Alfred Rosmer: La sublevación de Kronstadt

Viernes 29 de junio de 2012, por Mar

Pepe Gutiérrez-Álvarez

El debate sobre Kronstadt sigue amargando las relaciones entre anarquistas y marxistas. Entre los primeros parece que solamente puede existir un lectura, pero hay otras como la de Rosmer. Entre los antiguos anarquistas y sindicalistas revolucionarios que optaron por la revolución rusa y el comunismo radicalmente democrático, sobresalen, entre otros, los franceses Alfred Rosmer y Pierre Monatte, Andreu Nin y Joaquín Maurín, así como Victor Serge. Éste habla extensamente de todos ellos en sus impresionantes Memorias de un revolucionario, que ha editado con amor y profesionalidad Veintisiete Letras. En un momento u otro, todos ellos escribieron sobre los acontecimientos de Kronstadt, un episodio histórico que les desgarró especialmente. Serge se referirá al hecho en sus memorias. Lo hará en polémica con Emma Goldman y Alexander Berkman, y volverá a reflexionar sobre su significado en un texto que se ha considerado como su “testamento”, y que está incluido en la edición de El destino de una revolución, publicado por Los Libros de la Frontera.

Menos conocido quizás es el testimonio de Alfred Rosmer cuya biografía resume así su biógrafo Christian Gras: "Su experiencia, bastante larga -55 años de vida militante entre 1909 y 1964- se inscribe enteramente en los medios revolucionarios. Es significativa de una generación que ha esperado apasionadamente la revolución, que se ha llenado de esperanza cuando vino la experiencia rusa y que no ha cesado de observar y de comentar esta experiencia. La psicología personal se entrelaza con los grandes movimientos de la sensibilidad colectiva. Es significativa también no de una clase, sino de un tipo social original. Rosmer no es un burgués, no es para nada del dinero que no piensa ni en amasar ni en lograr. No se integra nunca al grupo de las gentes de letra, ni al cuerpo social de la universidad. Pequeño funcionario, periodista mal pagado, corrector de imprimaría, no se interesa por las cuestiones alimenticias. Vive por la revolución. No es un hombre de aparato ni un revolucionario profesional pagado por una organización. Su experiencia es también variada en las formas y nos llevan desde el anarquismo al sindicalismo revolucionario, al comunismo, al trotskismo, al antiestalinismo. Rosmer es un raro ejemplar de fidelidad, de continuidad revolucionaria".

Internacionalista minoritario en 1914, Rosmer inició su larga amistad con Trotsky en la batalla de los internacionalistas (una minoría dentro de la que fue la CGT de Amiens) contra la “Unión Sagrada” y la guerra, y aparece como uno de los más reputados fundadores del PCF y como representante de su ala más genuinamente revolucionaria, justamente la proveniente de la tradición libertaria en oposición a la socialdemócrata. Miembro del comité provisional de la Internacional Sindical Roja, participa activamente en los primeros años de la política internacional comunista. Entre 1922 y 1924 forma parte del CC del PCF, como representante del ala que se opone al intento de hacer de él un partido socialdemócrata de izquierda.

De todo ello habla en su obra más importante, Moscú en los tiempos de Lenin publicado en dos volúmenes por Maspero. Existe una traducción al castellano de Ana María Palos publicada en Era, México, 1982, de la que hemos extraído el capítulo sobre Kronstadt que añadimos (páginas, 142-145). Publicada en 1952, esta obra se ha erigido como una fuente testimonial inexcusable. Su veracidad y rigor no ha podido ser contestada por ninguna de las abundantes fuentes del anticomunismo, y de ella data también su prolongada amistad tanto con Andreu Nin como con Joaquín Maurín, con los que mantuvo además una fluida relación política, por la que no dudó en enfrentarse a Trotsky. Rosmer será excluido en 1924, por su oposición a la llamada "bolchevización". Amigo de la Oposición trotskista, escribe en La Vérite y participa en la formación del grupo francés y en el secretariado internacional de la Oposición al principio de los años treinta. Dimite y entra en una larga controversia con otro sector del grupo trotskista encabezado por Raymond Molinier y Pierre Frank. Trotsky que se sitúa al lado de los jóvenes, ve en el un gran escritor, una leyenda que ya no se encuentra a la altura de las circunstancias.

Esta controversia se extiende, tal como hemos indicado, en torno a la guerra y la revolución, durante la cual, Rosmer apoya al POUM en contra de la opinión de Trotsky. Sin embargo, se mantiene la amistad entre ambos. Será en casa de Rosmer donde tendrá lugar (un biógrafo de Simone Weil afirma que fue en casa del padre de ésta) la fundación de la IV Internacional y los Rosmer, Alfred y su compañera Marguerite acompañan a Trotsky en los últimos días de éste en México. Ramón Mercader los utilizó empleando su coche para los desplazamientos de la pareja que agradece el favor. Alfred se mantiene como una militante comunista de izquierda, escribiendo numerosas obras sobre la historia del movimiento obrero. Fue uno de los firmantes del "manifiesto de los 1921" contra la ocupación francesa en Argel y en apoyo a la independencia de este país. Murió en 1964. Gallimard editó (París, 1980), la Correspondence 1929-1939 de León Trotsky et Alfred et Marguerite Rosmer, presentada y anotada por Pierre Broué, escogidas entre las 256 cartas encontradas en los Archivos Trotsky de Harvard. Por otro lado, la labor de Rosmer en la difusión de las obras de Trotsky en francés fue constante, y estuvo acompañada por una serie de prólogos, y de un trabajo militante tan modesto como ilustrado. Sin lugar a duda, Rosmer es una de las glorias del movimiento obrero internacional.

La sublevación de Kronstadt

La discusión se prolongaba y el congreso del partido iba a reunirse cuando estalló la sublevación de Kronstadt Noticia temblé y al principio increíble. Kronstadt, el foco más ardiente de la Revolución de Octubre lanzado contra la República soviética; ¿era eso posible? Los mismos dirigentes del partido habían sido tomados por sorpresa. Nosotros estábamos consternados. Como siempre en las situaciones difíciles y peligrosas, fue a Trotsky a quien el comité central envió a Petrogrado, con riesgo de cargarle responsabilidades que no eran las suyas (1). Había que estudiar y precisar la naturaleza del movimiento, y ante todo sus causas; había algunas evidentes El Kronstadt de 1921 no era ya el Kronstadt de 1917, la transferencia del gobierno soviético a Moscú había drenado gran parte de los militantes; la guerra civil había tomado a otros muchos. Los barrios obreros habían proporcionado sus contingentes; el Petrogrado de la insurrección de Octubre, el Petrogrado donde se habían desarrollado todas las fases de la Revolución, daba entonces la impresión de una capital degradada de categoría, despojada de su rango. Zinóviev la tenía a su cargo y él era el último hombre capaz de administrar metódicamente; por otra parte, su atención la acaparaba entonces la Internacional comunista y sus secciones; la ciudad y conocía bien a Kronstadt y a sus militantes. En su región estaban dejadas al abandono, la condición de los trabajadores y la organización del trabajo descuidadas a tal punto que habían llegado a estallar huelgas. Situada en la punta extrema del país, Petrogrado se encontraba tan mal colocada como era posible para el reavituallamiento cuando Rusia estaba cortada del exterior; ventajosa en tiempos de paz, su posición se convertía en la más expuesta en tiempos de guerra.

El que elementos contrarrevolucionarios hubieran tratado de aprovecharse de la situación, era normal; su papel era el de aumentar el descontento, envenenar las quejas, atraer hacia ellos el movimiento. ¿De dónde surgió la consigna "soviets sin bolcheviques"? No es fácil precisarlo, pero era tan cómoda para aliar a todo el mundo, a todos los adversarios del régimen, en particular a los socialistas-revolucionarios, a los cadetes, a los mencheviques, empeñados en tomar su revancha, que es válido suponer que fueron ellos quienes tuvieron la idea, y la propaganda que hicieron a esta reivindicación podía alcanzar a los marinos y a los soldados, la mayor parte de ellos jóvenes reclutas provenientes de las zonas rurales, confusos ya por las amargas lamentaciones que les llevaban las cartas de sus familias, irritadas por la brutal requisa. Tales fueron las exclusiones a las que llegó la encuesta organizada por los dirigentes del partido, Escribiendo sobre este tema un año más tarde "en el aniversario" Andreu Nin, que había vivido todo, el año transcurrido en la Rusia soviética y bahía tenido la posibilidad de informarse, de verificar, daba explicaciones y aproximaciones idénticas (2)

Las tesis de los adversarios de Ios bolcheviques se expuso en numerosos folletos, escritos, generalmente por anarquistas. Es posible encontrarla en la que es, me parece, la última por su fecha, publicada en 1948 por Ida Mett, en las ediciones Spartacus (3), bajo el título La Commune de Kronstadt, crépuscule saruglant des Soviets. La conclusión del autor está ya claramente indicada por ese título, pero él declara no haber emprendido su trabajo sino para establecer la verdad histórica sobre ese acontecimiento doloroso. ¿Y lo ha conseguido? Reconoce que todavía faltan elementos para un análisis definitivo, no pudiendo ser consultados los archivos del gobierno soviético ni del Ejército Rojo. Sin embargo reproduce y comenta muchos documentos importantes. Pero cuántas contradicciones entre los testimonios y apreciaciones que cita, pertenecientes en su mayoría a personas deliberadamente hostiles a los bolcheviques. Sobre el origen y la causa del levantamiento! uno de los jefes de la insurrección, Petrichenko, escribió en 1926 que fue el mantenimiento del régimen del comunismo de guerra cuando la guerra civil ya había concluido lo que irritó a los obreros y. los em¬pujó a sublevarse contra el gobierno soviético. Pero éste no estaba menos deseoso que aquéllos de pasar de un régimen de guerra a un régimen de paz. ¿Es que tardó demasiado en hacerlo? ¿Podía aplicar más pronto la nueva política económica que, desde hacía algunos meses, era el objeto de sus preocupaciones? Se estudiaba, se buscaba; la gran discusión sobre los sindicatos se inscribe precisamente en el cuadro de estas investigaciones. Bien temerario sería quien creyera poder dar una respuesta a estas cuestiones, cuando es difícil, si no imposible, reconstruir exactamente la situación general que existía entonces. Incluso si se admite que la sublevación fue obra de obreros y marineros que actuaban con plena independencia, por su iniciativa, sin conexión con los contrarrevolucionarios, hay que reconocer que, desde el estallido de la sublevación, todos los enemigos de los bolcheviques acudieron: socialrevolucionarios de derecha v de izquierda, anarquistas, mencheviques; la prensa del extranjero se regocija; ni siquiera ha aguardado a la fase activa "del contacto para señalarlo; el programa de los rebeldes no le interesa, pero comprende que su rebelión puede llevar a cabo lo que los burgueses coaligados no han podido hacer: derribar un régimen execrado cuya caída desde hace años acecha vanamente.

Entre las octavillas distribuidas en Kronstadt, la que está firmada: un grupo de mencheviques termina con estas palabras: "¿Dónde están los verdaderos contrarrevolucionarios? Son los bolcheviques, los comisarios. ¡Viva la revolución! ¡Viva la Asamblea Constituyente!", Según el Messager Socialiste, órgano oficial de los socialdemócratas rusos publicado en el extranjero, "las consignas kronstadianas son mencheviques", mientras que Mártoy niega la participación en el movimiento de los mencheviques y de los socialrevolucionarios. Para él, la iniciativa pertenece a los marinos, que rompen con el partido comunista por cuestiones de organización, no de principios. Los hechos relatados en el folleto muestran que es el comité revolucionario provisional el que toma la iniciativa de las medidas militares. Por una noticia falsa, se apresura a hacer ocupar los puntos estratégicos, se apodera de los establecimientos del Estado, etcétera. Estas operaciones tienen lugar el 2 de marzo, y es solamente el 7 que el gobierno, habiendo agotado los intentos de conciliación, debe resolverse a ordenar el ataque. Los socialrevolucionarios se habían dedicado a impedir una solución pacífica del conflicto, Uno de sus jefes, Chernov ese antiguo ministro de los gabinetes de coalición que condujeron la Revolución de Febrero a Kornílov y a Kerensky, exclamaba: "No os dejéis engañar entablando con el poder bolchevique conversaciones, que éste emprenderá con el fin de ganar tiempo". El gobierno emprendió la ac¬ción que va resultaba inevitable, a pesar suyo como lo confirma el testimonio de LUTOyjnov, uno de los líderes de la "Oposición Obrera": al llegar a Berlín el 21 de marzo, declaró- "Las noticias publicadas por la prensa extranjera acerca de los sucesos de Kronstadt son muy exageradas. El gobierno de los soviets es lo bastan¬te fuerte para acabar con los rebeldes; la lentitud de la operación se explica por el hecho de que se quiere proteger a la población de la ciudad".

Lutovinov había sido enviado a Berlín en desgracia, y el hecho de que perteneciese a la "Oposición Obrera" da un valor especial a la declaración. Si es posible que el gobierno de los soviets cometiera faltas, qué decir del papel de un hombre como Chernov que no ve en el asunto más que la ocasión de una revancha contra los bolcheviques que lo han destronado de su sillón presidencial disolviendo la Asamblea Constituyente. Sabiendo que la insurrección está condenada al fracaso, hace todo lo que puede para excitar a los marinos, contribuyendo así a acrecentar un vano sacrificio de vidas humanas. En esta situación, los combates, desde el momento que estallan, no podían ser sino encarnizados; las pérdidas fueron graves de ambos lados, éntrelos rebeldes y entre los aspirantes del Ejército Rojo.

En diversas ocasiones, los marinos de Kronstadt habían demostrado su tendencia a ceder a la impaciencia. Bajo el gobierno provisional, el 13 de mayo, proclamaron que "el único poder en Kronstadt es el Soviet". Fue Trotsky quien tomó entonces su defensa contra el ministro menchevique Tseretelli, como vimos en una nota anterior. Dos meses más tarde, en el curso del periodo de grandes conflictos conocidos como las "Jornadas de Julio" y posterior a la desdichada ofensiva decidida por Kerensky bajo la presión de los Aliados, los marinos de Kronstadt se dirigieron en masa a Retrogrado. Después de manifestar a través de la ciudad, se encaminaron al Palacio de Táuride, donde sesionaba el Soviet y, en tono imperativo, exigieron que los ministros socialistas fueran a explicarse con ellos. Fue Chernov quien se dejó ver el pri-mero. "¡Regístrenlo! ¡Asegúrense de que no tiene armas!", gritaron entonces de varios lados. El recibimiento carecía de cordialidad. "En ese caso no tengo nada que decir", declaró él, volviendo la espalda a la multitud, y se dispuso a regresar al palacio. Sin embargo el tumulto se calmó. Pudo pronunciar un breve discurso para tratar de apaciguar a los quejosos. Cuando terminó, muchos marinos, robustos, se apoderaron de él, lo empujan hasta un automóvil, lo toman como rehén. Este acto imprevisto provoca una extrema confusión; unos aprueban y otros protestan. Mientras discuten, los obreros se precipitan al interior del palacio, gritando: "¡Chernov ha sido arrestado por unos energúmenos! ¡Hay que salvarlo!" Mártov, Kámenev, Trotsky levantan apresuradamente la sesión. No sin dificultad, Trotsky consigue que Chernov sea liberado y, tomándolo por el brazo, lo acompaña al Soviet. En 1921, Chernov había olvidado por completo esta escena ocurrida hacía sólo cuatro años. No pensaba sino en provocar criminalmente a los hermanos de aquellos marinos que lo habían tratado aún más rudamente que los bolcheviques.

Notas

1) Trotskv conocía bien a Kronstadt y a sus militantes. En su Historia de la Revolución rusa, habla en estos términos: "En Kronstadt, no se había extinguido nunca, a pesar de las implacables represiones, la llama de la rebelión. [. . .] El 13 de mayo, el Soviet votó el siguiente acuerdo: ’En Kronstadt, el único poder es el Soviet de los obreros y soldados’. Se implantó un orden perfecto. En la ciudad se prohibió el juego y fueron clausuradas todas las casas de prostitución [. . .] Los marinos en Kronstadt se constituyeron en algo así como la orden militar de la Revolución [ . . . ] Las esferas dirigentes decidieron aprovechar aquella ocasión para dar una lección a los marinos de Kronstadt. Huelga decir que actuó de acuerdo en esta causa Tseretelli. Trotsky, que tomó la palabra en su defensa". Historia de la revolución rusa, ed. Juan Pablos, México, 1972, v. i, pp. 487-89.

2) Correspondance Internationale, 12 de abril de 1922 (Este artículo, A propósito de la insurrección de Kronstadt, aparece incluido en la antología de escritos de Nin, La revolución rusa parecida en Fontamara (Barcelona, 1979) editados por Pelai Pagès).

3) De la que existe una edición castellana reciente del 2006 en Ediciones Espataco Internacional con el titulo La comuna de Kronstadt. Crepúsculo sangriento de los soviets.

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