Desvío al líder

Domingo 4 de agosto de 2013, por Mar

Miguel Romero ׀ Viento Sur

1. La célebre sentencia de Warren Buffet, “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”, expresa muy claramente quien tiene la iniciativa y quien va ganando. Pero, ¿quienes son, quienes somos, los que vamos perdiendo? La dificultad para encontrar una expresión (“los de abajo”, “el 99%”, “el pueblo”…) capaz de hacer que se reconozca a toda esa mayoría social, con identidades sociales fragmentadas (“clases medias” que no quieren reconocer su declive, trabajadores activos, la mayoría de ellos bajo el temor al despido, parados, pensionistas, precarios…), con escalas de ingresos que van desde los que aún son “consumidores solventes”, pero menos que ayer y mas que mañana, hasta quienes están en el borde o han caído ya en el pozo de la pobreza… refleja un problema político fundamental, en realidad el problema político fundamental: la desarticulación social y política de la mayoría, que es lo que en última instancia explica que “vayan ganando”.

Parafraseando la expresión-mantra que venimos utilizando sobre la crisis del régimen, podríamos decir que hemos asistido durante décadas, desde la conquista del poder y la hegemonía por el capitalismo neoliberal hace más de treinta años, a un proceso deconstituyente de la conciencia de clase y de los vínculos entre las clases trabajadoras, organizaciones y movimientos sociales; un proceso que alcanzó su cénit en la etapa anterior al estallido de la actual crisis –con su “fiebre del oro” en las minas del ladrillo y la mitología del “capitalismo popular”, ruinosa para tanta gente- y en el que se debilitaron de forma irreversible los espacios de encuentro construidos en torno al “movimiento antiglobalización”.

A partir de la explosión de los diversos movimientos de indignados, hace poco más de dos años, hemos iniciado un proceso constituyente, que se desarrolla con enormes dificultades, entre avances y retrocesos. En el punto en que estamos, culminarlo con éxito sería un verdadero “milagro laico” (según una prudente acepción de la RAE: “algo ha ocurrido cuando parecía imposible que ocurriese, o que no ha ocurrido cuando todo hacía creer que iba a suceder”). Pero sin que suceda ese “milagro”, estamos perdidos /1.

2. En los debates y proyectos en curso para afrontar esta tarea imponente, se propone con frecuencia una figura que parece simplificarla o simplemente hacerla accesible: el “líder carismático”, que sería capaz de representar, “fascinar” se dice a veces, a esa mayoría desarticulada y, sobre esta base, conducirla por las diferentes etapas de los peligrosos e inciertos senderos de la emancipación. Estoy en desacuerdo con este tipo de propuestas -que tienen expresiones muy diversas, algunas basadas en análisis interesantes para el debate sobre experiencias latinoamericanas /2, otras en quimeras y búsquedas extravagantes de candidatos a “líder-conductor”- que especialmente en las condiciones de este país, suponen en mi opinión tomar un desvío que nos aleja de los problemas reales y urgentes que afrontamos. Voy a plantear algunos puntos de debate con la intención de que puedan contribuir a iniciar una discusión que me parece necesaria. Pasado el verano, habrá ocasión de desarrollar estas cuestiones complejas y polémicas y ponerlas en relación con la práctica. Ahora voy a procurar mantenerme en un plano general, con pocas excepciones.

3. Una de las aportaciones fundamentales de la cultura 15M es la concepción igualitaria y universal de hacer política, frente a las jerarquías que organizan a la elite política profesional. Se trata en mi opinión de un valor decisivo, que hay que preservar más allá de los grandes momentos asamblearios, cuando la política alternativa vuelve al tajo cotidiano, a sufrir las presiones del sentido común establecido. Preservarlo no sólo como crítica antagónica al sistema, sino como práctica, en la que la primacía esté en la base, “abajo”. Y para ello hay que encontrar soluciones democráticas y ampliamente consensuadas a los problemas de representación: cómo se elige a los representantes, con qué condiciones y mandatos, cómo se rinden cuentas, como se puede ratificarlos y revocarlos… En una fase inicial, puede ser muy útil lo que Martí Caussa llama “liderazgo suave” referido al papel de Teresa Forcades y Arcadi Oliveres en el Proceso Constituyente en Catalunya /3, portavoces que tienen e inspiran confianza, contribuyen a la extensión del movimiento, pero renuncian expresamente a desempeñar tareas de “dirigentes” internos o en la política electoral e institucional. Pero conforme el proceso avance y se enfrente a problemas imprescindibles para articular a la mayoría social y llegar a constituir una mayoría política efectiva (alianzas, procesos electorales, decisiones sobre gobierno…) la representación se hace mucho más compleja. En mi opinión, responder a estos problemas por medio de un “líder unificador”, y “conductor”, del campo social popular supondría un desvío respecto al valor igualitario de la cultura 15M al que me he referido antes; quizás podría conseguir réditos electorales, pero a costa de debilitar la constitución política de la mayoría social, que es la condición necesaria para “ganar”, es decir, para que pueda realizarse una ruptura democrática con el régimen neoliberal, tan corrupto como insaciable en sus ataques a la vida digna de la gente trabajadora: las últimas recomendaciones del FMI se podrían considerar una provocación, pero ya sabemos que son una estrategia /4.

4. Una segunda y última cuestión. Se considera habitualmente, y con buenas razones, que acordar un “programa de mínimos” que comparta la mayoría social es un objetivo fácilmente accesible. Efectivamente, gran parte de los programas que se difunden por las diversas plataformas unitarias -incluso aquellas que se encontrarían muy a gusto en una alternativa similar al gobierno andaluz, como la Convocatoria Cívica de Baltasar Garzón, Mayor Zaragoza, Juan Torres, etc. que se presentó a comienzos de julio- coinciden en gran parte de sus propuestas. Pero por el momento se trata de propuestas, destinadas en su mayor parte a servir de base a acuerdos electorales, que además en las próximas elecciones europeas tienen un sentido puramente de propaganda. No se trata pues de compromisos de gobierno; la experiencia de Syriza nos está mostrando cómo los programas se “flexibilizan” cuando parecen próximos a ponerse en práctica /5. Por otra parte, hay temas fundamentales sobre los que será complicado llegar a acuerdos: por ejemplo, el “derecho a decidir” de Catalunya, Euskal Herria y Galiza. No hay “alternativa democrática” si se prescinde de él, cualquiera que sea la justificación. Incluso cuando la justificación es evitar temas “conflictivos” en la mayoría social (se entiende, la “mayoría social” que no vive en esas naciones) y dejarlos para después de una eventual victoria electoral. Sin entrar en la inconsistencia de la hipótesis, aunque tome como base sondeos de opinión, aparece aquí un nuevo desvío por medio de la figura del líder respecto a las tareas necesarias para constituir como mayoría política a la mayoría social. Porque en esta hipótesis, lo determinante es contar con el líder “nacional-popular” que gane unas elecciones generales y forme gobierno. Será después, desde el “poder” conquistado y bajo el mando del “conductor”, cuando podrán irse aplicando esos “puntos conflictivos” que antes podrían dividir a la mayoría social y obstaculizar la “victoria”.

Pero ningún líder puede sustituir a un programa en el que la mayoría social reconozca y comparta la diversidad de demandas insatisfechas que hacen posible la constitución de un campo social antagonista frente al poder establecido. Un campo social que en el Estado español, no está de más repetirlo de nuevo, tiene que articularse de forma igualitaria entre realidades nacionales diversas.

Es cierto que la dificultad de la tarea es inmensa. Precisamente por eso, hay que evitar los desvíos.

En una entrevista publicada en El País Semanal, Ada Colau (una líder social criticada en ocasiones en su propio movimiento, pero éste no es ahora nuestro tema) expresa muy bien una muy valiosa lección de la experiencia de la PAH: “La gente llega con la autoestima por los suelos, encuentran apoyo y después tienen más ganas de ayudar a otros. Es un proceso que casi todo el mundo explica como un renacer: el paso de afectado a activista” /6 .

Pues se trata de generalizarlo.

Miguel Romero es editor de VIENTO SUR

Notas

1/ Cito a Jorge Riechmann, aunque él utiliza la expresión en otro sentido: “… sin un milagro laico en términos políticos –vale decir, uno de esos momentos extraordinarios de reconfiguración de un sistema complejo, basculante con rapidez hacia un nuevo equilibrio- estamos perdidos”. Fracasar mejor. Jorge Riechmann. Olifante 2013, p. 133.

2/ Por ejemplo, Íñigo Errejón. “Sin manual, pero con pistas: algunas trazas comunes en los procesos constituyentes andinos (Venezuela, Bolivia, Ecuador)” . VIENTO SUR nº 128.

3/ Martí Caussa. “Los desafíos del Proceso Constituyente en Catalunya”. http://www.vientosur.info/spip.php?...

4/ http://economia.elpais.com/economia...

5/ Para una valoración crítica del congreso de Syriza ver http://www.vientosur.info/spip.php?.... La opinión de la mayoría de la dirección está en http://www.sinpermiso.info/articulo...

6/ El País Semanal 28/07/2013, p. 24.

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