El combate por la historia continúa

Jueves 23 de febrero de 2012, por Mar

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Hace nueve meses que la sucia historia del contenidos y fines del “Diccionario Biográfico Español”, obra producida bajo el gobierno “socialista” de Zapatero por la muy Real Academia de la Historia y financiada desde la FAES con dineros público (el Estado son ellos), no estalló en la cara cuando –normalmente- este tipo de cosas habrían pasado desapercibidas. Por cierto, igual es que el ministerio de Cultura otorga a la FAES unas millonadas de subvenciones a una proyecto de este tipo sin que exista una comisión capacitada para registrar y valorar de qué se trata, ¿se imagina alguien que otra Fundación podría hacer algo similar aunque fue por la décima parte de la inversión pública?

¿Por qué no sucedió así?, pues, primero porque el diario “Público” tiró de la manta, lo cual es una muestra que aún con todas sus contradicciones, este diario está mostrando un interés por la memoria popular, por los vencidos, que estaba a años luz de lo que había sido habitual en “El País”. Segundo, porque la noticia causó un revuelo en una población trabajadora e intelectual que se había cansado de comulgar con piedras de molino.

En realidad, Diccionario Biográfico Español”, no era más que una pieza más de la historia que la derecha heredera del franquismo ha vendido a través de sus poderosos aparatos de difusión. Su esquema argumental no es otro que el que le interesa al PP, y tiene la misma catadura que la exaltación de Fraga Iribarne, y las mismas complicidades de quienes asistieron mudos a dicha exaltación. No era pues un producto “Fringe” sino una pieza más del discurso mal llamado “revisionista”, el discurso de una derecha que ganó una guerra contra su propio pueblo, y que se niega a renunciar a los beneficios que todavía les reporta dicha victoria. Esa victoria que le confirma en una idea básica. España es suya. Una idea que rompe el consenso antifascista, justamente el mismo que había roto la prepotente historiografía neoliberal. Tiene en su mano una historia con la que ya le gustaría contar la derecha neoliberal europea. No hay más que ver como han funcionado las cosas en Italia.

El esquema subyacente de su discurso tiene unos parámetros en el que bebe la gente llamada “conservadora” (lo único que quieren conservar son los privilegios), y que dicho en plan telegrama viene a ser el siguiente: la República no fue propiamente una democracia, lo impidió la izquierda revolucionaria, o sea socialistas caballeristas, anarcosindicalistas, poumistas, y comunistas que iniciaron la guerra en 1934; el llamado “Alzamiento” fue un medio cruel pero necesario como lo fueron el Yakarta de Suharto o en Chile. Ven en el ojo ajeno lo que llaman la “tentación totalitaria”, que atribuyen descaradamente al socialismo, el marxismo (y al anarquismo, por supuesto para ellos no existen diferencias), y rebuscan cualquier conexión con el estalinismo.

Tienden a banalizar sobre lo que significó la posguerra, cuando Franco encontró la ayuda inapreciable de las democracias, sobre todo de la más importante de todas: los Estados Unidos. Explican la Transición como un proceso liderado por el monarca con la contribución de los “liberales reprimidos” que hicieron posible el cambio sin trauma. Esta es una historia elaborada por “profesionales” reputados de una manera académica, pero no desdeñan la labor divulgativa llevada a cabo por divulgadores de la escuela de Moa y tantos otros (es un trabajo muy bien renumerado), que difunden a través de la COPE y de los medios afines.

No hay que decir que con la victoria electoral del PP los responsables se sienten más motivados en persistir en unos criterios sobre el que sus autores han escrito “sin complejos”.Aunque algo se movió bajo los pies de la Academia, esta ya sabe como trabajar este tipo de cosas. Hizo como se hace en el Parlamento: creó una comisión para abordar una revisión pero ya se sabe como actúan dichas comisiones, aquí en Cataluña lo pudimos ver con aquella que se creó entorno a las acusaciones del % de impuesto añadido que instauró CiU en el poder, según la acusación de Pascual Maragall que aquel día se salió de la representación.

Ahora se anuncia la edición una obra que se presenta como una contrapartida, la edición del trabajo colectivo de un serie de historiadores más o menos airados (Fontana, Preston, Casanova, Viñas, Elorza, Ledesma, etc.), que se titulará La Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Promete un trabajo de diccionario biográfico opuesto a las exigencias historiográficas de una derecha que nunca dejó de detentar el poder, incluso cuando gobernaba el PSOE, era un PSOE domesticado por la ley de todo tiene un precio. Sea presentará el 23 de abril bajo el muy elocuente título En el combate por la Historia. Un combate que, me temo, quedará incompleto. Me da escalofrío lo que dirán sobre la CNT, el POUM, y la revolución social. Y Es que en ese combate, la voz de los especialistas instalados tampoco es suficiente por más que algunos de ellos hayan hecho aportaciones de primer orden. En todos ellos prima otro código, y por lo general, suelen interpretar la República liberal como un marco insuperable, le otorgan al movimiento obrero un papel no muy diferente al que actualmente representan Comisiones y la UGT, y aquello fue otra cosa. Tratan de establecer otra equivalencia, así suelen tender con mayor o menor comprensión, a establecer un centro político democrático frente a los extremismos de un lado y otro. Aunque se trata de un equipo de historiadores cuya profesionalidad está a años luz de las señores realcadémicos, todo ellos han comulgado con la bella historia de la Transición, esa en la que el movimiento que resultó ser la piedra angular del agotamiento del franquismo, pasó a ser el pariente pobre de una democracia la izquierda solamente podía gobernar aplicando una política de derechas…

Por lo tanto, el combate por la historia continúa.

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