Izquierda Anticapitalista Zaragoza
CHARLA: Crisis económica y mujer: reflexiones desde un feminismo anticapitalista.
Con Sandra Ezquerra, militante de Revolta Global. Viernes 26 de marzo 19,30 h. en Espacio Colectivo C/ Cantín y Gamboa, 26 (Zaragoza). Picoteo-cena, música y diapos 22,00 en Aso. Cult. Barrio Verde C/ Dr. Palomar, 25.
Organiza. Izquierda Anticapitalista.
Sandra Ezquerra*. Llevamos ya más de un año hablando de crisis y,
frente a la versión oficialista de los medios de comunicación y la
clase política profesional, los movimientos sociales y la izquierda
anticapitalista siguen insistiendo en su carácter sistémico y
multidimensional. Lejos de ser un mero tropezón en el imparable avance
del capitalismo global, la presente crisis responde a las propias
contradicciones internas del sistema y su tendencia innata hacia la
creación destructiva. Ello hace que sus efectos se multipliquen y que,
desde distintos sectores, se esté hablando no únicamente de crisis
económica o crisis financiera, sino también de crisis ecológica, crisis
alimentaria o crisis climática. Pocas veces, no obstante, se menciona
otra cara de la crisis del sistema: una que evidencia de forma
especialmente directa la irresoluble contradicción entre la lógica del
beneficio económico y la del bienestar de las personas, y que, teniendo
en cuenta que las mujeres hemos sido, de manera histórica, las
principales responsables de cuidar a los y las que nos rodean, nos
golpea a nosotras de manera particularmente dramática.
Numerosos países occidentales, entre ellos el Estado español, sufren
desde hace años lo que se ha venido a llamar la crisis de los cuidados
o la puesta en evidencia de la incapacidad social y política de
garantizar el bienestar de amplios sectores de la población. Dicha
crisis ha sido resultado de la entrada generalizada de las mujeres en
el mercado laboral durante las últimas décadas, del envejecimiento
progresivo de la población y de los efectos privatizadores que décadas
de políticas neoliberales han tenido sobre el Estado del bienestar.
Estos factores, junto a los nuevos modelos de crecimiento urbano, que a
menudo han derivado en la desaparición de lugares y procesos colectivos
del cuidado, así como la precarización y la atomización de nuestras
vidas cotidianas, han multiplicado las cargas y responsabilidades de
muchas mujeres con familiares en situación de dependencia, y han
visibilizado la creación de un vacío de presencia y de cuidado para
numerosas personas en situación de autonomía restringida. Todo ello ha
puesto de manifiesto la insostenibilidad de la organización tradicional
del cuidado, que ha sido realizado históricamente por las mujeres de
forma invisible y no remunerada, así como la necesidad acuciante de
redistribuir de una forma socialmente justa y colectiva la
responsabilidad por el bienestar de las personas.
Sin
embargo, ante esta situación, la respuesta de los distintos actores
implicados ha sido profundamente decepcionante, ya que el trabajo de
cuidado continúa considerándose una tarea inherentemente femenina a la
vez que socialmente marginal y económicamente irrelevante. Si bien
recientemente en el Estado español hemos presenciado un cierto aumento
de escuelas infantiles o la aprobación de la Ley de Dependencia, estas
medidas han sido insuficientes y no cuestionan la división sexual del
trabajo. Además, quedan diluidas tras la imparable implementación de
las políticas neoliberales de privatización, liberalización y
desregulación de los servicios públicos. Por otro lado, las empresas
siguen evitando cualquier tipo de cambio real que las aleje de su
lógica del beneficio económico y, ante el debilitamiento de la familia
extensa como red de apoyo fundamental y la persistente evasión de
responsabilidades por parte de los hombres, las mujeres seguimos siendo
consideradas como las principales abastecedoras del cuidado en el marco
de la familia. Ello se da de manera paralela a nuestra sobreexplotación
específica en el mercado laboral y a la multiplicación de la doble
presencia femenina. Las más privilegiadas, ante la dificultad de
obtener apoyo por parte del Estado o de sus compañeros, recurren al
mercado para comprar un cuidado que en gran medida es llevado a cabo,
en condiciones de gran precariedad, por mujeres inmigrantes.
Si bien los Estados occidentales evaden su responsabilidad a la hora de
proporcionar soluciones públicas y sociales a la crisis de los
cuidados, no muestran ningún pudor a la hora de diseñar leyes de
extranjería que canalizan la entrada de mujeres inmigrantes a la Europa
Fortaleza, incluyendo el Estado español, ofreciéndoles como única
oportunidad laboral y vital la realización de unas tareas domésticas y
de cuidado respecto a las que todo el mundo se está lavando las manos.
Pero el escenario es aún más complejo: la llegada de cuidadoras
extra-comunitarias al Estado español no es más que el resultado del
creciente éxodo de millones de mujeres de países del Sur fruto de la
restructuración económica impuesta desde Occidente y sus instituciones
financieras durante décadas, que han desembocado en elevadas tasas de
paro y asfixia del sector público y han golpeado de manera
particularmente severa a las mujeres de esos países. Ante la
imposibilidad de mantener a sus propias familias, muchas de ellas
emigran a lugares como el Estado español para cuidar a las familias de
otros y otras. En el marco de una creciente división jerárquica
internacional del trabajo y de los derechos, mientras que estas mujeres
preparan nuestras cenas, hacen nuestras camas, cuidan a nuestros hijos
y acompañan a nuestros ancianos, sus hijas se crían solas durante años,
hasta que acaban viniendo a substituir a sus madres, dejando, ellas
también, a sus familias atrás. De esta manera, la “cadena transnacional
del cuidado” se convierte en un dramático círculo vicioso que garantiza
la pervivencia del /status quo/ a la vez que invisibiliza su naturaleza
excluyente.
En un momento en el que nos encontramos a
punto de celebrar, de nuevo, el Día Internacional de la Mujer
Trabajadora, es importante y urgente visibilizar la crisis de los
cuidados como fruto de un sistema que no incluye el bienestar de las
personas en sus ecuaciones incomprensibles, de unas ideologías de
género que siguen garantizando que las mujeres cuidemos de todos, de
todas, de todo y de unas desigualdades internacionales que provocan el
éxodo de millones de mujeres y que sirven de coartada para la
mercantilización del cuidado y su imparable marginación. Hace falta un
cambio ya: de expectativas, de lógicas y de sistema. Y por todo ello,
en estos momentos de crisis y desesperanza, pero también de lucha y de
ilusión, no tiene sentido ser antipatriarcal si no se es también
anticapitalista. No tiene sentido ser anticapitalista si no se es
también antipatriarcal.
*Versión resumida del artículo aparecido en* Diagonal, Viernes 4 de Marzo, número 121 <http://www.diagonalperiodico.net/A-proposito-de-la-crisis-que-pasa.html>