Pedro Casas (sociólogo)
Como preámbulo a este artículo, quiero dejar claro que mi visión de los movimientos sociales madrileños es limitada, pues excluyo de esta perspectiva a movimientos tan importantes como el obrero y otros, sobre los que no tengo la suficiente información como para hacer una valoración adecuada.
En los últimos años se ha producido un cierto resurgir de los movimientos sociales en Madrid, muy por debajo todavía del nivel que requiere los problemas que van surgiendo en nuestra sociedad. Es lo que gráficamente plasmaba una pancarta en una de las movilizaciones contra los parquímetros que ponía “gracias Gallardón por habernos despertado”.
Junto a este resurgir, se ha producido un grado de continuidad que no se conocía en los años anteriores. La lucha de los trabajadores de Sintel de años pasados mostró cómo la combatividad y la continuidad son elementos decisivos para conseguir algo. En Madrid surgen y han surgido muchos movimientos puntuales que el tiempo ha evaporado como azucarillo en el agua. Sin embargo han aparecido otros que han sido capaces de permanecer durante más de un año, con un grado de combatividad y movilización importantes. Como ejemplos citaré el de los vecinos contra los parquímetros en la periferia de la ciudad, y el de los jóvenes por una vivienda digna.
Con todas sus debilidades y contradicciones, el primero de ellos, lejos de haber sido derrotado, ha impedido, al menos por ahora, la pretendida extensión de los parquímetros a toda la ciudad, en un afán por convertir en suculento negocio para las empresas (constructoras) concesionarias, y para el Ayuntamiento (para afrontar nuevas obras especulativas) el aparcamiento en superficie, sin resolver, sino todo o contrario, los problemas de los vecinos afectados. Y a pesar de la lectura intencionada que pudiera hacerse de los resultados electorales, este movimiento no ha sido derrotado.
El de la vivienda ha mostrado la capacidad de movilización de unos jóvenes a los que se trata de catalogar como nuevos pasotas. Y aunque todavía no ha conseguido resultados, ha sido capaz de poner entre los primeros lugares de la agenda política el problema del acceso imposible a la vivienda de capas cada vez más extensas de la población juvenil y no tan joven. A pesar de sus contradicciones internas, este movimiento ha sido capaz de permanecer en el tiempo, e ir tejiendo una red de asambleas locales, muy débiles todavía, pero que pueden ser el embrión de una importante organización que sustente unas movilizaciones que deberán crecer con el tiempo.
Otros movimientos han librado batallas muy dignas, y quizá no hayan conseguido más éxitos por la falta de apoyos de los demás. Puede ser el caso de las plataformas por los servicios públicos, con la defensa del Severo Ochoa como referencia más significativa y elocuente.
Se detecta también entre los movimientos unos intentos de relación que permiten a corto plazo un intercambio de experiencias y una generación de confianza entre sus dirigentes. Estos acercamientos, si continúan, permitirán un “pensar globalmente” y potenciar mutuamente las movilizaciones y organización.
En estos últimos años han surgido numerosas plataformas de vecinos y personas que no han encontrado en las organizaciones institucionalizadas el apoyo que necesitaban, y que permite vislumbrar un horizonte nuevo en el que estas entidades no monopolicen y ahoguen los cauces de participación, movilización e interlocución con las administraciones. Una de las expresiones de este proceso lo constituye sin duda la reciente crisis en la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), con la dimisión de su presidente. Algunas de estas plataformas surgidas al calor de problemas concretos, no han durado mucho a pesar de haber tenido una fuerza notable en momentos puntuales (caso de las plataformas contra la tala de árboles, etc.). Otras por el contrario han sido capaces de trascender el problema concreto por el que surgieron, para dotarse de una estructura organizativa que les permita afrontar otros problemas.
Sin embargo no todo es positivo. Los movimientos en general adolecen de gran debilidad, en su conjunto y en particular. Algunas de las causas de esta debilidad serían, a mi entender, las siguientes:
- En muchos casos existe una mentalidad de respeto al poder, bien sea por el condicionante mediático de una opinión pública manipulada, bien por la dependencia de unas subvenciones que limitan necesariamente sus objetivos. Es lo que llamaría mentalidad “oenegera”.
- Algunos movimientos renuncian a tratar otros temas diferentes al propio, no sé si en una vertiente de la mentalidad anterior, o por un miedo a perder “las esencias”. Por poner un caso concreto, algunos movimientos se mueven con “comodidad” en solidaridades internacionales lejanas, denuncias de violaciones y propuestas de paz, mientras les da pánico entrar en temas o procesos de paz más cercanos, como puede ser el que afecta a nuestro estado, el llamado conflicto vasco. La especialización normal que todo movimiento debe tener, pues constituye su esencia, no debe impedir participar de otras problemáticas que le afectan, quieran o no, y que en definitiva condicionan su éxito o fracaso.
- En Madrid hay una epidemia de sectarismo que envenena casi todo. A estas alturas de las movilizaciones ya es difícil pensar que no haya quien, de manera consciente, se dedique a propagar el virus como si de un arma bacteriológica se tratara. Sea por esto o por la torpeza de los supuestos dirigentes, el caso es que parece que damos un paso adelante y dos atrás. Costará encontrar la vacuna o el tratamiento terapéutico adecuado, pero la epidemia hay que combatirla; de lo contrario estamos condenados a la esterilidad y el fracaso evidente.
- La debilidad de otros movimientos está en su “virtualidad” y falta de base social. Un movimiento social, para que sea tal, requiere estar ligado a problemas concretos que afectan a personas concretas, a las que hay que organizar para que tengan capacidad de defensa y conquista. Pretender movilizar desde Internet solamente, sin el contraste permanente con una población llena de contradicciones, es renunciar de antemano a las posibilidades de éxito. Es lo que a mi juicio ha podido ocurrir con el movimiento de protesta contra la M-30 en su conjunto, que ha carecido de base social concreta, pretendiendo movilizar a toda una población en su conjunto pero sin capacidad de poder valorar los pasos concretos a dar en función de cada circunstancia. Y en la batalla de la movilización mediática, ya sabemos quién tiene el poder, y a quién sirven y de quién comen los medios de comunicación.
- Otro de los defectos que detecto en algunos que se reclaman dirigentes sociales está en el hecho de estar más preocupados en su propia coherencia (sumada a su propia comodidad) que en la eficacia de sus acciones para transformar la sociedad. Hay quien se niega a asistir a asambleas interminables, porque no está dispuesto a perder tiempo. No seré yo quien defienda este tipo de organización, pero a veces es inevitable, y procurar el consenso, que es una de las claves para mantener la unidad de acción, a veces tiene ese precio en horas. Otros en cambio se niegan a crear estructuras organizativas, por un pánico a la posible manipulación y dirigismo. Un cierto grado de delegación es inevitable, como también lo es a veces las asambleas interminables. Lo que no podemos hacer es poner nuestros miedos por encima de las necesidades que una movilización requiera para conseguir sus objetivos. Con todos los defectos que una y otra concepción extrema de la organización pueda tener, estas actitudes personales detectan la mentalidad acomodada de quien antepone sus particulares intereses a los que una transformación real requiere. Deberíamos pensar más a menudo en la cantidad de personas que mueren al día injustamente, y de las que nos hacemos cómplices con nuestro silencio en esta parte del mundo privilegiado.
- Relacionado con lo anterior está el pretender acoplar los calendarios reales a los de uno mismo. Tratar de dirigir un movimiento social requiere una capacidad de sacrificio para acoplar las agendas personales a la realidad, y no al revés. Hacer cosas en los ratos libres está bien; mejor eso que nada. Pero son las circunstancias, las respuestas de los poderes, las coyunturas, las posibilidades propias, etc. las que imponen unos ritmos, de tal manera que el triunfo dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de responder y movilizar en los momentos adecuados.
- La evaluación de nuestras movilizaciones, la valoración de si suponen un avance o un retroceso en una concepción global, es algo que no siempre está presente en nuestras preocupaciones y actividades. Hay ciertos principios que deben guiar siempre nuestra actuación, y estos principios se encuentran en lo que podríamos llamar la ideología, que por supuesto va más allá de una cuestión partidista. Entre los movimientos debemos construir ideología, pues de lo contrario podemos conseguir avances parciales que en su conjunto supongan un retroceso global. Es como cuando a una entidad privada muy revolucionaria le conceden la gestión de algo público; aunque cada caso requiere su propio análisis, lo más probable es que eso sea un paso atrás mayúsculo, por muchos de los motivos que estarán en la mente de quien lea estas líneas, y no necesito explicitar.
- En esta evaluación que debe estar presente en todas las movilizaciones, considero que se hacen pocas acciones que de verdad hagan daño al poder, que favorezcan realmente la organización y concienciación de la población, y que sirvan más allá del lucimiento de la persona o grupo que las promueve, para rellenar su particular “memoria de actividades”
Nos tocan tiempos difíciles; pero el modelo de crecimiento insostenible, por mucho que hoy goce de la complicidad de la mayoría de la población, al menos de la que vota, nos aboca a crisis de envergadura. Necesitamos estar preparados para ser capaces de afrontar respuestas positivas y de avance social, frente a otras regresivas o de tinte ultra-derechista que pudieran generarse. Ese es el reto: impulsar la organización de base, coordinar los grupos y las movilizaciones y evitar los vicios que nos impiden un avance real. Nos toca nadar contra corriente en un mundo desigual, no sólo en nuestra propia sociedad, sino sobre todo a nivel mundial: Es nuestra responsabilidad.
Madrid, 3 de junio de 2007