Desmontando mentiras: la dichosa herencia

Jueves 7 de junio de 2012, por Miquel

Bibiana Medialdea | Colectivo Novecento

Tanto el gobierno como la mayor parte de los medios de comunicación repiten machaconamente que si las medidas aplicadas por el PP en estos meses de legislatura no están teniendo los efectos deseados se debe, fundamentalmente, a la herencia recibida del gobierno anterior. Es por eso, dicen, que la reforma laboral, las dos reformas financieras, las intervenciones en el sector bancario, los brutales recortes en gasto público social, la subida (insuficiente y mal orientada) de los impuestos, y todo lo que queda por venir, no están teniendo los efectos previstos. La recesión se profundiza y la destrucción de empleo no se detiene. Pero eso no es lo peor: es que ni siquiera se avanza en lo que el mismo gobierno identifica como “objetivos intermedios” que ayudarán a conseguirlo. Lo cierto es que tanto el coste de financiación de la deuda pública (la famosa prima), como los resultados fiscales, empeoran. Ante este panorama, el gobierno insiste en que está gestionando la situación “lo mejor posible”, teniendo en cuenta la herencia recibida.

¿Cuál se supone que es esa herencia que eximiría de responsabilidad al actual gobierno? El recurso a la “dichosa herencia” funciona porque concuerda con el diagnóstico oficial (y falso) sobre la crisis. En particular, se apoya en la idea amplia e interesadamente difundida de que la crisis tiene su origen en un derroche formidable de recursos públicos (“gastar lo que no se tiene”). El gasto público excesivo mantenido en el pasado, responsable de los problemáticos resultados fiscales actuales, sería el lastre que desactiva la eficacia de las medidas aplicadas por el gobierno actual. Esa sería la herencia. La contundencia y reiteración con que se utiliza este argumento es impresionante, teniendo en cuenta que se desmonta recurriendo a los datos más elementales. Si España arrastra problemas fiscales graves del pasado, que lo hace, no es precisamente por su “desaforado” gasto público. El de tipo social (blanco de todas las críticas y recortes) supone sólo un 71% respecto al de la UE-15, mientras nuestra “riqueza” -renta per cápita- supone un 93%. De hecho, y a pesar de que lo que sí es característico del sistema español es su incapacidad para recaudar impuestos suficientes, entre 2004 y 2007 la economía española no es que registrara déficits pequeños: es que presentó superávits. Los resultados fiscales positivos -en sentido estrictamente matemático, porque de positivos en realidad tienen poco- se mantuvieron hasta el inicio de la crisis (en 2007 el superávit fiscal fue del 1,9% del PIB). No es hasta 2008, con la crisis ya en curso, cuando los déficits públicos primero reaparecen y luego comienzan a dispararse. En definitiva, situar la difícil situación fiscal como causa en vez de como consecuencia de la crisis es una consigna interesada, que ha triunfado, pero que no se sostiene.

Pero desmontar las mentiras oficiales respecto al gasto público, el déficit, y el gobierno anterior, no supone, ni mucho menos, plantear que no haya que pasar una factura política de primer orden al PSOE a cuenta de su pésima gestión económica. Pésima, se entiende, desde el punto de vista de las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social; en Bruselas, no lo olvidemos, aplaudían felizmente la gestión de Solbes y Salgado. Es importante, por tanto, dejar claro que el PSOE sí nos ha dejado una herencia, importante y terrible, aunque no coincida ni por asomo con la que nos cuentan los medios oficiales. El asunto merecería un estudio amplio y profundo. Pero un repaso no sistemático por los aspectos vinculados de forma más directa con la situación actual no puede dejar de recordar, por ejemplo, que cuando incluso los que no accedemos a más datos que los que se hacen públicos ya sabíamos que el sector bancario (sobre todo las cajas) arrastraba problemas graves, el gobierno del PSOE no puso freno a sus abusos, le transfirió dinero público sin ningún tipo de contrapartida o garantía, y no tomó ninguna medida eficaz para proteger a la sociedad del peligro evidente que se estaba gestando.

Tampoco podemos olvidar que en los años del gobierno “socialista” los precios de la vivienda se incrementaron casi un 50%: no es que no se atrevieran a pinchar la burbuja inmobiliaria, es que el atractivo del “milagroso” crecimiento español les resultó tan irresistible que contribuyeron a alimentarla hasta sus máximos niveles. Por otra parte, los “buenos” resultados fiscales a los que aludíamos se consiguieron, entre otras cosas, renunciando a acometer inversiones públicas que habrían sido de la máxima importancia: podemos pensar en la necesaria transformación del modelo productivo -cuyas particularidades explican las perversas especificidades de la crisis española-, pero también en todas aquellas inversiones sociales posibles durante aquellos años de crecimiento y que nos situarían ahora en una situación social menos dramática. También habría que referirse a las medidas que se aplicaron entonces que deterioraron las condiciones de vida y de trabajo de la mayor parte de la población. Recordemos, como botón de muestra, su reforma laboral y de pensiones. O a la actitud absolutamente acrítica respecto a unas instituciones y unas políticas europeas que ahora se critican con tanta facilidad.

Las consecuencias del gobierno del PSOE son demoledoras. No sólo optó por una gestión de la crisis desfavorable para la mayoría social, sino que contribuyó a profundizar la crisis, tanto en los años previos a su estallido como en los posteriores. Además abrió el camino, facilitándoselo, a un PP que ahora profundiza y acelera la aplicación de unas medidas que son, en realidad, más intensas pero continuistas respecto a la herencia recibida.

En estos tiempos cada vez más inciertos conviene evitar la confusión. Las políticas del actual gobierno están dando los únicos (y pésimos) resultados que se podían esperar. La austeridad provoca recesión y desempleo, no hay otra. Y la enorme cantidad de dinero que hará falta para restablecer la normalidad en nuestro sistema financiero, de seguirse con las políticas actuales, pasará una factura social que quizás sólo Grecia nos pueda ayudar a estimar. Es lo que hay. La fórmula de refugiarse en la herencia del PSOE -en términos de desastre fiscal derivado de un gasto público excesivo- para justificarse, es insostenible. Pero el gobierno anterior sí nos dejó una herencia catastrófica. No dejemos de tenerlo en cuenta cuando ahora, desde la oposición, tratan de generar la ilusión de que representan una opción capaz de liderar una gestión de la crisis alternativa a la del PP. Una gestión genuinamente alternativa de esta crisis, que suponga una salida favorable para la mayoría social, es posible. Pero su traducción política tendremos que buscarla bastante más allá (es decir, bastante más a la izquierda) de las propuestas de Rubalcaba y la herencia del PSOE.

Desmontando Mentiras en una campaña impulsada por el 15M y que se dedica a ofrecer explicaciones que desmonten las mentiras con las que los poderes políticos, económicos y mediáticos imponen su pensamiento único. Más información en http://desmontandomentiras.tomalaplaza.net/

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