La dignidad perdida del pobre forrado

Martes 30 de octubre de 2012, por Mar

["Publicamos a continuación dos artículos escritos hace un año por el periodista griego Kostas Vaxevanis, el mismo que ha revelado la lista de más de 2000 personas que estafan al fisco griego depositando sus cuentas en Suiza y que ha sido detenido e imputado por este " delito", mientras los defraudadores siguen campando a sus anchas. Esta es la "democracia" que reina en Grecia y, en general, en la mayoría de países de la UE. Su gesto es aún más importante aquí, donde el antiguo trabajador del HSBC, Hervé Falciani, lleva casi tres meses en prisión por filtrar los nombres de centenares de banqueros, políticos, deportistas y empresarios españoles con cuentas en Suiza. Ningún medio ni periodista español ha publicado esa lista. Gente como Vaxevanis demuestran que, a pesar de todo, un periodismo independiente y dispuesto a contar la verdad por encima de cualquier compromiso con los poderosos sigie siendo imprescindible para desenmascarar las mentiras del sistema. Agradecemos especialmente la ayuda de Belén Martín-Ambrosio por su traducción directamente desde Atenas."]

La dignidad perdida del pobre forrado. El colapso del sistema y el fin de la perversión del ego, por Kostas Vaxevanis

28.9.2011

Peor que la mirada de un perro apaleado es la de una persona con mirada de perro apaleado. La mirada del miedo irracional que no mantiene esperanza alguna. No hay miedo peor que el miedo difuso. No sabes qué tienes que temer exactamente y terminas temiéndolo todo. Poco antes del final, tienes miedo de tu propio miedo y acabas por tener miedo de ti mismo.

Las calles se han llenado de estas miradas. De personas que no saben qué tienen que temer, como perros esperando una paliza. ¿Adónde vamos? ¿Qué nos va a ocurrir? Nadie puede responder, pero tampoco nadie se atrevería a hacerlo. ¿Qué es eso tan malo que nos va a suceder? ¿Vamos a perder nuestro trabajo? ¿Nuestra casa? ¿Vamos a tener que vivir con menos? ¿Nuestra televisión de 52 pulgadas no nos va a proporcionar ya ningún disfrute? ¿Nos veremos obligados a rebuscar en la basura? ¿Tendremos que beber vino barato con un vecino al que siquiera conocemos, como hacían en las películas griegas antiguas? ¿Existe la posibilidad de que llamen a nuestra puerta y sea el de al lado, que viene a pedirnos un limón prestado? ¿Cuál de todas estas situaciones es la viva imagen de nuestro futuro?

No estoy seguro de que el empobrecimiento del país equivalga a su desgracia. Intento comprender qué es en realidad lo que va a empobrecerse: ¿el sistema educativo de las universidades privadas y las operaciones partidistas?, ¿la corrupta Hacienda?, ¿los hospitales que funcionan bajo soborno?, ¿o quizás vaya a colapsarse nuestro sistema político, esa gran reserva de mentirosos, charlatanes y gentuza sin oficio conocido? ¿Tendrá Dimitris Reppas que hacerse dentista, Karamanlis abogado y Venizelos delgado? En serio, ¿cuál es la gran catástrofe que tememos?

Está claro que vamos a perder mucho, pero no sé si son cosas a las que tengamos derecho o, peor aún, que necesitemos realmente. En mi barrio cerrarán los siete establecimientos de manicura-pedicura y las seis peluquerías, y quedará solo la única panadería que hay, que venderá un producto de primera necesidad real: el pan. Las mujeres dejarán de tambalearse peligrosamente sobre tacones imposibles y deseos artificiales. Los bancos no concederán créditos para irse de vacaciones. No habrá quien eche claveles en los buzukia a los cantantes. No será la filipina la que vaya a criar a nuestros niños. Las madres contemporáneas quizás dejen de exclamar «no aguanto más», porque descubrirán el verdadero significado de la palabra, y de lo que es aguantar. Nuestros niños, cuando saquen un cinco en la selectividad, irán directos a la formación profesional, y no a una universidad privada de Londres, que de momento se dedica a denominar a los zoquetes científicos, por una asequible cuota.

Tal vez empecemos a usar el móvil como se hace en el resto de Europa, para comunicarnos, y no para hacer el tonto. El «guau» va a dejar de ser sucedáneo del orgasmo en las charletas que se proponen confirmar nuestra inanidad. Puede ser que entonces nos dediquemos a buscar más el orgasmo de verdad, junto a personas normales que consigan que lleguemos a apreciarlos. Empezaremos a valorar realmente quién es capaz y eficiente y no solo famosillo. Las madres dejarán de pedir autógrafos a actrices porno para sus hijas.

Antes al contrario, me parece a mí, destrozaremos con nuestras propias manos ese ego pervertido que insiste en valorarnos y clasificarnos según nuestras piscinas, la marca de nuestro coche y esos feísimos manteles a cuadros que nos ponemos solo porque son Burberry. Es posible que no queramos ya ser ricos a toda costa, sino más bien sustanciales. Podría ser, incluso, que nos amemos más unos a otros y descubramos la idea de comunidad y el interés intrínseco de una vida que es por definición colectiva. Los frívolos volverán a ser frívolos, y ya no serán trendy.

Los agricultores regresarán a sus campos. Y las prostitutas ucranianas que contrataban, y se estaban comiendo las subvenciones fraudulentas de la UE, regresarán a sus casas. En los bares de los pueblos se volverá a comentar qué chaval ha salido adelante, y no quién ha ido a un reality. Los pinchadiscos, los asesores de imagen, los peluqueros de perros, etc., tal vez tengan que buscarse otra profesión.

Nuestro sistema de valores va a cambiar, y acaso lleguemos a exigir seriamente que sean castigados los que nos han robado en nuestra cara. Quizás no volvamos a votar a aquellos que nos han arrastrado hasta este punto. E incluso puede que entendamos que los cuervos del capitalismo extremo, que se dirían canarios tal y como los vemos con sus trajes de chaqueta en la televisión, son ni más ni menos los que nos han estafado mientras nos cogíamos nuestro puntillo con Johnnie Walker. Es probable que busquemos una vida más justa, y dejemos de aceptar el fallo judicial entendido como confrontación de saldos bancarios.

Pudiera ser, de hecho, que de repente los artistas empezaran a crear ellos también, basándose en lo que significa la vida y no en las subvenciones estatales, como si vendieran algodón al por mayor, ni en las relaciones públicas.

No estoy seguro de que todo lo anterior sea malo. Es cierto, sí, que habrá miles de parados. El sector público va a ser golpeado sin piedad. Ese al que todos insultamos porque no es productivo, nos vapulea y no nos atiende correctamente. Despedirán a algunos de esos que entraron por enchufe, por peloteo, de forma indigna. Los museos provinciales de Grecia dejarán de tener diez jardineros en nómina, y desaparecerán los «Organismos de jovencitas pobres» y las «Asociaciones Culturales para una aproximación surrealista a la vida de Lavro Katsoni», entre otros agujeros en el saco del contribuyente. Las hijas solteras de los oficiales del ejército ya no recibirán subvenciones. Y las que de entre ellas son famosas no estarán ya «en contra del matrimonio por principios», para recibir la pensión.

Tengo miedo, como todos. Pero por otro lado también estoy a favor de que se colapse un sistema que genera y reproduce en su seno la podredumbre. Que pese a la corrupción se denomina Democracia a sí mismo, llama Justicia a su propia impunidad y felicidad al vacío y la enajenación. Yo también tengo miedo. Y quiero que pasemos página ya.

Fuente: http://www.lifo.gr/mag/columns/4245

La coca, los hábitos y los ligueros. Grecia se pone a rezar, y la Iglesia la bendice (y patrocina el evento), por Kostas Vaxevanis.

14.9.2011

La iglesia no es el opio del pueblo. Es su cocaína. Es Umberto Eco el que tiene razón, y no Marx. No hay guerra global que no haya sido santificada por el odio religioso. No hay camino de amor a Dios que no esté pavimentado con los cadáveres de los infieles.

Si existiera un dios lúcido y omnipotente, entonces seguro que se eliminaría a sí mismo, viendo todo esto que ha creado él. Y lo haría, claro está, una vez se haya desecho de sus delegados en la Tierra. Dios no necesita mediadores, dogmas, ritos. Si existiera, no podría uno considerarse bueno o malo solo por haber quemado cinco gramos de parafina o haberse despellejado las rodillas yendo en peregrinación a la cámara del tesoro bendito de la isla de Tinos.

Personalmente, nunca he podido entender por qué Dios, que todo lo sabe, creó ricos para ponerlos a prueba y al mismo tiempo pobres para ponerlos a prueba a ellos también. ¿Y por qué habría de probarlos, si él ya conoce el resultado y de hecho lo ha decidido previamente? Me parece que tiene razón Tarkovsky cuando dice que «para los que creen en él, existe un Dios, mientras que para los que no creen, no existe». Dejemos, entonces, que Dios prosiga su obra castigadora en los miles de niños que se están muriendo en África, y hablemos de los que sí son de los suyos.

Cuando era pequeño no podía entender cómo los curas estaban tan gordos pese a tanto ayuno. Ingenuidad infantil, que a mi edad sin embargo suena a populismo descarado. Pues bien, la historia de los representantes de dios en Grecia no ha tenido nada de milagroso, pues han venido estando siempre al lado del poder, y se han alineado con él. Excomulgaron a los integrantes de la compañía que luchaba por independendizarse de los otomanos, a los revolucionarios y, más tarde, al poeta Kazantzakis. Rindieron pleitesía a la ocupación alemana y bendijeron las atrocidades de la junta de los coroneles en nombre de la reconstrucción nacional.

Actualmente, continúan haciendo de las suyas. El hecho de que conviertan la angustia por el más allá en un comercio del más acá es lo de menos, pues ellos llegan a hacer negocio incluso con los muertos. ¿Qué tipo de religiosidad es esta? Ninguno.

En la difícil época que estamos viviendo, ellos se dedican a predicar con su discurso de fanatismo e intolerancia. Su problema parecen ser los inmigrantes y la homosexualidad. Odian por anticipado cualquier iniciativa que pueda llegar a deducir que son inútiles y peligrosos.

Me encantaría ver Padres santos, pero no veo, como siempre, más que hipócritas fundamentalistas. Y lo importante no es cuál de los dogmas representen, pues todos son tristemente parecidos entre sí. Criminalizan el cuerpo humano, el amor, la risa. Desean dolor, sangre, miseria. Pero para los otros, claro. Incluso el amor, que es un sentimiento incondicional e ilimitado, para ellos es un sistema de requisitos previos. Su amor procede del miedo al castigo. Estipulan una falsa moral con la misma ligereza con que un día decían que si te haces pajas te quedarás ciego. Ahora lo que aseguran es que la homosexualidad es una minusvalía, mientras se cubren cuidadosamente con los hábitos, no se les vaya a ver el liguero.

Se acuerdan de la caridad solo cuando su ejercicio es humillante para quien la recibe, y llenan instituciones donde, desde hace décadas, los niños abandonados son víctima de maltrato y apetitos pedofílicos.

¿En serio, dónde está su acción social ahora que el país está pasándolo mal? Profieren amenazas como reacción a la propuesta de que la Iglesia pague sus impuestos, porque no quieren perder ni un gramo de los tesoros de los monasterios. Vírgenes chapadas en oro de dieciocho quilates para una teología barata.

Son intocables. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen para que se llenen al mismo tiempo el cestillo de la misa y la urna electoral. La gente está empezando a tener hambre, mientras ellos siguen construyendo monstruosos templos para albergar una religiosidad también monstruosa. Piden «para completar la construcción del templo sagrado». Yo ya me he hecho mayor, pero ellos siguen sin satisfacer la vanidad de sus estatuas, con candiles de oro, abundantes donaciones y un dios codicioso. Solo con el prêt-à-porter del patriarca Anthimos con sus vestiduras de hilos de oro y sus valiosas cruces se podría construir un hospital. He podido contar que utiliza veinte crucifijos distintos, solo en fotos suyas en internet.

La cuestión no es si yo soy blasfemo e infiel, sino si esa gente cree realmente en un dios. La verdad es que si al final resulta que existe, está claro que yo no voy a ir al infierno, porque no va a caber ni un alma, con todos los religiosos que habrá ya dentro.

Fuente: http://www.lifo.gr/mag/columns/4202

Traducción de Belén Martín-Ambrosio para anticapitalistas.org

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0