Apuntes sobre la cultura y el pueblo. El auge de la cultura socialista en la España republicana

Domingo 11 de febrero de 2007

Pepe Gutiérrez-Álvarez / Kaos en la Red

Recuerdo que en el curso de algunas confrontaciones cine-clubistas era -como lo siguió siendo en la crítica cinematográfica- de buen tono entre los entendidos cargarse al “héroe positivo”, alguien que actuaba como conciencia de lo que ocurría amén de muy característico del cine llamado de “mensaje”, atributos con que se distinguían muy particularmente entre nosotros las películas de Juan Antonio Bardem cuya condición de comunista no era un secreto, y menos en aquellos círculos. Servidor no es que no estuviera de acuerdo en algunos casos, por ejemplo en del personaje que encarnaba Ives Massard en Calle mayor (1957), su obra maestra, o más discutiblemente Fernando Rey en La Venganza (1959). Pero, pero objetaba que el cine comercial estaba repleto de “héroes positivos” con muchísima menos conciencia, y sobre todo que no me parecían tan lejos de la realidad ya que yo mismo había conocido a más de uno.

 Dado que se trataba de controversias enmarcadas en pleno franquismo, entendía que dichos personajes eran necesarios y tenía a la mano algunos ejemplos que habían sido especialmente importante en mi trasvase de hincha del fútbol a lector inquieto. Entre ellos se contaba un familiar comunista que era el único que capaz de levantar la voz a los pistoleros que ejercían de municipales, un “profe” al que le habían quitado la licencia y que ejercía en la escuela nocturna de San Ramón Nonato, el bibliotecario del barrio, un señor catalanista que mientras me contaba sus tribulaciones hasta que acabó por recuperar la plaza me introdujo a Baroja y a Pérez Galdós, y por supuesto Francecs Pedra, un confederado medio analfabeto que garateaba su nombre con dificultad pero que estaba animado por una inquietud moral y cultural inagotable, viejos amigos de carácter heroico y positivo que contrastaba con una mediocridad ambiental aterradora. En un momento u otro todos ellos me iniciaron en datos y señales del aliento cultural que animó al pueblo durante los pocos años de la República. Me iluminaban una realidad que todavía permanece en gran medida en la penumbra ya que los focos de la historia oficial se orientan hacia arriba, o hacia los grandes actores de la cultura, que lo fueron, y muy especialmente porque tuvieron un encuentro con el pueblo. Porque por aquel entonces, el pueblo buscaba la cultura y la cultura, al menos la más inquieta socialmente, buscaba al pueblo.

 Por aquellas fechas, a pesar o. alto índice de analfabetismo, se lee cada día más en España y la lectura empieza a dejar de ser patrimonio casi exclusivo de una minoría selecta. En el Boletín oficial de la cámara de libro (octubre 1930. página 220), un librero, contestando a la pregunta ’"¿Y el obrero? ¿Qué compra el obrero?, responde: "El obrero compra de todo. De un libro de Marx al Discurso del método por extraordinario que a usted le parezca. Y el Quijote. Un 80 por 100 de la obra de Cervantes se la llevan muchachos con blusa". Se trata de lectores y lectoras “conscientes”, de ese/a trabajador/a autodidacta que serán los grandes protagonistas de una “revolución cultural” sobre la que no se suele hablar mucho en unos espacios que se observan tradicionalmente hacia arriba, o sea hacia los grandes personajes de la cultura y de la política (1).

 La obra de los nuevos intelectuales, dotando al proletariado de sus propios órganos de opinión, ganando el mercado del libro con obras de carácter revolucionario y haciendo, en fin, que el libro, que siempre estuvo hipotecado por las clases dominantes, empezara; rendir fruto a la masa obrera, fue una contribución decisiva. No hicieron grandes aportaciones científicas ni artísticas, pero sí realizaron una gran labor por la creación de una nueva cultura socialista como estaba ocurriendo en otras partes, sobre todo en la Alemania de la República de Weimar.  

  

 Esto no fue así porque así, durante mucho tiempo, la cultura y el pueblo siguieron caminos distintos, antes solo leían los señores, luego la lectura y lo demás, se hizo su lugar entre las clases medias, y solamente ya comenzado el siglo corto, o sea en el contexto mundial inaugurado de la “Gran Guerra”, todo comenzó a cambiar con la crisis de la sociedad española del siglo XX que se abre según los estudiosos a partir de agosto de 1917, fecha en que el “bloque histórico” (la alianza entre la burguesía y las antiguas castas) de la Restauración entra en su crisis orgánica, en tanto que el proletariado emerge como protagonista de la historia a través de la cita de una huelga general en la que no llega la burguesía democrática, pero que demuestra todo lo que son capaces de hacer la UGT y la CNT conjuntamente.

 Después hay que interpretar la dictadura de Primo de Rivera como una solución de urgencia. Sin embargo, ésta lejos de cohesionar, consiguió al final disgregar más a las diversas fracciones de la clase dominante y no puede evitar que el movimiento obrero, resurgiera de las represiones y que fuese, entre 1929 y 1931, la principal potencia de un nuevo bloque histórico que se presentara como una alternativa, primero como baluarte de la República que suscita tantas esperanzas de reforma, y luego como alternativa de poder en oposición a la contrarrevolución preventiva que representa el fascismo a partir del invierno de 1933. Las concepciones sociales fatalistas -que acabaran imponiéndose entre los grandes escritores de la “generación del 98”-comenzaran a perder peso, y en el periodo que va desde 1917 hasta 1936, las diversas ideologías socialistas conseguirán el apoyo más amplio, tanto a en el plano electoral (a través del PSOE) como en el organizativo militante, sobre todo en la CNT, pero también de otras corrientes que conocerán desde finales de 1933 un proceso de radicalización.

 En los esquemas historiográficos enfocados hacia las alturas se registra una fase como la que va desde el golpe militar hasta el 14 de abril de 1931 como un escenario ocupado por los grandes del 98 y en particular por arquetipo los grandes intelectuales tipo Ortega y Gassett, que como otros grandes del 98 (Unamuno, Azorín, Baroja) ya se había olvidado de su fiebre “socializante”, de la época en que escribió que todos los cambios que se hagan desde arriba, sin el pueblo, se tendrán que volver a hacer (por cierto, una frase muy repetida antes de los grandes pactos de la Transición). En esta suerte de tabla redonda se añade una minoría de espíritus selectos, y los jóvenes "apolíticos" de la llamada generación de 1927, y una buena muestra de esta manera de ver las cosas la podemos encontrar ilustrada en el telefilm dedicado a María Zambrano, María Querida (José Luis García Sánchez, 2004), en la que se da a entender por ejemplo que la dictadura cayó gracias a la presión de la cultura desarmada. Un enfoque que concuerda con el espíritu de la Transición, con aquella de “Libertad sin ira” que ahora se canta en las “manis” peperas y los programas sobre el siglo XX que emitió TVE allá por ochenta.

 Hay otra manera de enfocar las cosas y desde abajo hacia arriba, algo que todavía está en pañales, lo cual no es de extrañar desde el momento en que los historiadores en su mayoría se conciben como expertos que contemplan las movilizaciones sociales como perturbaciones innecesarias cuando no contraproducentes. De ahí que sepamos más de las idas y venidas de los grandes personajes que de la realidad del pueblo, de cambios tan capitales en la situación como la que se deriva que lugar del lector medio pase de la pequeña burguesía al proletariado ante el estupor y la desconfianza de Ortega que dará cuenta de ello en su señal de alarma titulada La rebelión de las masas. Si todavía aparece como un campo de batalla el simple hecho de enterrar a los muertos apiñados en las cunetas o en las tapias de los cementerios, parece natural que no se sepa cosas como los trabajadores leían los grandes alegatos sociales, y se asomaban al conocimiento más amplio. Este hecho tan capital empero no pasó desapercibido para la barbarie franquista que fue especialmente brutal contra los maestros y contra los trabajadores que tenían libros en sus casas. Manuel Rivas nos ofrece un relato apasionante sobre esta realidad en su novela Los libros arden mal. A los que empezamos a leer cuando no se leía nos llovieron advertencias sobre las consecuencias que nos podía acarrear. No olvidaré nunca como me lo explicó el barbero de la familia allá por principios de los años sesenta. A su padre le había costado la vida, y sus libros ardieron al lado de su cadáver.

 Entre los grandes testimonios de este cambio ante la cultura se encuentra Díaz del Moral. Esto dejó una descripción detallada sobre cómo la “ilusión rusa”, marco un dispositivo a partir de 1917, provocando un movimiento revolucionario de las masas campesinas andaluzas. Éstas, al igual que amplios sectores de las clases trabajadoras europeas, entendieron la revolución bolchevique como "algo de su próximo e inevitable porvenir”, para usar las palabras de Lenin, refiriéndose al proletariado mundial. Escribía Díaz del Moral su obra en 1920 cuando ya el movimiento “bolcheviquista” ha sido abatido por la represión: “El obrerismo está vencido al presente (nos dice en su prólogo)...Escribo pues este libro, con la mirada puesta en el porvenir, tengo fe inquebrantable en sus destinos, y alimento la esperanza de que resucitará como Lázaro, al conjuro de otro Nazareno, sabio y piadoso". Cuando en 1929 se publica Historia de las agitaciones campesinas andaluzas (una obra de lectura obligada para todos los interesados en la historia social, y de la que existe varias ediciones en Alianza), el movimiento obrero español se encuentra en vísperas del poderoso desarrollo que marcará la historia de la República.

 Este buen hombre, discípulo díscolo de Ortega y notario en Bujalance, Córdoba, será uno de los más preclaros ejemplos de un fenómeno analizado por Gramsci, “la asimilación y conquista ideoIógica de los intelectuales por parte de la clase social, que avanza” que tanto temían las clases dominantes. No se trata de un caso aislado, resulta representativo de la coyuntura y que también expresaría el último Don Ramón Maria del Valle-Inclán, el antiguo “carlista estético” que en 1927 participa en la creación de la Alianza Republicana; en 1929 es encerrado en la cárcel Modelo de Madrid, por negarse a pagar una multa impuesta con motivo de unos incidentes ocurridos en el Palacio de la Música., será a iniciativa suya que, en 1933. se reúne en el Ateneo de Madrid el Primer Congreso de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios. Ese mismo año es nombrado presidente de honor de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Atrás quedan obras tan subversivas como Luces de bohemia (1920), que se hace intenso eco de las luchas obreras en Barcelona, y Los cuernos de Don Friolera (1921), una sátira sangrienta de nuestro glorioso ejército colonial que dice más de los llamados “africanistas” que muchos libros juntos. Otro del 98, Antonio Machado afirmaba en 1926 que “Rusia es el porvenir del mundo". Todavía en 1929, el Unamuno exiliado en su Carta a los padres españoles habla de los obreros de las llamadas profesiones académicas, hermanos “de los trabajadores industriales", de una juventud "en el más hondo sentido socialista”, y a la que llama a Salvad a España, una España ’”más nuestra hija que nuestra madre”.

 Así pues, la idea del socialismo como algo concreto, factible, se estaba imponiendo entre los intelectuales españoles más inquietos que comienzan a redescubrir el pueblo y se aproximan hacia soluciones que únicamente está en condiciones de hacer realidad el proletariado militante. “El socialismo es ya una civilización”, proclamaba, en 1929, el manifiesto del pequeño Partido Republicano Radical Socialista, partido de Intelectuales de la media y pequeña burguesía. De hecho, el sector que se erige en la vanguardia por esta “nueva España” es ante todo un nuevo tipo de intelectual, una generación surgida de una juventud que ya había efectuado sus primeras cuentas sobre el periodo histórico iniciado con la Iª Guerra Mundial, no olvidemos que la CNT estuvo manifiestamente en contra (Trotsky que había sido el redactor del Manifiesto de Zimmervarld, trató de contactar con los compañeros anarquistas más allá de sus contactos con Daniel Anguiano y algún que otro socialista). Esta toma de conciencia se mostrará entre otras cosas por las numerosas ediciones de obras de ensayo y de ficción que denuncian sus horrores como Fuego, que dio fama a Henri Barbusse, o Sin novedad en el frente, de Remarque, que además pasó a ser uno de los productos de Hollywood (Lewis Milestone, 1930), y que pasó a ser una de las películas más apreciadas entre los trabajadores como se desprende en las notas de José Peirats sobre el cine.

 Esta vanguardia estaba compuesta tanto por jóvenes intelectuales de avanzada, de la media y pequeña burguesía, en conexión con jóvenes intelectuales provenientes de la clase obrera más evolucionada. Serán ellos los artífices de un nuevo periodismo (hay una emergencia de la prensa obrera en general, sobre todo en las grandes capitales, un estallido del pluralismo informativo a unos niveles que contrastan con la monopolización actual), así con el impulso de revistas, editoriales y revistas que en escaso tiempo consiguen una reputación considerable entre los intelectuales y entre los trabajadores más avanzados, y entre los que se van haciendo, de esos que tras ingresar en un sindicato y un partido se convierten en “intelectuales orgánicos”, hombres y mujeres que más tarde jugaran papeles muy importantes en toda la historia que se avecina. Entre estos nuevos Intelectuales se encuentran lo que dan un paso más allá, descubren lo que comporta la Rusia soviética de Lenin y Trotsky (así se decía también en Rusia mientras vivió el primero que nunca se mostró incómodo por ello). Jóvenes que habían roto a principios de los años veinte con el PSOE y también la CNT, aunque con motivaciones y argumentos diferenciados. Para ellos el socialismo requería una teoría revolucionaria, una comprensión del porqué y el cómo se podía hacer algo tan arduo como transformar la sociedad desde abajo.

 Estos jóvenes intelectuales estuvieron entre los principales hacedores del primer PCE en plena fase “infantil”, la los dos primeros congresos de la Internacional Comunista (IC), la que trataba de reproducir el esquema de Octubre mediante la teoría de la ofensiva y la oposición de los consejos obreros a los sindicatos, “sarampión” que también alcanzó al veterano socialista asturiano Isidoro Acevedo, y que llegará a encontrar su principal abogado en Juan Andrade que persistió en este esquema hasta finales de los años veinte. En el grupo también se incluyen otros jóvenes como Juan Portela, José Bullejos, Julián Gorkin, Gabriel León Trilla, Joaquín Maurín, Andrés Nin y Ángel Pumarega, todo ellos de una alta preparación intelectual, y casi todos inmersos en un importante trabajo editorial. Bajo la invocación de las palabras de Lenin "sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario", crea periódicos y revistas como Antorcha y La Batalla. En Cataluña amén de las dos empresas editoriales del partido, Biblioteca Internacional, Antorcha con las cuales abordaran la tarea de la educación teórica del proletariado español. Dadas las condiciones de persecución y clandestinidad en que trabaja el pequeño núcleo, la lista de libros marxistas que ofrecen al lector obrero su pone un considerable esfuerzo.

 Con todo, el recuento es significativo, Gabriel León Trilla traducirá entre 1920 y 1923 para Biblioteca Nueva El comunismo de izquierda (o sea El izquierdismo la enfermedad infantil del comunismo, de Lenin; luego vendrán: La victoria proletaria y el renegado Kautsky, EI Estado y la Revolución que tiene el añadido de “proletaria”), y recopilaciones como las tituladas La Tercera Internacional, El capitalismo de estado y el impuesto en especie, Ideario bolchevista, El comunismo de izquierda...Terrorismo y comunismo (el anti-Kautsky que será el primer libro de Trotsky traducido al español (y posiblemente el peor de todos los suyos); le seguirán los ensayos de Nikolai Bujarin: EI ABC del comunismo (que empero no nombra a su coautor, Eugene Preobrazhenski) y El programa de los bolcheviques. De Stalin, su vulgata doctrinaria El leninismo teórico y práctico; de Karl Rádeck, Las fuerzas motrices de la revolución, y siguen textos de Gregori Zinoviev, el Lenin de Máximo Gorki (antes de ser “revisado” por el estalinismo), varios de Alejandra Kollontaï traducidos por Mª Teresa García Banús, y que serán la base primordial del feminismo comunista, aportaciones sobre la cuestión artística y pedagógica de Anatoly Lunacharski..Sin olvidar obviamente, Los diez días que conmovieron el mundo, de John Reed, que también será “purgado” más tarde.

 Este grupo de intelectuales militantes también hizo sus aportaciones teóricas: en su primera fase, cuando todos se agrupaban en el PCE, éstas se dirigieron a combatir las doctrinas consideradas por ellos como pequeño-burguesas, del socialismo y del anarquismo, especialmente las de éste, por tener mayor arraigo en las masas del proletariado. Entre las obras significadas de este periodo se encentran El sindicalismo revolucionario y la Internacional, de Andreu Nin en sus funciones de dirigente de la Internacional Sindical Roja; El Sindicalismo a la luz de la revolución rusa, de Joaquín Maurín que será el primer análisis crítico de la CNT efectuado desde una óptica comunista. En la misma línea se sitúan los siguientes folletos: Cartas a un anarquista, y A propósito de un folleto, Trayectoria de la CNT, todos ellos del antiguo militar y socialista Oscar Pérez Solís, muy dado a la polémica pública. En este terreno de la franca controversia entre el anarcosindicalismo y el sindicalismo revolucionario se sitúan los textos de la polémica mantenida entre Maurín, Nin, Jordi Arquer y otros comunistas con Juan Peiró. Se trata de la mayor discusión habida entre ambas corrientes, y su punto de partida fue un folleto de Peiró aparecido en la revista LOpinió en 1928 (más tarde serán recopilados por Albert Balcells con el título de El arraigo del anarquismo en Cataluña).

 Igualmente cabe registrar una voluntariosa tentativa de dar a conocer a Marx, con reediciones del Manifiesto del Partido Comunista y de La guerra civil en Francia. En la misma línea hay que anotar una síntesis de El Capital efectuada por el guedista (de Jules Guesde) francés Jean Deville (que décadas más tarde reeditará Libros de la Frontera, que por cierto prepará una nueva edición), más una versión sintética del conjunto de su doctrina por el historiador germano Max Beer, y sobre todo la famosa obra de Frank Merhing, Carlos Marx, su vida y su obra, y Carlos Marx y la Internacional: Documentos históricos, obras capitales en la historiografía marxista que no serán vertidas al francés hasta los años sesenta. 

 Normalmente, estas primeras obras adolecen del sectarismo que aquejaba a la Internacional y a los partidos nacionales en aquella época. Posteriormente, cuando en el seno del núcleo inicial se sucedieron las distintas separaciones, el comunismo español estuvo animado por la discusión: en forma incipiente dado el momento de los grandes temas Que debaten hoy el marxismo y los partidos marxistas. En los prólogos a sus traducciones, las de Andrade, León Trilla, Nin, Núñez Arenas, Ángel Pumarega; en las obras de madurez en la década de los 30 de Andrade, Nin y Maurín y en las contribuciones de éstos y de Bullejos, todos ellos partícipes en la revista de la izquierda socialista animada por Luis Araquistain, Leviatán (19341936), y en los trabajos de algunos de los intelectuales de "avanzada" encontramos ciertas aportaciones al esquelético marxismo español que, si no son de gran originalidad, al menos restan proporciones a la pobreza teórica en la senda abierta por Jaime Vera, y por Antonio García Quejido, ambos muy apreciados por estos jóvenes.

 Su labor debió incidir a su vez sobre el grupo de jóvenes intelectuales de la media y pequeña burguesía -Balbontin, Díaz Demandes, Giménez Siles, Graco Marsá, Wesceslao, Roces, etc. Se puede hablar de "otra parte” de la generación del 27. La misma que en los años de la dictadura acudió a su cita con la Historia; una cita, para decirlo con palabras del Díaz Fernández, “para un mundo, un arte y una moral organizada de otra manera".

 Era un grupo que representaba la otra cara de esa juventud "apolítica" y despreocupada que se pretendía pasar como la representativa de la época tuvieron su 98 en la catástrofe del Annual, de donde regresaron con la convicción de que había que transformarse el Estado español. En la Universidad simultanearon el interés por el marxismo con las protestas contra la dictadura. luchando en pie de igualdad hombres y mujeres y sabiendo vincular las reivindicaciones estudiantiles a las sociales y políticas de la nación. La sublevación de Jaca fue obra suya y el mártir Fermín Galán, su símbolo, símbolo de juventud avanzada. Muchos de ellos, bien como estudiantes bien como militantes organizados, tomaran parte en algunos de los tumultos que acompañan a la sublevación así como en las protestas que suscitará la aplicación de la pena máxima para los insurgentes. 

 Es una actividad creciente, cada vez más ligadla movimiento obrero en ciernes, que se encamina a cerrar el gran foso abierto en nuestra cultura entre trabajadores manuales e intelectuales, a forjar un colectivismo obrero-intelectual. Entre 1927 y 1928 aparecen nucleados en la revista Posguerra, revista de vanguardia política y literaria, recibida por los editores de Antorcha, dos periódicos comunistas animados especialmente por el incansable Juan Andrade. En ellos se percibe una conciencia sobre los grandes acontecimientos que siguen a la “Gran Guerra”, ante el aumento de una conflictividad que se verá abocada al gran dilema entre el fascismo y el socialismo como empezaran a vislumbrar los más lúcidos en la situación alemana desde principios de los años treinta. A este grupo, el menos numeroso, pero también el de más valor ideológico pertenece los editores de estas y otras revistas como Comunismo y La Nueva Era, que representaran quizás el mayor esfuerzo de divulgación y creación teórica de toda la historia del socialismo español.

 En Posguerra colaboran junto a Arderius, Balbontin, Giménez Siles, Díaz Fernández, el pintor García Maroto. el músico Rodolfo Halfter, entre otros intelectuales de avanzada, los intelectuales de filiación comunista como el veterano Isidoro Acevedo, el inquieto Julián Gorkin, César R. González, hijo de la legendaria militante socialista y luego comunista Virginia González, que al final de la dictadura reingresará en el PSOE como lo haría también Ramón Lamoneda. Posguerra tiene como objetivo único la participación del intelectual en la lucha social, postula como deber el "estudiar seriamente la ciencia del proletariado" y está consagrada "en general, a defender los intereses económicos de todos los trabajadores y, en particular, a combatir las influencias burguesas v reaccionarias en las artes y literatura". De especial interés, son los ensayos de Balbontin. destacando el fondo moral, la espiritualidad y el misticismo creador del marxismo, v los artículos de Díaz Fernández sobre el arte novísimo con intención social. La tarea se complementa con la Biblioteca Posguerra creada con el fin de "facilitar el estudio de todos los problemas y doctrinas que mantienen hoy en lucha a la humanidad"; en la última plana de todos sus números publica la lista de libros disponible, publicaciones de Biblioteca Internacional, Antorcha...En este mismo terreno hay que incluir la inagotable tarea difusota del anarquismo con ediciones y reediciones de clásicos afines como Bakunin, Rocker, Eliseo Reclús, Errico Malatesta, Sebastiane Faure. Y sobre todo Pietr Kropotkine.

 

 En estas listas se va ampliando las contribuciones propias comenzando por la literatura con el impulso de una nueva narrativa de vocación social: Ciencia y corazón, de Isidoro Acevedo; La espuela, de Joaquín Arderius; El blocar, de José Díaz Fernández, y las obras de literatura política: China contra el imperialismo, de Juan Andrade; La nueva Rusia de Julio Álvarez del Vayo; La agonía antillana, de Luis Araquistain.

 Dirige ediciones Biblos Angel Pumarega, quien en 1922 fundó la llamada Unión Cultural Proletaria, que tuvo su revista mensual, inencontrable hoy como tantos otros libros y revistas de esta tendencia en la Biblioteca Nacional, en la del Ateneo o en las hemerotecas. Biblos representa la transición entre las editoriales del PC y las que inician los jóvenes intelectuales del Post-Guerra, a partir de 1928. fecha en que deciden pasarse de publicar la revista a editar libros, por no estar éstos sometidos a la censura previa. No se trata ya de dar una educación teórica al proletariado, sino de concurrir al mercado de público para ganarse la conciencia y la sensibilidad de amplios sectores del público lector, obreros, estudiantes y capas medias: con obras de signo revolucionario o progresista y de calidad literaria. En ediciones bien presentadas. con dibujos y letras del pintor Gabriel García Maroto, publica libros como ¿A dónde va Inglaterra, Europa y América?, de Trotsky; Cómo tomaron el poder los bolcheviques, de John Reed; y Los de abajo, de Mariano Azuela, una de las mejores novelas sobre la revolución mexicana.

 Después de cumplir con su cometido, Post-Guerra muere para dar nacimiento a Ediciones Oriente. que pronto, y debido al éxito inicial y las diferencias de matiz ideológico entre los fundadores, se multiplica en una serie de editoriales; Historia Nueva, dirigida por José Venegas, César Falcón y Díaz Fernández, en 1930; César Falcón. al frente de la revista Nosotros iniciara la colección del mismo título que la revista; Cenit, bajo Giménez Siles, Juan Andrade y Graco Marsá quienes se separan pronto, quedándose Siles con Cenit, mientras Graco Marsá, funda Zeus y Andrade pasa a dirigir Ediciones Hoy de la CIAP; Ediciones Ulises y Editorial Jason que dirige José Lorenzo.

 Las reiteradas declaraciones de propósitos, así como las materias y la esmerada presentación de sus libros. definen claramente los objetivos de estas editoriales. Se definen como propósito ideológico y político antes que comercial. Sin embargo, por sus técnicas de presentación (llamativas portadas con letras y dibujos de artistas como Ramón Puyol, publicidad) que renovaron las ediciones españolas y muy especialmente por las necesidades ideológicas e intelectuales que venían a satisfacer, entre 1928 y 1931. sus libros ocuparon un lugar preeminente en el mercado de público. Frente a la heterogeneidad de las editoriales comerciales, publicaron con un criterio de selección y con fines de orientación colectiva; elaborar una conciencia colectiva homogénea con publicaciones de izquierda, revolucionarias, "que estaban formando la conciencia del porvenir de la Humanidad": obras en las que, en muchos de los casos, el valor humano y social va acompañado del rigor científico. de la calidad intelectual y artística

 Allá por 1928, Valle-lnclán pone su firma el prólogo al Iibro de Sender, El problema religioso en Méjico para Cenit (prólogo del que fue autor en realidad Juan Andrade porque don Ramón nunca tenía tiempo y accedió a confiar en Juan) advierte el cambio que los nuevos intelectuales y sus editoriales están realizando en la creación cultural; "Hasta hace pocos años -escribe la producción editorial española estaba reducida, casi exclusivamente, a libros de carácter literario. Ni a las editoriales ni a los autores interesaba los grandes problemas políticos o económicos que constituyen la Historia de la Humanidad”. Un somero examen de los libros de estas editoriales -y otras afines como la de Javier Morata, o España de Luis Araquistain, Julio Álvarez del Vayo y el doctor Juan Negrín- nos hace ver el nuevo horizonte, las necesidades, que estos intelectuales y editoriales pretenden no sólo satisfacer sino desarrollar, del lector al que se dirigen: "todos los hombres y mujeres estremecidos por un ansía de cultura y por un anhelo de mejoramiento humano"’....

 La vía abierta por la Rusia soviética, que en 1917 galvaniza las energías revolucionarias de las masas campesinas y obreras, sigue en estos años, ya través del libro, alimentando las inquietudes, los anhelos y las emociones de la masa de lectores, pues como escribe Álvarez del Vayo en la ya citada La nueva Rusia: "Si como organización económica la nueva Rusia está por debajo de los países capitalistas, cuenta, en cambio, con fuerzas de orden espiritual que en el resto del mundo, excluyendo el Oriente, hace tiempo que viene agotándose...”.

 En el tiempo que sigue se continúan traduciendo obras teóricas del marxismo: Zeus publica una selección de textos de Marx, Engels, Lafargue, Rosa Luxemburgo, bajo el título. Capitalismo y comunismo; Cenit una edición de Andreu Nin sobre los escritos de Marx sobre La revolución española, así como la traducción de La revolución permanente, de Trotsky, (1931). Entre 1931 y 1933, la colección Carlos Marx, dirigida por Wenceslao Roces, emprendería la publicación de obras marxistas primordiales como Cartas de la prisión, de Rosa Luxemburgo; Cartas íntimas, de Lenin (en traducción de Nin); Recuerdos de Lenin, de Nadia Krupskaia; Mi vida (en traducción de Roces), y Cómo hicimos la revolución de Octubre. La compañera de Andrade, Mª Teresa García Banús prepara la edición de dos obras de Alejandra Kollontaï, La bolchevique enamorada (Oriente, 1928), y La nueva mujer y la moral sexual (Hoy, 1931). El escritor norteamericano John Gunther dirá que en ningún otro país había visto tantas obras de Trotsky denunciando el estalinismo. Esto se explica, primero por el peso que Trotsky sigue manteniendo en el imaginario revolucionario, y luego por las afinidades con Andrade, Gorkin, Maurín y Nin, todos ellos muy vinculados a estas nuevas editoriales. También aparecen muchos de los escritos de Trotsky sobre Alemania, algunos de los cuales aparecen en Leviatán. 

 Estas nuevas editoriales y los intelectuales agrupados en ellas se unen, con la publicación de obras sobre la vida y la cultura de la Rusia soviética, a una campaña de solidaridad internacional, impulsada por intelectuales del prestigio de 8arbusse y Romain Rolland, contra el cerco que la "internacional del imperialismo" tiende a la primera república socialista. De aquí la serie de libros reportajes sobre aquel país, que inicia con la obra ya mencionada del socialista Álvarez del Vayo con su La nueva Rusia y que siguen con otras de Isidoro Acevedo, el libro de viajes de Diego Hidalgo, Un notario español en Rusia, que llegó a alcanzar tres ediciones, sin olvidar el César Vallejo de Rusia en 1931, todas ellas en Cenit. Se puede hablar de una “rusofilia” que se manifiesta con las ediciones por parte de la Revista de Occidente de Los tejones, de Leonidas Leonov, y del El tren blindado, de Ivanov o con la ya clásica Caballería roja, de Babel, y Las ciudades y los años, de Constantín Fedin, aparecidas en Biblos.

 También en Cenit se crea la serie la Novela Proletaria con un primer título, El cemento, de Gladkov, y. a partir de esta fecha. Las nuevas editoriales inundan el mercado de novelas rusas. Editorial Jasón tiene una colección sólo para ella, los novelistas de la Rusia Roja. Además de otras obras de estos autores mencionados. se publican novelas de Andrei Beily (traducidas por Nin), Larissa Reisner, Mijhail Sholojov, Ylia Ehrenburg y otros. Leonidas, Petrof, Boris Pilniak, Theodor Plivier, Lydia Seigulina, etc...La creciente preferencia del lector español por estas novelas revela la semejanza de sus necesidades, anhelos y aspiraciones con las que, inspirados en la gesta del pueblo ruso en sus primeros años de revolución, supieron plasmar con gran talento narrativo aquellos escritores soviéticos. También se traducen novelas de los escritores pacifistas franceses, Henri Barbusse y Romain Rolland. los alemanes Ernest Glaeser, Erich Mª Remarque y Arnold Zweig así como los novelistas norteamericanos más avanzados como Jack London (ampliamente reproducido y comentado en la prensa obrera), Upton Sinclair (La jungla), Sinclair Lewis (Babitt), John Dos Passos (Manhattan Transfert), traducida como el anterior por José Robles), o Theodor Dreiser (Una tragedia americana), etc.

 En éste mismo terreno conviene anotar las numerosas denuncias del imperialismo y la solidaridad con las luchas de emancipación nacional, muy especialmente con las de los hermanos países de América Latina frente al imperialismo norteamericano. A mediados de la década del veinte, cuando el capital norteamericano inicia su penetración en España se empieza al publicar una serie de obras sobre el tema. Abre la marcha el libro del profesor de derecho Internacional Camilo Barcia Trelles, El imperialismo del petróleo y la paz; la obra de Fernando de los Ríos, El sentido humanista del socialismo, que dedica una atención al tema. Historia Nueva anuncia una colección específica titulada La lucha contra el imperialismo, que se inicia con Yanquilandia bárbara. La lucha contra el imperialismo, del argentino Alberto Ghiraldo. Reseñando este libro, escribe José de la Fuente (en Nosotros 1 de septiembre de 1930): "España ha recibido bien este libro. Aquí, como en todos los países, otra nación al margen de sus representaciones oficiales. y esta España si que siente los agravios inferidos contra sus hermanos de raza y de idioma. Quisiera tomar parte en su lucha". El libro de Ghiraldo comprende un apéndice con cartas de Sandino, una de ellas escrita a Araquistain, agradeciéndole el envío de La agonía de las Antilla (2). Por su parte, el peruano César Falcón, tuvo una actividad muy constante en estos medios Luego creó el partido Izquierda Revolucionaria Antiimperialista que se definía. por la “gran causa revolucionaria de la hispanidad", por conectar políticamente España con Hispanoamérica, y hablaba de la gran tras-república espiritual de los pueblos hispánicos. Sueño que. en poesía resultaría genialmente expresado en España, aparta de mí este cáliz, de César Vallejo.

 

 Con la caída de la dictadura de Primo de Rivera parece llegada la hora de la superación de una España; de esta España que. con palabras de Díaz Fernández, vive desde la Contrarreforma en el pecado original de la faIta de libertad. Los nuevos intelectuales se unen en tomo al objetivo común de aquella generación: Liquidar el pasado que pesa angustiosamente sobre-nuestro país. como señala una editorial de la revista Nueva España, el "órgano más avanzado de las izquierdas" en el cual se agrupan, desde enero de 1930, los intelectuales de "avanzada". Su segundo número alcanza los 40.000 ejemplares. Aparecen en esta revista algunos de los colaboradores de Post-Guerra, tales como Arderius, Acevedo, Díaz Fernández, Julián Gorkin, Juan Rejano, junto a nuevos intelectuales que han engrosado las filas de "avanzada": César Arconada, A. Espina, Luis Fernández Sendín, Ramón J. Sender...También incluye intelectuales de la generación anterior que luchan por una nueva política y el republicanismo de vocación más social de Marcelino Domingo, Alvaro de Albornoz, Luis Jiménez de Asúa.

 Desde Nueva España se lucha por el objetivo táctico que se fijó la oposición al régimen el frente único republicano, y en sus páginas se dio entrada "desde el republicanismo de derechas hasta el internacionalismo marxista". los estímulos que recibe el grupo "Nueva España" de la lucha por la construcción de una nueva civilización, a nivel mundial, hallan eco en su revista y los canalizan en su combate por la liquidación del régimen en primera línea de su programa están las responsabilidades de la dictadura) y por la llegada de una república de avanzada. Sus aspiraciones se expresan en términos como “una revolución democrática", de un ’régimen socialista democrático”, opciones nacidas en el seno de los núcleos de trabajadores intelectuales y manuales".

 Entre 1929 y 1931, fechas en que predomina con caracteres dramáticos la preocupación política, las editoriales publican gran número de obras de denuncia contra la dictadura y el régimen monárquico y libros de reportaje sobre la lucha contra el régimen, obras como: ¿Adónde va, España? (Historia Nueva,1929), y ¿Qué espera el Rey?, Morata, 1929, de Marcelino Domingo; El ocaso de un régimen (España, 1930), Luis Araquistain; El aire podrido, El ambiente social de España durante la dictadura (Cenit, 1930), del escritor anarquista aragonés Angel Samblancat que fue comparado (abusivamente claro) con Valle-Inclán por su prosa barroca; España en pie (Morata, 1931), Alicio Garcitoral; La sublevación de Jaca, Relato de un rebelde (Zeus, 1931), Graco Marsá; Voy a decir la verdad, Zeus, 1931, Capitán Sediles; Defensa de una rebelión (Morata, 1931); Jiménez de Asúa con Los estudiantes frente a la Dictadura (Morata, 1930)..

 Javier Morata, que estuvo vinculado a la labor editorial de Nueva España, y que ya en 1926 en su Biblioteca Vanguardia, bajo el lema “Servir a nuestro País, sirviendo a la libertad", imprimió obras de Fernando de los Ríos y Largo Caballero, publica en estas fechas en serie Al servicio de la Historia, colección de. Iibros como Al servicio de la nueva generación, de Jiménez de Asúa; Al servicio de la plebe, de Julio Senador, Al servicio del pueblo, de Juan Mella y Al servicio del campesino, de Cristóbal de Castro. También Maurín, Nin, César Falcón y Graco Marsá publican obras de análisis marxista de la realidad político-social. Joaquín Maurín se dará a conocer como escritor con Los hombres de la dictadura (Cenit, 1930), así como La revolución española. De la monarquía absoluta a la revolución socialista (Cenit, 1932), escrito en los años finales de la Dictadura; por su parte Andreu Nin escribe el folleto, El proletariado ante la revolución española, pero sobre todo la brillante Las dictaduras de nuestro tiempo, que ofrece una respuesta al alegato profascista de Francecs Cambó...El olvidado Graco Marsá, escribe Lucha de clases. Las rutas del proletariado (Zeus, 1931), y César Falcón una Critica de la revolución española (Desde la Dictadura hasta las constituyentes) que aparece en la editorial Aguilar en 1931, y una de las pocas que sobrevivieron a la guerra.

 A pesar de que estas publicaciones -como todo nuestro marxismo de aquella época adolecen de sectarismo y de falta de profundización en el análisis de la formación social españoIa, estas obras esencialmente las de Maurín y Nin, si tienen elementos válidos para figurar en una historiografía marxista española. Aunque el interés dominante de aquellos años es la política, el arte y la literatura ocupan un lugar preeminente en la reflexión y en la práctica de aquellos intelectuales, por el papel que juegan en la lucha por una civilización. Con su concepción del arte y la literatura como arma combativa en la lucha por la hegemonía ideológica. desde que se reúnen en Post-Guerra adoptan una posición de denuncia frente al arte de vanguardia, que consideran reaccionario política y socialmente. Sin embargo. concuerdan con él por haber roto con las formas tradicionales y por aportar nuevas concepciones artísticas que "viven al ritmo de los tiempos". Aspiran a superar la contradicción del arte vanguardista, atrapado entre su novedad en lo artístico y su adhesión a lo viejo en lo social y político, con una concepción de arte y literatura de "avanzada’. en donde se concilian las innovaciones artísticas con la inquietud político-social. Esta concepción de "avanzada" es el que mejor d fine la nueva literatura y el nuevo arte de intención social que surge en España entre 1927 y 1931. los literatos, Arderius, Arconada, Díaz Fernández. Antonio Espina, Sender, etc., y los dibujantes y pintores que colaboraron con ellos, en Post-Guerra, Nueva España y en las portadas de muchos de los libros de las nuevas editoriales, Gabriel García Maroto, Castelao, Masside Souto...

 Se trata de artistas que llegaron algunos supuestos que hoy siguen manteniendo una acuciante actualidad: 1) Aspiraron a un colectivismo obrero-intelectual, considerándose a sí mismos como trabajadores de la cultura; 2) Reconocieron la especificidad de la praxis artística.; 3) Buscaron en las luchas sociales de las masas populares, la masa activa y creadora, la fuente, de su arte. 

 En las páginas de sus revistas. una y otra vez, en distintas formulaciones, se apunta a estos supuestos; en sus creaciones intentaron realizarlos. La coyuntura política a partir de 1931 y 1936 apartó a muchos de ellos de estos fines. La obra de la mayoría quedó, con la guerra civil, trágicamente truncada. Como la historia del país.

 Tuvieron a su alcance la obra de los teóricos y de los creadores de un arte y una literatura al servicio de la nueva civilización, basada en la justicia social y en la libertad integral del hombre; en las páginas de Post-Guerra y Nueva España colaboraron Barbusse, Romain Rolland, Einstein, Piscator, entre otros. Contaron con obras teóricas como Literatura y sociedad, de Trotsky que figuraba en la lista de libros de Antorcha y reedita Aguilar en 1930 el Teatro político, del comunista e innovador Ewin Piscator (Cenit,1930), así como El arte y la vida social, un título ya clásico de Goerge Plejanov (Cenit, 1929). Ellos mismos, además de sus artículos en la prensa y revistas, recogieron en libro alguna de sus aportaciones teóricas: El nuevo romanticismo, de Díaz Fernández, Zeus, 1930; Escritores y pueblo, de Francisco Pina, Cuadernos de cultura, 1930, Valencia; Teatro de masas, de Rafael J. Sender, Cuadernos de cultura, 1931. En los prólogos a las novelas rusas que tradujo al catalán Andreu Nin y en algunos prólogos y artículos de Gorkin como en La evolución de las letras en España (aparecido Nueva España, 20 de mayo de 1931) en el que se desarrollan algunos elementos de un análisis marxista de la literatura.

 El género que cultivaron, con casi exclusiva preferencia, fue la novela de vocación realista y social. Entre 1928 y 1931, publicaron un buen número de ellas, entre las que destaca muy especialmente el formidable alegato sobre la “guerra de África”, Imán (Cenit. 1930), obra del joven Sender que había conocido la guerra de África en persona, y también Tungsteno, de César Vallejo (Cenit también). Es imposible precisar hoy la parte exacta que corresponde a la labor de aquellos jóvenes intelectuales de la clase obrera y de avanzada en la alta politización que alcanza nuestro país y en el auge que logra la ideología del proletariado en las fechas que culminan en 1931.

 Lo que sí es verificable es la posición hegemónica de esta ideología. Las mismas fuentes franquistas y reaccionarias lo constatarían. "Hubo en España una saturación de modos de ser comunistas", escribe refiriéndose a aquel período García Venero (en Historia de las Internacionales en España", página 426); "Diríase que todos los españoles se han convertido en discípulos de Marx, Bakunin y Lenin" (leemos en una cita del corresponsal del Echo de París en el Boletín de las cámaras oficiales del libro de Madrid y Barcelona. octubre, 1931, página 137). La editora Voluntad, católica integrista, que en 1927 se anuncia pomposamente como “una de las grandes firmas del porvenir", a pesar de haber sido fundada con grandes recursos y contado con el " apoyo de la dictadura para colocar textos en los colegios, tiene que cerrar, a la calda del dictador, cuando las nuevas editoriales entran en pleno auge.

 Buena parte de estas aportaciones ys traducciones, serán uno de los puntos de partida en la renovación editorial de la década de los sesenta-setenta, una camino iniciado en América Latina por editoriales ligadas a intelectuales exiliados, y en París a la mítica Ruedo Ibérico. También esta fase será extraordinariamente productiva en el ámbito editorial, en buena parte gracias a la “revolución” del libro de bolsillo. Se trata de una de las actividades más comunes de las izquierdas, sin exclusión. Lastimosamente, tanto en los años veinte- treinta como en los sesenta-setenta, fue una labor tan impresionante como efímera, cortada. En el primer caso, por una contrarrevolución armada, en la segunda por una compleja confluencia entre la descomposición del estalinismo, el auge neoliberal, y las facultades integratorias del consumismo más la banalización...De alguna manera, todo ello está resurgiendo mediante una cierta recuperación editorial, y también, o mejor dicho, sobre todo, gracias a Internet y gracias a las actividades de las izquierdas alternativas.

 Pues, por lo que es a la izquierda institucional, estas actividades ya le cogen bastante de lado.
 

 Notas

1) Este trabajo está fundamentado en obras como: La marcha al pueblo en las letras españolas, 1917-1936, de Víctor Fuentes (Madrid, Ed. De la Torre, 1980); Enterrar los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón (Barcelona, Seix Barral, 2005); Del lápiz rojo al lápiz libre, de Gonzalo Santoja (Barcelona, Anthropos, 1986), La República de los libros. El nuevo libro popular de la II República, ídem, 1989; Helios Gómez. Artista de corbata roja, de Ursula Tjaden (Tafalla, Txalaparta, 1996)...

2) La carta sigue en los siguientes términos:: “Es alentador que los hombres de la nueva generación de España escriban trabajos de tanta trascendencia como el de usted, porque ya es el signo de que la España reaccionaria entrará en las orientaciones que marcan las ciencias sociales (...) No pasa inadvertido, para los que en este Continente se preocupan de los altos fines humanos; que en España hay una pugna entre el pasado y el porvenir, entre los que llevan muy profundos los sentimientos ancestrales de dominación y los que tienen las mentes libres de prejuicios (...) Es con ustedes que deseamos darnos el abrazo fraternal los que aspiramos a una total revisión de valores humanos, y hoy que la ocasión es propicia, por tratarse de España, hago a usted la declaración de que si en los actuales momentos históricos nuestra lucha es nacional y racial, ella devendrá internacional conforme se unifiquen los pueblos coloniales y semicoloniales con los pueblos de las metrópolis imperialistas (...) Con muestras de la mayor consideración. me es honroso suscribirme de usted atto. ss.
Patria y Libertad. Augusto C. Sandino.
 

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