Miguel Romero, la lucidez de un insumiso

Viernes 31 de enero de 2014, por Mar

Jaime Pastor

[Versión completa del obituario publicado por El País el 31/01/2014]

Después de una dura y prolongada lucha contra el cáncer, Miguel Romero Baeza (Melilla, 1945) ha fallecido el 26 de enero en Madrid. Periodista y editor de la revista bimestral de izquierda alternativa Viento Sur, su trayectoria política es representativa de una parte de la generación que en los años 60 emergió en la lucha antifranquista y que, después de Mayo del 68, decidió dedicar su vida a la construcción de un proyecto político revolucionario e internacionalista. Fue militante del Frente de Liberación Popular (FLP) en los años 66-69 hasta su disolución para ser luego cofundador de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en 1971 (fue director durante varios años de su órgano de prensa Combate y también de la edición española de Inprecor) y, después, formar parte del equipo dirigente de la Cuarta Internacional que animó Ernest Mandel. Tras el fracaso de la fusión con el Movimiento Comunista (MC) en 1993, su actividad estuvo centrada en la dirección de Viento Sur, simultaneándola con su participación en distintas organizaciones sociales (trabajó durante muchos años en ACSUR-Las Segovias) y en Espacio Alternativo, organización que se configuró como corriente dentro de Izquierda Unida hasta que en 2008 decidió abandonarla y refundarse como Izquierda Anticapitalista, con una nueva generación al frente.

Miguel Romero (“Moro”, como le llamábamos sus amigos y amigas) logró salvarse de la represión de la dictadura franquista, pero fue justamente en plena “Transición”, en 1978, cuando fue a parar en la cárcel de Carabanchel durante un mes por declararse coautor de dos artículos publicados en un dossier titulado “¡Viva la República!” por la revista Saida y negarse a pagar la fianza que exigía el juez. Fue así testigo y víctima de la beligerancia practicada entonces contra quienes aspirábamos a desbordar los límites del “consenso” que querían imponer las elites de uno y otro lado.

A lo largo de su vida publicó gran cantidad de artículos, declaraciones políticas y textos de formación que acompañaban a sus constantes charlas en los más diversos lugares, incluida especialmente América Latina, hasta que ya en los últimos años tuvo que ir renunciando a desplazarse a causa de su enfermedad. Entre sus trabajos se pueden destacar La guerra civil española en Euskadi y Catalunya: contrastes y convergencias (2006) y Conversaciones con la izquierda anticapitalista (2012), además de los que fue coautor, como Porto Alegre se mueve (2003), 1968. El mundo pudo cambiar de base (2008) y Pobreza 2.0 (2012). Toda una labor que reflejaba tanto su preocupación por transmitir las enseñanzas del pasado a las nuevas generaciones como su esfuerzo por aprender de experiencias como las del movimiento “antiglobalización” o el 15M, aportando siempre sus lúcidos análisis y reflexiones a la búsqueda de nuevos caminos y herramientas de intervención política para la izquierda alternativa. Porque, como él mismo escribió, formaba parte de “la pequeña parte de esa ‘generación’ (la del 68) a quienes la voluntad de luchar por la revolución social no se nos pasó con los años”.

“Moro” fue un gran amante del cine - era un asiduo asistente al Festival de Cine de San Sebastián, de lo que son testimonio son regulares crónicas en Viento Sur-, de la música (del flamenco, de la ópera), de la novela negra, de nuevas series como The Wire y, sobre todo, un entusiasta aficionado del Barça. Miguel disfrutaba mucho de sus encuentros con su familia en Málaga y Barcelona, sacando fuerzas incluso, pese a su ya precario estado de salud, para desplazarse a ambos lugares el pasado diciembre.

Para quienes, como es mi caso, desde que le conocimos cuando era estudiante en la Escuela de Ingenieros de Telecomunicación y residía en el Colegio Mayor San Juan Evangelista (el “Johnny”) hemos compartido una trayectoria política común y, sobre todo, una profunda amistad dispuesta a resistir todas las pruebas a lo largo de estos casi 50 años, es difícil expresar lo que se siente ante su desaparición. Buscando cómo reflejar en palabras ese dolor, no he hallado nada mejor que lo que él mismo escribió ante el fallecimiento de su gran amigo Daniel Bensaïd hace tres años: “En estos días de duelo, una de las palabras más repetidas sobre Daniel es ‘irreemplazable’. En la relación personal, en el cariño, por supuesto. Pero también en sentido político, militante…”. Y concluía: “No encuentro palabras mejores para decirle adiós al Bensa, mi camarada, mi colega, mi amigo querido: ‘Que la tierra te sea leve’”. Sus familiares, Pilar y una larga lista de amigos y amigas no le olvidaremos nunca. El próximo 1 de marzo le rendiremos homenaje en Madrid.

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