Si lo de Krahe ocurriera en Egipto

Jueves 31 de mayo de 2012, por Valentin

Olga Rodríguez/eldiario.es

Si lo de Krahe ocurriera en Egipto y la religión presuntamente ofendida fuera el Islam, es probable que los mismos sectores que aquí se escandalizan ante el ejercicio de la libertad de expresión del cantautor condenaran de allí el fundamentalismo intrínseco en la acusación.

Hace un tiempo que en Europa se llevó a cabo un ‘aggiornamiento’ religioso aún pendiente en otras zonas del planeta, donde la religión extiende sus tentáculos en el poder político y en la vida cotidiana de los ciudadanos.

Pero recordemos que no hace tanto, en España, las ofensas al catolicismo y las blasfemias eran valoradas como delitos contra la seguridad del Estado. Durante el franquismo la Iglesia jugó un papel fundamental a la hora de purgar, reeducar, prohibir ideas y limitar derechos. Había piscinas públicas con horarios separados para hombres y mujeres, se multaban los besos en público y a las mujeres se les exigía el permiso de sus maridos para abrir una cuenta en el banco, para recibir herencias, repartir los bienes o hacerse un pasaporte. En caso de separación, era la mujer la que tenía que abandonar el domicilio conyugal, aunque fuera víctima de violencia de género en su propio hogar. El Código Penal condenaba a las mujeres adúlteras y se penalizaba la distribución de anticonceptivos.

Aún hoy la Iglesia sigue inmiscuyéndose en la vida personal de los ciudadanos, opinando sobre su vida sexual, condenando las relaciones extramatrimoniales y la homosexualidad, criticando el uso de anticonceptivos o exigiendo el recorte de derechos como el aborto. Además sigue libre del pago de todos los impuestos menos el IVA y se financia principalmente a través de las administraciones públicas, de las que recibe al año más de 5.000 millones de euros.

El sexismo y el conservadurismo no están ligados solo a una etnia o religión determinadas, a pesar de que ciertas lecturas paternalistas y colonialistas así lo expresen, en una posición que fomenta estigmas y prejuicios. El machismo y la influencia de la religión en el poder político y en la vida privada de las personas son graves problemas en las sociedades de Oriente Medio, pero no solo en los sectores árabes musulmanes, sino también en los árabes cristianos y en los judíos. El contexto político y económico de esa región contribuye notablemente a mantener el poder religioso y a posponer la llegada de libertades fundamentales para las mujeres.

Arabia Saudí, ese gran amigo

Ciertos gobiernos y ‘think-tanks’ han aireado el fantasma del islamismo para justificar la permanencia de determinadas dictaduras árabes amigas de Occidente –la de Hosni Mubarak, por ejemplo– mientras mantienen grandes alianzas con uno de los países más fundamentalistas de la región, Arabia Saudí, gobernado por una monarquía totalitaria y en cuyo territorio se amparan las interpretaciones más conservadoras del Islam.

En muchos países musulmanes –Egipto entre ellos– determinadas ofensas al Islam pueden ser castigadas con multas o incluso con la cárcel (una medida sin duda más dura que la que aquí vaya a aplicarse contra Krahe). Pero en Arabia Saudí, aliado clave de Occidente en la región, la ofensa al Islam puede suponer incluso la pena de muerte para el acusado.

Arabia Saudí, con el que Washington selló una amistad a cambio de petróleo ya en 1945, condena a muerte a personas acusadas de “brujería”, fomenta la discriminación de género, persigue todo tipo de disidencia política y reprime con violencia a manifestantes no solo saudíes, sino que en 2011 se tomó la licencia de invadir militarmente al vecino Bahréin –sin que Occidente pusiera reparos– para reprimir con brutalidad las manifestaciones en ese pequeño país que alberga la Quinta Flota estadounidense, principal base militar naval en la región.

Tanques españoles

En 2011 Estados Unidos anunció un acuerdo de venta de armas a Arabia Saudí por un valor aproximado de 29.400 millones de dólares. También el pasado año España vendió armamento a Arabia Saudí por valor de 14 millones de euros, y el actual ministro de Defensa, Pedro Morenés, intenta cerrar con la monarquía saudí un acuerdo de venta de al menos 200 carros de combate Leopard por unos 3.000 millones de euros.

Poco importa que el pasado año Arabia Saudí enviara precisamente carros de combate a Bahréin para reprimir con munición real las revueltas legítimas y pacíficas, en las que murieron al menos ochenta personas.

Hace unos meses la activista bahreiní Zainab Al Khawaja (recomiendo ver este vídeo de ella) escribió en la cárcel: “Participar en la lucha por la libertad es un honor, no una tragedia. Nada podría enorgullecerme más que ser parte de esta lucha por la libertad”.

Si España termina vendiendo los Leopard a Arabia Saudí, deberemos asumir que existe el riesgo de que esos carros de combate puedan terminar matándola a ella, o a otros como ella que demandan libertad y justicia. Pero parece que el fundamentalismo militarista no escandaliza tanto. De hecho, marca buena parte de las decisiones de la llamada comunidad internacional occidental. En una triste paradoja. Algunos de los mayores exportadores de armamento son precisamente los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China.

Y en cuanto a los fundamentalismos religiosos que sesgan la libertad de expresión, si lo de Krahe ocurriera en Egipto y se tratara de una ofensa al Islam, es probable que su juicio escandalizara a todos los sectores de la población española. Pero como ocurre aquí y se trata de Cristo, solo escandaliza a algunos.

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