Militamos porque así vivimos

Viernes 10 de agosto de 2012, por Mar

Teresa Rodríguez (Izquierda Anticapitalista)

Intervención en el mitin de clausura de los 29º Campamentos de Jóvenes Revolucionarios. Besalú, 5 de agosto de 2012.

Compartió mesa con María Romay (Izquierda Anticapitalista-Estado Español), Mathilde Stein (NPA-Francia) y Mathieu (SAP-Alianza Roja y Verde-Dinamarca)

Buenas noches camaradas, hermanos y hermanas:

Hace 10 años fue mi primer campamento, en Brioud. Recuerdo y recordaré siempre esta emoción, este sentimiento, el afecto y la cercanía inmediatas con el desconocido, con quien pasa por tu lado. La posibilidad de conjurar, por unos días, la soledad y el miedo con los que a veces nos enfrentamos a las luchas. La sensación de tener un/a camarada en cada país, cada ciudad, cada casa...

"Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario". Lo escribió el Che Guevara y tiene mucho que ver con lo que sentimos nosotrxs.

Con los años pude contrastar la existencia de diferencias entre nosotrxs, las presiones que los contextos concretos ejercen sobre una fuerza política como la nuestra. Pude identificar en el ambiente de camaradería de los campamentos, un cierto miedo. El miedo a que las coyunturas concretas nos conduzcan por derivas reformistas, sectarias, electoralistas, inmovilistas, burocráticas; a los contagios de las modas posmodernas.

Un miedo que es legítimo y justificado en todos los casos. Lamentablemente ningunx aquí tenemos la receta de la revolución y estamos condenadxs a trabajar con hipótesis y, por lo tanto, a equivocarnos, a discutirnos, a soportar en la mayoría de los casos altos niveles de incertidumbre.

En este momento, además, de agudización del conflicto en Europa, tenemos que soportar fuertes presiones de coyuntura. Como le he leído hace poco al compañero Bensancenot, vivimos una paradoja: la gente nos aprecia porque no estamos en el sistema, pero no nos consideran creíbles por la misma razón. Eso nos obliga a tomar iniciativas regulares y constantes entre quienes querrían integrarnos en el sistema y quienes tienden a convertirnos en una secta. Ocupar ese espacio por medio de iniciativas concretas.

La realidad se ha revelado testaruda, compleja, contradictoria. Cuando nuestras ancestros feministas reivindicaban la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, seguramente no podían imaginar cómo la crisis de los cuidados las iba a someter a una doble jornada y una situación de sobreexplotación. Las luchas contra los despidos y el desmantelamiento del sistema productivo, nos han obligado en muchos casos a soportar tensiones, cuando no, contradicciones fehacientes; con la reivindicación ecologista. Por otro lado, y esta es una idea que le he robado a una camarada de Cádiz; nuestro tiempo militante y los efectivos con los que contamos, nos obligan a establecer prioridades, y la lucha contra el patriarcado, la opresión sexual y racial o la lucha contra la destrucción del planeta, a veces se quedan en segundo plano. Un grave error en este caso sería, haciendo de la necesidad virtud, teorizar que hay una jerarquía en las opresiones.

Nuestra participación en el sistema electoral y en las organizaciones sindicales, nos ponen de frente a quienes cada vez más alto están poniendo sobre la mesa su desafección por cualquier forma de representación pseudodemocrática. La táctica electoral nos somete, además, a la fuerte capacidad de absorción que tienen las instituciones, los despachos, las moquetas; el mayor partido de la burguesía que es el Estado. Como las sirenas a Ulises, las instituciones del sistema, nos someten a la tentación permanente de sucumbir al cansancio de la lucha extraparlamentaria, al cansancio que genera esa lenta impaciencia de la que hablaba Bensaid, y creernos la ficción política de que se puede cambiar algo, aunque sea poco, desde ellas. Derrotadxs, infectadxs por la enfermedad senil del reformismo, convertidxs en una caricatura de nosotrxs mismxs, perdidxs definitivamente de nuestro camino hacia Ítaca.

Nuestra condición de incansables activistas sociales en momentos de explosión de la movilización en las calles, nos somete a otro tipo de ilusión, la ficción de la plaza, del centro social, de la autogestión monetaria o de los bancos de tiempo, como formas de construcción de espacios liberados que reproducidos hicieran al poder disolverse como un azucarillo. El activismo en el movimiento que hoy por hoy tenemos, generan también cierta miopía sobre lo que ocurre fuera de los espacios juveniles, académicos, intelectuales, urbanos, europeos.

Además, la realidad en los últimos tiempos se está mostrando inhumanamente extrema. Estamos en guerra. Las clases dominantes y sus gobiernos nos han metido en una verdadera guerra social. Las condiciones objetivas muestran que sigue siendo nuestro momento, que fuimos audaces a la hora de tratar de reconstruir polos anticapitalistas amplios en un momento de crisis del capitalismo. Pero, la realidad no se somete a nuestras expectativas y es importante saber leer el momento y adaptarse a las nuevas realidades sociales y a las nuevas formas de toma de conciencia del movimiento social y de lxs trabajadorxs, al tiempo que evitamos los bandazos y cuidamos, como a un pequeño arbolito de tronco débil pero raíces profundas, el patrimonio común alcanzado por nuestra corriente. Para cuidar de este pequeño arbolito, los bandazos precipitados y la hostilidad en los debates internos entre camaradas no son, para nada, buenos ingredientes. Porque aquí no sobra nadie, porque aquí falta mucha gente. Estamos comprobando el nivel de determinación que tiene esa mala gente, gente de mala calaña, que nos gobierna. Como con Thatcher y Reagan en los 80, parecen inasequibles a las presiones que pudieran ejercer sobre sus políticas las movilizaciones sociales y su propio desprestigio; y miran, impávidos, arrogantes, desafiantes, como avanza el proceso de destrucción social que han puesto en marcha. Cada día en mi país 159 familias con hijxs son desahuciadas de sus casas. El 10 de junio en Madrid, menos de 24 horas después de que cientos de miles de personas recibieran en Madrid a las marchas mineras, a pocos kilómetros, Rajoy anunciaba intencionadamente sus últimas y brutales medidas de ajuste neoliberal. Ahora ni siquiera se esconden para robarnos la vida, lo hacen a la luz del día, se les están cayendo las máscaras y hay que ir a por ellos. Thatcher decía en los 80: “la economía es el medio; se trata de conquistar las almas.” La crisis es la coartada para convertirnos en una sociedad lo más disciplinada y sometida a la dictadura de los mercados como sea posible.

Por eso es tan importante cada lucha, por pequeña y contradictoria que sea, y por eso es tan importante conseguir victorias, porque las victorias son la gasolina de las luchas, porque militar y combatir en un ambiente de derrota resulta, en la mayoría de los casos, insoportable. Tenemos que encontrar la manera de estar en los conflictos concretos, los despidos, las subidas de tasas, la privatización de los servicios sociales, los recortes... ¡Y ganarlos! Porque las luchas se alimentan de victorias. Y en estas luchas, no hay que renunciar a ninguna de las herramientas que nos han servido: asambleas, organizaciones estudiantiles, sindicatos, plataformas, el partido; evitando el disolucionismo tanto como la autoproclamación. Todo ello, reconociendo, además, que existen movimientos de base más organizados de lo que podría conseguir una resolución de una dirección burocrática. En esa dinámica tendríamos que contribuir a construir movimientos autoorganizados capaces de gestionar huelgas, poshuelgas y el ritmo de las movilizaciones con el apoyo y la transmisión de experiencias de federaciones, comités de empresa y corrientes sindicales y sindicalistas honradxs; capaces de aceptar que la democracia de la asamblea está por encima de la democracia del aparato sindical. Es la única forma de romper muros y tender puentes entre lo viejo y lo nuevo, utilizando la metáfora del compañero Josep María de esta mañana. Pero tampoco hay que tener miedo de desbordar, cuando sea posible, a las burocracias sindicales. Tenemos que emplear todos los medios a nuestro alcance porque estamos en guerra, con la dosis de ternura y la dosis de plomo de la que nos hablaba la compañera el primer día en este foro recordando a los zapatistas. Aunque, y tomando ahora una frase del compañero chileno, sabemos que a los poderosos les duele más la creatividad que la violencia.

Pero, y esta es la última idea que me gustaría transmitiros esta noche, querámoslo o no, no podemos evitar sentirnos, injustamente aludidxs en los discursos del desprestigio de la política profesional y de los sindicatos burocráticos. Un desprestigio que, por cierto, se han ganado ha pulso traición tras traición, pero que de forma dramática ha llevado a la gente a desconfiar de cualquier organización y solución colectiva. Hay que desconfiar siempre de los políticos profesionales, especialmente de los que nos tienden la mano. Nos han tomado el pelo en cada ocasión en que nos llamaron a la unidad. Frente a esta desafección política y sindical, tenemos que demostrar que hay otra forma de hacer política libre de profesionalización, con limitación de mandatos y salarios. Un ejemplo para muchxs de nosotrxs de este tipo de coherencia, que no es fácil, ha sido el compañero Olivier en Francia al renunciar a ser el candidato mediático ritual del NPA. Tenemos que oponer a la política profesional la política militante. La gente tiene que poder fiarse de nosotrxs. Tiene que sentir de verdad la consigna de que somos una izquierda “tan leal a lxs trabajadorxs, las mujeres y lxs jóvenxs como la derecha lo es a la patronal”

Somxs revolucionarixs sin revoluciones. Lamentablemente, no tenemos una brújula, tendremos que guiarnos por las estrellas. Nuestro compromiso militante tiene que ser fuerte para estar a la altura de las circunstancias, ese impulso primario y maravilloso que de negarnos testarudamente a permitir lo injusto, tiene que convertirse en capacidad de elaboración, organización y acción colectiva, en toda nuestra diversidad.

Militamos porque así vivimos. Nosotrxs tenemos otra forma de entender la política porque tenemos otra forma de entender la vida.

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0