Jornadas Por la República, ¿pero qué República?

Viernes 9 de abril de 2010

 Izquierda Anticapitalista Sevilla

Reivindicar hoy la III República en el Estado español es recuperar parte de la memoria histórica de las clases populares y de los pueblos de sus últimos 79 años. Es un intento de rescatar el imaginario colectivo popular sobre una historia social y democrática que atraviesa la II República, la guerra (y la revolución), la resistencia al franquismo, para llegar al “final feliz” de la Transición, marcada por un 23-F en al que la izquierda institucional se puso detrás del rey. Una memoria pisoteada, mil veces falseada y que los discursos “políticamente correctos” pactados tras la transición por las fuerzas políticas, los poderes estatales y económicos tratan de silenciar.

Prueba de ello son los diversos estudios y publicaciones revisionistas sobre el tema que han aparecido en la última época con el objetivo de operar un cambio de sentido en la historia argumentando que la apuesta por los progresos sociales de la 2ª República despertó los extremos políticos radicales de la izquierda que justificarían la dictadura franquista, como si fuera una especie de paréntesis necesario, que se solucionó con la llegada de la democracia tras la tan nombrada Transición política que tantas libertades trajo. Pero esta burda manipulación, que de tantas veces repetida se ha convertido en verdad incuestionable, oculta el porqué de los sucesos, el golpe de Estado de 1936 tenía el objetivo de acabar con el mayor sueño de libertad dado en el Estado español, y los intereses de quienes lo protagonizaron: el ejército "ocupó" su propio país a sangre y fuego, con una represión sin parangón contra los trabajadores y clases populares, para derrotar todas sus conquistas sociales, todo bendecido por la Iglesia, para beneficio de los banqueros, industriales y terratenientes que impusieron su modelo de economía de mercado. Para ello necesitaron los 40 años de la dictadura franquista.

79 años después este modelo antisocial se mantiene: estas instituciones parcialmente reformadas tienen el mismo poder porque fueron legitimadas durante la Transición con el consenso de las fuerzas políticas y económicas, donde se escamoteó la posibilidad de cambiarlo y de retomar las libertades y conquistas perdidas gracias a la traición de la izquierda institucional con las luchas del momento. La Monarquía representa bien lo que supone la continuidad del régimen, garante de que las libertades no atravesarán los límites constitucionales. En los últimos tiempos, insertos en una crisis de civilización del capitalismo, vivimos una ofensiva del capitalismo traducido en las políticas neoliberales que flexibilizan el mercado laboral y recortando los derechos sociales, laborales y las libertades democráticas de los pueblos y las personas, algunos conquistados a través de la lucha 

Por ello, reivindicar la III República hoy es un acto político de primera necesidad para recuperar la memoria colectiva y así conseguir una 2ª Transición donde ganemos las libertades y derechos que nos corresponden, tanto sociales como las de los pueblos del Estado español por su autodeterminación. Pero nosotros nos preguntamos si es suficiente reivindicar la forma republicana frente a la monárquica. Cambiar el régimen político no cambiará nada sino eso no comporta un cambio de modelo social donde rompamos con las lógicas del capital que destruyen la vida por la feroz búsqueda de beneficio, precarizan a miles de trabajadores, sobreexplotan a los pueblos, arrasan los recursos biológicos y degradan la supervivencia del planeta, oprimen a las mujeres con el mantenimiento del patriarcado y estimulan la xenofobia contra el extranjero provocando la guerra entre pobres. Por todo ello apostamos y seguimos luchando junto a miles de activistas de diferentes ámbitos en el combate contra el capitalismo.

Jornadas República, ¿Qué República?

15-16 de Abril – 19:00h - Ateneo Tierra y Libertad- c/Miguel Cid nº 45

Jueves 15 de Abril 19:00 horas Ateneo Tierra y Libertad

República: aspiraciones, frustraciones y Revolución española

  • Pepe Gutiérrez,

historiador y vicepresidente de la fundación Andreu Nin

  • Carmen Yuste,

activista de Movimientos Sociales 

La 2ª República ha sido el paréntesis más grande de libertades y reformas sociales de la historia del Estado español. Libertades que no solamente aparecían como "derechos", sino que algunos fueron puestas en práctica por el pueblo trabajador. Dio lugar a una verdadera "revolución cultural" que tuvo como principal centro las escuelas, pero que también se tradujo en otros muchos ámbitos. A los setenta y nueve años de su nacimiento, muchas de las cuestiones que entonces se planteaban (libertades democráticas, reforma agraria, derecho de las nacionalidades, poderes fácticos, la emancipación obrera, etc.) siguen manteniendo una gran importancia.

Pero debemos hacer un ejercicio de balance crítico y no idílico desde la izquierda de lo que significaron aquellos años. Se olvida a menudo que la 2ª República no llegó a resarcir los deseos de cambio de las clases populares y que eso trajo la gran crisis social de la Revolución española, la lucha del pueblo por su emancipación. Las aspiraciones del pueblo se vieron frustradas porque los estamentos de la Republica se opusieron una y otra a la realización de la reforma agraria, a subir los salarios o a dar la libertad de autodeterminación a las nacionalidades. Al iniciarse la guerra, muchos gobernadores republicanos se opusieron a la distribución de armas a los obreros, tratando hasta última hora de conciliar lo irreconciliable. En plena guerra su preocupación central estribó en contener la revolución. Fue ese mismo pueblo a través del movimiento obrero organizado quien la trajo, quien luchó por la libertad, quien la sostuvo y murió por ella confundiéndola con sus ideales sociales e igualitarios. 

Lo que estuvo en juego entonces fue todo: la civilización o la barbarie, la libertad o la dictadura, la vida y la inteligencia o la muerte y el fascismo. Es por esto que la influencia, el eco de la II República, que se confunde con al Revolución, se proyecta todavía sobre nuestra realidad personal y colectiva.

Reivindicando la III República

  • Representante de UCAR,

Unidad Cívica por la República 

La Unidad Cívica por la República, es un colectivo constituido por aquellos ciudadanos que reconocen en la República, la forma de estado más democrática para los pueblos de la Península Ibérica.
 
Asumen como parte de la historia, las conquistas sociales obtenidas en los periodos republicanos de nuestro Estado. Tanto la I como la II República, fueron proclamadas legítimamente y en paz, mediante Cortes Constituyentes. A su vez, ambas fueron abatidas, por levantamientos militares - Martínez Campos y Franco - con amenazas y violencia, imponiendo la restauración de una monarquía que previamente había sido rechazada por el pueblo.
 
Para ellos es necesario recuperar la memoria histórica, de lo que supuso la República en la vida social y política del pueblo, por lo que reivindicamos su herencia. El proyecto republicano, fue en ambas ocasiones truncado por la violencia desatada de los representantes de la oligarquía española, apoyados por el ejército, la iglesia, y el poder económico, en su lucha para recuperar sus privilegios y explotación ancestral de la sociedad. Ni los 40 años de dictadura, ni los 25 de transición, han conseguido que se olvide dicho proyecto republicano. Por ello, se proponen desarrollar con su acción, el significado de la República frente a la Monarquía.

Viernes 16 de Abril 19:00 horas Ateneo Tierra y Libertad

La Transición: sueños y derrotas. La continuidad del régimen

  • Jaime Pastor,

profesor de Ciencias Políticas de la UNED

  • Pepe Verdón,

 

ex-militante de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR)

La Transición nos habla del fino hilo que hay entre los sueños y las derrotas: de la lucha por las libertades contra el franquismo y la gran decepción que supuso el cambio de régimen. Las instituciones políticas y económicas heredadas del franquismo, la burguesía y las fuerzas políticas se apoyaron en las aspiraciones del pueblo para cambiar el régimen de manera formal pero para seguir con el mismo planteamiento socio económico del franquismo. La izquierda institucional sirvió de catalizador popular para que los poderes entraran con las reclamaciones del pueblo pero para salirse con la suya. Se impusieron las leyes de punto final sobre la dictadura y se firmaron los Pactos de la Moncloa que venían a profundizar las contrarreformas neoliberales. Se afirma constantemente que la Transición fue pacífica y que trajo las libertades al Estado español reflejadas en la Constitución de 1978, pero fue una transición impuesta a golpe de la fuerza y la represión de las luchas y las libertades quedaron encarceladas en el estrecho marco constitucional. Se dio potestad al ejército para mantener la unidad de España a costa de usurpar la soberanía popular.

El monarca y la realeza, legitimados por el autogolpe de Estado del 23F, son la representación viva de la continuidad del régimen franquista frenando la ilusión por regresar a las conquistas democráticas y populares, demostrando que todo había quedado atado y bien atado. La Constitución de 1978 no resolvió las problemáticas sociales de las clases populares ni las de los pueblos del Estado: de ahí que los nacionalismos periféricos se hayan convertido en una grieta en el régimen de la monarquía parlamentaria.

La transición en el Estado español supuso una gran derrota para el movimiento popular pero fueron años de mucha militancia entregada, de solidaridad, de luchas febriles, de ricas experiencias, de sueños compartidos por un cambio de modelo social… que debemos seguir reivindicando.

¿Es suficiente la República? Por un cambio del modelo social

 

  • Ricardo Martín

militante de Izquierda Anticapitalista 

Tres décadas después, la dictadura del mercado impone a través de sus contrarreformas neoliberales duras condiciones de vida y de trabajo a las clases populares en el Estado español. La crisis del capitalismo que vivimos ha disparado esta dinámica: ya hay 4.000.000 millones de parados, más de 450.000 personas afectadas por ERES, empobrecimiento de la economía familiar en un 20% más este año, la microeconomía de la que no nos hablan, endeudamiento del 143%, los desahucios se multiplican y los hogares sin ningún miembro en activo es de 1.500.00 personas. Para algunos sectores la desocupación laboral se convierte en crónica. La crisis afecta más al Estado Español por colapso de su modelo productivo: la especulación urbanística. La vivienda es inaccesible para la inmensa mayoría; la sanidad y la educación públicas se deterioran progresivamente. La exclusión social y la pobreza han aumentado en el estado español. La corrupción política campa a sus anchas, se la represión contra los movimientos aumenta, la xenofobia contra el inmigrante toma las calles y justifica las agresiones fascistas, la degradación del medio ambiente… Estos retrocesos y agresiones son perfectamente legales, porque los ampara la Constitución monárquica.

 

En ese tiempo, la patronal no ha cesado de exigir despidos más baratos y nuevos sacrificios salariales. Por su parte, el gobierno de Zapatero ha entregado sumas ingentes de dinero público a bancos y multinacionales, 160.000 millones de €, 20% del PIB, para sanear los agujeros negros, mientras regateaba subsidios de desempleo y renunciaba a fiscalizar las grandes fortunas. El déficit generado por el Estado debido a estas ayudas recae ahora en las espaldas de los trabajadores: son las subidas de impuestos indirectos, y la reforma fiscal regresiva... Las pérdidas se socializan mientras se desmantelan los servicios públicos y las ayudas sociales en beneficio de lo privado. En este juego unos pierden siempre y otros ganan. Es Robin Hood al revés: se roba a los pobres para dárselo a los ricos.

En este contexto, la reivindicación de la República toma mayor protagonismo. Pero aún reconociendo la legítima aspiración de conseguir una República en el Estado Español como forma de romper con un sistema político oxidado, ésta lucha no resuelve los problemas que enfrentamos al capitalismo si este cambio de tipo de Estado no va asociado a un cambio del modelo social.

El capitalismo, con su búsqueda insaciable de ganancias mediante una mayor explotación de la clase trabajadora, un reparto desigual de los trabajos de reproducción social y cuidados-generalmente asumidos por mujeres- y la apropiación, mercantilización y depredación creciente de espacios y bienes comunes de la humanidad y del planeta, ha conducido a un mundo y a unas sociedades cada vez más injustas e insostenibles, revelando que este sistema ni tiene interés ni es capaz de dar salida a los grandes problemas que se enfrenta hoy en día la humanidad: erradicar la pobreza y la malnutrición que sufren millones de personas, mejorar las condiciones de vida en vivienda, salud, educación, dar trabajo a millones de personas para tener una vida digna, acabar con la destrucción medioambiental, satisfacer, en suma, las necesidades sociales de la humanidad en su conjunto.

Es, por tanto, el sistema entero –y el “modelo civilizatorio” que ha fomentado- el que no sirve y frente al que hay que construir alternativas si queremos evitar que esta crisis ponga en peligro definitivamente el futuro de la humanidad y del planeta entero. Porque nuestras vidas y el planeta valen más que sus beneficios, luchemos por un cambio de modelo social.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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