El radicalismo verbal y la impotencia política. El complejo de colonia en el Primer Mundo

Miércoles 23 de mayo de 2007

Juanma Barrios / Kaosenlared

El poder y la debilidad de las palabras

Con demasiada frecuencia utilizamos en la izquierda términos muy duros y colocamos determinados problemas o injusticias en categorías desproporcionadamente inicuas. Creemos que de esa manera llamamos la atención sobre el asunto, que acorralamos dialécticamente al enemigo o que vamos a la raíz del problema y somos más revolucionarios. El resultado es muy distinto, sólo arrojamos banalidad sobre situaciones verdaderamente trágicas a la par que somos incapaces de comprender las que nosotros denunciamos.

Un caso obvio es el del término "fascista", que en sentido estricto es un determinado movimiento de masas de choque, anticomunista y racista, cuyos miembros proceden mayoritariamente de las clases medias y que cuestiona el capitalismo dialécticamente pero lo refuerza combatiendo violentamente a las organizaciones obreras. Sin embargo, es aplicado indiscriminadamente a cualquier enemigo de la derecha o de la extrema derecha al que queremos denigrar. A veces incluso lo utilizamos contra grupos de la izquierda bien por colaborar con la burguesía (socialfascistas), bien por usar la violencia revolucionaria, bien por estimarlos sectarios. Así, cuando alguien habla de "fascistas" nada nos aclara y necesitamos muchos datos que nos permitan juzgar de qué habla exactamente.

Colonialismo, neocolonialismo y mundialización

La misma banalización nos la encontramos con el término "colonialismo". En un debate por escrito que he mantenido con miembros del independentismo andaluz me he encontrado con una afirmación tan sorprendente como ésta: Andalucía es una colonia. Los textos en los que se demuestra su carácter colonial no pasan de algunos párrafos con afirmaciones contundentes, que carecen de datos estadísticos y de análisis contrastados, pues se espera que sean sus críticos los que demuestren lo contrario [1]. Pero no es el incrédulo el que tiene que demostrar la inexistencia de la Santísima Trinidad o de los dioses del Olimpo griego…

Afirmar que Andalucía es una colonia es un error tan grave, en el campo de las ciencias sociales y de la economía, como decir que el andaluz es un idioma. Es cierto que la realidad es muy compleja y que su correcta interpretación, sobre todo en el cambiante día a día, es una tarea que exige no sólo buenas herramientas conceptuales, sino también una fuerte capacidad crítica y autocrítica. Pero hay cosas que son de sentido común por su obviedad.

El atributo de colonia se establece para Andalucía con afirmaciones tan sorprendentes como que vivimos bajo un ejército de ocupación, que nuestras principales empresas tienen sus sedes radicadas fuera de sus fronteras y que no hay burguesía local. Esto es palmario, se nos dice, pero una neblina ideológica generada por el Estado español provoca una "mentalidad colonial" que afecta, calculo yo, al 99,99 por ciento de los andaluces, incluidos la mayoría de los que han militado en la izquierda desde su adolescencia.

Retrocedamos en el tiempo para recordar qué es una colonia. Varios países europeos construyeron grandes imperios en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX con el objetivo de obtener materias primas y abrir mercados. Para ello se valieron de modernos ejércitos, engranajes administrativos eficaces y grandes flotas comerciales. Ocupaban de manera violenta o con la amenaza de la violencia los países e imponían gobiernos con un contingente militar, una administración y un gobernador de la metrópoli. Como complemento intentaban crear gobiernos títeres y destacamentos de cipayos, los cuales eran disuadidos de cualquier veleidad independentista por la aplastante superioridad militar de la potencia colonial.

En Andalucía no hay un ejército de ocupación y un ejército de cipayos, sólo unas Fuerzas Armadas en las cuales la presencia de andaluces es amplísima en la jerarquía militar, los mandos medios y la tropa. Si nos vamos a la policía militarizada, o sea, la Guardia Civil, la presencia de andaluces es abrumadora: un pueblo de Granada tiene el record porcentual de miembros de la benemérita y las academias de Úbeda y Baeza han formado agentes que desde hace décadas han actuado en el Norte como "fuerzas de ocupación", a decir de una parte importante de los vascos. Lo mismo puede decirse de la Policía Nacional.

Respecto a la economía, su carácter dependiente es el de toda región pequeña del mundo. Ni siguiera los grandes estados pueden permitirse la autarquía. No conozco ningún país autosuficiente, ni es éste el rasgo que coloca a un estado dentro del Primer Mundo o del Tercer Mundo. Que muchas de las principales empresas que operan en territorio andaluz tengan su sede más allá de sus fronteras es algo hoy habitual en Europa, así como que algunas empresas autóctonas hayan sido adquiridas por multinacionales. Y no puede olvidarse que las sedes de las empresas foráneas no se encuentran radicadas en una metrópoli colonial, sino en diversos países. Por otra parte, Andalucía no tiene una deuda externa como los países pobres o empobrecidos y no se ve sangrada por una fuga constante de riqueza hacia estados imperialistas sino que, antes al contrario, está en el lado de los que se benefician del flujo de capitales del Tercer al Primer Mundo.

Se habla del carácter "extractivo" de la economía de Andalucía y de Canarias, introduciéndose dentro de esta categoría al turismo y la construcción, que son equiparadas con la agricultura y la minería. Incluso dando por válido semejante dislate, a estas alturas la diferencia entre un país rico y otro pobre no se establece a partir de la presencia o no de grandes industrias manufactureras. Aplicando los superficiales análisis de algunos nacionalistas a los Estados Unidos podríamos encontrarnos el sorprendente panorama de que éste país está plagado de colonias en su propio seno. Así, frente a California o Nueva York que concentran las más avanzadas empresas o los principales centros financieros, Minnesota sería una colonia ganadera y Texas una colonia petrolera, meros "territorios extractivos"…

Si buscamos un estado independiente similar a Andalucía en población y superficie nos encontramos con Portugal ¿Estamos ante una colonia por el mero hecho de que muchas de las principales empresas que operan en ese país sean extranjeras? Más bien nos hallamos frente a la lógica de la llamada "mundialización", un proceso que desde la revolución industrial sólo se detuvo durante la Gran Depresión que siguió al crack de 1929 [2], pero que tras la Segunda Guerra Mundial se reanudó con fuerza arrolladora y en los últimos años ha sido bautizado como "globalización".

Así que, para no caer en el absurdo, creo preferible reservar el término colonia a países ocupados como Irak, Afganistán, Chechenia o los territorios palestinos, mientras que hablaremos de neocolonialismo para señalar las relaciones comerciales desventajosas impuestas por las potencias imperiales al Tercer Mundo, potencias entre las que como beneficiaria encontramos a España con todas las regiones y naciones que la componen.

Por otra parte, cuando indico que Andalucía tiene una economía y una estructura social similares a Murcia y Valencia, se me dice que hay una diferencia fundamental: "Andalucía es una nación y por lo tanto debe buscar su propio destino". Pero claro, ese carácter nacional no se traduce en ningún tipo de movimiento de masas ni de organización política que sea capaz de ocupar asientos en el parlamento autonómico, por lo que la diferencia con Murcia y Valencia es algo tan etéreo como la percepción subjetiva de un pequeño grupo de personas, mientras que las similitudes económicas (turismo, construcción, agricultura…) son una realidad mensurable. Idealismo frente a materialismo, religión frente a ciencia. Algunos debates sobre la cuestión nacional entran en el campo de la fe, o sea, de la teología, de ahí que no falten sacerdotes de la independencia que al ver atacados sus dogmas acusen a un crítico de "tío Tom" o de "bufón de la Corte" y pidan a sus compañeros que no pierdan el tiempo discutiendo [3].

Clases sociales

Otros términos se utilizan a conveniencia para confirmar teorías, unas veces de manera tan restrictiva que no cabe nada o, por el contrario, tan amplia que poco queda fuera. Esto ocurre con frecuencia cuando nos aproximamos al complejo mundo de las clases sociales. Siempre me ha sorprendido la pereza de la izquierda para intentar explicar la cambiante composición de clases y reducir la sociedad a las categorías de burguesía y proletariado. Marx quizá abusó de esta dicotomía para escribir panfletos como el Manifiesto comunista o para realizar análisis económicos y sociales con un alto grado de abstracción, como en El Capital, pero cuando se aproximaba a sociedades concretas en épocas definidas sus análisis de clases sociales se hacían extraordinariamente complejos, como comprobamos en El 18 brumario de Luis Bonaparte.

Últimamente me he encontrado con afirmaciones tan sorprendentes como que en Andalucía no existe burguesía, lo que confirmaría el carácter "colonial" de este país. Para sostener tamaña teoría ante la llamativa presencia de empresarios de la construcción, hosteleros, grandes propietarios agrícolas (de fincas o de invernaderos), etc. debe establecerse un criterio extraordinariamente restrictivo de lo que es un burgués, de manera que sólo entren en esta categoría multimillonarios como Botín o Bill Gates. Así nos queda una "Andalucía de trabajadores" frente a una Cataluña o un País Vasco de burgueses, pues en estos industrializados países el listón para entrar en la categoría de burgués se rebaja. En fin, las clases medias y la extensión de la sociedad de consumo a amplias capas de la población no se tienen siquiera en consideración, cuando constituyen factores clave para reconocer a simple vista un país rico de otro pobre, uno expoliado de otro situado entre los privilegiados del proceso "globalizador".

El sector servicios, como ocurre en todos los países desarrollados, es fundamental en la economía andaluza. En él es donde hay que ubicar a la mayoría de las personas empleadas por el turismo, que no son sólo camareros y limpiadores, sino también administrativos, agentes turísticos, guías, guardias de seguridad, enfermeros, médicos, chóferes, profesores de idiomas, conservadores del patrimonio histórico y un largo, etcétera. Desde luego que del turismo viven también hosteleros, comerciantes y otras gentes de la pequeña, mediana y gran empresa. El propio sector de la construcción es potenciado por el turismo en un alto grado. En resumen, una amplia gama de empleos, desde el trabajador precario hasta el del más elevado grado de cualificación, desde el pequeño al gran empresario. Y que no se diga que este sector se desarrolla en las condiciones de la República Dominicana, pues guarda más parecido con su desarrollo en países como Italia o Francia.

Los sectores puramente "extractivos" tienen hoy un peso en la economía que nada tiene que ver con el que tuvieron en el pasado. La minería es ya irrelevante, mientras que la agricultura se ha industrializado, ocupa a poca gente, se beneficia de ayudas de la Unión Europea y buena parte de los jornaleros que emplea son emigrantes. Puede comprobarse a simple vista que los análisis de los independentistas andaluces están anclados en los tiempos de la Segunda República, por no decir en el siglo XIX. Son esas realidades del pasado las que les convienen para colocar en la primea página de su agenda cuestiones soberanistas que, por simple sentido común, no encuentran ninguna audiencia. Más fácil sería abordar las muchas injusticias sociales o el deterioro del medio ambiente con una perspectiva actual, fundada en intentos de análisis racional en lugar de manidos tópicos.

Conclusión

El problema del soberanismo andaluz es que pese a sus reducidas fuerzas militantes ha estado y está plagado de pseudohistoriadores, pseudoeconomistas y pseudolingüistas que sobre la concreta realidad de Andalucía han dicho las más risibles sandeces con el desparpajo del que cree que basta la superioridad moral para desbaratar los argumentos del opresor. Pero la superioridad moral es un arma religiosa; los grandes pensadores marxistas estudiaban con denuedo y pasaron buena parte de su vida entre libros y archivos para intentar derrotar a los opresores con análisis certeros y no con máximas morales.

En fin, la izquierda está plagada de teorías peregrinas y de planteamientos sectarios que se han vestido con el más radical de los lenguajes. Pero cuando nos aproximamos al presente a partir de análisis trasplantados de otras realidades, sin permitir que ésta nos sorprenda con su complejidad, sin aceptar que los datos puedan desmontar nuestra teoría preestablecida, sólo conseguimos marcar fronteras entre nosotros y esa gente a la que aspiramos a liberar. Ya advertía Trotski que el radicalismo verbal es una manifestación de impotencia política.

Notas

[1] Véase www.erllano.org, en particular el artículo de Ángel Velasco "La mentalidad colonial en política". De este autorrecogieron un artículo en la misma línea Rebelión y en Kaosenlared.

[2] Una excelente síntesis sobre esta recesión en el proceso de integración mundial de la economía puede verse en Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2004, pp. 92-115.

[3] Véase el artículo, plagado de insultos y de acusaciones gratuitas, de Francisco López Campos "¿Qué hay que debatir en el BAI sobre Andalucía?", en www.erllano.org.

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