La gente de la Liga. Encuentro de Barcelona

Jueves 1ro de junio de 2006

LCRFélix Roldán * actualizado con fotos del encuentro *

La cita era a las dos de la tarde y el tren había llegado a la estación de Sants a media mañana. Aproveché para pasear mientras tomaba el sol y reconocía el paisaje del barrio. No había dormido bien y estaba ansioso. Me senté en un banco y de repente me atenazó un nudo en la garganta. En un rato, a la vuelta de la esquina me iba a encontrar con la gente con la que pasé mis mejores tiempos de juventud.

Una gente junto a la que pasé miedo, me moví en la clandestinidad, reí, lloré, corrí delante de la policía, discutí hasta la saciedad, gasté millones de horas entre disidencias, coincidencias y tabaco. Centralismo democrático con cerveza, coartada y cita de seguridad. Una gente con la que coincidí en un tiempo en el que el análisis, la dialéctica y la lógica, se abrazaban amorosamente con el ferviente deseo; con el sueño de un futuro muy diferente al que ahora vivimos.

 Recuerdo muy bien como era el lugar del encuentro, las Cotxeres de Sants, hace treinta años. Tenían una zona al aire libre y estaban medio destartaladas. Aquí vibraron las voces entusiastas de Krivine, de Mandel, de Pau Pons. Aquí resonaron los aplausos frenéticos de cientos de jóvenes de una organización con cara adolescente en la que ver canas y arrugas era una notable excepción.

Cuando entré en el nuevo edificio funcional, moderno y acristalado, pensé ¿A quien voy a ver?. ¿Alguien me reconocerá? Yo era un simple militante de base de la universidad a mediados de los setenta. ¿Reconoceré las caras? ¿Las relacionaré con algún momento determinado? Intentaba recordar nombres de la gente con la que pasé tantas horas hablando, luchando, fumando y tirando volantes. Apenas me salían dos o tres nombres de dirigentes que eran conocidos por todos. Ni tan siquiera sabía los nombres auténticos de los compañeros de mi célula. Pensé que utilizar en este sábado soleado de la primavera barcelonesa postmoderna y urbanizada apodos de guerra entre cincuentones con dolores de espalda y los triglicéridos disparados era algo ridículo.

De repente pensé en un madrileño que conocí hace poco en México, director de un hotel, con el que entable una animada conversación en la barra del bar. Estábamos hablando, entre tragos, de los tiempos de Franco, la oposición y la lucha en la universidad. De repente dio un respingo, se puso solemne, dejo el vaso en la barra y dijo: "Eh, cuidado. Que yo era de la Liga". Aquel hombre, con el que desde aquel día guardo una estrecha amistad, dijo aquellas palabras llenas de orgullo y satisfacción, como si hubiera obtenido un doctorado en leyes por Yale o La Sorbona o hubiera sacado un master en administración de empresas en Boston. Había sido de la Liga. Ni más ni menos.

Y en cierto modo tenía razón y en muchas ocasiones, a lo largo de los años, yo también he sentido ese orgullo. Sobre todo cuando recuerdo como era la mayor parte de las organizaciones que nos rodeaban: con militantes simplistas, dogmáticos, con esquemas culturales y artísticos arcaicos, con rancio sabor estalinista, con mediocridad autocomplaciente, sin sentido crítico y con veneración religiosa a sus líderes. Nosotros, en eso, éramos muy diferentes, teníamos una marca de la casa inconfundible: estábamos muy en contacto con la juventud de Europa, el feminismo y el ecologismo llamó a nuestra puerta antes que a nadie, sabíamos que el muro tenía que caer, no nos creíamos los cuentos chinos y nos gustaba el rock , las tendencias y el surrealismo. Y eso marca para el futuro, por lo menos a muchos.

En esas me encontré en la puerta del encuentro. Y me perdí. Reconocí, abracé, besé, estreché manos. Sentí las mismas voces, las mismas risas, Recuerdos de aquel tiempo trasladados al presente como si fueran de ayer mismo. Eran ellos y ellas. Con gafas, como yo; con barriga, como yo; con el pelo cano, como yo. Pero con las caras felices y la risa de siempre. Con la mirada maravillosamente emocionada. Y nos encontramos hermosos y hermosas. Tuvimos el mejor de los sueños y lo compartimos con generosidad. No pudimos llegar a más. Pero es motivo suficiente para estar hoy muy orgullosos. Porque esa es mi gente. La gente de la Liga.

Fotos del Encuentro 

Combate marzo 1971 
Demà febrer 1977 
interior local 1
interior local 2 
 foto de familia 2
foto de familia 1

 

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