Egipto, las extrañas alianzas y los retos de la revolución

Martes 16 de julio de 2013, por Pacheco

Olga Rodriguez || eldiario.es

1.- El movimiento Tamarrod (Rebelión) mantuvo contactos con oficiales del Ejército en las semanas previas a la gran protesta del 30 de junio. Las Fuerzas Armadas egipcias no ocultaron su apoyo público a la convocatoria.

Un organizador de las protestas, Waleed al-Masry, ha indicado cómo un grupo de militares retirados con los que mantuvo contacto regular prometieron protección para los manifestantes del 30 de junio.

“No les pedimos ayuda, ellos tan solo la ofrecieron, y nosotros la aceptamos”, ha relatado. Los militares contaron a al-Masry que tenían el respaldo absoluto de los mandos actuales del Ejército.

2.- Esto no significa que el movimiento Tamarrod haya sido algo fabricado por el Ejército. Al contrario. En la recogida de firmas contra Morsi y en la organización de las protestas del 30 de junio han participado activistas contrarios a los Hermanos y también al poder de las Fuerzas Armadas, gente que ha ido puerta por puerta recogiendo firmas y apoyos. Tamarrod creció de un modo descentralizado.

3.- El primer objetivo de Tamarrod, constituido por jóvenes desconocidos y por algunos activistas procedentes de movimientos de la llamada revolución, como el Movimiento 6 de abril, era la caída del gobierno de los Hermanos Musulmanes.

En los últimos meses Morsi fue perdiendo apoyos y adoptando una deriva un tanto autoritaria, a pesar de contar tan solo con el 51% de los votos. Excluyó a importantes sectores políticos y sociales para redactar la Constitución y activó temporalmente decretos que aumentaron sus poderes por encima de los propios jueces.

La Constitución, que dejaba la puerta abierta a los tribunales militares para que continuaran juzgando a activistas civiles, que solo permitía un sindicato por gremio o que no prohibía de forma explícita la discriminación por razones de sexo, género, origen o religión fue aprobada en referendum con una abstención del 68%.

Morsi, al que sectores laicos habían apoyado viendo en él un mal menor frente a la cúpula militar, decepcionó a muchos porque durante su mandato no se juzgó a ningún mando de las fuerzas de seguridad responsable de la represión ejercida desde el estallido de las revueltas de 2011.

Además, el ahora derrocado presidente mantuvo control sobre la prensa e incentivó la persecución de intelectuales y periodistas críticos con el gobierno. Todo ello, unido a la mala situación económica heredada del régimen anterior y al crecimiento de la opresión contra las mujeres, provocó un clima insoportable para importantes sectores de la población egipcia.

4.- Ante ello Tamarrod decidió contar con la complicidad de los militares. Moheb Doss, otro organizador de las protestas de Tamarrod, ha explicado que recibieron varios comunicados del Ejército y de otras instituciones estatales hasta entonces fieles a Morsi.

“Las instituciones del país, la policía, los jueces, el Ejército, dejaron claro en sus mensajes en los medios de comunicación que estaban a favor de deshacerse de Morsi”, ha indicado Doss, que ha explicado que también hubo comunicaciones privadas entre Tamarrod y las instituciones estatales.

“Es normal comunicarse con el Ejército antes de la revolución. Respetamos al Ejército egipcio”, ha dicho.

5.- El diario The New York Times ha relatado que Tamarrod también contó con el apoyo de gente como el multimillonario Naguib Sawiris, magnate de las telecomunicaciones, de Tahani el-Gebali, ex magistrada del Tribunal Constitucional, organismo cercano a los generales, y de Shawki al-Sayed, consejero legal de Ahmed Shafik, el último primer ministro de Mubarak y candidato del régimen en las elecciones de 2012, desbancado por Morsi.

Tamarrod pudo usar oficinas e infraestructuras del partido de Sawiris, los Libres Egipcios. Sawaris incluso encargó la producción de un vídeo musical de apoyo a la convocatoria del 30 de junio, y que comienza con un saludo militar.

“Tamarrod ni siquiera sabía que era yo [quien lo encargó] ”, ha dicho Sawiris. “No me avergüenzo”.

6.- La ausencia de policía en episodios clave como las protestas en Tahrir en los últimos tiempos del gobierno de Morsi y la inmediata presencia de agentes en las calles tras el golpe de Estado es, para algunos observadores, otra prueba de que las fuerzas de seguridad estaban haciendo vacío al ejecutivo y colaborando para acabar con el mandato de los Hermanos Musulmanes.

7.- Al contrario que en enero de 2011, cuando la policía atacó a los participantes de las movilizaciones -murieron más de 800 personas en 18 días-, en las protestas del 30 de junio las fuerzas de seguridad no arremetieron contra los manifestantes. Incluso hubo policías que se unieron a ellos.

Tamarrod ha contado con el apoyo claro del Ejército. Nadie lo oculta. De hecho, sus representantes apoyaron el golpe militar y aparecieron junto al general al Sisi cuando éste anunció públicamente el derrocamiento de Morsi. Pero tras ello han surgido las discrepancias y se ha demostrado quién lleva las riendas.

El presidente interino Adli Mansour anunció esta semana una declaración constitucional a la que se opone el movimiento Tamarrod, que la ha calificado de “declaración que sienta las bases para una nueva dictadura y que sienta un revés para la revolución”, ya que otorga al presidente los poderes legislativos y la capacidad de decretar el estado de emergencia.

8.- Contar con aliados más que dudosos en una lucha por la libertad puede ser una estrategia hábil siempre y cuando la correlación de fuerzas sea favorable. Lamentablemente, no es este el caso.

Los generales del Ejército, que dominan un importante porcentaje de la economía egipcia -poseen empresas y fábricas- y que durante todo 2011 ampararon la tortura y la represión contra manifestantes, tienen la llave del poder en Egipto, y de hecho nunca la habían perdido. Frente a ellos los jóvenes de Tamarrod se encuentran en clara desventaja.

Por eso el único camino para lograr las demandas de la revolución de 2011 -’pan, libertad y justicia social’- seguirá siendo la protesta, no solo contra los Hermanos, sino contra el Ejército, eterno actor clave en las estructuras del Estado egipcio, aliado de Estados Unidos e Israel y garante del cumplimiento de los acuerdos de paz de Camp David entre Egipto e Israel.

Junto a la reivindicación en la calle Egipto necesita, como tantos otros países, una coordinación clara y eficaz de todos los movimientos políticos y sociales que luchan por objetivos similares y que hasta ahora han trabajado cada uno por su cuenta. Solo una unión de todos ellos podrá desafiar a los generales y acabar con las estructuras del régimen, que sigue vivo.

Como ha dicho el activista egipcio Hossam El-Hamalawy, “ante la avalancha de propaganda en los medios de comunicación egipcios no se puede acusar a la gente de correr hacia los militares. Solo se puede culpar a los revolucionarios por no estar a la altura para ofrecer una tercera alternativa frente a los militares y a los Hermanos”.

Ese es ahora el reto de los movimientos de la revolución egipcia.

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