31-Enero: ¿que movilización necesitamos?

Domingo 7 de diciembre de 2014, por Redacción Web

BRAIS FERNÁNDEZ || Viento Sur

La propuesta de movilización lanzada por la dirección de Podemos para el 31 de enero ha abierto muchos debates en la izquierda social y política. La propuesta todavía no está muy definida, pero según sus portavoces responde a la necesidad de hacer una demostración de fuerza por parte de Podemos para responder a los ataques que durante las últimas semanas están sufriendo desde los medios de comunicación en connivencia con sectores del régimen que ven peligrar sus privilegios.

Es obvio que la irrupción de Podemos y su fulgurante ascenso en las encuestas genera mucha inquietud en una clase dominante acostumbrada a los procesos políticos controlados, encuadrados en la alternancia electoral entre el PP y el PSOE, donde los terceros actores juegan un rol subalterno basado en apoyar a uno o a otro de los dos tradicionales partidos españoles en función de la coyuntura parlamentaria. La ofensiva mediática del régimen demuestra de nuevo que ninguna clase social está dispuesta a renunciar a sus privilegios sin lucha y que por lo tanto, la movilización, sea en la calle, sea desde las esferas de poder ideológico o económico jugará un rol central en el proceso abierto de cambio, recambio o restauración que se abrió a partir de la crisis del capitalismo que estalló en 2008 y el 15M.

En una cosa estamos de acuerdo: la mejor forma de no permitir que arrinconen a Podemos es pasar a la ofensiva. El debate se abre en torno al tipo de ofensiva que necesitamos y como organizarla. Ahí la movilización juega un papel fundamental. Una movilización que permita seguir abriendo la brecha que se abrió en las elecciones europeas y que sea capaz de avanzar en función de los objetivos concretos que nos hemos planteado: conquistar la democracia y recuperar los derechos que nos han arrebatado.

Para ello, la formula de movilización en torno a un partido no parece la mejor opción. Es una opción que revela más bien una mentalidad “defensiva”, que puede generar una separación entre Podemos y el resto de la sociedad maltratada por la austeridad y las políticas de recortes, y que además, corre el riesgo de desaprovechar el tremendo potencial expansivo que Podemos ha demostrado. Esto tiene relación con el modelo de partido centralizado, con una idea de “maquina de guerra electoral” que puede revelarse como insuficiente para ganar las elecciones, pues la unidad popular se construye a través del encuentro multitudinario entre los diferentes segmentos sociales que sufren (a veces de forma no expresada y en silencio) la estructura que preserva los intereses de unos pocos.

Existe una dialéctica entre movilización social, aumento de la base electoral y victorias en todos los terrenos. No es una relación mecánica, porque muchas veces movilizaciones masivas y unitarias no se han traducido necesariamente en victorias electorales de la izquierda. De hecho, casi nunca ha sucedido así. La movilización social, por otra parte, tampoco funciona como un grifo, no se abre y se cierra al gusto de la izquierda organizada, sino que tiene sus propias dinámicas influidas por factores internos y externos. Para que una movilización social tenga una relevancia significativa, existe una necesidad de que la gente se movilice por algo que considera útil o moralmente urgente; la necesidad de que la movilización sea vista como un medio para lograr un fin realizable o también, la necesidad de expresar en común anhelos no expresados en la vida cotidiana. El ciclo de movilizaciones abierto por el 15M sintetizó una gran variedad de aspiraciones en un “acontecimiento concreto”: tuvo algo de terapia colectiva, de reivindicación concreta y mucho de indignación moral ante un sistema que incumplía sus promesas e imponía unilateralmente un cambio en las condiciones de vida de la población.

Ese ciclo de movilizaciones se agotó sin lograr victorias concretas (exceptuando algunas victorias de corte defensivo como las de Marea Blanca o luchas como la de los trabajadores de Coca-Cola), sin lograr solidificar una nueva correlación de fuerzas entre las clases favorable a los de abajo, pero alterando todo el mapa político del Estado Español, mutando en nuevas formas de expresar el descontento político de las que Podemos es heredero, sin ser lo mismo. Y no es lo mismo por muchas razones: sus bases sociales no son las mismas (las de Podemos son más amplias potencialmente, con todas las contradicciones que eso supone, entre ellas dejarse progresivamente por el camino muchas de las demandas más radicales del 15M), sus objetivos tampoco (hemos pasado de reclamarle al poder político a la aspiración de conquistarlo) y su modelo organizativo tampoco, aunque inicialmente estuviera muy marcado por la experiencia asamblearia de las plazas.

Por lo tanto Podemos vive a medio camino entre la ruptura y la continuidad con el 15M. Combina una potencia electoral generada por su propia estrategia en este terreno y una herencia (¿prestada? ¿legada?) de la movilización social. Esto convierte a Podemos en un agente social especial, pues posee una fuerza subjetiva que le permite no esperar la movilización pasivamente, sino ser una herramienta potencial para articularla, impulsarla y aprovecharla.

La movilización es uno de los instrumento más útiles para construir un bloque social que sea capaz de sostener un gobierno en conflicto con unas élites dominantes que se resistirán hasta su último aliento a ceder sus privilegios. Ese bloque social no es Podemos, así como los Círculos de Podemos no son estructuras de poder popular: el bloque social capaz de asegurarnos la victoria lo constituirán miles de personas sin afiliación política, activistas con militancias variadas en los diferentes espacios de la izquierda social y política, dentro y fuera de los centros de trabajo.

De la decisión de Podemos depende en buena medida la amplitud de este bloque social: si Podemos se conforma con defenderse, con ser un partido más con sus intereses propios contrapuestos a los de la mayoría social que aspira a representar, posiblemente el régimen logre su objetivo de atrincherar a Podemos en el campo de la política de alternancia entre partidos. Si Podemos demuestra ambición con mayúsculas, pondrá todos sus esfuerzos en articular una movilización unitaria, que cuente con todos los actores sociales, buscando organizar a todas las personas que ya no aguantan más esta situación y a muchas otras, que, sin identificarse con Podemos, son parte del campo popular. Las Marchas de la Dignidad del 22M fueron un buen ejemplo de como construir una movilización masiva, a pesar de encontrarse con limitaciones a la hora de continuar: lemas concretos que recogieron las aspiraciones concretas de la gente (“Pan, techo y trabajo”) y una construcción unitaria desde abajo, que fue más allá de la convocatoria lanzada desde arriba. Con la implicación de toda la gente que participa en los Círculos de Podemos, el efecto sería sin duda multiplicador: quizás fuera una demostración de fuerza capaz de comenzar a invertir la correlación de fuerzas también en lo social y poner al gobierno-zombi de Rajoy de rodillas.

Últimamente, los portavoces del régimen han comenzado a repetir una y otra vez que a pesar de la corrupción y de sus “errores” (sic), ellos fueron los que trajeron el bienestar y los derechos de los que hasta hace poco “disfrutábamos”. Lo que se deriva de este razonamiento restaurador es que ellos son los que nos los pueden volver a dar. Nada más falso y peligroso que eso. Como bien expone Xavier Domenech en su libro “Cambio político y movimiento obrero durante el franquismo”, las conquistas sociales que nos han arrebatado fueron conquistadas en múltiples combates, por un bloque social que iba más allá (pero con ellos) de los partidos y sindicatos.

La intención de fondo de las clases dominantes es reinstaurar el “no se puede” para desterrar para siempre un lema que ha dado tanta confianza a los de abajo como miedo a los de arriba: el ya transversal “¡Sí se puede!”. Las calles son lugares donde se crean confianzas, complicidades, se amplían los contornos previamente constituidos, y se destierran las soledades. Avanzar para echar a los de arriba depende de que Podemos y todos los demás actores sociales asuman la movilización con “gran ambición”, como decía Gramsci: “ver su propia elevación como un elemento de la elevación general.”

6/12/2014

Brais Fernández es militante de Izquierda Anticapitalista y participa en Podemos

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