Más de un millón de personas en la manifestación de Catalunya contra las sentencia del TC. Vídeo de la mani.

Domingo 11 de julio de 2010

La respuesta al TC desborda Barcelona | elperiodico.com | 11-7-10

La clamorosa respuesta de los catalanes a la sentencia del Tribunal Constitucional (TC), que invalida 14 artículos del Estatut y reinterpreta otros 27, fue ayer de tal magnitud que desbordó no solo las más optimistas previsiones de asistencia, sino también el propio planteamiento de la marcha. Los ciudadanos asumieron el protagonismo y dijeron alto y claro que consideran inaceptable el pronunciamiento del alto tribunal. En muy pocas ocasiones, el uso del calificativo histórico no resulta abusivo. Esta es una de ellas.

Después de tantas y tan intrincadas negociaciones para alcanzar un acuerdo sobre el diseño de la cabecera del acto, los asistentes ¿más de 1.100.000 personas, según la Guardia Urbana; más de 1.500.000, según Òmnium Cultural¿ se rebelaron de forma espontánea e involuntaria contra los partidos políticos, las instituciones y las entidades organizadoras y tomaron la cabeza de la manifestación. Lo hicieron, eso sí, forzados por el colapso generado en el acceso a las calles del centro de Barcelona por donde transcurrió la protesta, que obligó al gentío a subir por el paseo de Gràcia hasta quedar situado delante de la cabecera oficial. Incapaz de avanzar al ritmo previsto, esta acabó disolviéndose antes de alcanzar el punto de destino, en la plaza de Tetuan.

Cuando esta imprevista cabecera popular terminó de desfilar, muchas personas todavía no habían logrado andar un solo paso en la confluencia del paseo de Gràcia y la Diagonal, punto de partida del acto, por lo que optaron por ocupar las calles adyacentes. Sobre la marea humana, un manto de senyeres y estelades, con predominio de las banderas independentistas y su consiguiente grito como protagonista: «Independència». Sin embargo, ampliando el zum de la fotografía, la composición de la protesta fue mucho más transversal. Salió a la calle gente de todas las generaciones. Muchos de los que estuvieron en aquella manifestación de 1977, pero también muchos que nacieron en democracia. Los más jóvenes, por delante, espolearon el acto con sus consignas. Los mayores y un gran número de parejas de media edad con niños pequeños marcharon en la parte final, en un ambiente mucho más tranquilo.

INTENSO CALOR / Las predicciones meteorológicas se cumplieron y un sol de justicia cayó durante todo el recorrido, sin que ello turbara los ánimos de los asistentes. Con puntualidad británica, a las seis de la tarde, los presidentes y expresidentes que debían guiar la marcha se colocaron frente a la gran senyera preparada para la ocasión. El president, José Montilla; sus antecesores, Jordi Pujol y Pasqual Maragall; el presidente del Parlament, Ernest Benach, y sus predecesores Joan Rigol y Heribert Barrera se situaron delante de la pancarta de Òmnium, sostenida por los dirigentes de todos los partidos catalanes, salvo el PPC y Ciutadans.

Prueba de que el protagonismo se lo llevaron los ciudadanos anónimos fue el vía crucis que soportaron las máximas autoridades, que no avanzaron un solo milímetro hasta media hora después de las seis ¿la cabecera estaba a la altura de la calle de Aragó¿. Los ruegos por megafonía de la organización para que el gentío despejase el centro del paseo fueron en balde y se toparon siempre con fuertes abucheos y un grito muy significativo dedicado a los políticos: «¡El pueblo es la cabecera!».

En los laterales del paseo de Gràcia se coció el clamor de la manifestación, mayoritariamente independentista. Más allá de la desafección entre unos y otros, ciudadanos y políticos coincidieron en el denominador común de la protesta, expresado alto y claro a lo largo y ancho del kilómetro y medio que separaba la cabeza y la cola de la manifestación: Catalunya entiende que el TC ha agredido a su autogobierno y que nada será como antes del fallo.

La multitud transversal, cívica y coral reclamó respeto para aquello que votó el pueblo catalán y, a partir de aquí, cada cual reivindicó una u otra reacción: recuperar lo que el Constitucional ha recortado, avanzar con claridad hacia una España federal o, directamente, romper con ella. En este último cometido, los partidos independentistas concibieron desde el principio el acto como el punto de partida de una campaña electoral decisiva para marcar territorio. Fueron, con diferencia, los que más gente movilizaron. Pero, tras lucir músculo, ahora deberán atraer el voto de ese millón largo de personas para demostrar que, como dicen, la ruptura con España es una apuesta creciente entre los catalanes. De momento, ayer, lograron desbordar toda previsión.

SIN FORMALIDADES / No hubo protocolo posible. Montilla prescindió pronto de la americana y marchó hasta el final en manga corta. Maragall hizo lo mismo. Pujol, Benach y Rigol aguantaron estoicos, aunque no más que Barrera, que a sus 93 años tuvo que marchar ayudado de una muleta. El president pidió agua en más de una ocasión ante el fuerte calor, al tiempo que no dejó de escuchar nunca gritos contra él y el tripartito.

Unos minutos después de las siete y media, Òmnium decidió acelerar el programa de actos para intentar dispersar a los manifestantes, pero le salió el tiro por la culata. Mientras la inmensa senyera seguía en el paseo de Gràcia, los actores Lluís Soler y Txe Arana empezaron a leer los fragmentos del seudomanifiesto elaborado por el comité organizador, que desistió de intentar pactar un mensaje conjunto tras el esperpento generado a cuenta del lema oficial y redactó uno por su cuenta, con algún que otro tinte independentista.
Los notas de Els segadors, interpretado por el Orfeó Català, tampoco funcionaron como dispersor. La multitud colapsaba la Gran Via e impedía que la cabecera oficial girase desde el paseo de Gràcia. Los políticos, que habían partido de Aragó a las seis, decidieron disolverse en la Gran Via a las ocho en punto. Cuatro calles en dos horas. Los organizadores no podían garantizar la seguridad y, a gran velocidad, plegaron los 250 metros cuadrados de senyera, que ya había sido doblada varias veces para intentar ganar espacio y avanzar más rápido. Las autoridades se despidieron y cada uno buscó un hueco para escabullirse. Montilla, el peor parado, fue custodiado entre insultos, abucheos y más consignas a favor de la independencia.

FIGURAS DE LA CULTURA / Fuera de la política, las caras más conocidas que desfilaron entre la marea fueron el cantautor Lluís Llach; los escritores Jaume Cabré e Isabel-Clara Simó; el filósofo Josep Maria Terricabras; el sociólogo y director del Institut d¿Estudis Catalans, Salvador Giner; el actor Toni Albà y la cantante Núria Feliu. Sin cargo deportivo ni, por el momento, político, el expresidente de FC Barcelona, Joan Laporta, se sumó a la fiesta. Y es que, como suele suceder, el deporte se coló entre tanta política. La tercera bandera más ondeada tras la senyera y la estelada fue la de Holanda, rival hoy de España en la final del Mundial.

 


 

 Catalunya proclama que es una nación | publico.es | 11-7-10

La vieja proclama de Llibertat, amnistia i Estatut d’autonomia que se gritó el 1 de febrero de 1976 en Barcelona; la histórica reclamación del Estatut de meses después en Sant Boi; la multitudinaria marcha del 11 de septiembre del 77. A esas viejas imágenes, pilares del legado sentimental catalán, se unió ayer una nueva marea humana convocada bajo un lema distinto: Som una nació. Nosaltres decidim.

Una metáfora ilustra el clamor popular que acompañó al mensaje. Tras días de pugna para pactar un protocolo para la cabecera de la marcha que fuera admisible para todas las fuerzas políticas, este, finalmente, resultó invisible. El paseo de Gràcia quedó desbordado y a millares de manifestantes les resultó imposible situarse detrás de la senyera, de la proclama y de los presidentes de la Generalitat y del Parlament actuales y anteriores que tenían que encabezar la marcha. El tapón humano forzó que la manifestación arrancara con 45 minutos de retraso y que, en una hora, avanzara menos de cien metros. Tras una hora y media de estática reivindicación, se disolvió oficialmente la concentración.

La céntrica vía barcelonesa ofrecía un aspecto insólito: en pleno sábado, con los termómetros sobre los 30 grados y un sol inclemente, no eran los turistas los que se adueñaban de sus aceras, sino personas de todas las edades con senyeres (bandera de Catalunya) y estelades (enseña independentista). Los escaparates de boutiques y joyerías pasaban inadvertidos para un enjambre humano que tenía serias dificultades para saber dónde comenzaba la manifestación, puesto que el entramado de calles perpendiculares del Eixample parecían celebrar, colapsadas, su propia marcha.

’Adéu, Espanya’

Entre los convocantes había casi 1.700 entidades, sindicatos y los partidos políticos que representan al 87% del Parlament de Catalunya. Múltiples sensibilidades estaban representadas, pero fue el independentismo el que ganó por goleada la batalla de los símbolos y los lemas.

 La de ayer fue una de las mayores concentraciones de la historia de Catalunya. El número de manifestantes osciló entre el millón y medio que contó la organización y las 1.100.000 personas que vio la Guàrdia Urbana. En todo caso, fueron centenares de miles de manifestantes los que acudieron a la marcha acompañados de decenas de miles de estelades y gritos a favor de la independencia. La estrella del merchandising fue una mano gigante con dos palabras: Adéu, Espanya.

Entre la multitud había familias, ancianos y niños. A sus 85 años, Eduard Martí no podía contener las lágrimas cuando recordaba las marchas de la Transición. "Fue apoteósico, muy emocionante", decía. Junto a él, Isabel, de 48 años, se refería al TC: "Es injusto lo que nos han hecho". Y Joan, de 58 años, culpaba a los partidos catalanes: "A los de aquí les ha faltado ambición; los de allí ya sabemos cómo son". Xavier, de 21 años, era claro. "Quiero a Catalunya; por nuestra historia y tradiciones ya hace mucho que tendríamos que ser un país independiente". Cerca de él, Enrique, con 65 años y gorra del PSC, decía sentirse español. "Soy extremeño, pero de alguna forma quiero a Catalunya".

Semejante variedad de opiniones parecía contradecir a la secretaria general de PP, María Dolores de Cospedal, que horas antes manifestó que la marcha no sería "representativa" del sentir de los catalanes. La magnitud de la protesta fue tal que diversos líderes políticos se pusieron de acuerdo para hablar de que el 10-J supondrá un antes y un después. Artur Mas, presidente de CiU, expresaba esa idea: "Catalunya ha hecho una gran apuesta por un Estado plurinacional, pero el TC quiere una Constitución cerrada". Su conclusión fue que "Catalunya debe escoger un camino distinto".

El presidente de ERC, Joan Puigcercós, constató que "el autonomismo se ha acabado". Visiblemente satisfecho, aseguró que el soberanismo ha encontrado un nuevo nicho: "Hay mucha gente que no es independentista pero que está viendo que no queda otro camino". El secretario general de ICV, Joan Herrera, afirmaba, por su parte, que la jornada de ayer fue "histórica y marcará un antes y un después" y pedía llevar la unión al Parlament.

Un derecho inalienable

Los manifestantes pudieron escuchar las palabras leídas desde el escenario en el sentido de que "Catalunya, como toda nación, tiene el derecho inalienable de decidir libremente su futuro y aspirar si quiere a la plena soberanía". La presidenta de Òmnium Cultural, Muriel Casals, lanzaba un aviso a los políticos: "Que sepan que nos tendrán a su lado si dan el paso adelante que el país necesita".

La marcha, que registró un único incidente cuando un exaltado se encaró con el president Montilla y tuvo que ser interceptado por el servicio de seguridad, vivió pequeñas réplicas en lugares como San Sebastián, Londres, Berlín, Bruselas, Buenos Aires, Nueva York o Los Ángeles. El catalanismo podrá recordar el 10 de julio de 2010 y juzgar si esa fecha sirvió para cerrar la impaciencia de Lluís Llach. "Estoy hasta los cojones de que letras que escribí hace 30 años sean aún vigentes", dijo ayer. Su tema L’estaca fue, como en la Transición, la banda sonora de una marcha histórica.

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