crucis” en la “zona nacional”), a Iglesias (contra Trotsky), y sobre todo antologías de Víctor Alba, sobre la Alianza Obrera, la colección de La Nueva Era, y de La revolución española en la práctica, que recoge textos poumistas. Sin embargo, conviene anotar que la “inspiración” de Laertes ha venido más por parte de Víctor Alba del que ha publicado la casi totalidad de sus últimos libros.

(6) Sobre dicho proceso, el mejor testimonio sigue siendo el de Ignacio Iglesias que editó en Ruedo Ibérico con el seudónimo de Andrés Suárez; ulteriormente se ofrecieron algunas selecciones como Barcelona no fue Moscú. editada por la Fundación barcelonesa (1989) con textos de Solano y de Cabo (y estudio de Carmen Claudín-Urondo), como la incluida en, y de todo ello se puede encontrar amplia documentación en la biografía de Nin de Pelai Pagés así como en la presuntamente “demistificadora” de Francecs Bonamusa.

(7) Víctor Alba escribió la única monografía en castellano sobre el frente populismo en clave reduccionista “made in Moscú” (Planeta, 1977) que no explica el interés y la actuación de socialdemócratas y liberales; también ofreció en su recopilación de La Nueva Era (Júcar) algunos artículos críticos del Frente desde las filas poumIstas. Aunque este no sea el lugar apropiado, opino que el POUM tuvo que firmar como Trotsky firmó Brest-Listovk, porque no hacerlo hubiera significado aparecer ante las masas como el partido contrario a la unión de las izquierdas y a la libertad de los casi 40.000 detenidos de la crisis de 1934...

(8) Como es sabido, Maurín fue capturado por los fascistas y sobrevivió en condiciones casi “milagrosas”; y al reanudar su vida ya no era el mismo, aunque tal como cuenta Solano, fue de los que pensó que la victoria aliada sería el fin de Franco. Esta consideración es la que “guía” del estudio académico El pensamiento político de Joaquín Maurín firmado por Antonio Monreal (Península, Barcelona, 1979), que trata de conectar con las propias revisiones desarrolladas por el propio Maurín en Nueva York, y que pueden encontrarse más o menos entre líneas en su prólogo de la reedición de Hacia la segunda revolución (1934) titulada Revolución y contrarrevolución en España (Ruedo Ibérico, 1967), y que representa la mayor aportación de análisis concreto sobre la realidad concreta de la crisis española de los años treinta.

(9) Ni que decir tiene que esta evolución facilitó la renovación de la fobia antitrotskista en los medios comunistas oficiales. El más popular de todos, Julián Gorkin llevó la confusión hasta extremos extravagantes, afirmando por ejemplo en su libro sobre el asesinato de Trotsky, que él rompió con el comunismo...en 1930, fecha en la que fue expulsado del PCE por “trotskista” para pasar a crear la Agrupación Comunista Madrileña que más tarde se unificaría con el Bloc...Durante la guerra civil, Gorkin esgrimió una ortodoxia leninista contra Stalin (y Trotsky).

(10) Las diatribas de Trotsky contra el POUM, su tono descalificador, la manera de actuar ante camaradas como Juan Andrade, y el hecho de que fuesen paralelas a la situación de persecución que sufrían, exacerbó el rechazo por parte de los poumistas, sobre todo cuando desde el trotskismo oficial aparecían como mucho más convincente los argumentos teóricos que cualquier razón práctica, y por lo tanto reproducían, y algunos todavía reproducen, su lógica descalificadora. Ni que decir tiene que esto contribuyó a “envenenar” unas relaciones, y enturbió unas relaciones que solamente fueron haciéndose más abiertas en el trato y la discusión personal. En este contexto se sitúa el famoso libro de Ignacio Iglesias, escrito en los años sesenta, cuando su autor mantenía una fidelidad personal al POUM aunque había transtornados sus esquemas...El libro a su vez fue utilizado por sectores que tenían cuentas pendientes con el trotskismo por su implicación “constructiriva” con la “causa comunista” que autores como Deustcher expresaba de una manera bastante acentuada...La historia está llena de nudos por aclarar. Deutscher por ejemplo cuenta que se encontró personalmente con Antonov Ovseenko cuando éste ya aparecía como un el funcionario estalinista que conocieron en Barcelona, y le contó que Stalin lo tenía “cogido”, lo cual fue algo bastante usual, como cualquier gangster sometió a muchos opositores, de lo cual se desprende que el cónsul soviético en Barcelona era un autómata que representaba una función.

(11) En el “biopic” de Jose´Mª Forn, Companys, un procés a Catalunya, se hace decir a un preuento poumista (el POUM clandestino jugó un papel decisivo en la difusión de los textos de dicho “proceso”) que la izquierda únicamente se unía en la cárcel, lo cual fue trágicamente cierto en muchos momentos, aunque el estalinismo significó algo sin parangón, entre otras cosas porque sus “cómplices” también fueron víctimas (Trilla, Comorera, Monzón, etc). Hay mucha “ironía de la historia” en detalles como el de Víctor Alba tachando de “estalinista” o de “exfalangista” a Manuel Sacristán, culpable al parecer de pertenecer a un partido que en otro tiempo actuó como estalinista. Conviene señalar que el PSUC se había refundado en los años sesenta desde abajo, y que en dicha refundación contribuyeron gente como Miguel Núñez y Otavi Pellissa, que había contribuido decisivamente en la reconstrucción del movimiento obrero y popular en Cataluña...Al reducir el debate a la historia de la guerra, abstrayendo todo el marco histórico se pueden cometer barbaridades. He tratado esta cuestión más a fondo en mi libro, Elogio de la militancia. La historia de Joan Rodriguez, comunista del PSUC (El Viejo topo, Barcelona 2004).

(12) Esto es lo que expresará un dirigente tan notorio como Juan Portela en una entrevista a Joaquín Jordá aparecida en El Viejo Topo. Por mi amistad con parte de ellos pude ser testigo de algunas de sus declaraciones airadas y de alguna ruptura. Recuerdo en particular un encuentro en El Vendrell con ocasión del 50 aniversario del asesinato de Nin, en pleno felipismo, y como al calor del “revival” poumista, los viejos revolucionarios recuperaban el aliento bramaban contra una socialdemocracia que ni tan siquiera respondía como tal. Claro que no eran estas conversaciones las que definían una actuación que raramente dio problemas a la jerarquía socialista. Exceptuando la minoría proveniente del MSC, la mayoría se fueron integrando en el PSC después de la muerte de Franco, en un período en el que verbalmente esta corriente se situaba a la “izquierda” del PCE-PSUC. Algunos lo hicieron después de que la tentativa de reconstrucción poumista se viera afectada por una retorcida escisión de carácter “lambertista” en la que tomaron parte veteranos como Sebastián García y el legendario Manuel Grossi.

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