Masacre en Gaza: Las raices del mal

Jueves 31 de julio de 2014

“Esto no es una guerra contra el terrorismo, ni una guerra contra los extremistas, ni siquiera es una guerra contra la Autoridad Palestina. La realidad es que se trata de una guerra entre dos pueblos. ¿Quién es el enemigo? El pueblo palestino. ¿Por qué? Pregúntale a ellos, ellos empezaron esto”. (1)

La autora de esta frase es Ayelet Shaked, parlamentaria israelí por el partido de extrema derecha Hogar Judío. Y sin embargo pareciera la portavoz del primer ministro Benjamín Netanyahu, que dirige la agresión contra la Gaza, o de la mayoría del pueblo israelí que apenas da muestras de oposición a la misma. La razón está en que existe una coherencia completa entre la agresión armada contra Gaza, estas declaraciones y el carácter del Estado de Israel, que por su origen, desarrollo y forma actual es un estado colonial y racista, incompatible con cualquier forma de convivencia igualitaria en la zona entre palestinos e israelíes. ¿Esta afirmación es una exageración sectaria, antisemita o fruto de la indignación?

UNA TIERRA SIN PUEBLO PARA UN PUEBLO SIN TIERRA

Las imágenes sobrecogedoras de un ejército que en Gaza bombardea casas, escuelas, hospitales, mezquitas, cementerios e incluso refugios designados por la ONU, dejan claro que no estamos ante una guerra sino ante un genocidio. Así lo revelan las cifras desiguales de víctimas en los 20 días de bombardeos: en el lado palestino 1147 muertos, el 75% civiles y de ellos más de 200 niños; en el lado israelí 2 civiles y 43 soldados. A ello hay que añadir más de 6000 heridos palestinos, 100.000 refugiados y la destrucción de todo tipo de infraestructuras civiles.

Tales acciones, además, no representan una orientación descontrolada o airada de un gobierno extremista; sino que son una de las formas más sangrientas de la política de limpieza étnica y exclusión que el Estado de Israel ha practicado contra los árabes palestinos desde su fundación. Son el componente imprescindible de un proyecto que busca la construcción en la antigua Palestina de un Estado Judío donde los palestinos no existan o sean una exigua minoría.

Son la aplicación coherente del eslogan sionista más conocido: “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Y como escribe Gabriel Piterberg “Desde el momento en que la tierra no estaba literalmente vacía, su recuperación precisaba del equivalente a una jerarquía colonial –aprobada por la autoridad bíblica- de sus guardianes históricos (judíos) sobre los intrusos (palestinos)”. (2)

VIOLENCIA ILIMITADA PARA COMPENSAR DEBILIDAD CONGENITA

La empresa colonial del sionismo en Palestina llevaba la violencia en su concepción original, al plantearse un estado puramente judío. Ya en 1938 Ben Gurión, 10 años antes de ser el primer Presidente de Gobierno de Israel, planteó ante la Agencia Judía: “Estoy a favor de la partición del país porque cuando nos convirtamos en una gran potencia, una vez establecido el Estado, aboliremos la partición y ocuparemos toda Palestina”. (3) La debilidad estructural de este colonialismo condicionaba tal violencia en dos aspectos: esta tenía que ser estructural, permanente e ilimitada y a la vez apoyada por alguna metrópoli imperialista.

Este proyecto colonial no tenía precedentes (4). El Estado de Israel era la obra de unos colonos sin patria ni estado propio, su procedencia, como es sabido, no era ningún país concreto, era el mundo entero. Esta orfandad de estado (y ejército) en que apoyarse para invadir un país con habitantes la sustituyó, y la sigue sustituyendo, con la adopción de potencias nodriza: primero Inglaterra y luego EEUU. Esta importante debilidad iba acompañada de otra aún mayor, como la experiencia de estos años ha demostrado: la imposibilidad de mantener un estado religioso y racista en convivencia con un pueblo que no se rinde, que era mayoritario en la zona y que crece con gran rapidez. Es decir, las dos bases imprescindibles para la existencia del Estado de Israel en su concepción colonial y racista, son la política de genocidio y la ayuda de las potencias imperialistas.

Respecto a lo primero, como dice Olga Rodríguez, “Para mantener esa mayoría Israel practica la ocupación, aparta y discrimina a los palestinos y, de vez en cuando, lleva a cabo operaciones militares que matan a cientos o miles y provocan el desplazamiento de miles más” (5). Israel desde su creación como estado viene practicando esta política de aniquilación del pueblo palestino en todas sus formas: con la expulsión de miles de árabes primero, con la expropiación de muchas de sus propiedades, con la apropiación y el control de todo el territorio, con la negación de los más elementales derechos de ciudadanía –detenciones arbitrarias que pueden durar hasta dos años (desde el 12 de junio Israel ha detenido a más de 1200 palestinos en Jerusalén y Cisjordania o limitaciones a la libre circulación), negativa a que los palestinos tengan acceso a múltiples productos de primera necesidad, incluidos medicamentos y el agua (Más de un millón de habitantes en Gaza se encuentran sometidos desde 2007 a un bloqueo)-, con la prohibición de que los refugiados vuelvan, con la creación de condiciones –especialmente construyendo asentamientos- que hacen cada vez más inviable la posibilidad de un Estado Palestino. Israel hace todo esto incluso saltándose las resoluciones de la ONU, pero no le pasa nada.

EL ESTADO DE ISRAEL ES INVIABLE SIN LA AYUDA ESTADOUNIDENSE

El movimiento sionista fue fundado por Herzl a fines del siglo XIX, pero con peculiaridades respecto al resto de nacionalismos de la época: no ocupaban ningún territorio común, pero tenían una tradición religiosa de gran antigüedad, que les daba una patria sagrada fuera de Europa. Este movimiento tuvo un impulso definitivo con la Declaración de Balfour de 1917, que anunciaba el apoyo británico para la creación de una patria judía en Palestina. A partir de este momento y hasta 1948, año en que Inglaterra entregó el Mandato a Naciones Unidas, toda la ocupación judía se hizo bajo el paraguas británico, con la excepción de la fase final, 1944-1948, donde se llegó al enfrentamiento armado entre ambos colonizadores.

El apoyo británico fue condición imprescindible para que en 30 años variara la correlación demográfica y político-militar entre palestinos. Desde el punto de vista demográfico se pasó de 700.000 árabes y 60.000 judíos en 1918 a 1.070.000 árabes y 460.000 judíos en 1938. Por lo que se refiere a la situación política, las fuerzas militares británicas favorecieron a los judíos y aplastaron a los palestinos: la revuelta desencadenada por los árabes desde abril del 1936 a mayo del 1939 fue aniquilada por una fuerza británica de 25.000 soldados y fuerza aérea y contó con la participación israelí en las acciones más sangrientas, mientras que desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial el ejército británico armó y adiestró a las fuerzas judías.

Desde 1947 hasta hoy el papel de protector principal ha correspondido a EEUU. El apoyo estadounidense ha sido esencial en la supervivencia del Estado de Israel en su forma actual. Lo fue cuando la ONU votó la Resolución 181, en noviembre de 1947, que dividía Palestina. Lo fue al reconocer la declaración unilateral de Israel como Estado independiente el 15 de mayo de 1948 (reconocimiento que también hizo la URSS). Y lo ha sido después ante los sistemáticos incumplimientos y violaciones de las resoluciones de este organismo y de la legislación internacional.

Tan importante o más que esta ayuda es la ayuda económica y militar que le otorga de manera sistemática esta potencia. Son muchos los estudios que afirman que sin la ayuda en transferencias de capital estadounidenses la viabilidad económica del Estado de Israel en su estructura actual sería inexistente. Ni con los impuestos, ni con las ayudas que durante años ha recibido de la Agencia Judía y de Alemania Occidental en concepto de indemnizaciones, Israel habría podido mantener su nivel de gasto, ni por supuesto su nivel de armamento. Tan decisivo apoyo se explica por la fuerte presencia del colectivo judío en los negocios, el gobierno y los medios de comunicación estadounidenses. Y al tiempo por el papel de guardián de la zona que ejerce Israel en relación a los intereses de EEUU.

Al apoyo estadounidense, aunque sin hacerle la más mínima sombra, se añade el apoyo de los estados europeos. La muestra más reciente se vio la semana pasada en plena vorágine asesina del Estado de Israel en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde se aprobó la creación de una comisión para investigar los presuntos crímenes de guerra que Israel está cometiendo en la Franja de Gaza: EEUU votó en contra y los representantes europeos se abstuvieron. El apoyo de la UE es permanente hacia Israel en aspectos tales como la venta de armas o la existencia de un tratado preferencial que evita a Israel pagar aranceles en muchas de sus exportaciones (6). Dicho apoyo se complementa con la aparente equidistancia que la mayoría de los medios de comunicación toman habitualmente en relación al conflicto.

TAREAS URGENTES Y TAREAS ESTRATEGICAS

La necesaria movilización por el fin de los bombardeos israelíes y la invasión a Gaza debe ir unida a la denuncia de los gobiernos occidentales y especialmente del gobierno del Reino de España por su complicidad con el Estado genocida de Israel. Pero esta urgencia, no debería privarnos de un debate sobre las medidas de fondo para ayudar al cambio en la perspectiva que señalaba el israelí Sergio Yahni en una conversación con Olga Rodríguez (7) donde decía: “Israel solo puede ser un Estado Judío si mantiene la supremacía demográfica o legal de la población judía, pero para ello tiene o que llevar a cabo una nueva limpieza étnica, como la de 1948, o practicar la segregación étnica legalizada, es decir, el apartheid. Mientras Israel no asuma una verdadera transformación democrática, no viviremos en paz y seguirá la represión”. Es decir, la convivencia entre palestinos e israelíes y la paz en la zona solo serán posibles con la derrota del actual estado colonial y racista de Israel.

(1) Mira Bar Hillel. ¿Por qué estoy a punto de quemar mi pasaporte israelí? Artículo publicado en Viento Sur. (2) Gabriel Piterberg. Tachaduras. New Left Review (en castellano) Nº 10. (3) Tariq Alí. El choque de los fundamentalismos. (4) Perry Anderson. Precipitarse hacia Belén. New Left Review (en castellano) Nº 10. Casi todos los datos históricos están sacados de este artículo. (5) Olga Rodríguez. Israel, Palestina: Cómo empezó todo. El diario.es (6) Laura Camargo y Jorge Sánchez. Complicidades que matan: cómo colaboran nuestros gobiernos con el apartheid israelí. (7) Olga Rodríguez. Artículo citado.

Javier Cordón, miembro del Mats

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