Lucha de clases, izquierda anticapitalista y partido revolucionario en Europa

Martes 1ro de mayo de 2007

Andreu Coll (Revolta Global)*

Contexto político general

La ofensiva neoliberal a escalera europea se acelera debido a la desventaja del capitalismo europeo en la competencia interimperialista con los Estados Unidos y las potencias asiáticas. La aplicación de la "Estrategia de Lisboa" supondrá la privatización de la enseñanza superior, el impulso a las grandes fusiones, el recorte de los sistemas de protección social, numerosas deslocalizaciones, generalización de la precariedad, "Directiva Bolkestein", etc.

La crisis de la llamada "nueva economía" y la necesidad de aumentar drásticamente los márgenes de ganancia del capital europeo y la productividad del trabajo hacen inevitable nuevas agresiones a las condiciones de vida y de trabajo de las clases populares del continente, acelerando el ritmo de la lucha de clases.

Desde las movilizaciones de Niza de la año 2000, se ha conseguido arrastrar a la Confederación Europea de Sindicatos a las manifestaciones contra las reuniones cumbre de jefes de Estado de la Unión Europea y se ha creado una dinámica de huelgas generales y/o interprofesionales defensivas de dimensiones no vistas en muchos países desde la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de todo, las nuevas resistencias llevan mucho retraso, están poco organizadas y todavía no han logrado la suficiente fuerza como por parar la ofensiva neoliberal.

Por otra parte, en la UE todavía pesan mucho las especificidades nacionales y el color de los gobiernos de turno en cada país, cosa que explica la existencia de unas correlaciones de fuerzas diferenciadas. A menudo, cuando en un país hay un ascenso de luchas que coincide con un gobierno conservador particularmente agresivo —Italia y España hasta hace poco— esta situación puede solaparse con un reflujo en otros países. Y a la inversa, la ascenso de luchas y crisis políticas en Francia —estudiantiles contra la Ley Fillon, victoria del "Non de gauche" y revuelta de las banlieues el 2005; movilización contra el CPE el 2006— coinciden con un cierto reflujo en Italia y en el estado español.

Esto nos obliga a entender como y porque unos países demuestran más eficacia que otros en la resistencia al neoliberalismo.

Lucha social y lucha política

Un factor central por entender las diferentes correlaciones de fuerzas es la historia específica de cada país y sus tradiciones políticas. La situación de la izquierda y el movimiento social no es la misma en Francia, dónde se han vivido situaciones prerevolucionàries como la huelga general de mayo-junio de 1968, dónde existe la izquierda revolucionaria más fuerte del continente, dónde se han dado enormes revueltas sociales contra las medidas neoliberales como el Plan Juppé del otoño de 1995 y las mencionades antes, que en el estado español, donde cuarenta años de dictadura, una transición pactada, la derrota en el Referéndum de la OTAN, el hundimiento de la izquierda revolucionaria y la reconversión industrial pesan como una losa sobre los sectores más combativos (aunque éstos no sean conscientes de ello).

El caso español demuestra que no hay una correspondencia mecánica entre la amplitud de la movilización (en especial, la que se vivió contra el segundo mandato de Aznar) y el nivel de autoorganización y de conciencia política de quien participa.

Para que las luchas sociales tengan un efecto acumulativo de conciencia política y de organización, hacen falta diversos requisitos:

a) El primero —y principal— es que algunas luchas importantes acaben en victoria, aunque sea parcial, y que así se perciba por parte de sus protagonistas. La acumulación de derrotas, incluso entre sectores de vanguardia muy politizados, desanima y desmoviliza progresivamente. Esto contradice totalmente el prejuicio untraizquierdista del "como peor mejor". Por esto, es especialmente importante hoy conseguir victorias que demuestren que "la lucha paga" y que se puede luchar no solamente por denunciar las injusticias, sino por pararlas efectivamente.

b) En segundo lugar, son necesarias organizaciones que impulsen, coordinen y centralicen políticamente las luchas y les den continuidad en el tiempo. Sin estas organizaciones —asociaciones, sindicados (¡sí, sindicatos!, puesto que, como se acostumbra a decir, "el peor sindicato es el que no existe"), partidos de izquierdas, etc.— no puede haber acumulación de militancia ni lucha sostenida en el tiempo capaz de contrarrestar los reflujos del movimiento de masas.

c) En tercer lugar, sin una corriente revolucionaria capaz de mantener el hilo de continuidad del marxismo revolucionario, de preservar una tradición de análisis y de comprensión de la situación política, de hacer posible la acumulación de cuadros, de mantener una coherencia programática y de orientación estratégica, de facilitar el relevo generacional y,"last but not least" (lo último pero no lo menos importante), de tener la capacidad de proponer aquella orientación a la vez más revolucionaria y más unitaria posible de las luchas, es imposible que el nivel medio de conciencia política sobrepase la crítica concreta y la resistencia y empiece a plantear elementos de alternativa anticapitalista y de ruptura con el sistema. Sin una corriente revolucionaria consistente y bien implantada, es imposible arrancar de forma duradera las luchas de masas de la influencia del reformismo en todas sus variantes. Así pues, el partido revolucionario ?o las mediaciones anticapitalistas? son instrumentos imprescindibles para que los sectores populares acumulen memoria de las luchas, organicen el relevo militante y transmitan experiencia y conocimientos... En suma, para que vayan madurando, a lo largo de los años, las condiciones que hagan posible una ruptura revolucionaria.

Debilidades en el Estado español

Así pues, es preciso concluir que, en nuestro país, uno de los elementos centrales que explican la debilidad política de las luchas sociales y la facilidad con la que son recuperadas por la izquierda reformista reside en la inexistencia, no ya de un partido revolucionario, sino ni tan siquiera de un partido vagamente anticapitalista que trabaje lealmente en el impulso de los movimientos sociales y en la reconstrucción de un movimiento obrero combativo y unitario, y que, a la vez, intente constituir una representación política más o menos coherente de sus demandas en competencia con las viejas y nuevas izquierdas reformistas.

A la Estado español, el ciclo político durante el cual Izquierda Unida podría haber sido un instrumento útil en este sentido ya se ha cerrado. Hoy vivimos una situación dónde su agonía se auna con su integración creciente en el juego institucional y con su subalternidad hacia el PSOE. Y en Catalunya, la coalición ICV-EUiA comienza su segunda participación en un gobierno social-liberal.

Una de las consecuencias inmediatas de la integración creciente del reformismo y de su alejamiento de las luchas populares suele ser —a falta de una izquierda alternativa— la generalización de los sentimientos apoliticistas y antipartido entre los sectores combativos.

Aunque sean comprensibles, la izquierda revolucionaria no puede adaptarse a estos prejuicios y debe defender fraternalmente la necesidad de combinar la política de calle y la política en las urnas, el deber de relacionar las luchas sociales con una alternativa revolucionaria dirigida a las mayorías sociales y la necesidad de una dialéctica de construcción partidos-movimientos-sindicatos-asociaciones que respete la pluralidad y el derecho a existir de todos sus componentes.

Si bien, en los primeros años, las luchas antiglobalización se basaron primordialmente en un activismo juvenil radical, y a menudo utópico y apolítico —fuertemente hegemonizado por los autónomos—, hoy la evolución de la propia situación política nacional e internacional nos obliga a delimitarnos estratégicamente (en particular contra los gobiernos social-liberales), a intervenir en la lucha política partidaria y a buscar una implantación en el nuevo y viejo proletariado. Ha llegado la hora, pues, de poner al día la izquierda revolucionaria.

Las ruinas del estalinismo y de la socialdemocracia

Hoy en día vivimos una situación paradójica. El hundimiento de la estalinismo y la restauración capitalista en el Este y en la China han tenido efectos contradictorios. Por una parte han liberado un enorme espacio para la izquierda anticapitalista debido a la crisis de los PC’s, han pulverizado los dogmas estalinistas y han permitido la regeneración del marxismo y del proyecto comunista; por el otra, han hecho retroceder, a nivel de masas, la idea de que es posible una alternativa al capitalismo y han empeorado la correlación de fuerzas entre trabajo y capital a nivel mundial, fortaleciendo la globalización capitalista y la ofensiva neoliberal.

Al mismo tiempo, la conversión liberal de la socialdemocràcia —que también se explica por la desaparición de la "amenaza comunista en Occidente"— ha creado una situación en la que, debido a la virulencia de los ataques neoliberales que aplican cuando gobiernan, o bien acompañan cuando están en la oposición, las grandes organizaciones reformistas del movimiento obrero están viendo erosionadas su influencia y su base social. Y esto también libera un espacio político que, en estos momentos, sólo se disputan las nuevas derechas populistas y racistas y, dónde hay bastante fuerza y capacidad de resistencia, la izquierda anticapitalista.

Es justamente para evitar que la extrema derecha —o el populismo demagógico de formaciones como "Ciudadanos" en Catalunya— ocupe el espacio perdido por el reformismo tradicional que se hace urgente levantar alternativas anticapitalistas que constituyan un verdadero contrapeso hacia el izquierda y un elemento regenerador del conjunto del movimiento obrero.

Los efectos de los gobiernos de colaboración de clases: desmovilización, división, desconcierto

Las principales razones de ser de las recomposiciones anticapitalistes amplias son:

1) Que sirvan para cambiar la correlación de fuerzas capital-trabajo; 2) Que sean instrumentos útiles para recomponer un movimiento obrero de lucha de clases que pare los retrocesos y retome la iniciativa; 3) Que sean verdaderas oposiciones políticas a la izquierda social-liberal que acepta la lógica de gestión neoliberal.

Desde este punto de vista, el elemento de delimitación clave es que estas fuerzas rechacen sin ambigüedades la participación en gobiernos de colaboración social con el neoliberalismo, como por ejemplo la antigua "Izquierda plural" francesa, el gobierno de la Unione en Italia o el nuevo "gobierno de Entesa" en Catalunya.

Los revolucionarios aceptamos trabajar lealmente con otras corrientes en formaciones políticas que no tengan clara la perspectiva revolucionaria, pero sin dejar de combatir el social-liberalismo.

Como demuestran experiencias recientes, y otras en el pasado, esta clase de gobiernos de colaboración de clases, dónde "no se gobierna contra nadie", como dice Carod Rovira, siempre acaban gobernando contra los de siempre: las clases populares.

Y tienen el agravante de que, a diferencia de los gobiernos burgueses más reaccionarios, ejercen un efecto desmovilizador sobre las resistencias populares, en la medida que crean falsas expectativas.

Además, los poderes fácticos y la alta burguesía utilizan esta clase de gobiernos por dividir a la izquierda y desmoralizar a los sectores populares, desarrollando políticas de cariz neoliberal que encuentran a menudo menos oposición que cuando las impulsan las derechas tradicionales.

La izquierda anticapitalista que es preciso construir, debe ser capaz de competir electoralmente con la izquierda gestionaria y mantener, a su vez, una orientación unitaria, buscando desarrollar movilizaciones sociales lo más amplias posibles que hagan frente a los ataques neoliberales.

La Conferencia de la Izquierda Anticapitalista Europea

En los últimos años, en Europa han aparecido nuevos partidos y/o coaliciones unitarias que han conseguido disputar un espacio electoral significativo a la izquierda tradicional ?tanto de cariz socialdemócrata como estalinista.

La constitución del Bloque de Izquierdas en Portugal hace cinco años, la existencia de la Alianza Rojo-Verde danesa, el desarrollo electoral de la LCR francesa, la construcción del Partido Socialista Escocés, de la alianza electoral Respect en Inglaterra y, sobre todo, la orientación de izquierdas y movilizadora que Rifondazione Comunista mantuvo en Italia entre el año 2000 y mayo de 2003, permitieron crear un agrupamiento amplio, pluralista y representativo de fuerzas de izquierda anticapitalista procedentes de diferentes tradiciones políticas.

En el contexto de ascenso del movimiento antiglobalización, de los Foros sociales y de un fortalecimiento electoral de la LCR francesa, parecía que la orientación de izquierdas de Rifondazione tendría un efecto positivo de giro a la izquierda y de implicación en la remobilització social del resto de PC’s europeos. Una evolución que se contraponía a la experiencia catastrófica de la participación del PCF en el gobierno Jospin.

Así pues, esta expectativa orientó los trabajos de la Conferencia, que se fue reuniendo en el contexto de las reuniones cumbre de jefes de Estado de la UE y fue elaborando posicionamientos por configurar un marco programático y de acción común. Sin embargo, esta última esperanza se frustró debido al giro gestionaro de Rifondazione Comunista.

Este giro ha coincidido con la constitución del Partido de la Izquierda Europea, un agrupamiento de fuerzas parlamentarias de origen PC que disfruta de grandes subvenciones del Parlamento Europeo, pero que no osa posicionarse políticamente sobre temas estratégicos debido a la carencia total de cohesión política de sus integrantes (unos con posiciones neosocialdemócrates, otras con orientaciones neoestalinistas, etc).

Aun así, el proyecto del PEE es reconstruir los viejos PCs en competencia con las iniciativas de la Conferencia Anticapitalista. En el contexto actual (con Rifondazione en el gobierno en Italia, EUiA en el gobierno de Montilla, con el PCF preparándose por pactar de nuevo con los socialdemócratas en Francia, la subalternidcad de IU respeto al PSOE, etc.) la presión por entrar en gobiernos social-liberales es muy fuerte.

Hoy los principales apoyos de la Conferencia son la LCR francesa, la Alianza Rojo-Verde danesa y el Partido Socialista Escocés, puesto que los sectores más pragmáticos del Bloque de Izquierdas de Portugal y de Respect hacen presión para que la CEAE entre en el PEE.

Por lo tanto, cualquier fortalecimiento de la IV Internacional (de la cual la LCR francesa es la sección europea más fuerte) arrastrará a la Conferencia hacia el izquierda. Y cualquier adelanto de la articulación anticapitalista fortalecerá políticamente las resistencias continentales al neoliberalismo.

Nuestras tareas políticas

Construir bloques anticapitalistes amplios es vital para que haya izquierdas con representación parlamentaria capaces de amplificar el discurso crítico, de apoyar las luchas sociales y de volver a organizar alos sectores sociales abandonados por el izquierda tradicional que pueden ser manipulados por opciones populistas y xenófobas ante la aparente falta de alternativas.

Evidentemente, con los niveles de conciencia política actuales y el retrocess de las ideas marxistas y revolucionarias entre el conjunto del pueblo trabajador, este espacio político de representación de una izquierda amplia de lucha de clases no puede ser ocupado exclusivamente por corrientes revolucionarias como la nuestra.

Estamos viviendo un momento de resistencia, tras muchos años de derrotas y retrocesos que han hecho que la perspectiva revolucionaria en Europa se haya alejado temporalmente. Hace falta un largo proceso de acumulación de experiencias y de luchas para que podamos poner nuevamente de actualidad el cambio revolucionario. Por esto hace falta que los revolucionarios trabajemos por construir agrupamientos amplios.

Aun así, no existen recetas mágicas para hacerlo. No hay nunca atajos para construir estos agrupamientos, puesto que sólo se pueden construir articulando un conjunto de fuerzas políticas con lo suficiente masa crítica como para arrastrar a amplios sectores de activistas sociales, sindicales, asociativos, etc. a la lucha política y electoral anticapitalista.

Ahora bien, para esto sea posible, para ser creíbles, para tener un verdadero peso específico, la tarea inmediata a la cual estamos abocados en Cataluña es la transformación de Revolta Global en el embrión de un partido revolucionario lo más militante, abierto y dinámico posible.

 

 

* Artículo publicado en Corriente Alterna (la revista) número 47, marzo ’07

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