Eduardo Febbro, Página/12
El temor a un futuro laboral desregulado e incierto aparece como el eje convocante de las manifestaciones que sacuden a Francia, con 49 de las 84 universidades del país en estado de convulsión.
La firmeza contra la movilización. Este es el esquema irreconciliable con que el gobierno dirigido por Dominique de Villepin y los estudiantes que ponen en tela de juicio su nuevo estatuto de contrato de trabajo para los jóvenes, el CPE, se preparan con vistas a una semana durante la cual se han convocado manifestaciones, huelgas y acciones sorpresivas. El conflicto en torno al “Contrato Primer Empleo” conoció ese fin de semana episodios violentos. Por primera vez desde las revueltas callejeras de mayo de 1968, los estudiantes levantaron barricadas en el Barrio Latino y hasta llegaron a ocupar la mítica Universidad de la Sorbona, de donde fueron desalojados con gases lacrimógenos y palos a las 4 de la madrugada. El primer ministro intervino el domingo en la televisión a fin de calmar los ánimos, pero como no anunció el retiro del explosivo CPE, estudiantes y bachilleres multiplicaron ayer los conciliábulos preparatorios de las acciones de las próximas 72 horas. Francia ya huele a la pólvora preparada antes de la batalla.
Martes, jueves y sábado se perfilan como tres días en los que puede pasar cualquier cosa. Muchos empiezan a comparar el levantamiento estudiantil actual con lo que ocurrió en 1995 cuando, apenas electo, el gobierno conservador de Jacques Chirac lanzó una serie de reformas que terminó paralizando el país de norte a sur por casi dos meses. Otros comentaristas, más osados, comparan estas jornadas de marzo con los ya históricos levantamientos populares de Mayo del ’68. Es lícito admitir que los estudiantes golpearon el corazón de los signos al ocupar, por primera vez en los últimos 38 años, los sacrosantos locales de la Universidad de la Sorbona. Sin embargo, como lo reconoce quien fuera el líder de Mayo del ’68, Daniel Cohn-Bendit, las motivaciones del ’68 y del 2006 son distintas: “Hoy tenemos un movimiento liderado por los sindicatos, cosa que no ocurrió hace 40 años. Además, la crisis de entonces era moral, política. Hoy se trata de una crisis social, con jóvenes que se encuentran frente al desempleo de masa y tienen miedo”.
Según “Daniel el Rojo”, existe un solo camino para poner término a la crisis de los jóvenes: “Retirar el proyecto y negociar”. Nada parece más alejado de las intenciones del gobierno. La mayoría empieza a dudar sobre el tributo electoral de la medida y la izquierda sueña en voz baja con una explosión juvenil que tornaría al país ingobernable y, por consiguiente, desembocaría en la celebración de elecciones legislativas anticipadas. La derecha llega al fin de su mandato y la sociedad está cansada de tantas reformas.