Estado español. Huelga en las universidades

Y después del referéndum, ¿qué?

Miércoles 25 de marzo de 2015, por Jesús

Enrique Prada |Viento Sur

Los resultados del referéndum que se realizó entre el 10 y el 12 de marzo en las universidades públicas de la Comunidad de Madrid, señalan una opinión clara por parte de un número importante de estudiantes. En la consulta democrática, cerca de los 32 000 estudiantes que participamos, nos manifestamos en contra del decreto del 3+2 (un 97,63 %), a favor de consultar a los y las estudiantes acerca de las reformas universitarias (un 98,15 %), y a favor también de hacer una reforma que garantice el derecho a la educación (un 96,62 %)/1.

El referéndum ha sido un éxito. A pesar de estar organizado con pocos medios, se ha enviado un mensaje nítido y se ha logrado una participación estudiantil mayor que en procesos institucionales (como elecciones a claustro y al rector de algunas universidades). Pero creemos que es necesario continuar y profundizar la dinámica que abre este referéndum, cuyo siguiente paso es la huelga universitaria del martes 24 de marzo. En este sentido, hay al menos tres tareas pendientes, que competen a la comunidad universitaria en general y al movimiento estudiantil en particular. Tareas que debemos abordar si queremos avanzar en la construcción de un modelo universitario justo, democrático, donde se genere y difunda un conocimiento útil y crítico. Y la próxima huelga puede ayudarnos en ese sentido.

1. Abrir y continuar un debate profundo sobre el modelo universitario que queremos

En primer lugar, se trata de mantener abierto un debate público sobre las implicaciones del 3+2, pero también sobre las condiciones actuales de nuestras universidades, tanto a nivel de problemáticas concretas en cada facultad como en relación a cuestiones generales fundamentales: la financiación crecientemente privada de las universidades (tanto por las empresas, como por las familias de los estudiantes vía tasas); cómo garantizamos que la creación y difusión de conocimiento sea de calidad, libre y no supeditada a los intereses particulares de grandes empresas; posibilidad de acceso y sistema de becas; prácticas realmente formativas que no encubran trabajo precario; democracia y participación en la universidad... Esto significa que las críticas al decreto 3+2 no implican una aceptación pasiva del actual modelo de universidad, sino que deben acompañarse de un cuestionamiento profundo del mismo.

La cuestión es contraponer un diagnóstico y propuestas debatidos desde abajo (con la participación de todos los sectores involucrados en la universidad y de las comunidades donde estas universidades se ubican) frente a la aplicación ciega por parte del gobierno de una serie de medidas y recortes que busca, por un lado, desviar todos los recursos posibles al sacrosanto pago de la deuda, y por otro, reordenar las universidades para que funcionen como un engranaje más de un sistema productivo injusto.

Este debate exige que el movimiento estudiantil sea propositivo y ambicioso. Esto implica retomar los análisis que hemos venido haciendo, pero también supone que debemos hacer una sana autocrítica y reconocer que, en cierta medida, los estudiantes hemos funcionado en clave reactiva durante buena parte del ciclo de cambios iniciados con el Plan Bolonia, y hemos ido a remolque de las sucesivas reformas. Por tanto, ahora debemos, más que nunca, dedicar nuestras energías a imaginar y poner en práctica ese otro modelo de universidad que reclamamos.

La huelga de este martes puede servirnos en ese sentido si sabemos aprovechar la coyuntura abierta por el decreto 3+2 y el referéndum; si conseguimos implicar en las asambleas y colectivos universitarios a todos esos estudiantes que se han manifestado en contra del 3+2, que saben que cada nuevo recorte en becas, en personal, cada subida de tasas, cada aula sin calefacción... son profundamente injustos, pero que hasta el momento no han dado el paso para participar y organizarse en contra de estas injusticias. La huelga universitaria supone una parada en la actividad cotidiana del campus, pero a la vez libera un tiempo necesario para empezar estos debates, estructurar las demandas que tenemos y, a fin de cuentas, hacer política en la universidad, para que no vivamos nuestros problemas como algo personal y naturalizado, sino que recuperen la dimensión colectiva que realmente tienen, como paso previo e indispensable para ponerles solución.

2. Frenar las dinámicas regresivas que sufren nuestras universidades

Todo este debate es necesario, pero no suficiente. En este momento la universidad ya se ha transformado en la fábrica de precarias, por un lado, y escuela de élites, por otro, sobre la que nos advertían los compañeros y compañeras que se opusieron al Plan Bolonia; y el decreto 3+2 es sólo la culminación de la serie de reformas contenidas en la EU2015, a la que hay que sumar los recortes. La subida de tasas de al menos un 68 % en los grados y un 124 % en el posgrado, con la consiguiente expulsión de 45 000 estudiantes este curso; sistema de becas insuficiente, recortes y precarización del personal universitario, aumentando desmedidamente su carga de trabajo y dificultando una docencia de calidad... son hoy una dura realidad que no hemos podido, o sabido, impedir.

Por ello, urge encontrar los mecanismos para revertir esta situación, y la huelga nuevamente puede servirnos para ello, ya que la huelga universitaria detiene, de facto, la producción y reproducción de conocimiento, y la asignación de prestigio simbólico, que es básicamente lo que producen las universidades actualmente/2. Esto tiene su importancia, en la medida en que nuestras economías se basan de forma creciente en el conocimiento. No nos engañemos, sin la participación de estudiantes, pas y pdi en la actividad rutinaria del campus, la universidad pierde todo sentido: esta es la clave de la capacidad de presión que tiene la huelga.

Sin embargo, es cierto que las huelgas educativas que se han dado en los últimos años no han conseguido los objetivos que se proponían, y ha cundido un cierto desánimo y sentimiento de derrota; y también es cierto que una huelga de un día no conseguirá por si sola detener de forma efectiva los procesos productivos que hemos comentado. Pero eso no significa que las huelgas en general hayan dejado de funcionar. Hay que recordar que si las huelgas son potentes, pueden arrancar victorias significativas: México en 1999, Francia en 2006, Chile en 2011 o Canadá en 2012 son los mejores ejemplos. Y hoy mismo se siguen dando protestas universitarias, como las de la London School of Economics o la Universidad de Amsterdam, en respuesta a las condiciones de funcionamiento que las universidades comparten a lo largo del globo.

Aun teniendo en cuenta esto, sigue siendo interesante pensar nuevos métodos de protesta acordes con el contexto educativo. El debate sobre formas de participación no está zanjado y nuestro repertorio de acción debe estar en constante adaptación a las condiciones en las que se estructura la vida universitaria, buscando la mayor efectividad posible y verificando nuestra orientación siempre en la prueba de la práctica. En cualquier caso, creemos que el debate no es tanto huelga sí vs huelga no, sino más bien cómo hacemos la huelga para que sirva para nuestros objetivos, y qué más hacemos además de la huelga.

3. Articular un movimiento que sea capaz de dar respuesta, de forma continuada, a los objetivos propuestos

Esta tercera tarea se desprende necesariamente de lo que hemos expuesto en los puntos anteriores. Para ser capaces de aportar diagnósticos y propuestas para nuestras universidades, y para encontrar y aplicar mecanismos de acción efectivos, es necesario un movimiento estudiantil organizado y audaz.

Esto implica, en primer lugar, la colaboración y coordinación de los diferentes colectivos, organizaciones y asambleas de facultad. El referéndum sobre el 3+2 puede ser un buen ejemplo, aun con todas sus limitaciones, de que es posible y saludable colaborar en base a objetivos concretos, más allá de las diferencias de fondo que pueda haber entre los diferentes actores.

Además, tenemos que prestar especial atención a la lucha por mejorar lo concreto. Sabemos que es una parte crucial de la política, más allá de discursos grandilocuentes, y más en un contexto como el actual, de deterioro de nuestras universidades en todos los sentidos. La lucha por el fraccionamiento del pago de las tasas, o para que los becarios tengan unos contratos de prácticas dignos, son sólo unos ejemplos del trabajo concreto que podemos desarrollar.

Pero además de la coordinación y el trabajo concreto, es de una importancia vital ser capaces de generar un discurso accesible, convincente pero a la vez profundamente crítico, que acompañe nuestras prácticas y ayude a darles sentido, de cara al resto de estudiantes y a la opinión pública en general. Tenemos que ser capaces de explicar por qué tiene sentido, y es más necesario que nunca involucrarse en política; y además, tenemos que crear agenda y poner nuestros problemas en el centro del debate público, si no queremos que la cuestión estudiantil y juvenil sea poco más que un bonito complemento en los programas electorales de los partidos de turno.

A nivel más concreto, es necesario prestar atención a las dinámicas internas de los colectivos y asambleas. La cuestión de género debe ser transversal en nuestro trabajo; también son claves la formación y la transmisión de experiencias y saberes concretos entre activistas de diferentes generaciones. Cada tres o cuatro años el grueso del cuerpo estudiantil cambia, y cada nuevo curso nos invade una sensación de déjà vu, repitiendo los mismos debates y enfrentándonos otra vez a las mismas problemáticas. Por ello tenemos que ser capaces de recoger la experiencia previa, pero también de transmitir nuestra experiencia a las personas que se incorporan cada curso al activismo.

Y por último, desde el movimiento estudiantil no podemos ser ajenos a los cambios que se están produciendo y se van a producir en la arena electoral. Más allá de los partidismos, recelos o sectarismos concretos, debemos reflexionar sobre cómo afectarán esos cambios políticos en curso en materia educativa, y cómo debemos actuar nosotros para conseguir nuestros objetivos en un contexto cambiante. Con la irrupción de las candidaturas de unidad popular, la cuestión central, a mi juicio, consistirá en fortalecer al movimiento para que sea capaz de transmitir sus propuestas y programa a dichas candidaturas, y ejercer de contrapeso frente a las presiones de los poderes no democráticos. Por eso es clave concebir al movimiento como algo más que un preparador de huelgas, y aprovechar el contexto para poner encima de la mesa nuestro programa.

Lo más sencillo es decirlo, pero hay que poner todo esto en práctica si realmente queremos construir esa universidad de mayorías, justa, crítica y de calidad de la que hablamos. La huelga de este martes 24 es el primer paso, pero no puede ser el único. El 25 continuamos.

23/03/2014

Enrique Prada es activista estudiantil, forma parte de Anticapitalistas y Podemos y de la candidatura “Madrid en Movimiento” para “Ahora Madrid”.

1/ Ver los resultados del referéndum en http://referendum3mas2.com/resultados/

2/ Elecciones, referéndum, huelga: notas sobre la democracia en la universidad

http://colectivoriseup.blogspot.com...

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