Entre esos datos son significativos las reacciones de los portavoces empresariales y de la derecha política: los titulares tipo “Fracaso general” -y tiene gracia que hayan coincidido en las portadas El Mundo y ABC, esas dos perlas
de la desinformación- no pretenden dar cuenta de la realidad, sino
exorcizarla para tranquilidad de sus clientes, como esos escapularios: “¡Detente bala!” que llevaban los carlistas en la guerra civil.
2. El hecho es que la huelga general, por las posibilidades que abre
más que por lo efectivamente conquistado, ha sido un éxito político.
Sería criminal desperdiciarlo. Por eso es importante reconocer los
puntos débiles, todo lo que queda por hacer para que, a este primer
paso hacia adelante, sigan otros que nos acerquen a los objetivos, aún
muy lejanos, de los imprescindibles cambios radicales en la economía y
la política.
habrá que estudiar con detalle los resultados en sectores y
territorios, especialmente donde la huelga no ha logrado incidir al
nivel necesario (banca, sanidad, enseñanza,…, además del problema ya
habitual del comercio, especialmente en los grandes centros…);
habrá que debatir sobre algunos de los lemas utilizados,al menos
ambiguos: “rectificación”, “así no”,… O de los reclamos sobre el
regreso al “diálogo social”, que permiten hoy a Antonio Gutiérrez en El País reclamar galones de “mediador”.
habrá que cuidarse de las tentaciones de “monopolio” CC OO y UGT sobre
la huelga. Ha habido otros sindicatos que han trabajado mucho por ella,
y con resultados reconocidos, como muestra la manifestación encabezada
por CGT en Madrid, la más numerosa que haya convocado nunca el
sindicato (razón de más para pensar que su participación en la
manifestación de CC OO y UGT habría tenido una repercusión mayor que
una convocatoria paralela). Ha habido además aportaciones originales,
eficaces y ejemplares para el futuro: plataformas unitarias
territoriales, marchas en bicicleta, acciones del mundo de la cultura
(aunque en este caso, menos amplias que en otro tipo de movilizaciones)…
y en fin, es un problema muy grave que ELA y LAB hayan despreciado la
convocatoria, o incluso hayan obstaculizado directamente a acciones de
piquetes. No es un asunto para tratar en pocas líneas y refleja
problemas más antiguos y generales, un abismo sobre el que no se ven
vías de superación.
En resumen, “victoria política” tiene un significado hacia dentro
(demostración de fuerza colectiva; sentimiento de haber derrotado a los
agoreros que aseguraban un fracaso; posibilidad de cambiar el “sentido
común” de las y los de “abajo”, marcado hasta ahora por el escepticismo
y la resignación; inicio de recuperación de militancia sindical de base
de los sindicatos mayoritarios en muchos lugares,… ) y hacia afuera
(digan lo que digan, en adelante no se podrá seguir cocinando la
política económica y social en el circuito cerrado de las reuniones con
los “mercados” y en los pasillos del Parlamento; hay que contar con la
calle, que no estaba invitada a la fiesta, y cuya presencia
desestabiliza el guión previsto).
3. Se ha abierto una brecha en el muro, pero sólo una brecha.
El discurso oficial optimista de los convocantes de la huelga (“todas las huelgas generales han triunfado”, “mas pronto que tarde Zapatero rectificará”…)
puede entenderse para dar ánimos en la preparación de la huelga. Pero
ahora toca enfrentarse a la realidad con esperanza, pero sin ilusiones.
Porque no es verdad que “todas las huelgas generales” hayan
triunfado. Consiguieron objetivos parciales de desigual importancia,
pero no cambios de fondo en las políticas económico-sociales. Si se
quiere, consiguieron “rectificaciones”, en el sentido, de cambios
parciales de alcance desigual (retirada de leyes por la puerta, que
luego frecuentemente entraron por la ventana…).
Pero ahora no nos enfrentamos solamente a una ley; ni siquiera a una
política económica con un margen significativo de reformas. Nos
enfrentamos a una estrategia de hierro, un “ajuste estructural”
sometido norma a norma al diktat de los “mercados”, cimentada en la UE
y a la que el gobierno Zapatero se ha sometido como un vasallo. La
única “rectificación” con sentido es cambiar de base la economía y la
política, autonomizarse de los “mercados” y, por tanto, afrontar sus
ataques. Para ello hace falta un tejido social potente, especialmente
por abajo, en la base de la sociedad; una alianza en la que converja la
izquierda social y política, un periodo prolongado de resistencias y
aprendizaje de nuevas formas de acción y organización… Avanzar en este
camino significa fortalecer una “izquierda de izquierdas”, que ponga
fin al actual mapa político de la izquierda institucional, una de las
peores herencias de la Transición.
4. ¿Se ha abierto un nuevo ciclo político? Por el momento, sólo existe la posibilidad, y desde luego la necesidad de abrirlo.
Hemos ganado todos los que hemos creído y hemos trabajado por la
huelga. Unos más que otros, ciertamente. Pero sería muy conveniente que
quienes salen de la huelga con una autoridad política con signos de
recuperación, en primer lugar, CC OO, miren a su alrededor y recuerden
que no estaban solos, ni mucho menos, en los piquetes, y también que en
los piquetes la convivencia entre gentes de siglas distintas ha sido
mucho más fácil de lo que podría hacer suponer los enfrentamientos
entre las organizaciones. En todo caso, el 29-S representa también una
posibilidad, inédita desde hace veinte años, de que se desarrolle una
izquierda sindical, plural, radical y unitaria, vinculada
cotidianamente con los movimientos sociales
Hay también un espacio nuevo y bien ganado para la izquierda
anticapitalista, compartido con muchas y muchos activistas organizados
y no organizados.
Ahora
se trata de moverse en él con ambición y humildad. Las claves del
futuro están en saber luchar por la unidad y saber vincular los
objetivos anticapitalistas a las luchas cotidianas.
Y las claves del presente están en seguir vinculados a toda esa gente
que en las manifestaciones que concluyeron la huelga tenía la
convicción de que harán falta nuevas huelgas generales, habrá que
trabajarlas mucho y bien para hacerlas, y serán, seguro, más grandes y
más fuertes que el 29-S
Miguel Romero es editor de VIENTO SUR y militante de Izquierda Anticapitalista