Podemos: El sentido común de la organización

Lunes 20 de octubre de 2014, por Redacción Web

Juanjo Álvarez

En estos días y desde hace unas semanas se están discutiendo una gran cantidad de documentos en los que se diseñan distintas formas de organización para Podemos; un debate sano y necesario que se ha extendido a los círculos y a las discusiones de simpatizantes y que ha acabado por dirigirse hacia una alternativa entre un modelo con fuerte control de los órganos centrales y una comunicación pública unificada y otro con mayor descentralización y diversidad de portavoces. En favor del primero, uno de los argumentos centrales es que introduciría una fuerte dosis de eficacia frente al segundo, más abierto y participativo pero, en teoría, menos eficiente. Y, sin embargo, antes de abordar la elección en términos de eficacia frente a pluralidad, sería bueno plantearse si ese debate realmente existe o bien si es una discusión entre conceptos que sólo se enfrentan aparentemente, esto es, si se trata de un “falso” debate.

La idea de que un control centralizado y único favorece la eficacia de una organización viene a caer, por así decirlo, por su propio peso, es una cuestión de sentido común. Pero precisamente ese sentido común dominante es lo que Podemos ha venido a cuestionar. El sentido común dominante es el de las clases privilegiadas y del entramado económico, institucional y mediático que ha dirigido nuestra sociedad hasta hoy, pero frente a esa visión de la sociedad, lo que Podemos plantea es que hay cuestiones de organización auto-organización política de la ciudadanía que no encajan en ese modelo, pero pertenecen al sentido común de la gente, que piensa en términos de necesidades, voluntad y razón colectiva, y no en términos de control, jerarquía y orden. En esta línea, Podemos plantea unos servicios públicos verdaderamente públicos, frente al sentido común dominante que lleva décadas contándonos que lo privado es más eficaz; plantea un sistema financiero controlado por la ciudadanía frente al sentido común que quiere hacernos creer la extraña idea de que los mercados se autorregulan; plantea la autonomía de la política frente a la idea de que lo económico condiciona y determina los demás campos de la vida social. La lista puede ser muy larga, pero en el debate siempre está presente la misma cuestión de fondo: aceptar el sentido común actual, el del sistema, o plantear un nuevo sentido común, el de las personas. La racionalidad del dominio o la racionalidad de la gente.

Aplicando esto a nuestra discusión organizativa, lo primero que tenemos que analizar es si la cuestión de la eficacia para necesariamente por el establecimiento de una organización centralizada o bien si esa relación entre eficiencia y control es sólo un resto del viejo orden, del sentido común que podemos quiere y debe superar. No hace falta insistir aquí en la necesidad que el sistema tiene de elementos de control, jerarquía y uniformidad ideológica. Pero todo eso cae forzosamente en el razonamiento del dominio, en el sentido común viejo. Si esto es así, entonces podríamos concluir que el debate sobre la eficiencia es, en definitiva, un debate falso, puesto que sus presupuestos son falsos. Una organización descentralizada y plural no tendría por qué entenderse como una renuncia a la eficacia, sino como un camino hacia una nueva forma de eficacia.

Es imprescindible que Podemos empiece a plantear la ruptura con el viejo sentido común, con la racionalidad del dominio desde su propia organización, por varias razones. Primero porque, si no lo hace, las personas que se han movilizado en torno a la posibilidad de una ruptura acabarán desilusionadas; segundo, porque es muy difícil que un movimiento sujeto a una racionalidad vieja produzca una política nueva; y tercero, porque si Podemos gobierna – o, mejor: cuando Podemos gobierne – tendrá que afrontar muchas rupturas en todos los campos de la construcción política. Y difícilmente será capaz de afrontar esos retos si no ha empezado por asumirlos en su propia organización.

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