A nuestro lado de la barricada

Sábado 30 de marzo de 2013, por Pacheco

David G. Marcos

Les pica, no pueden soportarlo. Notar en su nuca el aliento de la desobediencia les genera sarpullidos, sudores fríos, diarrea verbal. Algunos comienzan a estremecerse, aunque todavía quedan mirlos burlones que se regocijan, desde lo alto del coliseo, imaginando que su imperio nunca se desplomará. Titubeos por parte del jefe del Eurogrupo en el saqueo a Chipre, esquizofrenia ‘popular’ en la aceptación a trámite de la ILP sobre la dación en pago, gravedad cero de un PSOE sin origen de coordinadas, pájaras delirantes de Cristina Cifuentes & Company ante los escraches de la PAH, nuevos episodios de criminalización hacia la izquierda radical por parte de la caverna mediática… Son torpes. Chapucean, improvisan, balbucean. Si algo hemos podido comprobar a lo largo de estos días es que, aquellos que nos dominan, ni son irreductibles dioses, ni tienen ningún plan perfecto. Las rendijas del capitalismo desquebrajan, de manera corrosiva, el sacrosanto relato del régimen. Su profanación acelera los ritmos de un aterrizaje forzoso y desequilibra los altares del milagro cotidiano de la plusvalía. Lo que parecía sólido se ha disgregado. Lo que parecía estable, se evapora. Sus trucos de magia, se esfuman junto al conejo de Alicia.

Pero sus meteduras de pata no nos bastarán si queremos frenarles los pies, y es que la victoria de los oprimidos ni es necesaria ni está asegurada, sólo es históricamente posible. Tal afirmación presenta una delicada y escarpada tarea a la izquierda revolucionaria y combativa. Las de abajo partimos desde muy abajo, casi desde las cloacas. La crisis multidimensional del capitalismo coincide, esta vez, con una crisis de identidad, estratégica y táctica en el seno de la izquierda, pues la revuelta, antes de soñar sobre sus efusiones líricas e institucionales, se enfrenta a un problema de contenidos. Es aquí donde nos topamos con la cuestión de fondo: modificar la lógica social, acabar con el capitalismo, construir alternativas.

‘Al romperse los vasos, las luces se dispersan’, apuntaba Scholem en sus cartas a Walter Benjamin. En tal fragmentación subyace una involuntaria renuncia a la resistencia. Con esta premisa, las preguntas se nos acumulan: ¿Cómo construir espacios de convergencia y unidad de acción? ¿De qué forma podemos pensar y hacer posible la articulación de un discurso coherente y cohesionado? Yuxtaponiendo nuestras posiciones no seríamos capaces más que de formar un mosaico social, una aparente sinergia que no posee, en ningún caso, base real alguna. La imperativa de la unidad en una realidad esencial y positivamente plural plantea, entonces, un problema con derivaciones estratégicas importantes. Los comodines de la ‘unidad por similitud’ eluden a un conflicto que no resuelven. La convergencia de las luchas en un plano complementario al movimiento, como es el de las organizaciones políticas, debe apoyarse en un programa de transición bien elaborado, quedando al margen de posiciones simplistas que aboguen por la unidad como fin en sí mismo, la unidad sin contenido. Los ingredientes están ya encima de la mesa, pero qué pasa con la receta. ¿Ensalada o Sopa de Tomate? El compañero Miguel Urbán apostaba por una paella, en donde la fórmula dependiera de los condicionantes coyunturales pero en la que un arroz subalterno marcara la esencia combativa de la degustación.

Encima de la mesa tenemos un sistema que se tambalea y, mientras tanto, en el calor de las reivindicaciones, a nuestro lado de la barricada, la cadena helicoidal de uniones y divorcios se zarandea espasmódicamente entre posiciones rupturistas y reformistas, comunistas y libertarias, nómadas desclasadas y ortodoxas inflexibles, etc. El debate está abierto y sus fórmulas son inconclusas, pero si hay algo que podemos asegurar es que, si pretendemos garantizar el éxito de tal debate, éste debe nacer, necesariamente, desde la abajo y a la izquierda.

Anticapitalistas, pasemos a la acción.

@DavidGMarcos http://fragmentosdescreidos.wordpre...

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