La carnicería de Gaza: criminal y abyecta

Viernes 9 de enero de 2009

Michel Warschawski / www.vientosur.info

Hay que decirlo y repetirlo: no es una guerra la que se desarrolla en la Banda de Gaza, sino una carnicería realizada por la tercera fuerza aérea del mundo contra una población civil sin defensa.

Hay que decirlo y repetirlo: la carnicería de Gaza no es una reacción “desproporcionada” a los cohetes que tiran los militantes de la Jihad Islamista y otros grupúsculos palestinos sobre las localidades israelíes cercanas a la Banda de Gaza, sino una acción premeditada y preparada desde hace mucho, como así lo reconocen la mayor parte de los comentaristas israelíes.

Hay que decirlo y repetirlo: estos disparos de cohetes no son, como nos lo quieren hacer creer ciertos diplomáticos europeos, “provocaciones inaceptables”, sino respuestas, hay que reconocer que bastante penosas, a un embargo salvaje impuesto por Israel, desde hace un año y medio, al millón y medio de residentes de la Banda de Gaza, mujeres, niños, ancianos incluidos, con la colaboración criminal de los Estados Unidos pero también de la Unión Europea.

Hay que decirlo y repetirlo: no se trata, como se intenta explicar por quienes tienen la memoria corta o selectiva, de un “acto de autodefensa”, mucho tiempo atrasado, frente a una agresión palestina injustificable. Ehoud Barak lo confiesa sin problemas: hace meses que el ejército israelí se preparaba a golpear la “entidad terrorista” llamada Gaza. Como explicaba pertinentemente Richard Falk, informador especial de la ONU sobre los Territorios Ocupados, cuando se define como “entidad terrorista” una zona poblada por un millón y medio de seres humanos, se entra en la lógica del genocidio.

Como el ataque del Líbano de 2006, la agresión israelí se inscribe en la guerra global permanente y preventiva de los estrategas neoconservadores en el poder en Tel Aviv, y por algunos meses aún en la Casa Blanca.

Como su nombre indica, esta estrategia es preventiva, y no tiene necesidad de pretextos inmediatos y tangibles: el Occidente democrático estaría amenazado por un enemigo global que se ha identificado en primer lugar como “el terrorismo internacional” luego como “terrorismo islamista” para convertirse finalmente en el Islam sin más. El “choque de las civilizaciones” de Huntington no es una descripción de la realidad política internacional, sino el marco ideológico de la estrategia ofensiva de los neoconservadores americanos e israelíes, tal como ha sido elaborada en común desde la segunda mitad de los años 80. En esta estrategia de guerra, la amenaza islamista ha venido a reemplazar lo que había sido el peligro comunista durante la guerra fría: un enemigo global que justifica una guerra global.

Si el bombardeo criminal de Gaza goza en Israel de un apoyo consensual, si la izquierda institucional, y en particular el partido Meretz, ha unido su pequeña voz a la orquesta guerrera dirigida por Ehoud Barak, es precisamente porque comparte la visión del mundo que hace del Islam una amenaza existencial que hay que neutralizar de forma imperativa “antes de que sea demasiado tarde”.

Al horror del crimen, hay que añadir lo abyecto de las motivaciones inmediatas: en menos de dos meses se desarrollarán en Israel elecciones generales, y las víctimas palestinas son también argumentos electorales. Los mártires del ataque israelí a Gaza son objeto de una competencia mediática entre Ehoud Barak, Tsipi Livni y Ehoud Olmert, sobre quién será el más determinado en la brutalidad. El criminal de guerra que dirige el Partido Laborista, o más bien lo que queda de él, se ufana esta mañana de haber ganado cuatro puntos en los sondeos. Más allá del cinismo sin límites que mercadea con 350 víctimas palestinas inocentes contra algunas decenas de miles de votos, Barak demuestra, una vez más, su miopía política: en la puja por ver quién es más bestial, y a pesar de todos sus esfuerzos, no logrará jamás superar a Benjamin Netanyahou, al preferir siempre los electores el original a la copia.

Tanto más en la medida que el jefe de guerra se encuentra hoy confrontado al mismo problema que el que transformó la guerra del Líbano en fiasco israelí, un problema bien conocido por todos quienes han iniciado guerras coloniales: ¿cómo terminarla? “No nos detendremos más que cuando hayamos terminado el trabajo”, anuncia con toda la arrogancia de los jefecillos. Pero, ¿cuándo estará acabado “el trabajo”? Cuando la población de Gaza y de Cisjordania acepte capitular ante los sueños coloniales de los dirigentes israelíes y limitar sus aspiraciones nacionales a un “Estado Palestino” reducido a una docena de reservas aisladas unas de otras y cercadas por un muro? Si tal es el “trabajo” que Barak espera poder realizar, el pueblo israelí debe entonces estar dispuesto a una guerra que no será solo extremadamente larga, sino sin final. Y si el Estado judío está bien armado para las blitzkrieg  [guerras relámpago], sobre todo cuando son llevadas a cabo por la aviación, entra rápidamente en crisis cuando se trata de una carrera de fondo en la que los palestinos, como todos los demás pueblos víctimas de la opresión colonial, son maestros.

Es lo que explica que menos de una semana después de que haya comenzado, y a pesar de las declaraciones triunfalistas de políticos y militares, el ambiente en Israel está ya cambiando.
El sábado pasado, algunas horas después de los bombardeos de Gaza, un poco más de mil personas manifestábamos, espontáneamente, nuestra rabia y nuestra vergüenza. Seremos muchos más este sábado por la noche para exigir sanciones internacionales contra Israel y la puesta a disposición ante un Tribunal internacional de justicia de Ehoud Barak y compañía. Estoy seguro de ello.

* Michel Warschawski es portavoz del Centro de Información Alternativa de Jerusalén

** Publicado el 2/1/2009 en www.protection-palestine.org / Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR.

 

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