Podemos: la batalla por el cambio empieza en casa

Viernes 13 de febrero de 2015, por Redacción Web

Montserrat Galcerán | Público.es Fundación de los Comunes

Como antigua profesora de algunos de los jóvenes líderes de Podemos en la Comunidad de Madrid, las elecciones al Consejo ciudadano de esta Comunidad me enfrentan a un dilema. Dos de los cabezas de lista son antiguos alumnos: Luis Alegre, de Claro que podemos, estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y es compañero de Departamento de quien esto escribe; Miguel Urbán, de Podemos ganar Madrid, estudió Historia en la misma universidad y fue un actor destacado en las movilizaciones contra el Proceso de Bolonia que agitaron la universidad española durante varios años y del que fui también activa participante. Además de a ellos dos, cuento con más ex -alumnos y amigos y amigas en varias listas.

Dados estos antecedentes hubiera deseado que unieran sus fuerzas en una lista conjunta, la cual podría haber incorporado a muchas de las personas que llevamos tiempo peleando contra las políticas neoliberales. Desgraciadamente no ha sido así. Creo entender las líneas maestras de la estrategia de Claro que podemos: se trata de conjugar un partido férreamente construido desde arriba con una apelación a los movimientos sociales que proliferan desde abajo. Sin estar tan claramente definidos como los dos Podemos mencionados por Carolina Bescansa, otra buena amiga desde hace tanto tiempo, estas dos líneas son conflictivas, perfilándose un punto de tensión en aquellos organismos que están entre medias, como el citado Consejo.

La cúpula de Podemos desarrolla su estrategia por arriba, concentrándose en las grandes decisiones y en la política “hacia las masas”. Hasta el momento, las decisiones que han ido tomando dibujan un camino recto de victoria en victoria: apuesta por las elecciones europeas, marginación de las propuestas alternativas en cuanto a los programas, el modelo organizativo y el código ético, selección cuidadosa del discurso en los medios e inclusive el llamado a la Marcha del cambio del 31 de enero, que fue un gran éxito. Avanzan impetuosamente hacia su objetivo: ganar las próximas elecciones legislativas e instalarse en La Moncloa.

Todas estas decisiones han tropezado con posiciones alternativas que, a pesar de no conseguir imponerse, se rearticulan constantemente. Muchos de los/as integrantes del antiguo equipo de Sumando Podemos participaron luego en las listas alternativas municipales y están ahora en las listas a las Comunidades Autónomas. Es como si la nave piloto rompiera las aguas y éstas volvieran a mezclarse en cuanto aquélla ha pasado. Y como si desde la nave temieran que los dejados atrás se subieran a ella y la hundieran, cuando lo que éstos/as quieren es aumentar la escuadra.

Aunque soy consciente de que la exposición radicaliza unas diferencias que no son tan profundas, podríamos hablar de dos lógicas distintas: la primera, la de Claro que podemos, sueña con disciplinar en sus filas un ejército díscolo al que debe entrenar para un enfrentamiento dual: Podemos como Partido de la nueva política contra los partidos de la casta: PP, PSOE, UPyD, Ciutadans, etc. Tiene muy claro quién es el enemigo principal y aspira a que sus inscritos compongan una masa relativamente homogénea o, cuanto menos, seguidista. Para quien sólo aspira a un reemplazo en las instituciones y confía en los liderazgos esa es su opción.

La segunda, la que defiende Podemos ganar Madrid parte de la heterogeneidad, pretende articular posiciones diversas, ligadas a los movimientos sociales, y apuesta por introducir en sus listas personas que se han distinguido en las luchas ciudadanas de los últimos años: desde Luis Montes a Beatriz Gimeno, desde Alberto San Juan a Jaime Pastor, desde Cecilia Salazar a Isabel Serra. Todos y todas viejas y queridas amigas y compañeras.

Esta última posición difumina o, al menos, hace más permeable la línea divisoria entre los que “están dentro” y los que “estamos fuera”. “Dentro”, los elegidos, aquellos que van a tener capacidad para tomar decisiones; fuera, aquellos sobre cuyas vidas se decide en los órganos de gobierno. Sin embargo, lo que los estimados compañeros de Claro que podemos no acaban de entender es que los que quedamos fuera somos lo fundamental, puesto que ya hemos aprendido que no dejaremos que nadie tome decisiones por nosotras.

Igual que el trabajo de subsistencia es la base que sostiene la economía de mercado, el incesante esfuerzo de las organizaciones sociales para proteger la vida de las poblaciones es el soporte activo de las formaciones políticas, al menos de las que pretenden mejores condiciones de vida para la mayoría. Pues, por duros que sean los tiempos que se avecinan, sólo la voluntad de las poblaciones para romper el corsé de las medidas de austeridad nos permitirá inaugurar una política distinta. Los líderes deberán plegarse a las expectativas y las exigencias de los/as afectados/as y a su voluntad de cambio, y respetar los límites y matices de esa misma voluntad. De lo contrario, la maquinaria del poder los destrozará y, lo que es peor, en el esfuerzo por seguir teniendo razón, empezarán a desconfiar de todos nosotros y a acusarnos de romanticismo, ineficacia y utopía.

Por eso, porque creo que la eficacia no está reñida con la democracia y desconfío de los iluminados, porque pienso que una revolución democrática debe garantizar instrumentos también democráticos en su implementación, y porque creo que es de justicia que las diversas concepciones estén presentes en los órganos de dirección, como inscrita en Podemos no puedo dejar pasar la oportunidad de manifestarme: todos aprueban pero la matrícula de honor se la lleva Podemos ganar Madrid. Es la candidatura más plural y sensible, la que mejor refleja la voluntad de cambio, la más probada y la más fiable.

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