Josep Maria Antentas / Diagonal
En su artículo “Europa: espacio de lucha” [publicado en Diagonal nº 85]
Toni Negri señalaba correctamente la imperiosa necesidad que tiene la
izquierda europea de pensar en términos continentales. Sin embargo, en
su planteamiento subyace una orientación errónea respecto a la relación
que la izquierda debe mantener con la Unión Europea (UE) actualmente
existente. El argumentario de Negri no es nuevo y entronca con sus
posiciones pasadas de apoyo crítico a la Constitución Europea.
Su razonamiento confunde la necesidad de articular una estrategia continental por parte de la izquierda anticapitalista europea con la subalternización de ésta al proyecto de integración de las elites continentales. Asocia mecánicamente toda oposición abierta a la Europa del Capital con una estrategia carente de perspectiva internacional y de repliegue resistencialista en el marco del Estado-nación. Si bien dicha orientación existe entre algunas fuerzas progresistas, parece difícil de negar que el grueso de la izquierda social y política que ha estado impulsando iniciativas como el Foro Social Europeo o la campaña francesa por el NON a la Constitución Europea lo han hecho desde posiciones internacionalistas, solidarias, y de defensa de “Otra Europa” en el marco de “Otro Mundo”.
Negri descalifica a la “extrema izquierda”
europea y a proyectos como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de
Besançenot en Francia y Die Linke en Alemania, a las que acusa del “abandono del proyecto de la unidad europea” y de defender “posiciones antieuropeas”,
sin aportar muchas evidencias de ello. Conviene señalar, por cierto,
que Die Linke y el NPA son, aunque Negri los meta en el mismo saco,
proyectos nacidos en condiciones dispares y con concepciones
estratégicas diferenciadas. Esquematizando, Die Linke es una formación
anti-neoliberal que no excluye colaborar con partidos y gobiernos
social-liberales para intentar “influenciarlos”, mientras que el NPA
sitúa la lucha contra el neoliberalismo en una perspectiva
anticapitalista y en base a la independencia clara respecto a partidos
y gobiernos social-liberales.
Según Negri “Estos
partidos y partidillos no han dejado de ser republicanos, corporativos
y, cuando no lo son, consideran que sólo pueden reproducirse sobre una
base nacional y que sólo dentro de esas dimensiones pueden construir un
programa”. La afirmación es sorprendente, referida en particular
al NPA de Besancenot. Su organización promotora, la Ligue Communiste
Révolutionnaire (LCR), ha estado desde el comienzo vinculada a las
principales experiencias de articulación de los movimientos sociales
europeos, como las ya lejanas “euromarchas” contra el paro y la
precariedad, el Foro Social Europeo, o las múltiples
“euromanifestaciones” durante las cumbres europeas. También ha estado
implicada en proyectos como el de la Conferencia de la Izquierda
Anticapitalista Europea, que agrupa a varias formaciones políticas
europeas, o el encuentro “Mayo 1968-Mayo 2008” celebrado este año en
Paris, que reunió a una treintena de fuerzas europeas. En él, el propio
Besançenot señalaba la necesidad de reforzar la coordinación de la
izquierda radical europea y afirmaba que “avanzar en la construcción de un partido anticapitalista europeo” será
uno de los objetivos estratégicos del NPA. No parece éste,
precisamente, un horizonte propio de una organización que actúe sólo
“sobre una base nacional” y que no tenga en cuenta la dimensión
estratégica del ámbito europeo como un “espacio de lucha”. Negri es muy
libre de disentir del NPA de Besançenot, pero no es serio lanzarle
acusaciones poco fundadas.
De forma certera, Negri afirma que “sólo
en el terreno europeo la lucha puede tornarse eficaz. Negarlo es
suicida. Y la unidad europea es una tarea que hay que llevar a cabo,
una responsabilidad que hay que asumir”. Pero ello no debe
hacerse sobre la base de una postura subalterna respecto al modelo de
integración europea promovido por el capital, sino desde la
independencia y la confrontación con éste. Ser incapaz de pensar una
estrategia independiente respecto al proyecto del capital sólo va a
conducirnos a graves desorientaciones, a tomar por amigos a los
enemigos y a tirarnos piedras encima de nuestro propio tejado, apoyando
(críticamente, ¡claro!) a políticas que van contra los intereses de los
sectores populares.
La izquierda anticapitalista tiene el reto de formular una estrategia continental, de articular un polo europeo diferenciado de la izquierda subalterna al social-liberalismo, y de reforzar la “europeización” de las luchas y las resistencias. El proyecto que nos propone Besançenot va justamente en esta dirección: la de una izquierda para la cual, como señalaba en el mencionado acto en Paris “el internacionalismo no es sólo una herencia. Es nuestra marca de fábrica. Nuestra práctica cotidiana”. Más claro imposible.
*Josep Maria Antentas es profesor de Sociología en la UAB. Miembro de la redacción de VIENTO SUR.