Invasión interna

Martes 22 de noviembre de 2011, por elecciones

Miguel Romero para Viento Sur

1. Con ser importante, la mayoría absoluta del PP (186 diputados, 10.830.693 votos, 44, 62%; 32 diputados y unos 600.000 votos más que en el 2008) y los cuatro años de manos libres del gobierno en el Parlamento, no me parecen la mayor consecuencia de 20-N para el futuro inmediato.
De arriba a abajo, desde la cúspide del Estado hasta la sociedad, vamos a conocer en las próximas semanas una invasión interna que se irá ramificando fácilmente por el sistema circulatorio del régimen de la Transición, en todos los niveles de las administraciones públicas, de los “cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado”, de las relaciones con los “poderes fácticos” públicos y privados, los medios de comunicación, la cultura, los sectores y las organizaciones dependientes de las subvenciones públicas… hasta las “gentes de bien”, los “buenos ciudadanos” convencidos de que ahora mandan ellos. Sólo se librarán de la invasión Euskadi y, en cierto sentido, Catalunya, porque allí impera ya desde las pasadas elecciones autonómicas, la derecha nacionalista catalana.
Esta situación determina las condiciones necesarias para una oposición y una resistencia social y política que pueda llegar a ser eficaz; es decir que consiga desmentir en la práctica la hipótesis básica del PP según la cual, hagan lo que hagan, no tendrán que enfrentarse a medio plazo a luchas y movilizaciones que sean obstáculos importantes para sus objetivos.
Esa oposición y esa resistencia tienen que lograr ser masivas, ampliamente unitarias, incluyendo a organizaciones sociales y políticas, contar con importantes apoyos activos en todos sectores sociales afectados por la política de la PP, crear apoyos mutuos entre las diversas movilizaciones por objetivos concretos, tener un horizonte a medio plazo…
En resumen, un segundo aliento del movimiento del 15-M, que traduzca a la nueva situación la capacidad de expresar la indignación ciudadana por medio de la imaginación, la movilización y la desobediencia civil que han sido y deben seguir la aportación fundamental del movimiento, ahora aún más imprescindible.

2. La mayoría absoluta da instrumentos no políticas. Se ha criticado, o se ha alabado, a Rajoy por no decir lo que iba a hacer. Avanzo una explicación: no sabe de cuánto tiempo va a disponer antes que suenen otra vez todas las alarmas del “rescate”; no sabe si las medidas que va a aplicar -algunas de las cuales requieren trámites parlamentarios, negociaciones…- tendrán efectos suficientes; si no tienen efecto, no sabe cuáles serán las próximas medidas.
Dicho de otra manera. Rajoy no tiene su “salida de las tropas de Irak”, una decisión inmediata de gran impacto y que se realiza por decreto, que tan buenos réditos le dio a Zapatero en los primeros días de su gobierno. Frente a la magnitud de la crisis capitalista, en una economía y una sociedad amenazadas de “rescate” después de año y medio de ajuste duro, el gobierno Rajoy irá disparando a ráfagas para cumplir los sucesivos “deberes” que le irán imponiendo los “mercados”.
Hará falta mucha capacidad de reacción e instrumentos organizativos adecuados para responder eficazmente. Basar la respuesta en la oposición parlamentaria y los sindicatos mayoritarios sería un error muy grave. Pero sería positivo que tuvieran un lugar en las movilizaciones, aunque no sea llevando la pancarta.

3. El PP viene con una ideología que forma parte de su dispositivo de legitimación y que requiere una lucha específica. No está encontrando la oposición necesaria. Dos elementos de ella me parecen especialmente destacables: el primero, el discurso sobre los “emprendedores”, que cumple una función similar a la que tuvo en su tiempo el “capitalismo popular”. A partir las supuestas “oportunidades” contenidas en la crisis, exalta la transfiguración del parado en empresario, una vía absurda para afrontar una situación de paro masivo, pero que puede ser muy eficaz para recortar los subsidios de desempleos y culpabilizar a los parados de su situación, en la medida en que no se hacen “emprendedores”.
El segundo más conocido, y más peligroso, es la xenofobia suave de la inmigración cualificada y selectiva, que deja crecer por debajo la xenofobia dura que apunta a los inmigrantes como responsables de los problemas sociales, desde el paro a la quiebra de los servicios públicos. Estos temas me parecen mucho más amenazadores a corto plazo que los que son destacados en los medios, pero probablemente no van a ser prioritarios para el gobierno PP, aunque haya que estar vigilantes sobre ellos: por ejemplo, la modificación de la legislación sobre el aborto o el matrimonio homosexual.

4. Vivir una catástrofe es muy diferente a preverla. El resultado electoral del PSOE (110 diputados, 6.973.880 votos, 28,73%; 59 diputados y aproximadamente 4,3 millones de votos menos que en el 2008) es un desastre, en el que destaca especialmente la pérdida de más de cuatro millones de votos, de los cuales al menos la mitad han debido ir a la abstención. Es la consecuencia del fracaso de una política, en parte porque sus resultados son evidentemente muy malos, pero también en parte porque un sector significativo del electorado del PSOE se ha negado a aceptar las justificaciones del gobierno, y del candidato Rubalcaba, sobre su carácter inevitable. Es también una derrota, aunque lo niegue la aspirante a la sucesión Carme Chacón.
El PSOE es un partido derrotado que pasa a la oposición sin moral, sin política, sin dirección y con unos cuantos centenares o miles de contratados del gobierno saliente, del aparato y de su “entorno”, preparando los papeles para el paro.
Hemos entrado así en un “bipartidismo asimétrico” en el que uno de los componentes tiene mucho más poder que el otro. Pero sigue siendo un bipartidismo, en la medida que el reparto turnante de papeles entre el PP y el PSOE, en gobierno y oposición, actúa en interés de ambos y es estructural al régimen de la Transición. El PSOE tardará en levantarse de la lona, pero se levantará. El problema está, a medio plazo, en si se levanta como fuerza mayoritaria de la izquierda, en cuyo caso se tenderá a volver a las condiciones de alternancia bipartidista y estabilidad del régimen de la Transición, o si cuando se levante la oposición está protagonizada por una nueva alternativa sociopolítica de izquierda.
A corto plazo, el problema está en que no condicione, desde su peso parlamentario, la movilización social contra el gobierno del PP. No se trata de excluirlo, pero sí de desautorizarlo.

5. Una de las peores noticias del 20-N es el muy buen resultado de Convergencia i Unió (16 diputados; 1.014.263 votos; 39,33% en Girona; 27,15% en Barcelona; 41,35 en Lleida; 30,55 en Tarragona. 6 diputados y unos 250.000 votos más que en el 2008). En el caso del PP, podemos suponer lo que va a hacer. En el caso de CiU no lo suponemos, lo sabemos: son ataques durísimo especialmente en el sanidad, que han dado lugar a importantes movilizaciones de los trabajadores del sector. El candidato Durán i Lleida no los ha ocultado, sino que por el contrario, los ha exhibido a bandera desplegada en la campaña, por cierto, junto con una versión particularmente xenófoba del catalanismo, que constituye a medio plazo un regalo para la extrema derecha de dentro y de fuera del PP.
Es cierto que la desastrosa política del tripartito –que sólo ha afectado en términos electorales al PSC- tiene una responsabilidad importante en la llegada a la Generalitat de CiU. Pero no es una explicación suficiente: existe una potente sociedad civil de la derecha catalanista que apoya al gobierno de Artur Mas y acepta que los recortes en servicios públicos están motivados por una excesiva aportación fiscal de Catalunya al Estado. La defensa de los servicios públicos y el rechazo de los recortes es, en estas condiciones, especialmente difícil como se está comprobando, pero con independencia del debate sobre el “pacto fiscal”, es una lucha de especial importancia no sólo en Catalunya: la política de la Generalitat en la sanidad pública va a ser el modelo de Rajoy.

6. En cambio, una de las mejores, si no la mejor noticia del 20-N es el impresionante resultado de Amaiur (7 diputados, 333.628 votos; 14,87% en Nafarroa; 19,21% en Bizkaia; 34,80% en Gipuzkoa; 19,11% en Araba). Recíprocamente, es una noticia malísima para el PP, que necesitaría mantener en lista de espera el “conflicto vasco” durante una temporada. No le dejará Amaiur.
Ya sabemos que la agenda de la coalición va a ser estrictamente nacional vasca; no hay datos de cómo va a enfocar los gravísimos problemas sociales que existen también en Euskal Herria. Ya habrá tiempo de valorarlos sobre hechos, no sobre frases de discursos aquí o allá, o rumores. Pero aún en el terreno nacional vasco, simplemente la presencia en el Parlamento de Madrid de un grupo parlamentario independentista va a ser un factor de desestabilización y de sobresalto, y no sólo para el gobierno del PP. Además, esa agenda incluye temas directamente vinculados al conflicto (presos, armas, exiliados…) sobre los cuales los márgenes de negociación y compromiso parecen muy reducidos. Finalmente, el éxito de Amaiur hace imposible su ilegalización, que es un objetivo importante para un sector significativo de la dirección del PP, de la sociedad civil de la derecha y de su “caverna” mediática. De aquí nacerán probablemente los primeros choques internos entre el gobierno y una parte del PP y de su base social.
Por todo ello, aunque Amaiur no tenga “agenda estatal”, la izquierda alternativa estatal tiene que seguir teniendo “agenda solidaria vasca”.

7. Otra buena noticia del 20-N es el resultado de IU (11 diputados, 1.680.910 votos, 6,92%; 9 diputados y aproximadamente 700.000 votos más que en 2008). Va a representar la oposición al PP en el Parlamento con la moral alta, un nivel de movilización importante de su base militante y visibilidad mediática. No cabe duda de que va a ser la referencia política a la izquierda del PSOE.
¿Cómo va a ejercer ese papel? Pues no lo va a tener fácil: las relaciones en el Parlamento con el PSOE, y también con Amaiur, van a ser complicadas, y las relaciones con los movimientos sociales más complicadas aún.
La capacidad de incidencia de un grupo de once diputados en el Parlamento es muy limitada. En cambio, la capacidad para que contribuyan a fomentar la movilización social autónoma es alta. Pero no ha sido ésta la tradición parlamentaria de IU.
Algunos de sus militantes insisten en que el 15-M ha cambiado la forma de hacer política de IU. Es difícil creerlo viendo al aparato en pleno entre quienes rodearon a Cayo Lara la noche electoral. Pero, en fin, veremos. No van a faltar pronto ocasiones para verificarlo.

8. Como dicen los alpinistas, el PP ha hecho cima el 20-N. Ahora toca bajar en una ruta muy peligrosa, llena de obstáculos. Durante un tiempo, la mayoría absoluta le va a dar un margen de maniobra frente a los obstáculos de la crisis. Pero serán las barreras que cree la lucha social las que constituyan un peligro mayor, donde pueda tropezar y hacerse daño. De eso se trata.
El PP va a contar con una baza muy importante, conocida, pero ahora reforzada: “no hay alternativa”. Tenemos que pensar, debatir, probar… para construir una respuesta política a este desafío, si queremos evitar que dentro de unos años, la “alternativa” vuelva a ser el PSOE, más o menos renovado, más o menos apoyado por un “tercer partido”. En este sentido, desde hace ya algún tiempo, el debate sobre la necesidad de plantearse un proyecto constituyente frente a la crisis del régimen ha estado presente en el 15-M. Ha sido uno de los objetivos del programa de Anticapitalistas, aunque apenas se ha hablado de él en la campaña. Creo que es una muy importante tarea pendiente.

9. Está bien el lema del 15-M: “vamos despacio, porque vamos lejos”. Pero la realidad nos obliga a no retrasar demasiado la organización de respuestas concretas frente a la crisis que tengan voluntad y posibilidades de ganar un apoyo social amplio y se orienten a problemas centrales de afrentamos. De las que ahora están sobre la mesa, la que parece más prometedora es la Auditoría Ciudadana de la Deuda, de la que hay ya experiencias en marcha en varios países europeos. Una iniciativa ciudadana y europea contra la crisis sería una magnífica manera de ponerse en marcha tras el choque del 20-N.

10. No me corresponde a mi analizar los resultados electorales de Anticapitalistas (24.426 votos, 0,10 estatal, pero Anticapitalistas se presentaba sólo en 13 provincias; desconozco a qué porcentaje de población corresponde; el mejor resultado se ha obtenido en Barcelona, 11.307 votos; 0,43%). Pero el silencio podía ser mal interpretado.
Los resultados me parecen malos. No importa que fueran más o menos previsibles. Muestra a Anticapitalistas muy por debajo de lo que significa y lo que hace en el día a día. No nos sitúa en buen lugar para el trabajo inmediato en algunos de los temas políticos centrales, por ejemplo, la convergencia de la izquierda a la izquierda del PSOE. Y aunque sea una cuestión puramente subjetiva, no se corresponde en nada con la calidad y la cantidad de las ganas y y el ánimo que se ha puesto en la campaña.
Pero todos esto son datos. No dicen nada sobre el sentido político de Anticapitalistas. Y no pueden decirlo. Los datos están fuera. El sentido dentro. Y no se mide en votos.
El sentido nos lo damos o nos lo quitamos, nosotras y nosotros. Hay muchas y buenas razones para que la gente que hemos votado a Anticapitalistas nos lo demos. Y no se me ocurre ninguna para que nos lo quitemos.

21/11/2011

Miguel Romero es editor de VIENTO SUR

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