La llave andaluza para un gobierno de "izquierdas" en la Moncloa

Jueves 13 de marzo de 2014, por Mar

Jesús Rodríguez, profesor de Economía. Militante de Izquierda Anticapitalista- Andalucía.

Andalucía es hoy un laboratorio para la izquierda tradicional, política y sindical. Paradójicamente, una de las regiones más duramente golpeadas por la crisis, con una estructura económica dependiente y con estadísticas sociales demoledoras, es al mismo tiempo un lugar de ensayos políticos que pueden anticipar gran parte de las dinámicas políticas estatales que se van a desplegar en el medio plazo.

1. El gobierno andaluz, una oportunidad para frenar el desgaste del PSOE. La crisis de legitimidad del conjunto de las instituciones del Estado afecta de forma contudente a los dos partidos mayoritarios. Y esta crisis del bipartidismo representa una oportunidad para cambiar el mapa político del país, y fundamentalmente para cambiar la correlación de fuerzas en el seno de la izquierda. Andalucía, más que ninguna otra comunidad, es el símbolo de la losa conservadora que el PSOE, debido a su larga hegemonía institucional, ha supuesto para el desarrollo de la de la conciencia de la clase trabajadora. El nivel de conciencia en Andalucía es frenado por una cultura política impregnada por el PSOE en amplias campas de la población rural e incluso urbana. Una cultura construida en parte, pero no solo, sobre la base del clientelismo político, pero también sobre una práctica política paternalista y desmovilizadora, capaz de cooptar gran parte de las luchas y de los cuadros de colectivos sociales de todo tipo, fundamentalmente de aquellos que no hayan tenido una cierta radicalización. Una cultura madurada con el paso del tiempo y con la experiencia de años al frente de la gestión de la Junta de Andalucía, Diputaciones y numerosos ayuntamientos.

El declive general del PSOE tuvo hasta la conformación del gobierno de coalición andaluz las mismas causas que en el conjunto del Estado. La base social y electoral del PSOE ha salido a las calles no solo a pesar de la dirección del PSOE, sino en ruptura con este, integrando las nuevas bases de mareas, movimiento 15M, la construcción de las huelgas generales, y en definitiva, participando del nuevo tejido crítico, móvil, fluctuante, no totalmente politizado, pero que ha girado hacia la izquierda el sentido común dominante.

Que el PSOE caiga, y con él el crédito y ascendencia de las lógicas socioliberales y de construcción de consensos institucionales, se ha convertido en un objetivo estratégico de la izquierda alternativa, para construir un nuevo mapa político y una nueva relación de fuerzas contra la clase dominante. Incluso para liberar a los pocos sectores que hoy queden dentro de este partido y quieran levantar una alternativa de oposición al capitalismo.

Sin embargo, la conformación del gobierno bipartito andaluz ha obstaculizado parcialmente esta posibilidad, dando lugar a la aparición de nuevas claves y ofreciendo una importante oportunidad para que el PSOE contenga su declive general.

2. La apuesta sindical por el gobierno andaluz. El gobierno PSOE-IU llega tras una caída paralela del crédito sindical y de la desaparición de los espacios de concertación, mecanismo de legitimación de las organizaciones sindicales mayoritarias en los últimos 20 años. Mecanismo que había alejado a los afiliados de las decisiones, ayudando a fortalecer socialmente esa cultura de la delegación. Un mecanismo también que había ayudado a construir una fuerte burocracia sindical, un importante aparato muy dependiente en lo financiero de las financiaciones externas.

En el contexto de debilidad del movimiento sindical, con una gran responsabilidad del modelo sindical practicado, pero también explicado por la enorme fragmentación de la clase trabajadora, las direcciones de CC OO y UGT no se han planteado remover las dinámicas sindicales para apuntar a un horizonte más o menos lejano de recomposición del sindicalismo. La corrupción de UGT no es más que la punta del iceberg de un modelo profesionalizado sin perspectiva de recambio hacia la izquierda en su cultura y organización.

Más bien al contrario, no hay autocrítica sino fuga hacia adelante. El gobierno andaluz se constituye para dichas direcciones sindicales en el asidero al que agarrarse, bajo las viejas lógicas de concertación, para salvar los muebles. Esta es la dirección hacia la que corren CC OO y UGT, sindicatos que ayudarán en la medida de lo posible al “sorpasso” estatal de esta fórmula andaluza, que les garantiza financiación pero, sobre todo y mucho más importante, les vuelve a legitimar como interlocutores sociales bajo la misma fórmula agotada de la concertación.

En este periodo de experiencia del nuevo gobierno andaluz, las direcciones de CC OO y UGT han criticado algunas medidas de recortes de dicho gobier- no, pero al mismo tiempo cortocircuitan aquellas que se dan con formas coherentes y autoorganizadas y que ponen en entredicho al bipartito. Aparecen así como útiles al gobierno de la Junta e intentan mantener aquella vieja imagen de sindicatos responsables con capacidad de interlocución. Es con esta fórmula ambivalente y con un accionar “por arriba” con la que pretenden pasar esta travesía del desierto. La dinámica de oposición y disputa de la dirección de CC OO a la Marea Verde andaluza ilustra bien este formato. Han criticado tibiamente los recortes en Enseñanza, los más de 4.500 despidos de interinos, pero cuando la Marea ha adquirido un formato ofensivo contra la Junta, pasando por encima de las direcciones sindicales, han tratado de deslegitimarla, incluso con el coste de aumentar el descrédito sindical. De alguna manera intentan centrar la crítica en el gobierno central y oponerse a los discursos consecuentes de quienes plantean la consigna “contra todos los recortes, vengan de donde vengan”.

3. Izquierda Unida, la clave de este nuevo gobierno. Izquierda Unida es la variable que ha cambiado el panorama y que ha dado lugar al nuevo escenario andaluz. El profundo desgaste del PSOE en Andalucía, unido a una lógica de luchas muy defensivas, sin apenas victorias, hizo que un sector importante de la base social de la izquierda girara hacia IU. La dirección de IU se encaminó rápidamente hacia el escenario de gobierno, con el objetivo de constituirse en el imaginario colectivo como una fuerza institucional respetable. Valderas y Meyer, los dos históricos del aparato del PCE, han sido claves para que dicha operación acabara con éxito. Hay que decir que el terreno estaba abonado tras años de experiencias de gestión conjunta en ayuntamientos y diputaciones, luego del giro emprendido años atrás por Llamazares al tomar las riendas de IU.

No le ha ido mal. El PSOE no tiene vínculos orgánicos con la vanguardia forjada en las resistencias sociales en estos años de crisis. Gran parte de estos nuevos sectores conscientes y organizados lo han hecho en ruptura con el PSOE. Logra así IU esa imagen de partido respetable y al mismo tiempo, de partido que se relaciona con las aspiraciones sociales. ES IU el interlocutor preferente ya no sólo de CC OO, sino incluso de amplios sectores del aparato de UGT.

Pero al mismo tiempo, la aplicación de las políticas socioliberales y de asunción de toda una arquitectura funcional a las clases dominantes, consolida un gobierno que difícilmente se puede calificar (y con resultados en la mano, más allá de lo discursivo) ni siquiera de reformista-defensivo. Esa lógica no permite en este momento la aplicación de medidas ni siquiera de matriz socialdemócratas. La mayoría de las medidas estrella anunciadas esconden un marketing que las engorda (como el famoso decreto antideshaucio, que hemos apoyado pero que es a toda luz insuficiente). Los límites del gobierno andaluz son muy evidentes, con una lógica presupuestaria restrictiva que va a recortar de nuevo a empleados públicos, en todos sus formatos laborales, y que ya está afectando seriamente a sectores claves para el PSOE e IU como Educación y Sanidad, a pesar de la propaganda gubernamental. Ahora, además, se esperan duros recortes en Dependencia.

Aún así, y quizás por todo esto, IU aparece ante muchos sectores como el vínculo con las salidas institucionales viables en este momento. Esto al mismo tiempo le permite acotar el marco discursivo de las luchas cuando su aparato se relaciona con ellas. Tiene una gran capacidad de absorción de las mismas. Incluso, resulta llamativa la relación de IU con CC OO. El aparato del sindicato parece vivir un cierto declive frente al aparato en ascenso de IU, pudiendo esta última tener la iniciativa pública y cambiar el rol que ambas formaciones habían establecido en su relación en la última década donde IU aparecía muy subalternizada a la dirección del sindicato. Eso ha permitido consolidar esta lógica de entroncamiento de CC OO en la Junta de Andalucía, algo que con un PSOE decadente era más difícil de sostener. Las movilizaciones, su contundencia, amplitud y extensión, están muy condicionadas a una actitud de CC OO que hoy tiene un nexo muy estrecho con la Junta, a través de IU.

IU es por tanto hoy la pieza clave del armazón institucional de este bloque político y sindical, que aparece como oposición al gobierno de Rajoy, pero que juega un papel muy contradictorio, desmovilizador y posibilista, dibujando como única salida posible a las movilizaciones de los últimos años un escenario de “Sí se puede” débil, como dice Miguel Romero.

No parece que a corto plazo esta decisión de IU de subalternizarse a la lógica socialiberal sea reversible. Por el contrario, los buenos resultados estimados en las encuestas electorales y el aparato construido con el acuerdo y entrada en gobierno, van a consolidar una dinámica hasta el punto de intentar convertirla en acuerdo estatal. Tenemos, quizás, un nuevo bloque político y sindical que ha llegado para quedarse y que pretende proyectarse a escala estatal.

4. Susana Díaz y la puesta de largo de un “continuismo renovado”. Ante su declive y con la oportunidad de inaugurar el gobierno bipartito, el PSOE se ha visto obligado a varios movimientos simultáneos: construir un pacto con IU que le legitime y que le sirva para aparecer como una fórmula regeneradora y de oposición a Rajoy; así como impulsar un recambio en sus filas ante la imagen decadente de Griñán tras la trama de los EREs.

Susana Díaz ha sido la figura escogida para suceder al antiguo presidente de la Junta. Pertenece al PSOE de Sevilla, bastión en el Estado. Es de mi barrio y de mi generación. No le conocí otro oficio que vivir de la política de manera profesional desde muy joven. Ella encarna mejor que nadie a esa juventud que se apegó al PSOE sin capacidad de representar las nuevas realidades sociales que vivía la nueva juventud precaria. Representa a toda una camada de jóvenes que no ha conocido inserción en las luchas y que ha estado apegada a la cultura de aparato, ¡del aparato sevillano! Susana Díaz es la apuesta segura y continuista de un PSOE golpeado por su gestión estatal de la crisis y por la corrupción. Griñán supo mover ficha rápidamente, colocando a su delfín e intentando con ella una recomposición de un aparato interno desgastado por laceraciones, escándalos y derrotas. Y parece cumplir los objetivos a corto plazo.

Este PSOE, gracias a ubicarse al frente de la Junta con el apoyo de IU, ha podido aminorar el golpe del desgaste estatal (aunque sigue en declive lento) ofreciendo una versión de “gobierno muralla” frente a las lógicas neoliberales agresivas de Rajoy. Es el gobierno andaluz el que todavía le permite construir en el imaginario colectivo una cierta idea de oposición al conjunto de políticas antisociales, a pesar de aplicarlas en el gobierno de Zapatero y también en Andalucía. Susana Díaz, lugarteniente de Griñán, es una dirigente mediocre, con poca oratoria, con nulo debate estratégico. Con posiciones nefastas sobre la cuestión de las nacionalidades en el Estado. Forma parte del aparato y es lo único que ha aprendido. No parece suficiente para una gran renovación, pero ha sabido construir una trinchera en la discusión pública frente al PP. Eso puede permitir, pero está por ver, un balón de oxígeno para generar en el medio plazo una operación más amplia de renovación a escala estatal. Sin la palanca andaluza esto no sería posible. Esta operación debe dejar atrás a Rubalcaba y ofrecer una cierta imagen de relevo generacional: la misma Díaz afirmó no haber apoyado al candidato.

No obstante Díaz tiene que afrontar nuevos recortes en los ya exiguos Presupuestos andaluces. Tiene que hacerlo manteniendo esa imagen de oposición respetable y simbolizando su extensión al conjunto del Estado (de ahí los resabios españolistas en los discursos públicos). Y tiene que hacerlo sin que IU le siga disputando la posición de izquierda responsable que se relaciona con las aspiraciones sociales. De ahí que un sector del PSOE pueda intentar un movimiento por etapas, que primero aspire a consolidar la frágil imagen de Díaz para después romper las relaciones con IU. Una operación arriesgada que la dirección del PSOE no se atreve a jugar de momento y que IU no quiere precipitar. IU quiere quemar todos sus cartuchos para llegar al próximo periodo electoral con la imagen de una izquierda respetable y gestora. Es así como se está forjando el gobierno andaluz, cabalgando sobre un mar de contradicciones, lanzando a los movimientos contra el gobierno central, recuperando y reabsorviendo aquellas movilizaciones que aspiren a criticar todas las políticas de austeridad.

Parece que el salto de lo social a lo político se dilata y se va a dar en términos menos acelerados de lo que podríamos pensar. Mientras el panorama de las resistencia sociales no mute y ofrezca lecciones que permitan identificar “lo rupturista” como posible, puede ser que tengamos que operar durante un periodo largo en un marco político dicotomizado entre el neoliberalismo más agresivo y un ensayo de gobierno reformista-defensivo que acaba aplicando políticas de continuidad liberal. Habrá que saber desbordar esta última trinchera, con una política inteligente y creíble, pero que sepa discutir y trasladar a la clase trabajadora que la única salida favorable a sus intereses pasa por hacer caer el mapa político y construir estrategias desobedientes con la arquitectura institucional existente.

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