Juego de Tronos. Abdicación y procesos constituyentes

Lunes 2 de junio de 2014, por Mar

Josep Maria Antentas | Público

Profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

Esto va en serio.La crisis política, fraguada durante tres años de revuelta social ante las políticas de austeridad y tras el estallido del proceso independentista catalán, se ha convertido en una verdadera crisis de régimen. Corona, poder judicial y bipartidismo, todos ellos, alcanzan cotas de desafección sin precedentes. Las recientes elecciones del 25M fueron la primera traslación electoral de esta dinámica de crisis política generalizada. Marcaron el principio del fin del bipartidismo y significaron la irrupción de lo que lleva camino de convertirse en una ascendente pesadilla política para el sistema de partidos dominante: Podemos.

El buque de la Transición, es ya un verdadero Hispanic. Tiene vías de aguas por doquier y navega en aguas llenas de escollos, e icebergs. No parece que el capitán al mando y su tripulación tengan habilidades suficientes para sortear todos los obstáculos al frente. Pero van a intentar una maniobra desesperada para enderezar el rumbo y no hay que subestimarlos. Todavía tienen margen de maniobra. Carentes de legitimidad, poseen sin embargo el control de todos los resortes del poder económico, institucional y mediático. ¿El conjunto de los pasajeros será capaz de organizar una rebelión a bordo y tomar el timón de la nave para refundarla completamente? Esta es la cuestión.

Las esperpénticas loas que llueven de todas partes a la labor histórica de un Rey en descrédito y a la preparación y solidez de Felipe, no son más que burdos intentos para conjurar el espectro de un cambio real. La transición de Juan Carlos I a Felipe es un ejercicio de gatorpadismo político. Una operación de maquillaje político para insuflar oxígeno a un maltrecho régimen. La abdicación del Rey se enmarca, con toda probabilidad, en una operación de más calado para intentar recomponer la legitimidad del régimen, con reformas (constitucionales) insustanciales pero que puedan darle un balón de oxígeno. Salvar el actuar régimen implica desactivar de algún modo el proceso catalán y mantener, a toda costa, el bipartidismo del PPOE. Rescatar al PSOE de su naufragio es, en particular, de vital importancia para preservar el orden. Si éste no levanta el vuelo, la ascensión de Podemos será imparable. Una pesadilla para los de arriba que es un increíble, e inesperado, sueño para los de abajo. Tocados ambos partidos, el fantasma de una gran coalición para garantizar la gobernabilidad, aprece en el horizonte. Pero ésta es una última carta que sólo agrandaría su crisis, un último recurso antes de una salida autoritaria (cuya concreción tiene múltiples variantes) o de una victoria de una mayoría política democrática y contraria a la austeridad. De ahí la necesidad de mover ficha en búsqueda de la legitimidad perdida.

Por ello toca ahora una respuesta social tan rápida como unitaria, tan audaz como concreta. No basta con un referéndum sobre Monarquía o República. No sólo la forma de Estado está en juego. Es todo un sistema político y social el que debe ser cambiado. Por ello la apertura de una dinámica constituyente debe ser la demanda básica ahora mismo. Ahí una cuestión clave es el encaje de las aspirtaciones democráticas del pueblo español con las de los pueblos catalán, vasco y gallego. Hay un doble error simétrico a evitar. Por un lado, plantear desde el centro del Estado, en clave sólo española, la fórmula de "proceso constituyente" en singular, o la demanda de una III República española, como salida a la actual situación. Ello no da una respuesta satisfactoria al proceso nacional catalán y no permite explotar todas las grietas abiertas para hacer un roto definitivo a una segunda restauración borbónica que lucha por sobrevivir. Por otro lado, el reverso de esta perspectiva consiste, desde Catalunya, en desentenderse de la crisis del régimen español, y limitarse a buscar una mera acumulación de fuerzas en Catalunya en favor de la independencia. Ello no permite aprovechar las oportunidades que la crisis política general del régimen abre para el proceso catalán, ni utilizar a éste último para asestar un golpe certero al primero. Además, nos empuja a una lógica de unidad patriótica en Catalunya bajo la hegemonía, maltrecha, de CiU, en la que los derechos sociales se evaporan con la promesa de que llegaran más adelante en un futuro imaginario. Se trata, por el contrario, de reivindicar la perspectiva de procesos constituyentes, nacionales, independientes, coordinados y retroalimentados entre sí, para ayudarse y reforzarse en su búsqueda común de un nuevo orden democrático, justo y solidario.

Hace muy poco tiempo nunca habríamos imaginado lo que acontece ante nuestros ojos. Para bien y para mal. Nunca habríamos imaginado el impacto brutal de la crisis social, la violencia de los desahucios incesantes y del paro masivo, y la crisis de los mecanismos de representación política democrática, vaciados desde dentro por la aspiradora de la austeridad y los intereses financieros. Pero tampoco habríamos vislumbrado la pérdida de legitimidad galopante del sistema político, el descrédito de la banca, la inmensa toma de conciencia (contradictoria, pero real) ciudadana de la verdadera naturaleza del modelo político y económico.

La crisis política obliga, sin remisión, a pensar estratégicamente. Y a hacerlo rápido. Las oportunidades políticas no se prodigan ni suelen repetirse dos veces. Decía el filósofo Daniel Bensaïd que la política es el "arte estratégico de la coyuntura y del momento propicio". El arte de saber aprovechar aquellos raros momentos de la historia en los que el suelo se abre bajo los pies mostrando un abismo que puede ser tan oscuro como resplandeciente, en los que la escala de Richter social sacude al sistema político con una fuerza sismográfica inaudita. La crisis política e institucional no estará siempre ahí, tarde o temprano se cerrará en un sentido u otro. Estar a la altura de unas circunstancias que nos sobrepasan es el gran reto de fondo que tenemos todos aquellos que estamos comprometidos con la justicia social.

Ahora toca pensar en grande. Pensar en aquello que sabemos hacer muy mal, en aquello que casi siempre ha estado fuera de nuestro alcance: ganar. Es decir, articular una mayoría social y política contraria a las políticas de austeridad y favorable a la apertura de proceso constituyentes democráticos y desde abajo. Las brechas en la pared del edificio del régimen de la Transición se van agrandando. Hay que poner el pie para evitar que la puerta se cierre de nuevo. Con firmeza y valentía. No es el momento de ser espectadores pasivos ante la crisis política. Ni de contentarse en ser una minoría sin incidencia política real sobre los acontecimientos. No atreverse a luchar por lo (im)posible sería un error fatal. Hacer como siempre, continuar con las placenteras rutinas de las distintas organizaciones y fuerzas, también. Actuar de forma timorata y capillista y contentarse en cultivar el propio jardín, aún más.

Nunca en el pasado reciente nos habían acechado tantos peligros. Nunca tantas oportunidades se nos habían abierto. Esta es la contradicción intrínsecamente desgarradora del actual momento político y de nuestro "Juego de Tronos" particular. Todo o Nada. Esto es una pelea a tumba abierta. Ambos desenlaces son posibles. Rodando hacia el abismo, no está claro quien caerá por el precipicio. O nosotros o ellos. O su democracia o la nuestra.

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