Juventud Sin Futuro y mil y una noches en Sol

Lunes 29 de agosto de 2011, por Mar

Carmen Aldama, activista del movimiento estudiantil y militante de Juventud Sin Futuro

Juventud Sin Futuro nace como un espacio de coordinación de los diferentes colectivos estudiantiles de las universidades de Madrid (UAM, UC3M, UCM). La primera dificultad con la que nos enfrentamos es con la necesidad de construir un sujeto político innovador. Tratamos así de generar una identidad compartida en torno a lo que significa ser un “joven precario”.

El primer elemento al que apelamos es al ámbito laboral, en cuanto que el acceso que los jóvenes tenemos al trabajo es cada vez más limitado (tasas de paro juvenil en torno al 46,23%, las más elevada de la zona €uro) y por las condiciones de flexibilidad y temporalidad a las que nos vemos sometidos una vez que conseguimos acceder al mercado laboral. El segundo elemento se centra en el ámbito de la vivienda, ya que somos conscientes de que ésta se ha convertido en un negocio y en un privilegio de minorías sociales en vez de ser un derecho constitucional efectivo. Y en tercer lugar, y como uno de los ejes fundamentales, el ámbito de la educación, puesto que consideramos que ésta es progresivamente adaptada a la lógica del sistema productivo vigente de obtener rentabilidad, en vez de ser la comunidad educativa un espacio que permita el pleno desarrollo de los miembros que la conforman (véase el Plan Bolonia y el futuro proyecto de reforma universitaria la EU2015).

Decía que el sujeto político que tratábamos de construir es innovador porque lo concebíamos dentro de un plano internacional, a imagen y semejanza de las luchas de las compañeras europeas y de las revoluciones del mundo árabe, en las que la organización de la juventud precaria ha sido central en los procesos de movilización. Y en segundo lugar porque hasta el momento, al menos en el Estado Español, este sujeto no ha pertenecido a la división tradicional de lo social. Es un “nosotros” desclasado que por lo tanto carece de apelación o representación política.

Nosotros pretendíamos ser dinamizadores de un motor de cambio que encauzara la indignación generada frente a la salida regresiva de la crisis, que condena a las mayorías sociales y empeora aún más las condiciones del joven precario.

Nos construíamos, entonces, por contraposición a las élites políticas, por la falta de representación que tenemos en y con las mismas, y a las élites económicas por la creciente pérdida de soberanía popular cedida a instancias supranacionales, bienllamadas “mercados”, que no han sido desde luego elegidas democráticamente. En oposición, por lo tanto, a aquello que nosotros denominamos como R€gimen, conformado por quiénes dicen representarnos pero que realmente gobiernan para defender y perpetuar intereses privados.

Para librarnos, en definitiva, del infantilismo capitalista que, a mi juicio, expresa Alba Rico con mucho acierto cuando dice que “lo natural es que los jóvenes quieran ser adultos y ser adultos, aunque el mundo no lo sea, aunque los padres no lo sean, ha significado siempre lo mismo: ser libre, independiente, digno, dueño del propio discurso”.

El apelar a identidades políticas no constituidas era un riesgo y debíamos ser capaces, como señala Iñigo Errejón, de movernos como equilibristas en una cuerda floja que separa dos extremos: por un lado, el tratar de ser excesivamente puros ideológicamente podía hacernos caer en la marginalidad y esterilidad política; mientras que, por el contrario, el tratar de ser masivos podía hacernos carecer de contenido político. Debíamos de conseguir, entonces, mantener el equilibrio entre estos dos extremos siendo, al mismo tiempo, mayoritarios y radicales.

Consideramos que para mantener dicho equilibrio era indispensable emplear dos herramientas, la redefinición de determinados conceptos que hasta el momento habían sido considerados como apolíticos, y la construcción de un discurso propositivo, que llamando de manera simultánea a la autoorganización, elaborase también exigencias concretas a los poderes públicos.

La redefinición y apropiación de aquellos conceptos que habían sido considerados hasta el momento como categorías vacías, que en Juventud Sin Futuro llevamos a cabo desde la teoría, se materializó desde la práctica en el Movimiento 15 de Mayo. A pesar de que los conceptos no fueran los mismos, ya que nosotros nos centramos en términos como el de Juventud y R€gimen y en el 15 de Mayo adquirieron más importancia los de Crisis o Ciudadanía, la fórmula era idéntica: el tratar de hegemonizar determinadas palabras- fuerza dotándolas de un nuevo sentido común.

El concepto de Crisis se nos había mostrado naturalizado y despolitizado al hacer alusión únicamente a la gestión de la misma y no al por qué de las causas de la crisis económica actual o al si era necesario un cambio en el sistema económico vigente. El movimiento fue, en cambio, consciente de que mientras que los beneficios fueron constantemente privatizados, las pérdidas habían sido socializadas, y de que era, entonces, indispensable identificar a los culpables de dicha crisis.

La concepción de Ciudadanía también se ha visto transformada. De una ciudadanía impuesta que se limita a una relación individualizada de intereses y que hace que nos enfrentemos en una lucha competitiva con el otro para defender “nuestras necesidades”, a una ciudadanía que se construye continuamente a través de la organización de los espacios que habitamos cotidianamente, de la participación colectiva en la toma de decisiones y de la aparición en los espacios comunes.

La segunda herramienta no pudimos, desde Juventud Sin Futuro, emplearla hasta transcurrida la manifestación del 7 de abril. A partir de lo que había sido un discurso excluyente de oposición al R€gimen y una vez que vimos aumentar exponencialmente nuestras fuerzas, tratamos de elaborar un discurso constructivo de reivindicaciones concretas. En el Movimiento 15 de Mayo podemos observar, quizás por sus condiciones cuantitativas, la dificultad de transformar el discurso de antítesis, que se refleja en expresiones como “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, en un discurso propositivo. En nuestra opinión es desde los movimientos sociales desde donde debemos ser capaces de hacer una lectura de la política de la acción que caracteriza al Movimiento de Sol, desde la protesta en las calles a la paralización de los deshaucios, para proponer alternativas que aglutinen discurso y traten de transformar el sistema vigente.

De esta construcción política propia del Movimiento 15 de Mayo lo que desde luego podemos destacar es el haber sido capaces de poner en entredicho las relaciones de poder establecidas. Al poder constituido como la relación vertical que se establece entre dominantes y dominados, se contraponía, desde el movimiento, el poder constituyente, como la relación horizontal que se deriva del actuar concertadamente, del construir en común o del convivir colectivo.

Si bien es cierto que el Movimiento 15 de Mayo no puede hacer temblar al R€gimen, aún, sí es alegoría y silueta de una microciudad que debe emigrar del símbolo a la personificación para ocupar la metrópoli en su totalidad, haciéndonos voceros, este Otoño caliente, de lo que podría ser un proceso de ruptura.

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