Estados Unidos busca a su nuevo hombre en El Cairo

Sábado 15 de diciembre de 2012, por Mar

Olga Rodríguez ׀ eldiario.es

El presidente egipcio Mohamed Morsi puede ser el nuevo hombre de Estados Unidos en El Cairo. A estas alturas ya ha demostrado fidelidad a Washington en los dos asuntos que más preocupan a la administración Obama: el tratado de paz de Camp David y el modelo económico del país.

1.- El modelo económico:

Durante años los dirigentes de los Hermanos Musulmanes obtuvieron popularidad rechazando y criticando el intervencionismo económico occidental, las injerencias del Fondo Monetario Internacional y, por supuesto, el sionismo israelí y el apoyo de Occidente a las políticas de Israel. “Si no cumplo, no me obedezcáis”, advirtió Morsi cuando se postulaba como candidato presidencial. Ahora, tan solo seis meses después, su popularidad se ha visto menguada en ciertos sectores, y sus promesas parecen olvidadas.

“Cuando aún estaban en el Parlamento, los Hermanos Musulmanes se movilizaron en contra de las ’ayudas’ del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y ahora las acogen en forma de préstamo de 4.800 millones de dólares”, denunciaba esta semana el activista y periodista egipcio Hossam El-Hamalawy.

Que a Estados Unidos y al poder financiero internacional les importa qué modelos económicos adopten otros países no es ningún secreto. No hay más que ver cómo a lo largo de las últimas décadas se ha intervenido de forma más o menos invasiva en diversas naciones -a veces con doctrinas del shockincluidas- con el simple objetivo de asegurar ventajas para la inversión extranjera y anular cualquier posibilidad de oveja descarriada que pudiera surgir en zonas como Latinoamérica o el tan preciado tablero de ajedrez de Oriente Medio, donde las grandes potencias han llegado a disputarse liderazgos mundiales.

Ya hace un año, la embajadora estadounidense en El Cairo afirmaba que el apoyo de la Hermandad a la economía de libre mercado era esperanzadora. Ahora, el presidente Morsi, procedente de la Hermandad musulmana, se ha mostrado decidido a cerrar un acuerdo para acatar las imposiciones del Fondo Monetario Internacional a cambio de 4.800 millones de dólares. El FMI está esperando a ver cómo se desarrolla el referéndum constitucional que se vota este sábado para dar el ok al préstamo.

2.- El Tratado de Camp David:

Egipto firmó la paz con Israel en 1978, con Estados Unidos como mediador e impulsor del acuerdo. Aquella rúbrica libró a Israel de un enemigo regional y le dejó el camino libre para impulsar la ocupación de los territorios palestinos. Washington recompensó a ambos con suculentas ayudas militares que se mantiene a día de hoy.

Tel Aviv incumplió parte de sus compromisos adquiridos en los acuerdos de Camp David, pero eso fue -y es- lo de menos para la comunidad internacional occidental. Lo importante era tener atado a un país (Egipto) que, si fuera libre y organizara un referéndum para decir sí o no a su alianza con Israel, probablemente elegiría dar la espalda a Israel mientras éste continuara ocupando ilegalmente territorios palestinos.

Por eso, cuando estallaron las revueltas de 2011 y Hosni Mubarak vio tambalear su trono, Tel Aviv puso el grito en el cielo.

Ahora, tras unos primeros meses de tanteo, Estados Unidos respira tranquilo. Morsi no ha amenazado públicamente con romper Camp David y de hecho se ha comprometido a mantenerlo vigente, ha colaborado con el Ejército israelí en la lucha contra bandas armadas en el Sinaí y ha sostenido acuerdos estratégicos con Washington en materia militar y de espionaje.

La mediación de Morsi durante los ataques militares israelíes a Gaza, arropada por la administración estadounidense, ha servido para garantizar el sello de la alianza con Estados Unidos. Clinton y Obama felicitaron públicamente a Morsi, y él aprovechó para anunciar el ’decretazo’, por el que se garantizaba inmunidad ante cualquier decisión judicial.

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Mientras tanto (y no por casualidad) la revista estadounidense Time elegía a Morsi para su portada, con una extensa entrevista en páginas interiores en la que calificaba al presidente egipcio como el hombre más importante de Oriente Medio. "Usted está ahora en el escenario mundial", le dice el entrevistador. Morsi supo extraer beneficios del momento y se apresuró a acelerar el proceso para la aprobación de la Constitución, ya sin el poder judicial como obstáculo. El panel redactor de la Carta Magna, integrado por sus aliados islamistas, anunció que el borrador estaba listo y se fijó la fecha del 15 de diciembre para la celebración de un referéndum en el que los egipcios tienen que decir sí o no al texto constitucional.

El ’decretazo’ de Morsi y el borrador de la Constitución desataron la indignación en importantes sectores de la sociedad egipcia y de la oposición política. La tensión, la presión, los enfrentamientos, las manifestaciones, obligaron finalmente a Morsi a recular y a retirar el ’decretazo’. Pero el resto del proyecto sigue adelante: el referéndum se celebra, como estaba previsto, este sábado 15 de diciembre. El único cambio es que habrá dos jornadas de votación; la segunda está prevista para el 22 de diciembre. Diversos sectores egipcios acusan a Estados Unidos de estar dispuesto a apoyar a Morsi a cualquier precio a cambio de que éste garantice el statu quo regional y el mantenimiento de los acuerdos de paz de Camp David entre El Cairo e Israel.

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Tuit del bloguero egipcio Sandmonkey

"Queridos estadounidenses, las milicias de la Hermandad Musulmana están otra vez amenazando a los pacíficos manifestantes. ¿Es un alto el fuego en Israel merecedor de nuestra sangre?", se preguntaba hace unos días en Twitter el conocido bloguero Mahmoud Salem, conocido como Sandmonkey, en referencia al apoyo de Washington al presidente egipcio Mohamed Morsi como mediador para conseguir el alto el fuego en Gaza.

“Queridas potencias mundiales, no permitiremos un ’escenario Jomeini’ en Egipto, no importa lo que mucho que os gustaría. Dejad de apoyar a vuestro dictador”, decía esta semana Philip Ritz, activista egipcio e impulsor del colectivo Mosireen.

Con esta frase, Ritz hacía referencia a lo acontecimientos ocurridos en el Irán de 1979, cuando estalló una revolución con tintes socialistas, en la que los grupos de la izquierda jugaron un papel importante. El temor a que el socialismo tomara las riendas del país persa llevó a Estados Unidos, Reino Unido y Francia a apoyar el regreso a Teherán del ayatolá Jomeini desde su exilio en París. Lo que podía haber sido una revolución socialista, derivó en una revolución islámica. Algunos activistas egipcios temen que se produzca una situación similar en su país.

"Estados Unidos e Israel preferirán siempre a los Hermanos Musulmanes antes que el triunfo de una revolución socialista en Egipto", me comentó en El Cairo ya hace unos meses la veterana feminista egipcia Nawal El Saadawi.

Que en Egipto se hayan producido nuevos casos de represión contra manifestantes, que Morsi haya incumplido promesas, que el borrador de la Constitución egipcia que se vota este sábado permita juzgar en tribunales militares a civiles, que ponga serios obstáculos a la creación de sindicatos independientes, que limite la libertad de expresión e información o que no prohíba de forma explícita la discriminación por razones de género, sexo, origen o religión, no tiene porqué preocupar a Estados Unidos y sus aliados, mientras El Cairo siga prometiendo fidelidad a Washington.

Como ya hace un año decía la propia embajadora estadounidense en Egipto, “los acuerdos de paz de Camp David son absolutamente fundamentales para la paz en toda la región. Si no tienen éxito, las demás cuestiones serán inmateriales. Es realmente importante, no tiene por qué ser una gran historia de amor, pero tiene que ser una relación pacífica”.

Todo lo demás, es secundario para la realpolitik estadounidense. Lo sabe bien Arabia Saudí, esa monarquía absolutista con la que Occidente mantiene excelentes relaciones políticas y comerciales.

Si los Hermanos Musulmanes "cumplen", Washington tendrá en ellos un aliado regional, amigo a su vez de Qatar o Hamás. Si no "cumplen", siempre estará el plan B: el Ejército egipcio, hasta ahora fiel servidor de Estados Unidos en la sombra. Son estos dos escenarios contra lo que luchan y protestan diversos movimientos sociales impulsores de las revueltas de 2011.

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