El pasado lunes, el conocido actor español Willy Toledo declaró públicamente su desasosiego por la muerte del preso cubano Orlando Zapata y censuró al gobierno cubano por no haber sabido salvar una vida que, privada de libertad, estaba bajo su responsabilidad. Pero Willy Toledo tuvo también el atrevimiento de referirse al fallecido como a “un delincuente común” y a algunos de los así llamados “disidentes” como a “terroristas”, reproduciendo la información de las autoridades de Cuba, e inmediatamente los mismos medios, los mismos políticos y los mismos intelectuales que aceptan con naturalidad las versiones oficiales del gobierno israelí, colombiano
o afgano se han lanzado, henchidos de indignación, a romperle
figuradamente
los huesos al tiempo que autoproclamaban su limpieza de sangre
democrática.
Contra Willy Toledo se ha
desatado
una unanimidad oceánica, un tsunami de pulgares boca abajo y
moralizantes
azotes perdonavidas. Como de un apestado, los 9000 actores, bailarines,
directores de escena y dobladores de España representados por Pilar
Bardem se han desmarcado de su audacia declarativa y lo han dejado caer
solo en el abismo. Decenas de portadas, columnas y tertulias se han
rasgado las vestiduras contra la “abyección moral” del actor.
Es en las cuestiones pequeñas donde se revela el estado de salud de una democracia. No es muy grave que se calle la boca a un actor, mutilando y criminalizando sus declaraciones, en un país donde se amenazan las pensiones, se persigue a los inmigrantes, sigue habiendo torturas, se cierran periódicos, se obstruye la memoria, se protege a criminales de guerra y se mandan soldados a invadir y matar
civiles en otras tierras. Algunas de las voces de este coro marcial
reflejan la calidad ética de un medio periodístico y cultural en el
que el desprecio por la verdad es inseparable de la idea de que la
democracia
consiste en imponer a gritos silencio a los demás y de la seguridad
de que el intimidado no podrá responderles. En España hay tres o cuatro
temas que no pueden discutirse en público y Willy Toledo se ha atrevido
a rozar uno de ellos.
Un periódico digital decía
que Willy Toledo se había quedado, lo habían dejado “más solo que
la una”. No es verdad. Si aún no sabe que no lo está, sirvan estas
líneas de apoyo y solidaridad para recordárselo.
Belén Gopegui, Pascual Serrano y Carlos Fernández Liria /Rebelión