El Che y la lucha por el socialismo

Lunes 19 de julio de 2010, por miguel

Daniel Pereyra Introducción

“Ernesto Guevara es -como José Martí, Emiliano Zapata, Augusto Sandino, Farabundo Martí y Camilo Torres- una de esas figuras que han muerto de pie, con las armas en la mano, y se han convertido para siempre en granos de futuro sembrados en la tierra latinoamericana, estrellas en el cielo de la esperanza popular, ardientes carbones bajo las cenizas del desencanto”.

Michael Löwy, “La chispa que no se extingue”, Viento Sur nº. 34

Este trabajo va dirigido especialmente a los y las jóvenes, que nacieron mucho después de las luchas y la muerte del Che, procurando acercarlos al conocimiento de la vida de un revolucionario ejemplar, a la evolución de su pensamiento y a los hechos que protagonizó en su corta pero intensa existencia: al morir tenía 39 años.

El pasado 8 de octubre de 2007 se han cumplido 40 años de su captura y asesinato a manos de militares bolivianos y agentes de la CIA, en un lejano rincón de Bolivia.

Son muchas las obras biográficas que se han escrito sobre el Che y no tratamos de producir una más. Lo que intentamos es ayudar a conocer y comprender la evolución de su pensamiento político y de los actos que jalonaron su vida. Y rescatar las enseñanzas valederas actualmente o, lo que es lo mismo, comprender las razones de la vigencia de Guevara tantos años después de su desaparición. Este trabajo contiene numerosas citas de escritos y discursos del Che, particularmente aquellas menos conocidas; nos parece imprescindible para dar a conocer la personalidad del revolucionario en toda la riqueza de su pensamiento. Pero hay que tomar la vida y la obra del Che como un todo, con sus dudas y contradicciones, y pensar que ninguna cita aislada de su contexto y de su tiempo histórico debe ser considerada definitiva y cerrada. Cada una de ellas es como una pincelada de un cuadro que sólo puede ser comprendido en su conjunto.

El Che Guevara fue un combatiente, el guerrillero heroico que combatió en tres frentes de lucha contra el imperialismo y por el socialismo, pero no sólo eso; fue un militante revolucionario, un marxista preocupado por los problemas teóricos de su tiempo, y fue el hombre nuevo que rechazaba los privilegios de sus cargos y que combatía el dogmatismo y el burocratismo.

LOS TURBULENTOS AÑOS CINCUENTA Y SESENTA DEL SIGLO XX

Para situar correctamente la figura del Che, debemos ubicarla en el contexto histórico que le tocó vivir, en el curso de un período de ascenso de las luchas de masas en el Tercer Mundo, entre 1948 y 1967, cuando fue asesinado. Como escribió Fernando Martínez Heredia: “El Che vive, trabaja y piensa en la cresta de una ola. Estimo imprescindible incluir una comprensión de los años sesenta al valorar el pensamiento del Che, pero no puedo intentarlo seriamente aquí. Así pues, apunto al menos que los puntos de partida y la producción intelectual del Che en esos años son influidos por los acontecimientos, las ideas y el espíritu de aquella época tan rica en desafíos y en expresiones propias”.

En ese periodo, y en América Latina, podemos mencionar como parte de esa ola de ascenso de las masas algunos de los numerosos acontecimientos que repercutieron largamente en el conjunto del continente. En 1948, el Bogotazo fue la explosión popular contra un régimen dictatorial que había implantado el estado de sitio y una violencia cotidiana, que tuvo su máxima expresión en el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán. Luego de días de combate, el ejército logró reducir la insurrección y provocar una fuerte represión, que dio lugar a un largo periodo de guerra de guerrillas que se prolongó varios años, y que fue un prólogo de la formación de las FARC en 1964. En 1952, en Bolivia se produjo un movimiento armado del nacionalista MNR contra el gobierno dictatorial, que fue en principio sofocado por el ejército, pero los trabajadores –encabezados por los mineros armados de dinamita– se enfrentan a los militares y, a medida que se fueron armando, sumaron victorias, derrotando a las fuerzas armadas y culminando la Revolución, que llevó al MNR al poder. Éste, impulsado por la poderosa movilización de masas, tomó medidas radicales –nacionalización de la minería, reforma agraria, etc. Este proceso posteriormente se vio desviado, al frenar el impulso inicial, y condujo a una recuperación del ejército y de la burguesía boliviana.

En esa etapa y como respuesta a las movilizaciones populares, varios gobiernos populistas, que contaban con amplio respaldo popular, fueron derrocados por golpes de Estado, dando paso a regímenes dictatoriales que derogaron las legislaciones progresistas existentes y liquidaron las libertades democráticas. Esos golpes no fueron resistidos por los partidarios de los gobiernos derrocados, ni por las fuerzas de la izquierda existentes, salvo en contadas ocasiones. El movimiento sindical se caracterizaba, en general, por una línea de acuerdos reformistas con la patronal y por su gestión burocrática, ajena a las necesidades de las bases. En todos estos partidos y movimientos existían sectores descontentos con la política de sus direcciones, pero que, por su debilidad y aislamiento, no llegaron a convocar y encabezar una fuerte resistencia de las masas. Como ejemplo de estos movimientos se puede citar, en Argentina, la crisis del movimiento peronista, debido al golpe militar de 1955, que derrocó al presidente Perón y que fue seguido por la resistencia de diversos sectores políticos, sindicales y militares que, durante dos años, combinaron lucha sindical y acciones armadas hasta que los militares convocaron elecciones. En Guatemala, tras el triunfo del golpe pro yanky y el derrocamiento del gobierno del coronel Arbenz, hubo una radicalización de un sector de jóvenes militares, encabezados por el capitán Yon Sosa, que organizaron años después un contragolpe infructuoso, que desembocó en 1960 en el movimiento guerrillero MR-13 de noviembre.

La etapa que se inició con el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 puede caracterizarse en América Latina como una combinación de ascenso de las masas, gobiernos populistas e intervención de las fuerzas armadas nacionales y de Estados Unidos para frenar ese ascenso. La Revolución boliviana de 1952 y la victoriosa Revolución cubana, que derrotó al dictador Batista en 1959, fueron una conjunción de lucha armada y de movilización de masas, aunque con métodos y desarrollos distintos.

En otras regiones del mundo se desarrollaba un poderoso movimiento revolucionario antiimperialista. En Asia, la lucha de los pueblos indochinos, que, a través de una larga lucha iniciada en 1940, lograron derrotar a los colonialistas franceses y conseguir la independencia de Vietnam del Norte en 1954. Posteriormente, se vieron implicados en una guerra de agresión por parte de Estados Unidos en apoyo del corrupto régimen del Sur, lucha que se hallaba en pleno desarrollo en el momento de la muerte del Che y que culminaría con al derrota de Estados Unidos en 1975. En África, entre 1954 y 1962, una poderosa revolución anticolonialista llevó a la independencia a los países del Magreb, encabezados por Argelia, tras derrotar al poderoso ejército francés. En el África Negra se desarrolló un proceso de descolonización cuyo principal referente fue la lucha del ex Congo Belga (hoy República Democrática del Congo), donde fue asesinado en 1965 su dirigente Patricio Lumumba, lucha que se inició en 1960 y que prosiguió varios años más y en la que posteriormente participó, sin éxito, el Che al frente de un destacamento de internacionalistas cubanos.

Estas poderosas movilizaciones de masas y la consiguiente ofensiva imperialista para derrotarlas coinciden con la etapa de madurez de la vida de Ernesto Guevara, que conoció Bolivia contando veinticinco años, y que cayó en el mismo país cuando tenía treinta y nueve. Sin adscripción partidaria, había recorrido casi toda América Latina, tomando contacto con su realidad social. Algunos episodios clave de su periplo fueron su paso por Bolivia en 1953, donde los trabajadores derrotaron al ejército, logrando el triunfo del movimiento revolucionario; su contacto en Lima con refugiados políticos latinoamericanos; y su presencia en Guatemala en 1954, cuando se produjo el golpe de Estado pro yanky contra el gobierno nacionalista del coronel Arbenz, quien no armó al pueblo y facilitó de ese modo el triunfo reaccionario. Esas experiencias lo sensibilizaron frente a una realidad que era el comienzo de una profunda oleada revolucionaria. Esas luchas sacudirían América Latina en años sucesivos y tendrían en el Che a una de sus figuras más destacadas y conocidas. Su adhesión al movimiento de Fidel Castro, quien preparaba en México su desembarco en Cuba, lo llevó a participar como combatiente internacionalista, y con las armas en la mano, en la lucha contra la dictadura de Batista, que culminaría a los treinta años como Comandante y reconocido como uno de los principales líderes de la Revolución en 1959.

LA REVOLUCIÓN CUBANA

En los años 50, cuando las dictaduras militares inspiradas por Estados Unidos liquidaban a los débiles gobiernos que intentaban frenar con tímidas reformas la ofensiva imperialista, el triunfo de la Revolución cubana significó una sacudida para todas las gentes de izquierda, antiimperialistas o simplemente defensoras de los derechos humanos.

El ejemplo de la Revolución Cubana se difundió como un rayo por todo el continente: un movimiento de jóvenes barbudos y desarrapados alzados en armas desde la Sierra Maestra había derrotado al poderoso ejército de la dictadura. Proclamaron la Reforma Agraria, liquidando el latifundio, y nacionalizaron los recursos en manos de empresas imperialistas. Llegaron así al corazón de las capas más explotadas y excluidas de América Latina. El mensaje que penetró en todos los rincones a través de los transistores fue explícito: se podía luchar y ganar, era posible derrotar al enemigo considerado invencible. Se podía tomar el poder, recuperar la tierra y expulsar a los grandes explotadores.

Miles de luchadores sociales en todos los países, sindicalistas, estudiantes, campesinos, militantes de partidos de izquierda, se plantearon seguir el ejemplo de Cuba. Las implicaciones de su accionar dejaron huellas imborrables, en la medida que miles de revolucionarios a lo largo y ancho de todo el continente se identificaron con su accionar. Parecía posible, y una oleada revolucionaria recorrió América Latina. Ya desde 1958, un poderoso movimiento campesino surgió en Cusco, Perú, bajo la consigna de Tierra o Muerte!, reclamando la reforma agraria, un movimiento que posteriormente se extendería a otros departamentos del país.

La posición reformista de los partidos comunistas y socialistas y de los movimientos populistas, opuestos a toda ruptura con el sistema, apostaba por la alianza con sectores de las burguesías nacionales que consideraban progresistas; los partidos comunistas fueron la vanguardia de esa posición en América Latina. Sostenían que la revolución en los países del Tercer Mundo debía comenzar con una etapa democrático-burguesa, en la cual amplios sectores de las burguesías nacionales jugarían un rol progresista y antiimperialista; esta posición era compartida por los partidos socialistas y, lógicamente, por los movimientos populistas, incluidos sus sectores más avanzados.

Esa propuesta descartaba totalmente la posibilidad de una lucha revolucionaria por el poder y por el socialismo. La mayoría de esos partidos de izquierda y populistas, y de los sindicatos, siguieron desarrollando una política reformista y frenaron, por tanto, la movilización de las masas.

El proceso de ascenso de las masas y de lucha armada, que se venía desarrollando en varios países de América Latina desde antes de la Revolución cubana, se vio impulsado por su ejemplo y por la acción de solidaridad desarrollada por su dirección: numerosos grupos se aprestaron a combatir, y recibieron apoyo logístico y entrenamiento. Así pues, con el ejemplo de la Revolución cubana, nació un movimiento que fue conocido como guevarismo, que abrazó la causa del antiimperialismo y del socialismo y que creyó posible derrotar la explotación por medio de la lucha armada. El guevarismo se constituyó con el aporte de miles de luchadores en casi todos los países de América Latina; así surgieron sectores de izquierda en muchos de los partidos y movimientos reformistas y populistas, sectores que se proponían como principal objetivo enfrentarse al sistema mediante la lucha armada, tomar el poder y avanzar hacia el socialismo. En vida del Che fueon numerosas las organizaciones que surgieron y que desarrollaron diversas formas de lucha armada, de las que sólo citaremos las más conocidas: En Nicaragua desde 1956 se sucedieron acciones armadas contra la dictadura de Somoza y, en 1961, surgió el FSLN, que logró derrotar al ejército y tomar el poder en 1979; en 1959, se constituyó el Movimiento 14 de Mayo en Paraguay; en República Dominicana tuvo lugar el desembarco de la UPD en 1959 y surgió el Movimiento 14 de Junio en 1963; en Guatemala, en 1960, apareció el MR-13 de Noviembre a partir de un levantamiento de oficiales del ejército y, en 1962, se constituyeron las FAR; en Perú se formó el FIR entre 1961 y 1963 y el ELN y el MIR entre 1962 y 1965; en Venezuela tuvieron lugar las sublevaciones militares en Puerto Cabello y Carúpano, y se creó el ELN en 1962 y las FALN entre 1963 y 1970; los Tupamaros combatieron en Uruguay entre 1962 y 1973; en Brasil actuaron las Ligas Campesinas entre 1950 y 1962, el MNR en 1964, el MR-26 de Marzo entre 1966 y 1969, el MR-8 de Octubre de 1966 a 1972, la ALN de 1967 a 1974 y la VPR entre 1967 y 1972; en Argentina, el EGP dirigido por Jorge Masetti y el grupo de Ángel Bengoechea actuó en 1963/64 (como parte de los planes del Che) y las FAR a partir de 1966; en Colombia las FARC se crearon 1964 y el ELN y EPL en 1965; el MIR chileno empezó a actuar en1965; en México la guerrilla de Chihuahua se creó en 1964.

EL GUEVARISMO Y EL MOVIMIENTO TROTSKISTA

El listado de organizaciones integrantes del llamado guevarismo que acabamos de ver sólo incluye aquellas que existieron en vida del Che, pero esas y muchas otras continuaron luchando después de 1967. Por otra parte, la lista está formada solamente por organizaciones que desarrollaron la lucha armada, sin embargo, el guevarismo estuvo integrado por una gran cantidad de movimientos de masas, sindicales, estudiantiles, culturales y de todo tipo, que compartían lo esencial del ideario político de Guevara, sin que todos ellos aplicaran en defensa de sus reivindicaciones formas de lucha armada. Es en este sentido amplio que el guevarismo conserva una gran actualidad en América Latina, como expresión de la lucha contra toda forma de injusticia y de explotación, contra el imperialismo y el capitalismo, por una sociedad justa, una sociedad socialista. No es una actualidad expresada en formas de organización, sino esencialmente en ideas y luchas, en banderas de combate. Y esto explica la vigencia de la figura del Che a cuarenta años de su asesinato, como símbolo de esas banderas.

Pese al avance del capital y a las derrotas sufridas en el pasado, ante el actual período de intensas movilizaciones de masas y de resistencia al neoliberalismo, con otras formas prioritarias de lucha, los lineamientos políticos básicos del guevarismo siguen presentes en América Latina. La necesidad de luchar por el socialismo y contra el imperialismo y el gran capital, de ejercer el internacionalismo revolucionario y una solidaridad activa con los pueblos en lucha, de rechazar toda posibilidad de alianza con las burguesías nacionales… están tan vigentes como en el pasado.

Se puede afirmar que, en líneas generales, las diversas organizaciones reformistas, los partidos socialistas y comunistas y los movimientos populistas como el peronismo o el aprismo, se mantuvieron al margen o se opusieron frontalmente a las posiciones del Che Guevara (aunque no dejaran de elogiarlo como ídolo), mientras que las organizaciones revolucionarias de izquierda, mayoritariamente se adhirieron a las políticas guevaristas.

En la actualidad, el reformismo, el estalinismo y el populismo siguen en decadencia ante la acción de un capitalismo salvaje que no les otorga ningún margen de maniobra, pese a lo cual continúan practicando, como en el pasado, una política de conciliación de clases.

Esa poderosa ola revolucionaria latinoamericana contó entre sus integrantes a organizaciones y militantes trotskistas. Los partidos de la IV Internacional, fieles a sus posiciones revolucionarias, coincidieron en los lineamientos políticos del guevarismo para América Latina; puesto que se trataba de una corriente revolucionaria que luchaba por el socialismo, era lógico que nos sintiéramos parte de la misma, aunque esto no significara una adscripción organizativa que, por otra parte, no existía formalmente.

Además de esa coincidencia política, en varios países latinoamericanos organizaciones o militantes trotskistas participaron en la lucha armada: algunos recibieron entrenamiento militar en Cuba y participaron en diverso grado en los planes del Che para el Cono Sur. Otros grupos siguieron aplicando la lucha armada después del asesinato de Guevara. Muchos militantes de nuestra corriente internacional lucharon con las armas en la mano contra las dictaduras imperantes, la explotación y la opresión, y entregaron su vida, mientras muchos otros sufrieron cárceles y torturas.

El IXº Congreso Mundial de la IV Internacional, celebrado en 1969, adoptó una resolución mayoritaria en la que asumía los elementos centrales de la estrategia revolucionaria y la validez de la lucha armada como método de acción para América Latina; aunque el Xº Congreso Mundial corrigió en parte esa resolución en lo referente a la utilización de la guerrilla rural, siguió manteniendo los elementos políticos centrales señalados.

LA ACCIÓN INTERNACIONALISTA DE CUBA

Son numerosas las acciones armadas solidarias de Cuba en misiones internacionalistas. Una de las primeras ocurrió en Argelia en 1961, cuando se envió un buque con material militar, y posteriormente en 1963, cuando a petición del presidente Ahmed Ben Bella, Cuba envió tanques y varios centenares de soldados para ayudar a combatir un ataque del ejército marroquí.

En el caso de Angola, según relató Fidel Castro a Ignacio Ramonet1, “a partir de 1965 comenzó también nuestra colaboración con la lucha independentista en Angola y Guinea Bissau, que consistió esencialmente en la preparación de cuadros, envío de instructores y ayuda material”.

Es conocida la intervención en el Congo, dirigida por el Che Guevara, donde participaron 150 combatientes cubanos, contra las fuerzas colonialistas. Allí combatieron hasta que la experiencia demostró que no existían las condiciones necesarias para construir, en base a los compañeros congoleños existentes, un núcleo armado capaz de resistir los embates de los colonialistas belgas y avanzar hasta la victoria revolucionaria. Entonces el contingente cubano se replegó.

En 1975, recién alcanzada la independencia de Angola del imperialismo portugués, este país fue atacado simultáneamente por tropas zaireñas y fuerzas mercenarias desde el norte y por columnas blindadas sudafricanas desde el sur. Los cubanos contaban en Angola con 480 instructores, según relata Fidel en el citado libro de Ramonet, a los que se sumaron numerosos efectivos, hasta totalizar 36.000, que alcanzaron la victoria sobre los invasores.

El eje y centro neurálgico de todas estas luchas revolucionarias era Vietnam, donde el pueblo fue atacado salvajemente por un ejército invasor que llegó a contar con 500.000 soldados norteamericanos, sumados a las tropas de Vietnam del Sur. Los sufrimientos infligidos por los bombardeos masivos y el uso de pesticidas alentaron un vasto movimiento de solidaridad internacional en el que Cuba jugó un rol destacado, y por el cual el Che hizo su famoso llamado a “Crear dos, tres, muchos Vietnam”. La resistencia vietnamita también impulsó al Che a impulsar en 1965 la lucha guerrillera en el Congo, intento que se saldó con un fracaso, y a desarrollar la guerrilla boliviana en 1966, esfuerzos destinados a dispersar las fuerzas militares del Imperio. El Che se proponía desarrollar un núcleo guerrillero que fuera el centro de un vasto plan revolucionario que abarcaría a Bolivia, Perú y Argentina, y que se extendería posteriormente a toda la región. Allí también luchó un grupo de combatientes cubanos, la mayoría de los cuales cayeron con el Che en 1967 junto a otros luchadores internacionalistas.

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