La falsa dicotomía en el problema nacional y la izquierda marxista

Jueves 22 de marzo de 2007

Juanma Barrios *

Estoy convencido de que las palabras que siguen irritarán a muchos, pero creo que ya es hora de asumir que desde hace años la cuestión nacional ha sido para la izquierda revolucionaria un elemento de fragmentación de fuerzas y aislamiento social más que una herramienta para debilitar al estado burgués; sólo el País Vasco y Cataluña, y parcialmente Galicia, escapan a esta consideración. El nacionalismo andaluz, por ejemplo, ha demostrado su extrema debilidad en el reciente referéndum estatutario, que ha dejado en completo ridículo a los que hablaban de autodeterminación e independencia, y se encontraron con un pueblo que oscila entre aquellos a los que no les interesa el tema en absoluto y los que respaldan un nuevo estatuto que desde luego consagra la unidad de España.

Mientras tanto, el nacionalismo español no deja de crecer, y no sólo en la derecha liderada por el PP, sino en la amplísima base social del PSOE. Frente a este hecho, la izquierda revolucionaria no encuentra más respuesta que la de repetir que “España es una cárcel de naciones”, discurso válido durante la dictadura de Franco, pero desfasado tras casi tres décadas de un estado de las autonomías que ha cambiado la realidad española, aunque no sea de la manera que nos habría gustado.

Ya es hora de que abandonemos la dicotomía centralismo/independentismo, producto de la concepción burguesa del estado-nación, y nos demos cuenta de que hay otros caminos, para empezar el de construir un estado plurinacional que se reconozca como tal. No olvidemos que a lo largo de la historia la inmensa mayoría de los estados han sido multiétnicos y que en la actualidad esto sigue siendo así. El historiador marxista Josep Fontana lo ha explicado de forma muy clara en diversas ocasiones, sin que en la izquierda revolucionaria salgamos de nuestro autismo:

"...debería criticarse el hecho de que seguimos usando todos los elementos separadores y agresivos que la teoría del Estado-nación ha generado. Y que ha causado millones de muertes totalmente innecesarias. La gente debe entender que el Estado plurinacional no es una forma de utopía del futuro, sino la forma natural de vivir. Lo fue hasta que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, a determinadas finalidades convino otra cosa" [entrevista por Frances Arroyo en Nou Cicle realizada en marzo de 2006].

Y como el mismo historiador señala, en un planeta en el que existen 2000 etnias y unos 200 estados, ¿cuántas guerras serían necesarias para lograr el mapa perfecto? Si añadimos que raro es el pueblo sin estado que vive en un territorio de población homogénea o el estado que abraza la totalidad de su etnia, ¿cuántas limpiezas étnicas serían precisas?

No trato con ello de minimizar lo que ha sido la opresión nacional en España, sobre la que sería el primero en relatar una interminable serie de agravios indignantes. Pero que la alternativa al Estado nación español sean varios estados nacionales, me parece un planteamiento utópico no sólo irrealizable dada la correlación de fuerzas, sino también peligroso.

Hace unos meses pudimos comprobar que los catalanes mostraban un desinterés significativo por su nuevo estatuto, mientras que los que acudieron a las urnas respaldaron de manera muy clara el nuevo marco autonómico. Por otra parte, en los últimos años estamos asistiendo a la derrota del ala militar de la izquierda abertzale, que en su caída está arrastrando al independentismo político y fortaleciendo a la derecha españolista; mientras, el nacionalismo pactista se mantiene fuerte, y PP y PSOE conservan un tozudo 45% del electorado vasco y la gran mayoría del navarro.

La fortaleza del Estado y del nacionalismo españoles no pueden ser ignorados, ni atribuidos sólo al dominio mediático de una burguesía centralista. Por otra parte, creo que ya está bien de definir con epítetos insultantes a las diversas fuerzas políticas adversarias y, lo que es más grave, elaborar los análisis políticos a partir de caricaturas. Ni CIU ni PNV son partidos “regionalistas”, como les acusan los independentistas de sus respectivos países, ni el españolismo del PP y el PSOE son equiparables, porque el PP es un partido nacional-católico, heredero de la concepción franquista de España, y el PSOE es un partido que cree sinceramente en el Estado de la autonomías, aunque en su seno haya federalistas defensores del carácter plurinacional del país y centralistas próximos a los planteamientos del PP, que son aquellos que más eco encuentran en los medios de difusión del grupo PRISA. En cuanto a IU, pueden criticarse las debilidades de su discurso federalista y aún más de su praxis, pero desde luego que no se la puede lanzar al saco del españolismo. Las simplificaciones ayudan poco a comprender la realidad, las simplezas menos.

La crisis del Estado español en el franquismo final y en la Transición, sumada a la vitalidad del independentismo vasco, arrastraron a no pocas organizaciones de izquierda marxista, entre ellas la LCR y el MC, a posiciones abiertamente nacionalistas en ciertas comunidades autónomas. El insulto de españolista las atemorizaba y no fueron capaces de elaborar una alternativa a la dicotomía centralismo/independentismo. De los textos de Lenin sobre la cuestión nacional y el imperialismo hacían una lectura que daba la razón a los independentistas del presente, cuando ningún bolchevique apostó por la descomposición del imperio zarista en una miríada de pequeños países manipulables por las potencias occidentales, sino por la erección de un nuevo estado plurinacional. Por otra parte, Marx o Engels, Lenin o Trotski, distinguían claramente entre las naciones que habían luchado decididamente y por largos periodos históricos por su independencia, como Irlanda o Polonia, y otros grupos étnicos acomodados a vivir sin estado. No era desde luego para aquellos revolucionarios lo mismo Irlanda que el País de Gales, ni Polonia que Bielorrusia; no se trataba de que unos pueblos fueran menos que otros, sino de que la cuestión nacional representaba problemas políticos muy diferentes. Nuestros actuales independentistas de Andalucía, divididos en minúsculos grupos, hablan de autodeterminación e independencia con el mismo desparpajo que los vascos, sin darse cuenta de que no son equiparables las tradiciones de lucha y los sentimientos nacionales, y que lo que en el País Vasco puede ser una eficaz bandera de combate, en Andalucía sólo conduce al más obtuso aislamiento. Cuando no hay ni un solo partido nacionalista que se siente en el parlamento andaluz —el Partido Andalucista es una agrupación electoral que ha demostrado sobradamente su vacío ideológico— creo que lo razonable no es plantear un debate polarizador, porque aunque la abrumadora mayoría se siente a la par andaluza y española, si se la empujara a elegir la echaríamos en brazos del españolismo. Y creo que esta reflexión valdría para otras comunidades autónomas donde hay grupúsculos independentistas que no miden el alcance de los sentimientos nacionales o regionales de los pueblos a los que aspiran a liderar.

En fin, opino que en la izquierda del Estado español es el momento de poner claramente la lucha contra la desigualdad social y la explotación en el centro de nuestras preocupaciones, sin olvidar que aún nos queda por recorrer un tramo importante del camino hacia un estado plurinacional. Ambas luchas no son desde luego incompatibles, pero las prioridades son las prioridades, y los marxistas no podemos olvidar las nuestras, como no las olvidan los nacionalistas.

 

 

* Militante del ERA-EA

 

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