6. Especificidades de la crisis actual

Lunes 9 de marzo de 2009

6.1.- Dimensión geopolítica y sociopolítica de la crisis actual

Las contradicciones cada vez más explosivas del capitalismo neoliberal vienen manifestándose periódicamente desde mediados de los años noventa con seis crisis en quince años: crisis mexicana en 1994, crisis asiática en 1997, crisis rusa en 1998, crisis argentina en 2001, crisis de la burbuja internet en 2001, crisis de las subprimes en 2007... El sistema de poder Dollar-Wall Street había conseguido hasta la fecha desviar las crisis hacia las periferias del capitalismo mediante el control de la arquitectura financiera internacional. Sin embargo, la crisis actual es cualitativamente más importante porque ya no es la periferia sino el corazón mismo del sistema capitalista mundial el que se ve alcanzado.

Es muy difícil prever las consecuencias a medio plazo de la crisis actual, pero muchos análisis parecen coincidir en que podemos estar entrando en una segunda gran depresión del capitalismo mundial de incalculables consecuencias geopolíticas y sociopolíticas. No es aventurado pensar que las contradicciones interimperialistas entre los distintos bloques regionales de poder (en zonas como el Cáucaso, Oriente Medio, América Latina, etc…) que han aflorado tras el fin de la Guerra Fría puedan agudizarse como consecuencia de la crisis (la crisis de Georgia del verano de 2008 ha sido una primera advertencia de ello).

Las crisis capitalistas agudizan las contradicciones entre clases y conducen a situaciones de fuerte polarización política. Por ello, no es descartable que una creciente inestabilidad social conduzca a sectores importantes de las clases dominantes a optar por salidas autoritarias y reaccionarias. Muy pocas crisis capitalistas se han saldado con salidas progresistas. Más bien, al contrario, se han demostrado propensas a salidas dictatoriales e incluso totalitarias.

 

6.2.- La crisis es global

Pero quizás el gran problema del capitalismo no son sólo las contradicciones internas como sistema económico aislado de la relación con la naturaleza. Este sistema no puede abstraerse de las condiciones y límites que el planeta impone. Como hemos dicho, las clases dominantes llevan a cabo una verdadera ofensiva por encontrar un salto en la rentabilidad de manera estable y, aunque durante algunos periodos consiga relanzar la tasa de ganancia, no parece cumplir el objetivo de hacerlo de manera estable. Cada paso dado mejora las condiciones de la clase capitalista, pero sólo a cambio de una nueva contradicción. El capitalismo es un sistema ahogado en sus propias contradicciones; pero, como recordaba Lenin, ninguna crisis es insalvable para las clases dominantes, mientras éstas mantengan su control sobre los principales medios de producción y sobre el aparato de Estado capitalista. Abandonado a sí mismo, el capital siempre encuentra, tarde o temprano, formas de reiniciar su acumulación, aunque sea mediante nuevas guerras, crecientes desigualdades, mayores estragos medioambientales u otras catástrofes. No hay que imaginar un escenario de “hundimiento final del capitalismo” bajo sus propias contradicciones; sólo la construcción consciente de una alternativa ecosocialista por parte de la mayoría de la población puede derrocarlo y trazar una salida a la crisis de civilización en la que está sumido el planeta.

El gran problema del capitalismo es que la acumulación permanente choca con los recursos limitados que ofrece nuestra Tierra. Los datos sobre la creciente huella ecológica [11] de los países más desarrollados avisan sobre el fin del crecimiento sostenido (al menos a nivel mundial y bajo la producción de estos valores de uso –la satisfacción de determinadas necesidades– actuales). La presión a nivel mundial sobre los recursos es superior ya en estos momentos a lo que la Tierra puede soportar, al menos en el estadio tecnológico [12] actual, y por tanto tenemos que pensar no tanto en las macromagnitudes (PIB, PNB,…) sino en el origen de la generación de bienes para satisfacer necesidades: los recursos naturales. Hasta ahora se ha debatido si el crecimiento sostenido se podía repartir de diversas formas. Pero, en estos momentos, el tipo de necesidades que se cubren y cómo se cubren requiere de una parte de recursos mayor de la que existe a nivel planetario. Dicho de otra forma, no son las macromagnitudes las que nos dicen realmente el tamaño de la tarta a repartir, sino los recursos naturales en los que dicha tarta se origina. Una huella ecológica superior a la biocapacidad nos dice que la tarta para las futuras generaciones será más pequeña.

Y nos dice también que la acumulación permanente global no es posible, (lo cual no quita para que los países más ricos puedan permitírselo). Y si ciertos países mantienen un crecimiento económico es a costa de la biocapacidad (que se traduce en capacidad económica, es decir, de satisfacción de necesidades) de otros territorios o de futuras generaciones. Es decir, la huella ecológica (tal y como podemos ver en el gráfico 10) también nos ilustra de manera clara la diversa presión que hacen los países sobre los recursos y, por tanto, el desvío constante de flujos de riqueza que hay desde los países de la periferia hacia el centro. La gran pregunta es: si la tarta no puede crecer, ¿deben tener derecho a sentarse en la mesa el resto de especies con las que compartimos el planeta, sus habitantes con menos recursos y las futuras generaciones? ¿puede hacerlo en un sistema cuyo vector director es la obtención de la máxima rentabilidad privada en un marco de competencia generalizada y que es incapaz de poner orden y racionalidad a la satisfacción de las necesidades sociales?


Gráfico 10




6.3-Algunos ejemplos del vector de dirección actual y la crisis ecológica: la crisis alimentaria o las privatizaciones.

El fuerte aumento del precio de los alimentos básicos, especialmente importante en el primer semestre de 2008, amenaza directamente la supervivencia de cientos de millones de personas.

Como explican Eric Toussaint y Damien Millet [13] : “Tras un descenso muy importante de los precios de los bienes primarios (materias primas y alimentos) durante más de veinte años, en el segundo semestre de 2007 la tendencia dio un vuelco. En primer lugar en el sector energético y de los metales, y a continuación la subida de los precios atacó a los productos alimenticios. Las subidas fueron desorbitadas. Entre 2007 y 2008, en un año, los precios del arroz y el trigo se duplicaron y el del maíz subió más de un tercio. De un golpe, el 27 de marzo de 2008, el precio del arroz, que es el alimento básico de la mitad de la población mundial, subió un 31% […]”.

Más allá de del cambio climático o las importaciones de China e India (que son exportadores netos frente a importadores netos como la UE o EE.UU.), la crisis estructural del sistema y el neoliberalismo han tenido otra expresión en la llamada crisis alimentaria. Según algunos gobiernos y para no pocas multinacionales, el problema energético podría resolverse mediante la producción de agrocombustibles (el agrobusisness consiguió subvencionar su producción en EE.UU. y la UE en un momento de bajo precio del cereal destinado a la alimentación) y, para ese fin, se drenaron amplios recursos hacia ese sector, desviándolos del destino alimentario. Pero eso sólo explica una parte de la subida de los precios. La otra parte viene determinada tanto por la especulación sobre los productos agrícolas, como por la política agrícola impuesta por los organismos internacionales.

En cuanto a la especulación, ya tras el estallido en 2001 de la burbuja de las empresas tecnológicas, pero fundamentalmente a partir de la crisis de las subprimes, que explotó en Estados Unidos durante el verano de 2007, los inversores se retiraron progresivamente del mercado bursátil e inmobiliario y aterrizaron en el sector de los productos agrícolas e hidrocarburos, como probables espacios para la obtención de pingües beneficios.

Además, según Eric Toussaint, los países de la periferia están especialmente desprotegidos ante la crisis alimentaria, ya que las políticas impuestas por el FMI y el Banco Mundial desde la crisis de la deuda los han privado de la protección imprescindible. Reducción de las superficies destinadas a cultivos alimentarios y especialización en uno o dos productos para la exportación, desaparición de los sistemas de estabilización de los precios, abandono de la autosuficiencia de cereales, reducción de las reservas de cereales, debilitamiento de las economías por una extrema dependencia de las evoluciones de los mercados mundiales, fuerte reducción de los presupuestos sociales, supresión de las subvenciones a los productos básicos, apertura de los mercados y apertura a la competencia injusta de los pequeños productores locales contra sociedades multinacionales...”.

Por otro lado, aunque los límites impuestos por los recursos naturales a la acumulación permanente son una realidad que afectará a la evolución misma del sistema capitalista, tenemos que reconocer que la escasez es, a su vez, fuente de oportunidades (aquello que es escaso se convierte en una mercancía muy rentable). Así, nos encontramos con que en el futuro diversos recursos naturales van a ser objeto de privatizaciones para intentar rentabilizar nuevos espacios que proporcionen beneficios. Planteamos aquí el ejemplo del agua, que se convertirá en unos de los grandes problemas del siglo XXI y que está siendo objeto ya de una fuerte presión privatizadora y de conflicto (Cochabamba, Italia, Comunidad de Madrid, etc.).

El neoliberalismo, al tratar de reestablecer la tasa de ganancia, ha empujado las contradicciones del capitalismo y ha sido incapaz de construir un periodo de acumulación y de rentabilidad estable, al tiempo que ha atacado duramente las conquistas sociales de épocas anteriores, en una suerte de permanente huída hacia delante. Por otro lado, ha exacerbado la lógica irracional del capitalismo en su relación con la biosfera, acelerando el proceso de degradación medioambiental y de calentamiento global. No sólo ha sido incapaz de restaurar la acumulación y garantizar la satisfacción de las necesidades sociales, sino que ha mostrado que nos encontramos en una crisis global (económica, ecológica, alimentaria, social y política) que pone en cuestión el futuro inmediato de la humanidad misma.


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