Grecia. Los atascos políticos de la crisis económica

Lunes 23 de enero de 2012, por elecciones

Por Andreas Sartzekis Y Tassos Anastassiadis

Las comparaciones entre la Grecia antigua y la Grecia actual no faltan estos últimos tiempos. La “tragedia griega” está de muchas formas en los periódicos. Si hay efectivamente algo trágico en Grecia, es ante todo la fuerza con la que el pueblo griego rechaza aceptar lo que algunos tecnócratas, a menudo poco cultivados, presentan como su destino inevitable: plegarse a los mecanismos de devolución de las “deudas griegas” y por tanto hacer cualquier cosa, incluso imponer un gobierno, no para trabajar a favor de la satisfacción de las necesidades sociales sino para “tranquilizar a los mercados”. Penosa descomposición de la democracia burguesa, que ya pisotea su concepción, sin embargo limitada, de ese principio político. En el país que inventó la democracia, Alain Joxe recuerda en un pequeño texto –publicado en Mediapart el 5 de noviembre- ¡que resulta incluso de la voluntad de poner fin al esclavismo por deudas! La burguesía europea asume su planteamiento reaccionario: incluso si la institución no está (aún) restablecida, la miseria en la que se ha hundido al pueblo griego a una velocidad creciente se parece mucho a un esclavismo de los tiempos modernos. Esta mañana aún, el responsable sindical de una gran fábrica metalúrgica en huelga subrayaba la imposibilidad de ser un “ciudadano normal” cuando se vive con 450 euros por mes y se tienen cuatro hijos. En la nueva situación en que el gobierno del tecnócrata Loukas Papademos no tiene ninguna legitimidad teniendo en cuenta las últimas elecciones legislativas de 2009, está claro que la respuesta popular para ser eficaz debe hoy ligar programa económico y reapropiación y extensión de los procesos democráticos.

La urgencia de una reapropiación democrática de sus decisiones por la población griega remite por supuesto al estado de las fuerzas de izquierda y a sus propuestas: hablaremos de ello más adelante. Pero remite también a las recientes evoluciones y a las decisiones tomadas por los partidos que han acabado, después de agrios debates, por formar un “gobierno de unión nacional”, que es de hecho una de las últimas cartas de la burguesía griega frente a un ascenso hasta hoy creciente de la resistencia popular. Esta resistencia está presente masivamente en el terreno social. Pone ya en cuestión, en la senda creada por la irrupción política del movimiento de los indignados, símbolos políticos mayores. Así, la fiesta nacional del 28 de octubre [1], que supuestamente une cada año al pueblo alrededor de sus jefes políticos, de su ejército –si olvidar a los jefes de la iglesia ortodoxa- ha sido esta vez ocupada por miles de manifestantes que en muchas ciudades han hecho de ella una manifestación decisiva expulsando a los representantes oficiales de las tribunas, para decir no a la dictadura de los mercados, no a “la sumisión a la troika, a la transformación del país en protectorado” según las declaraciones de la heroica resistente antinazi, Manolis Glezos.

Estas acciones que, el año pasado, habrían sido seguramente minoritarias, parecen haber sido muy aprobadas… viniendo tras el inmenso éxito de la huelga y de las manifestaciones de los días 19 y 20 de octubre, una dinámica así y la toma de conciencia masiva que supone y conlleva han sido percibidas por los dirigentes burguesas por lo que son: una puesta en cuestión radical del sistema político y económico a una creciente escala de masas. De ahí la precipitación con la que el primer ministro socialista, Georgos Papandreu anunció dos días más tarde la organización de un referéndum, cogiendo (casi) a todos sus cómplices europeos por sorpresa y abriendo así la puerta a lo que Stathis Kouvelakis llama el primer “golpe de Estado blanco” de la Unión Europea [2].

Referéndum y gobierno de unión nacional

De hecho, la cuestión del referéndum sobre las medidas para salir de la deuda apareció en tres ocasiones desde la puesta en pie de las medidas de austeridad. En la primavera de 2010, la izquierda radical Syriza [3], en las primeras grandes movilizaciones obreras –frenadas tras la muerte de tres empleados de banco en un incendio debido a cócteles Molotov lanzados por misteriosos encapuchados, jamás identificados…- hizo campaña por un referéndum a favor o en contra de las medidas. La respuesta dada entonces por la izquierda anticapitalista fue que el referéndum se estaba haciendo en la calle. Y que el objetivo era lograr la huelga general indefinida. Esta cuestión fue por tanto retrasada hasta la primavera de 2011, no dejando Papandreu pasar ni una ocasión de desear públicamente un referéndum…¡una vez que se hubieran adoptado un máximo de medidas de austeridad! Ni una fuerza de izquierdas o de derechas le siguió en este terreno. El movimiento obrero prosiguió sus movilizaciones, forzando a sus direcciones sindicales nacionales, dominadas por el PASOK, a organizar las huelgas generales de las que nada garantizaba por adelantado que podrían permanecer controladas por el aparato. En la manifestación ateniense del 19 de octubre, que unió al menos a 300.000 trabajadores y jóvenes, emergió el sentimiento, tanto más admirable tras un año de ataques inauditos contra el nivel de vida, de que en el fondo, el poder está en la calle y que es posible y en cualquier caso necesario ir más allá de esa inmensa manifestación. Incluso si al día siguiente las movilizaciones fueron menos masivas, esta fuerza popular no ha dejado de dar mucho miedo en las alturas, más aún teniendo en cuenta que signos de desobediencia más o menos marcados se expresan desde hace algún tiempo entre los cuadros del PASOK, en particular a nivel sindical. Así, la dimisión del dirigente de la federación de la función pública (Adedy) ha sido comprendida como un rechazo a la política de su partido. En este marco, el anuncio de un referéndum sobre la política del gobierno, tras las manifestaciones del 28 de octubre tuvo localmente un doble efecto: sorpresa ante la precipitación del primer ministro, bien comprendida en la izquierda como un acto último para permanecer en el poder (¡el suyo y el de la burguesía!), pero también indiferencia ante un plato recalentado. No solo Syriza no ha aplaudido, sino que ha continuado demandando –como el KKE [4]- la celebración de elecciones legislativas inmediatas.

Dado que esta cuestión ha sido debatida en la izquierda francesa, incluso si el referéndum fue abandonado por “diktat de Merkozy”, se pueden hacer dos o tres comentarios. Primero, la cólera de Sarkozy hay que compararla con la reacción moderada de Alemania: según ciertas fuentes, Papandreu habría discutido este “golpe” con el ministro alemán de Finanzas, siendo el objetivo final forzar con esta amenaza al dirigente de la derecha griega, Antonis Samaras, a aceptar la formación de un gobierno nacional y a abandonar su postura demagógica de condena de las medidas de austeridad con fines puramente electoralistas. En este caso, está claro que la dramatización habría sido querida desde el comienzo, perdiendo quizá Papandreu el poder –no estaba decidido: hasta el final, uno de sus allegados estaba planteado como posible primer ministro- pero ganando políticamente contra la derecha. Incluso en este marco, ¿había que aceptar el desafío y exigir el referéndum? Es una pregunta que pocos se plantean en la izquierda griega. Pues plantear la pregunta, ¡es responderla! KKE y Syriza quieren ante todo elecciones legislativas y la izquierda anticapitalista no tenía ninguna gana de perder un tiempo loco –lo que se habría producido- en discusiones sobre si entrar o no en la maniobra de Papandreu. No estamos en la situación francesa de 2005, en la que un marco unitario por el No de izquierdas- con todos los inconvenientes sobre las perspectivas ulteriores de esta unidad- fue posible. Un marco así no está desgraciadamente en las tradiciones de la izquierda griega. Construirlo en esta ocasión habría tomado mucho tiempo, cuando el referéndum apenas tolerable por la Unión Europea habría debido tener lugar a mediados de diciembre. Además: las preguntas impuestas no habrían sido tan simples como “¿A favor o en contra de las medidas de austeridad?”, sino que habrían sido sobre el mantenimiento o no en la zona euro y por tanto en la UE. Se puede contar con el clima de miedo que habría creado la burguesía griega a través de sus partidos, sus medios y quizá sus provocaciones –con, por supuesto, chantaje con el salario de los funcionarios imposible de pagar a partir de diciembre- para comprender además que el no de izquierda no estaba ganado, a pesar de las apariencias….

Un gobierno extremista

El episodio “referéndum” ha concluido pues en lo que buscaban desde hacía muchos meses Papandreu, la UE y el FMI: un gobierno de unión nacional. Aunque la propaganda lo presenta como una medida de sentido común, insistiendo en el carácter tecnocrático del primer ministro, hay que designarle claramente por lo que es: un peligroso gobierno extremista.

En primer lugar, está constituido por peligrosos fanáticos del “único camino posible”, el de los mercados, a los que el gobierno tiene por tarea prioritaria, si no exclusiva, “tranquilizar”. ¿Qué hay de los intereses de la población? ¡Ni una palabra! Y su jefe Papademos ha sido presentado, con razón, como un elemento clave de la política de maquillaje de las cuentas griegas para poder entrar en el euro. Este fanatismo será tanto más fuerte en la medida en que el gobierno no tiene ninguna legitimidad popular: en el otoño de 2009, el voto mayoritario se había pronunciado por un gobierno PASOK cuyo programa (¡mínimo!) contemplaba medidas sociales…. Papandreu ha indignado a la población también por su forma empalagosa de hacer pasar por medidas sociales el desmantelamiento de incluso las conquistas mínimas. Pero Papademos no intenta siquiera dar el cambio: Grecia conoce ya una plena dictadura política de los mercados. Igualmente repugnante, por supuesto, la introducción en este gobierno, 37 años después de la caída de la dictadura militar, de adoradores de esa junta, encarnados por los ministros y secretarios de estado (tres en total) pertenecientes al partido LAOS, que se podría comparar con el Frente Nacional, intentando jugar su jefe, Karatzaferis como Marine Le Pen la carta de la respetabilidad, por tanto de la credibilidad como última carta para la burguesía. Laos tiene una doble particularidad: es un movimiento racista, con discurso permanente contra los inmigrantes; y profesa un antisemitismo ni siquiera disimulado. Hay ya en el gobierno ministros que provienen de la extrema derecha neonazi. Si el PS francés tiene razón en no saludar por esta razón al nuevo gobierno griego, estaría aún mejor inspirado si hiciera dimitir a Papandreu de su función de ¡presidente de la Internacional socialista! El extremismo de este gobierno se verifica ya en el proyecto de presupuesto: cuando E. Venizelos, ministro del PASOK de economía se jacta de que no habrá nuevas medidas, el proyecto de presupuesto prevé de hecho 3,6 millardos de euros de impuestos diversos suplementarios…

Muchos interrogantes existen en cuanto a la viabilidad de este gobierno. Remiten a una cuestión de fondo: ¿qué forma de poder después? Sabiendo que la burguesía ha agotado casi todas sus fórmulas tradicionales de poder… Papademos responde diciendo que su gobierno no tiene límites de tiempo. Consciente del hecho, que obligada a colaborar, la derecha corre el riesgo de quemarse (y, por tanto, no ganar mañana las elecciones), Samaras exige elecciones el 19 de febrero. Sin temor del ridículo, explica que no es un gobierno de unión nacional… cuando su partido tiene seis ministros y secretarios de estado. La crisis es fuerte en sus filas, entre los centristas declarados –“hay y es necesaria la unión nacional”- y la línea populista. La implosión es posible; un antiguo ministro “centrista” acaba de ser expulsado.

¿Hace el LAOS un buen negocio? Nada está menos claro: jugar la carta del “interés superior del país” como hace su caudillo –que ha puesto en escena el último resurgimiento en el siniestro escenario del nuevo gobierno, conducente a hacer nombrar a Papademos- y, por tanto, participar directamente en las medidas de austeridad puede privar a este partido de una base popular que se ha manifestado en precedentes elecciones. El recurso a la extrema derecha sería entonces el de movimientos neonazis como la banda de matones racista del Alba Dorada (Chryssi Avgi) que ha logrado avanzar en las elecciones municipales en Atenas.

En cuanto al PASOK, se puede pensar que su supervivencia está comprometida: al margen de las querellas de jefes entre Papandreu y su “troika interna” (con la ministra de Educación, que ha hecho aprobar la reforma liberal de la universidad), lo importante es la desmoralización creciente de los cuadros y, por supuesto, de la base. Electoralmente, el PASOK no lograría más que el 15% o el 20%... pero lo principal es la condena de la política antisocial de su partido, acentuada por una cólera manifiesta ante la entrada de la extrema derecha en el gobierno. ¡Incluso si no ha sido rechazada más que por dos diputados de 153! Se podrían citar múltiples tomas de posición de militantes del PASOK tomando sus distancias, como C. Polyzogopoulos, antiguo dirigente de la GSEE (la confederación del trabajo).

Perspectivas en la izquierda

Es evidente que estas evoluciones en el seno del partido de masas que ha sido el PASOK deben ser observadas por la izquierda, que debe poder ofrecerlas un marco. Pero un marco sin concesiones: no se trata de ofrecer a antiguos burócratas la ocasión de “enrojecer” un poco y rehacer una carrera, sino de abrir lo más ampliamente posible perspectivas que, a fin de cuentas, no pueden más que ser de 100% a la izquierda, teniendo en cuenta ya la urgencia resultante de los callejones sin salida políticos de la burguesía. Sin embargo, desde este punto de vista, la izquierda griega –a la izquierda del PASOK- marcada por su historia profunda, va con retraso a la vez en relación a los ataques contra los trabajadores y en relación a sus respuestas en términos de poder alternativo.

Mientras las intensas movilizaciones de todos estos meses habrían debido desembocar en una coordinación permanente de los sectores en lucha y en vías de autoorganización, los sindicatos de base, ligados a la izquierda radical y anticapitalista, siguen sin ser capaces de proponer una prolongación inmediata a las huelgas generales de 24 o 48 horas: no basta con exigir la huelga general indefinida para que sea creíble. Sin embargo, en este período, podría serlo. Esto remite por supuesto a la división existente sobre el terreno, en el que el KKE en particular ha creado su estructura sindical, Pame, a la que hace actuar al margen de las estructuras hoy reconocidas (con la dura experiencia para él de haberse quedado completamente minorizado el 19 de octubre, ahogado por la amplitud de los demás cortejos sindicales). Pero esto remite en última instancia al carácter reformista tanto del KKE como de Synaspismo, partido central de la coalición radical Syriza: a pesar de los discursos justamente radicales, ni uno ni otra están dispuestos a un enfrentamiento durasostenido con la UE para ir hacia una Europa de los trabajadores, y Synaspismos estaría más bien a favor de examinar cómo renegociar una parte de la deuda.

Sin embargo, las cosas avanzan. No tanto del lado de los indignados, cuyo movimiento no ha recomenzado verdaderamente después de septiembre, algo que se explica por la prioridad dada a las movilizaciones sociales. Los avances vienen más bien de las convergencias que comienzan a operarse en la izquierda revolucionaria, primero a través del proceso de construcción de la izquierda anticapitalista Antarsya. Su congreso acaba de reunir a 900 delegados representando a 3.000 miembros, hombres y mujeres; ha examinado una cuestión nueva para la mayor parte de las fuerzas de la izquierda revolucionaria: la de verdaderos frentes unitarios de lucha, lo que puede parecer una evidencia en Francia, pero sigue sin serlo en Grecia. Así, podrían realizarse acercamientos con las fuerzas revolucionarias miembros de Syriza, gracias a un trabajo común sobre el terreno, como en los comités contra el cierre de los contadores eléctricos de quienes no pueden pagar sus facturas. Apoyado por discusiones como la que reunió a un dirigente de NAR [5] (componente de Antarsya), de la izquierda de Synaspismos y S. Kouvelakis, en la puesta en marcha de propuestas concretas sobre la deuda y Europa fuera de los estrechos círculos de discusión, este proceso podría avanzar a grandes pasos, sobre un terreno político que ya le está en principio ampliamente abierto. Hay para esto tres condiciones: poner en el corazón de sus preocupaciones un planteamiento de “todos juntos” que convenza a la base del KKE; ser plenamente consciente de las urgencias, es decir no solo de las oportunidades políticas (sobre el papel todo el mundo es consciente de ello) pero sobre todo del hecho de que la urgencia social no puede esperar más: Grecia está hundida en una espiral de pauperación y de miseria a la que hay que dar respuestas políticas y organizativas concretas; estar plenamente apoyado por la izquierda radical y anticapitalista europea, aunque solo fuera por alejar las tristes sirenas del nacionalismo que por ejemplo, hemos podido ver intentando convertirse en un ala del movimiento de los indignados.

http://www.npa2009.org/content/gr%C...

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Notas

[1] Tout est à nous! hebdo n° 122 (3/11/2011).

[2] http://www.npa2009.org/content/gr%C3%A8c

[3] Syriza es una coalición de organizaciones de la izquierda radical griega, de la que Synaspismos constituye la principal componente.

[4] Partido Comunista griego

[5] Nueva Corriente de izquierdas. Principalmente proveniente de una escisión de la organización de juventud del KKE, NAR participa en Antarsya, la coalición de la izquierda anticapitalista.

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