De vueltas con el Mayo del 37 en Barcelona

Martes 20 de febrero de 2007

Pepe Gutiérrez-Álvarez / Kaos en la Red

Comenzamos por lo mismo, hace setenta años...El tema promete, Alikornio acaba de publicar una antología de textos, otras revistas y editoriales preparan su aportación, la Fundació Andreu Nin ya tiene en marcha diversas jornadas para principios de mayo en Barcelona y en el Vendrell (con los jóvenes del colectivo Las Trintxeras), en el Ateneo Llibertari de Granollers hay un acto en marcha amén de iniciativas en Castelldefels, L´ Hospitalet, y seguro que me olvido de otras en marcha. Evidentemente, son actividades en la que los primeros interesados son los que defienden las tradiciones de la CNT o del POUM, pero que resultan perfectamente ampliable a otros sectores de la izquierdas, incluyendo los que se reclaman de la tradición comunista vía PSUC. Que ya hace tiempo que dicha tradición operó rectificaciones fundamentales en este extremo, dejando claro que lo que hicieron en aquellos tiempos contra el POUM y Andreu Nin no fue un error más sino un horror... Después de dejar esto claro, es posible ahora debatir las diferentes tesis políticas libres en un ambiente libre de bacilo estaliniano. Un bacilo reducido a una minoría tan exigua como ajena de cualquier honestidad y rigor analítico . 

Uno de los últimos exponentes de estas tesis fue el famoso pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, quien en sus memorias todavía insistirá que su opción en atentar contra la vida de Trotsky y de su familia "empieza en España", en plena guerra civil. Un tiempo en el que el famoso pintor mexicano fue teniente coronel, jefe de la 82ª Brigada de Teruel. Aquí "se produjo un tremendo movimiento de repulsa" contra el asilo a Trotsky, una "repulsa que los mexicanos éramos los primeros en padecer". Dice que se sintió muy mal cuando al asistir al Congreso Nacional del PCE, que se celebraba en Valencia, ocurrió que en el discurso de la Pasionaria, ésta, a la hora de enumerar la "ayuda al pueblo español", después de mencionar "naturalmente, el primer país donde el socialismo ha triunfado", pasó a hacerlo con Checoslovaquia. Siqueiros comenta así el detalle: "La impresión general no es fácil de describir. Una tremenda interrogación había en todos los semblantes". A la salida, la famosa socialista y feminista Margarita Nelken le comento: "Siqueiros, !que ignominia¡". En el tiempo que sigue, "no terminaron las recriminaciones esporádicas por la actitud de México en el caso de Trotsky".

Según Siqueiros nadie "se explica que el general Lázaro Cárdenas, ese amigo de la República, ese gran hombre de México, haya podido dar refugio a Trotsky y esté favoreciendo las actividades de hecho contrarrevolucionarias suyas contra la Unión Soviética, que es la única fuerza internacional que realmente puede salvar nuestra situación contra los reaccionarios del mundo entero". Más adelante, Siqueiros trata de "comprender" a Cárdenas que "en el fondo debía de haber pensado que la lucha de Trotsky contra Stalin era una lucha entre familia (...) no veía lo que el trotskismo podía significar al estallar la guerra contra el nazifascismo". Tanto Hitler como el imperialismo yanqui, "concebían a Trotsky y al trotskismo como un peón de reserva de inevitable valor cuando llegara el momento..." Esta era una manera de no equivocarse ya que la “conspiración trotskista” se utilizó en un sentido y en otro, en el segundo caso fue en medio del pacto nazi-soviético; entonces fue Trotsky el que cambió de aliados. Cuando Hitler invadió Rusia, los trotskistas pasaron nuevamente a estar a “su servicio”. 

Después de dicho Congreso fue cuando "se produjo la puñalada por la espalda más artera que por su magnitud se haya producido en país alguno contra un pueblo que ha tomado las armas para defender sus instituciones democráticas..." Siqueiros sé refiere a la "sublevación trotskista (que) produjo cerca de cinco mil muertos solamente en la ciudad de Barcelona y distrajo más de cincuenta mil hombres del frente, para reprimirla". Siqueiros la "atribuye sin titubeo al POUM, al que caracteriza como "el partido trotskista de España, que respondía a la dirección internacional de la cuarta internacional, con cuartel general en México, precisamente en la casa de Trotsky, donde se celebraban congresos internacionales, y todo" (1). A consecuencia de esto, resultaba claro que "la protección (...) era aún más grave de lo que podía imaginarse". Por todo cual la "pregunta normal que nos hacíamos unos a otros era la siguiente: "¿Vamos a permitir que Trotsky continúe en México...?" Finalmente se hizo la evidencia: "Cueste lo que cueste
- nos dijimos todos- el cuartel general de Trotsky en México debe ser clausurado, aunque tengamos que encontrar una fórmula violenta", o sea con las metralletas.

Esta fórmula planteaba un problema teórico de "principios", ya que: "Como es bien sabido, los actos de fuerza, tales como el putch y desde luego toda forma de atentado personal, aunque relativo, como tendría que ser el nuestro, no corresponden de ninguna manera a la doctrina del marxismo y de hecho menos aún a la del marxismo-leninismo (cuya) fuerza radica en la acción de masas organizadas, que puede ir, naturalmente, desde la protesta pública, pacífica, hasta la revolución armada, si las circunstancias lo exigen, pero nada más. Los actos individuales o minoritarios, al margen de toda disciplina, de carácter heroico, son totalmente excluidos". En este sentido, Alfaro justifica las campañas (magnifica la del sindicalista Vicente Lombardo Toledano), y las presiones en torno a Cárdenas para "agotar todas las posibilidades de solución político-amistosa, de solución político-pacífica". Detalles que no fueron ciertos, dichas presiones de desecharon de antemano, Cárdenas no permitía dudas al respecto, y mantuvo con Trotsky algo así como una cordial amistad a través de terceros.

Pero los acontecimientos se sucedían. Mientras "que Trotsky y su equipo penetraban cada vez más profundamente en las actividades políticas concretas de México", por lo cual se hizo "necesario, pues, acelerar el encuentro de la meta que nos habíamos propuesto, esto es, la supresión del cuartel general de Trotsky en nuestro país...". La descripción de la meta es la siguiente: "...tenía como objeto desarmar a la policía mexicana", y una vez conseguido el "objetivo, nos retiraríamos antes de matar o herir a alguien.

En una elipse final que escamotea el relato del "atentado", Siqueiros reconoce: "Nunca negué y no niego ahora mi participación en el asalto a la casa de Trotsky el día 24 de mayo de 1940, objetivamente, conforme a la ley imperante, constituyó un delito (por) el que he pasado largos periodos de cárcel, más de 3 años de exilio: la pérdida de fuertes cantidades depositadas por concepto de caución y una ofensiva infamante a escala internacional" (2). Luego cita el título de una película "superlativamente cursi" (Lo que un hombre puede sufrir), para describir sus penalidades resultantes. Entre ellas cita -con la verbosidad que caracteriza su texto- las "lágrimas" que ulteriormente, ya de regreso a México, le ocasionaron los "marxistas de la línea de Trotsky, que se movían a impulsos de la nueva ola estética, como Vlady, el hijo de Víctor Serge" (y los surrealistas como Benjamin Peret y Remedios Varo) que con sus ideas de "que el arte llamado de vanguardia no podía florecer en una colonia económico-intelectual, por corresponder, precisamente a clases directoras culturalmente más adelantadas" (3).

El hilo de David Alfaro Siqueiros nos podían llevar por ejemplo hasta los escritores y artistas que estaban desapareciendo en aquellos momentos en la URSS acusados de "trotskistas"...y al final del ovillo, extraemos una conclusión simple, a saber, mientras que poco o nada interesa -a no sea desde el punto de vista sociológico, o desde el ángulo de alguien muy especial el arte y la cultura oficial de la Rusia estalinista de la época, todos los personajes que componen este cuadro, incluso en sus partes más oscuras, representan un momento excepcional en la historia de las ideas y del arte. 

Pero para acotar un poco más el debate nos vale la lectura de la ensalzada obra -modelo de síntesis- que el gran historiador marxista francés Pierre Vilar sobre La guerra civil española que editó a finales de los años ochentas, y sobre la que existe una reedición de bolsillo más reciente. El célebre historiador francés -muy vinculado al PCF durante toda una época- viene a querer decir que estas jornadas de mayo de 1937 fueron un “enigma” y que es prácticamente imposible dirimir todavía las responsabilidades en lo que llama una “provocación”...

A continuación, el autor de Cataluña en la España moderna (una obra en parte deudora de las tesis de Maurín sobre la cuestión nacional catalana), existen diferentes fuentes “partidistas” en base a las cuales se pueden ofrecer diferentes acusaciones: “....para el POUM (la provocación) proviene de Moscú, vía PSUC, para el PSUC, de Berlín, vía del POUM, para la CNT, de un complot catalanista en París; para Franco, de trece de sus agentes en Barcelona” (p. 99). Una verdadera amalgama que merecen, al parecer, la misma evaluación al margen de todas las abundante aportaciones historiográficas conocidas por cualquier lector “amateur”, comenzando por la de Manuel Cruells, Mayo sangriento (Ed. Juventud, Barcelona, 1970), obra que, por cierto, mereció la portada y un buen espacio en la revista Triunfo, entonces considerada “proche” al PCE (4).

Así pues, si para Vilar la diversa historiografía partidaria no merece mucha consideración, tampoco recurre ni a las fuentes ni a aportaciones como la mencionada, es como si quisiera pasar de puntillas sobre un tema en el que se siente bastante molesto. También desecha la posibilidad
- mostrada por numerosos historiadores independientes- de restablecer, a los 50 años de los hechos, una reconstrucción bastante verosímil, aunque luego se disienta luego de la interpretación. Todas estas reconstrucciones, sin excepción desechan las tres últimas “provocaciones”.

Empezando por la última, la favorita de los que se ven en la necesidad de justificar sin fisuras la actuación estalinista. Es la versión de la “quinta columna” franquista en base a trece agentes ni tan siquiera fue utilizada en su momento. Se trata de un papel escrito por un agente franquista en Barcelona que trata de presumir ante Franco, y lo que dice no cuadra en nada con la realidad, con un conflicto interno entre la derecha y la izquierda republicana. Resulta tan fuera de lugar que ningún otro historiador la toma en consideración, y de hecho ha quedado para el recurso realmente esperpéntico de los neoestalinistas que han tratado a partir de aquí montar una “película” tan sórdida como fantástica; es más, si hubo una “derecha social” que se integró en algún partido, ese fue el PSUC, el que mejor le garantizaba la defensa de sus propiedades. Únicamente aparece como hipótesis en el caso del asesinato del militante anarquista italiano Camilo Berneri y apunta hacia los servicios secretos de Mussolini.

La tercera “provocación” aparece como una mera hipótesis en la famosa obra de José Peirats sobre la historia de la CNT y se justifica por un viejo enfrentamiento existente entre la extrema derecha catalanista y el anarcosindicalismo.

En realidad, es insostenible. Algunos especialistas libertarios la desechan y se orientan claramente a la primera hipótesis, es decir, la responsabilidad del estalinismo, interpretada a veces en sentido anticomunista, y otras veces como crítica revolucionaria (esto es claro en Vernon Richards, Noam Chomsky y en el mismo Berneri que comparó el estilo del PSUC con el de Noscke, el “sabueso” socialdemócrata que mandó a sus tropas asesinar a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, y Leo Jogiches. Por supuesto, los historiadores descartan estas tesis como no fundamentadas.

La segunda, la Berlín, vía POUM, queda descartada incluso en la propia obra de Vilar. El POUM y los llamados por el pobre Antonov Ovseenko (estaba prisionero de Stalin que acabó con él a continuación) y el PSUC como “incontrolados”, representaban la tendencia “jacobina” de la guerra y la revolución, y abogaban por la intransigencia revolucionaria contra el fascismo. No hay actualmente ningún historiador serio que se atreva abiertamente a considerar esta “provocación”, ya que de serlo, sería una “provocación” de las víctimas. Todos los historiadores, incluyendo los más opuestos al POUM, la rechazan categóricamente.

Todo esto es tan evidente que, desde los años sesenta, la “rehabilitación” del POUM se ha convertido en uno de los puntos claves del “revisionismo” de los comunistas, y en especial de los “eurocomunistas”, que trataron de desplazar la visión histórica hacia otra interpretación: la persecución del POUM y el asesinato de Nin se atribuiría exclusivamente al estalinismo “exterior”, al soviético y al “aparato” paralelo del Komintern. De esta manera disociaban la actuación política del PCE-PSUC de su dimensión más claramente estalinista, pero lo que no podían justificar sería la campaña de linchamiento presente hasta en el órgano más modesto del partido, aunque es verdad que muchos militantes se negaron a participar. En lugares como Sant Cugat (Barcelona) firmaron un manifiesto de protesta

Es evidente que Vilar no concede a estas “provocaciones” una entidad sólida; esto no encajaría con el rigor y la coherencia general de su obra. Lo que sí hace es diluir la responsabilidad comunista oficial de la misma manera que diluye la cuestión de Stalin y la URSS de los años treinta. Las versiones Moscú, vía PSUC, tampoco fue la moneda empleada por el POUM y por sus amigos. Ésta es efectivamente una versión simplificada y cuanto menos, unilateral, el POUM veía el estalinismo como la punta de lanza de la restauración conservadora.

Antes que nada
- apunta muy bien el propio Vilar-, las “jornadas” de mayo fueron el estallido de un conflicto larvado muy profundo. La revolución había rechazado a Franco pero se quedó a medio camino, inconclusa. Los “girondinos” del campo republicano necesitaban su Termidor y el “impasse” o el equilibrio que, en cierta medida, representaba Largo Caballero, era insostenible para sus planes. En esto estaban claramente de acuerdo Azaña, Prieto, Companys y los estalinistas; las diferencias radicaban en la coherencia con los métodos. Fue esta la “provocación” real y la que dio sus resultados: el POUM fue prácticamente anulado, la CNT pasó a jugar un papel cada vez más secundario, Catalunya dejó de ser un foco revolucionario y federal, Caballero dejó su lugar al socialista conservador Negrín que coincidía políticamente con las premisas del PCE y de Moscú.

Esto es lo fundamental y no quién “provocó” o quién “comenzó” la provocación, aunque esto sea también simplificativo porque los métodos utilizados aclaran bastante la naturaleza de los acontecimientos...La Central Telefónica de Barcelona entraba dentro de las instituciones colectivizadas legalmente por la Generalitat y por lo tanto, a cargo del sindicato mayoritario: la CNT. Los anarcosindicalistas sabían que esto no era un instrumento neutro, servía tanto contra posibles “quintacolumnistas” como para evitar las maniobras gubernamentales contra los trabajadores. El asalto, encabezado por un representante del PSUC bajo el mando de un ministro de Companys, reflejó las diferencias tácticas entre la impaciencia restauradora de los comunistas oficiales, frente a las dudas y la política de largo alcance de Companys-Tarradellas; éste mismo manifestó a Azaña que Aiguadé se había equivocado en el ritmo y en los medios. Companys creía que la CNT acabaría a la larga claudicando.

También Azaña y Prieto apoyaron resueltamente al PSUC. Azaña, dentro de su lógica conservadora tradicional, descifró los hechos como un problema de “orden público” frente a unos “alborotadores”. Su preocupación esencial
- después de salvaguardar su seguridad- era que todo acabara con una intervención policíaca del gobierno de Valencia. Prieto había comprendido perfectamente -así se lo dice a Fernando de los Ríos en una carta- que los comunistas eran los indicados para hacer el trabajo sucio, para neutralizar a los revolucionarios de la retaguardia. Su papel en la caída de Caballero y en la ascensión de Negrín fue fundamental. La vía Moscú fue una vía de coincidencia con toda la derecha republicana. Representó el “instrumento adecuado” de la contrarrevolución en el campo republicano.

Resumiento: los medios propios del estalinismo tuvieron éxito porque representaron una necesidad conservadora. Su victoria fue el preludio de la derrota final, el entusiasmo de los primeros tiempos se perdió, y con ello se puede decir que se asiste al final de toda una fase, la que se inicia con una alternativa revolucionaria a los desastres de la “Gran Guerra”; tanto así que a pesar de que la IIª Guerra Mundial provoca desastres todavía mayores, la alternativa revolucionaria ya no existe. Los comunistas que habían liderado la resistencia, se contenta con gobiernos de concentración nacional en los que actúan como ministros, hasta que dejan de resultar necesarios... Desde entonces, ya no hubo ninguna otra revolución en la que tomaran parte por igual socialistas (de izquierdas), anarquistas y comunistas, algo que si sucedió en las crisis revolucionarias vividas en Alemania, Hungría, Italia, Gran Bretaña (1926-1927),. La siguiente crisis social revolucionaria, la francesa e italiana llamadas del 68, se hicieron desde minorías de izquierdas y en contra de los partidos comunistas, convertidos como diría Malraux a Bergamín en mayo del 68, en la última barricada del oren existente. 
 
Notas 

1. Me llamaban el Coronelazo (Ed. Grijalbo, México, 1977). Las citas sobre el "atentado" están extraídas del capítulo XVII. Parte de estos escritos los emplea Paul Leduc para reconstruir una discusión con Diego Rivera y Frida Kalho, los anfitriones de Trotsky, en su notable película, Frida. Naturaleza viva (México, 1985).

2. Parece evidente que Siqueiros se refiere al Contra-proceso de Moscú presidido por el filósofo liberal norteamericano John Dewey que pudo celebrarse en México y que fue, en cierta manera, un precedente del Tribunal Russell.

3. Uno de los firmantes de pliegos a favor de Siqueiros fue Pablo Neruda, al que Octavio Paz hace partícipe del grupo vigilante contra cualquier "infiltración trotskista" en el Congreso de Intelectuales Antifascistas de Valencia. Neruda tuvo que justificar (o mejor dicho, relativizar) esta relación en Confieso que he vivido. La "conexión" volvió a ser empleada por algunas fundaciones anticomunistas norteamericanas -una de ellas presidida por un antiguo trotskista (luego munista, de Munis llamado Stephen Schwartz- en una campaña contra la adaptación de la novela de Antonio Skarmeta Ardiente paciencia, aquí titulada El cartero (y Pablo Neruda) (Italia, 1994), con ocasión de su nominación al Oscar a la Mejor Película Extranjera. Como si Neruda pudiera ser juzgado exclusivamente por este dudoso gesto.

4. A mi parecer el mejor libro sobre la cuestión es La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937. concretamente en su capítulo final...Está escrito por el historiador británico Chris Ealham, y de encuentra en la editorial Alianza (Madrid, 2005)

 

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