In memoriam Daniel Wagman. Good bye friend Dany

Miércoles 25 de enero de 2012, por Mar

Manuel Garí/Viento Sur

Hace 20 días que Daniel Wagman murió. Veinte días que recibí la noticia. Veinte que conservo en mi mesa la esquela que da cuenta de la misma. Esa misma noche me puse a escribir unas líneas de recuerdo hacia un fraternal camarada, que, además, en medio de las actividades políticas establecía puentes de amistad con quienes colaboraba. Y no pude. Bloqueado, no sabía como comenzar. Ni al día siguiente. Ni en los siguientes días. Hasta hoy. Y no por falta de ganas y motivación. El origen de la parálisis no era otro que un fatídico pensamiento: Dani es el cuarto compañero del núcleo de compañeros y amigos de la Comisión Anti-Otan de Madrid, podríamos decir de la almendra de la misma, sobre el que escribo unas líneas tras una enfermedad doliente y una muerte prematura en los últimos tres años. Antonio Estevan, Carlos Otamendi, Ramón Fernández Durán… y ahora Dani, “el americano”. ¡Joder, cómo se cebó la desgracia en tan pequeño círculo!

El alud de elogios tras la muerte del dinosaurio fascista de Villalba (Lugo) me ha espoleado para retomar mi empeño de escribir sobre un tipo corriente nada corriente, radical, alternativo, un revolucionario en suma. De esta noche no pasa. Se lo debo. Otros lo habrán hecho ya desde sus percepciones o desde un conocimiento de Dani más amplio, más íntimo. Ello no es óbice para hacerlo desde el mío. Necesariamente limitado (no formábamos parte del mismo círculo cotidiano, aunque compartíamos amistades) y acotado en el tiempo (entre los años 1981 y 2001).

Una primera “seña de identidad” de Dani Wagman que saltaba a la vista tras el primer contacto era su capacidad de adaptarse (Filadelfia, Sacramento, Santa Cruz de California, Madrid… ) sin dejar de ser de cada sitio, de comprender con distancia las cosas del “otro”. Era un tipo de persona con el que se empatizaba inmediatamente. Incluso cuando se discrepaba. Eso facilitó no solo el que tuviera muchos espacios diferentes y diferenciados de amistad, sino también el que fuera cosa fácil convenir acuerdos en el seno de la Comisión Anti-Otan, a pesar de que en la misma convivíamos gentes de diferentes partidos (él del MC, otros, como yo, de LCR). Cosa que visto hoy puede parecer lógico, pero, visto en el fragor del momento, era una virtud de la forma de trabajar de Dani. No intentaba “hegemonizar” sino compartir la lucha. Esa misma conducta observó cuando su organización y la mía se unificaron. Y cuando rápidamente fracasó el proyecto. Él dejó su organización pero no dejó ni de militar ni de llamar a quienes nos consideraba camaradas. Fue un constructor de redes, puentes y plazas al servicio siempre de las causas en las que se empeñaba y de las gentes con las que las compartía.

Era un yankee anti-imperialista que, lejos de los estereotipos primarios con los que han funcionado los estalinistas norteamericanos, tenía un discurso geopolítico bien informado, elaborado y complejo que sabía expresar de forma directa y pedagógica. Al regresar de un viaje a la URSS con otras gentes anti-OTAN de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas narró a El País y a quien le quisiera escuchar cual había sido su mensaje hacia los soviéticos mediante una sencilla frase: "Aunque es verdad que Estados Unidos ha llevado la delantera, muchos opinamos que también la URSS en los últimos 40 años ha aumentado muchas veces la tensión bélica; de hecho, ellos consideraban una equivocación la instalación de los SS-20 en Europa oriental". Eso decirlo allí y en aquel momento implicaba claridad y coraje político, pese a la incipiente perestroika.

Y hablando de viajes, merecía la pena viajar con él, conversador ameno, se preocupaba que todo fuera bien en el trayecto. Particularmente en los viajes políticos pues aprovechaba para “socializar” los muchos conocimientos que tenía sobre los países y sus gentes y al no ser viajes de trabajo no andaba preocupado de cómo iban las cosas a sus clientes. Pero sí que estaba pendiente de sus amigos. Fuimos juntos a Nueva York a una sesión del Tribunal Internacional de los Pueblos contra la guerra del Golfo, cuya sesión impulsaba quien había sido fiscal general de los Estados Unidos en la presidencia de Johnson, Ramsey Clark, un año después de la primera de las agresiones imperialistas a Irak. Yo me hospedaba en casa de unos amigos, él tenía habitación en un hotel porque luego de la reunión partía como guía en un viaje organizado. Me insistió como diez veces en el trayecto del aeropuerto a la ciudad que nunca perdiera de vista mi equipaje porque había mucho ladronzuelo menudo en la meca de los grandes ladrones de Wall Street, ciudad que yo no conocía y, en la que me decía, yo era un guiri a todas luces por la pinta. Así hice. Pero ¡ay! No se aplicó el cuento mientras chequeaba en la recepción del hotel y en unos segundos se quedó con lo puesto. No respetaron su planta de very wasp. Pero no pareció importarle la pérdida. Al día siguiente con la mejor de sus sonrisas me explicó las causas de la pillería y la pequeña criminalidad en la gran metrópoli capitalista y volvió a insistirme en que velara por mi equipaje en el viaje.

Una de las primeras cosas que me contó al conocernos era que su familia –me dio la impresión que era medio cuáquera, medio comunista- de la que se sentía orgulloso había sido perseguida por el macarthismo. La segunda, que él tenía puntos de vista algo diferentes, sobre todo tras su llegada a Europa. Y no podía ser de otra manera. Fue una persona inquieta en búsqueda permanente de explicaciones, razones, causas y temas sobre los que intervenir. Pensaba con su cabeza sin intermediación de intérprete alguno de los textos y no aceptaba ortodoxia que no pasara la prueba de la práctica. Eso facilitó ese diálogo cooperativo del que antes hablaba pero también le llevó muy pronto a adoptar posiciones novedosas, ecologistas, por ejemplo. Vale la pena releer “Vivir mejor con menos”, escrito por Dani y Alicia Arrizabalaga, en el que nos ponen en guardia sobre el consumismo, y proponen cambiar el mundo y el modo de vida (¡Qué lejos estaba del american way of life!).

Fue uno de los primeros al que escuchamos en el ámbito de la izquierda marxista radical (pero, a la sazón, todavía convencional) hablar de temas que luego más tarde han ido adquiriendo importancia. Por ejemplo, cuando afirmaba algo que hoy es común para muchos investigadores sociales pero no lo era en los primeros ochenta en España, como que para conocer la evolución de una sociedad, sus desigualdades, sus hábitos, su modelo productivo y sus quehaceres una fuente de información de primer orden era remover la basura casera y también la de los “asentamientos de deshechos”. También fue uno de los pioneros en el impulso de redes de trueque o de proponer la creación de sistemas “bancarios” sin ánimo de lucro gestionados por la gente. En la misma línea innovadora se inscribe su fallido intento empresarial desde Años Luz en torno a “otro turismo”, que le llevó a desarrollar propuestas que pretendían ser ambientalmente sostenibles y posibilitadoras de cierto contacto humano directo con las poblaciones visitadas más allá de la relación existente con los empleados de un ressort.

Pero particularmente alternativo demostró ser cuando empezó a trabajar tempranamente en temas de exclusión social sin rentabilidad política inmediata. Para Dani la política era pasión constituyente pero estaba en las antípodas del politiquerío. Por eso hay que poner en valor sus experiencias profesionales en las que, realmente, actuaba como activista social; como luchador político. Tal es el caso de su participación en el Equipo Barañí en torno a la exclusión social en estado puro (sigue siendo interesante repasar el Mujeres gitanas y sistema penal). Y, ¡por supuesto!, su participación en el proyecto gea21 (de nuevo hay que recordar a Antonio y a Ramón). Dicen sus compañeros de consultora que “sus trabajos se orientaron desde el principio hacia tres cuestiones: el medio ambiente y la ecología; la economía social y las alternativas a la economía tradicional, y la lucha contra la discriminación de las minorías, con especial atención a los temas de la seguridad, el delito y la criminología”. Lo que resulta acorde con las preocupaciones que arriba señalaba.

Estudió diversos aspectos de la situación de la población gitana, le interesó analizar los mecanismos socio-políticos que arman la criminalización de las minorías étnicas y a la población inmigrante, los estereotipos y prejuicios sobre la seguridad ciudadana. Por ello resulta de actualidad -tras el vendaval reaccionario que ha asolado las urnas el pasado 20N- desgranar las ideas, pero también su apego a los datos empíricos, contenidas en trabajos como “Integración e inmigración” o “Estadística, delito e inmigrantes”, de éste último extraigo ideas que podían haber sido escritas ayer:

“Las dos cuestiones que aquí se relacionan, delito e inmigración, son ambas motivo de una gran preocupación social y un tratamiento alarmista, simplista o superficial de las mismas puede tener efectos muy negativos para el conjunto de la sociedad. Pero en el caso del tratamiento que se ha dado a estas cuestiones en los últimos meses sucede además algo mucho más grave: los datos y conclusiones presentados son en gran medida complemente erróneos, cuando no falsos. (…) Otra falacia muy importante es la creencia de que el número de personas detenidas o el número de reclusos reflejan el nivel de delito de una sociedad. En el primer caso es importante recordar que alrededor de un 90% de las personas detenidas nunca son juzgadas. (…) Es importante reconocer que el número de personas encarceladas no guarda una relación automática con el nivel de delito, sino que es el resultado de una serie de complejos procesos de decisión en toda una diversidad de ámbitos.”

Tras las primeras declaraciones de la recién nombrada Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes Cuencas, va bien convenir con Dani que “podría suceder que una de las mayores fuentes de inseguridad en la sociedad fuera no tanto la existencia de delito, sino la extendida alarma creada en torno a ella debido a la ignorancia o el interés”.

En tiempos de individualismo, insolidaridad y ausencia de dignidad de clase entre los trabajadores y trabajadoras, cuando proliferan en los barrios de nuestras ciudades conflictos entre los pobres y ganan votos los discursos xenófobos, resulta esclarecedor -como se plantea en el citado texto- que:

“La creciente tendencia de relacionar la inmigración con la criminalidad es una de las más peligrosas y destructivas que enfrentamos. Por eso es de suma gravedad e irresponsabilidad que los representantes políticos y los medios de comunicación contribuyan a fomentar aún más estos estereotipos. Aunque la explicación parece clara: se trata de que vengan inmigrantes que trabajen barato y duro, pero hay que tenerlos achantados y temerosos. Y para que no se les vea como víctimas de la explotación, los prejuicios y la discriminación, y como buenas vecinos y compañeros, qué mejor que crear la percepción social de que son conflictivos, irrespetuosos y peligrosos, indignos de nuestra solidaridad.”

Dani, un americano fiable, un compañero de viaje generoso, un camarada de mil y un batallas, nos advirtió, sabedor de lo que pasaba en ambas sociedades opulentas:

“Ojalá que no acabemos como en los EEUU, donde una gran parte de las contiendas electorales los gana el candidato que propone las medidas mas bárbaras para luchar en contra del `crimen’ y más mano dura con los presos y como resultado dan cifras de encarcelamiento 7, 8 ó 10 veces más alta que en los países de la UE”.

Hasta siempre, colega. Una lástima no poder contar con tu amabilidad y tu seny.

Manuel Garí es miembro de la redacción de VIENTO SUR

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