Malcom X, una autobiografía para la eternidad.

Domingo 17 de mayo de 2015, por Jesús

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Vuelve a editarse la imprescindible Autobiografía de Malcom X (*), una obra ampliamente reeditada y de lectura obligada para iluminar la historia oscura made in USA.

Malcom X fue el más vivo de todos los representantes del “poder negro”, de un movimiento que en los años sesenta, enfatizó la necesidad de distanciarse de una democracia como la norteamericana, en la que siempre ganaban los mismos. Aunque ya existía una tradición radical que se remitía a Frederick Douglas y se sentían voces tan potentes como la de Martin Luther King, fue la voz de: Malcolm X, la que sonó con mayor clarividencia y rotundidad, de ahí que fuese calificado desde el poder establecido como el hombre más peligroso de América. Un hombre que desafiaba al mundo a escuchar y aprender la verdad como él la había experimentado. En sus potentes declaraciones, Malcom x sostenía que los opresores saben que no se puede conseguir que alguien odie la raíz sin hacer que también odie el árbol. Y los que tienen el poder lo lograron de una manera muy hábil. Los negros provienen de África, no se les puede hacer que odien a África sin hacer que se odien a sí mismos, a todo lo que creían que se les parecía, a su propia apariencia, se sentían inadecuados, inferiores, impotentes. Su negritud, su filiación africana, se convirtió en una cadena psicológica, en una manera de prisión de la que se avergonzaban. En Estados Unidos nuevamente se puede ver el resultado de esta denigración, sobre todo gracias al racismo policial, una de las manifestaciones más ostensible de la opresión. Siempre que podía hablar, Malcom trataba de explicar su experiencia como delincuente: “Hoy mismo, en los guetos de las grandes ciudades, viven decenas de miles de esos jóvenes de ayer y de hoy, que abandonan la escuela y deben dedicarse a cualquier forma de delincuencia para sobrevivir a duras penas, de la misma forma que lo hice yo. De forma inexorable caen más y más hondo en la vida delictiva y en la inmoralidad. El estafador nunca puede darse un respiro para juzgar la vida que lleva y a dónde se dirige. Igual que ocurre en la selva, porque así se lo enseñan la experiencia y el inconsciente, que en ese momento de respiro, cuando baja la guardia, las demás fieras hambrientas e incansables aprovecharan para hacer de él su presa... Sabía por experiencia personal que la delincuencia no existe sino en la medida en que la ley colabora con ella. Me enseñó que, en toda institución social, política y económica, el delincuente, el agente de la ley y el político son compañeros inseparables... No es casualidad que haya más droga en Harlem que en cualquier otra ciudad o barrio del hemisferio occidental. El color y la droga están íntimamente unidos. El musulmán explica que la droga se utiliza siempre para escapar de algo; que la mayoría de los drogados negros quieren escapar de su situación de negros en una América blanca. Pero en realidad el negro que se droga presta un servicio al blanco ya que le proporciona la prueba de que el negro no vale nada”. En sus prisiones, Malcom Little se convirtió en un activista musulmán y en 1952 salió en libertad como una persona ascética, tras seis años de una férrea formación política y religiosa, como otros presidiarios negros. Encontró a la sociedad estadounidense inmersa en la caza de brujas liderada por Joe McCarthy que duró toda la década de los años 50, donde toda referencia a la igualdad de los derechos o simplemente hacer una huelga, era tachada de “comunista” o sea de agente de una potencia enemiga, la URSS, un argumento que conectaba con una cierta verdad: desde su fundación el partido comunista había adoptado un rechazo radical al racismo. Una expresión clamorosa del racismo más odioso venía establecida por la presencia impune del Ku Klux Klan, que en los años sesenta volvió a emerger y actuar con toda impunidad. A fines de esa década se previo un enfrentamiento racial y clasista de grandes proporciones, por lo que, en 1957, la Administración republicana se vio obligada a aprobar una vaga e incompleta ley de derechos civiles, con la que pretendía ganar tiempo y dividir al movimiento negro. El ideario de Malcom aparece reflejado en las páginas de su libro. Había asimilado buena parte de las ideas del panafricanismo de William E. B. Du Bois, de Marcus Garvey y de William L. Patterson, Malcom instó constantemente a internacionalizar el movimiento negro. Malcom señaló que el impulso que tomó el movimiento negro estadounidense es a partir de la Cumbre Afroasiática de Bandung (Indonesia), en 1955. Ahí se condenó a las potencias colonialistas y se defendió la paz mundial ante el peligro nuclear, la autodeterminación de las naciones, el respeto de los derechos humanos y el reconocimiento de la igualdad de todas las razas, de acuerdo a la Carta de Naciones Unidas. Y ese espíritu de la Cumbre es el que hizo arder las llamas de nacionalismo y de libertad en Asia, pero especialmente en África. Ese espíritu, de una forma u otra, se introdujo en el hemisferio occidental y llegó al corazón, a las mentes y al alma del negro estadounidense, que supuestamente había estado separado del continente africano cerca de 500 años. Entre 1955 y 1965, el anticolonialismo africano jugó un papel internacional fundamental, con el ingreso de nuevos países y sus representaciones en las Naciones Unidas, provocando así un cambio drástico en el equilibrio electoral a favor de los países de la periferia. Conforme en África el nativo consiguió una posición para ser el amo y el forjador de su propia imagen, mientras las naciones obtenían su independencia, la imagen tópica de ese continente comenzaba a cambiar de negativa a positiva. Subconscientemente, el afroamericano comenzó a identificarse con esa imagen positiva que estaba surgiendo. Al inicio de ese período en Estados Unidos existían varios grupos; aunque ninguno de ellos fue considerado como un interlocutor válido de la comunidad negra, sí bien todos eran considerados radicales. El primer grupo que se hizo eco de la Cumbre fue Nación del Islam (donde se apreció la capacidad organizadora y de orador de Malcom; que se convirtió en su líder más popular), que rechazó la instrumentalización del movimiento y creó alternativas propias para la comunidad negra: económicas, sociales, culturales, de comunicación y de autodefensa. El movimiento musulmán negro –como los medios de comunicación le denominaron— creció rápidamente e hizo que la Administración reconsiderase a los líderes de los grupos cristianos -sobre todo a los de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP)- como interlocutores maduros y responsables. Éstos defendían principalmente la integración, que termina en asimilación, y la no violencia, de ahí que la disputa entre los musulmanes y la NAACP por dirigir al movimiento negro estadounidense estuvo presente durante todo ese período. La Administración empleó todos sus instrumentos paralegales –sobre todo el FBI- para sacar beneficio de las disputas de un movimiento que consideraba como enemigo. La historia de la “conspiración” del poder contra la militancia negra adquirió caracteres sobresalientes. En 1963 la Marcha sobre Washington, planteada durante años como una campaña de acción directa, fue una muestra de ello. La Marcha disminuyó la presión de los conflictos raciales. Pero la comunidad negra no percibió ningún cambio y se volvió a sentirse una vez más engañada. Fue por eso por lo que durante el "largo y cálido" verano de 1964, estallaron en diversas ciudades revueltas raciales con más fuerza que nunca. Malcom sabía, por experiencia propia, lo peligroso que era dejar que creciesen las bolsas de pobreza y marginación, de ahí sus palabras: “Yo había hecho vida de delincuente y sabía (mejor que los blancos y todos esos líderes negros) que el negro más peligroso es el delincuente del gueto. El hombre del gueto, eternamente frustrado, es un ser febril, impaciente por pasar a la acción. Haga lo que haga, se entrega hasta el final... Basta una chispa y estos jóvenes son capaces de todas las violencias”. Tras la Marcha a Washington descendió la influencia de la NAACP. El FBI y la CÍA potenciaron la división y la destrucción del movimiento de los musulmanes negros. Aprovecharon los errores, la burocratización, la corrupción de algunos de sus líderes y las confrontaciones entre éstos. Malcom salió fortalecido y se convirtió en líder de un potente grupo. Primero adoptó la religión ortodoxa del Islam y creó la "Mezquita musulmana", con lo que consiguió el reconocimiento de los musulmanes a nivel internacional. Más tarde creó la Organización para la Unidad Afro-Norteamericana (OAAU), cuyo objetivo era conseguir el reconocimiento y el respeto plenos de la gente negra. Su lema fue bastante claro: “Por todos los medios que sean necesarios”, un punto que dará lugar a discusiones interminables y que requerirá su adecuación. En este tiempo, Malcom siguió su debate contra Martin Luther King, reafirmando que “cualquier tipo de movimiento a favor de la libertad de los negros que se base únicamente en los confines de Estados Unidos está absolutamente condenado a fracasar; los "derechos civiles " que se hallan bajo la jurisdicción del Gobierno donde se disputan. Pero los "derechos humanos " son parte de la Carta de Naciones Unidas. En tanto que se les llame derechos civiles los únicos aliados podrán ser las personas de la comunidad vecina, muchos de los cuales son los responsables mismos de los reclamos. Pero cuando se les llama "derechos humanos "se vuelven una cuestión internacional. Entonces uno puede llevar sus problemas a la Corte Mundial. Uno los puede presentar ante el mundo. Y cualquiera en cualquier parte del mundo se puede convertir en aliado. Así que uno de los principales pasos que tomamos en la OAA U, fue elaborar un programa que conviniera nuestros reclamos en algo internacional y haría que el mundo viera que nuestro problema ya no es el problema de los negros o un problema norteamericano sino un problema humano. Un problema para la humanidad. Y un problema que debería ser abordado por todos los elementos de la humanidad”. Cinco días después de haber pronunciado estas palabras, el 21 de febrero de 1965, moría asesinado Malcom (en árabe significa paloma) a la edad de 40 años. La confabulación para acabar con su persona procedía del FBI, la CÍA y la Mafia. Después, varios jefes de Estado, que apoyaron su planteamiento afroamericano a nivel internacional, fueron derrocados bajo la injerencia directa de Estados Unidos. Asimismo fueron asesinados decenas de dirigentes del movimiento negro, incluido King. A principios de la década de los años 70 quedó totalmente desarticulado el movimiento negro norteamericano. En autobiografía es una obra de consulta y lectura obligada para el personal que quiera situarse en la historia de la resistencia del “orgullo negro”. Fue transcrita por el veterano escritor, periodista y activista Alex Haley, ganador del premio Pulitzer por su libro ya clásico Raíces, que sirvió de base para un memorable serial televisivo, posiblemente el más influyente de la historia. En una colaboración única, a través de más de cincuenta entrevistas, Haley escuchó y comprendió las razones de este hombre al que la prensa establecida trataba de lo peor y desfiguraba el sentido de sus propuestas. Como es sabido, el texto sirvió de base también para la célebre película de Spike Lee que, más allá de sus limitaciones narrativas, cumplía su objetivo de ilustrar desde un medio tan poderoso como el cine y que el lector puede encontrar sin dificultad en formato DVD. Con este libro, la editorial Capitán Swing, vuelve a demostrar su fuerte voluntad por editar y/o reeditar obras que apuntan contra la opresión y la injusticia.

(*) Malcolm X. Autobiografía Presentación de M. S. Handler Epílogo de Alex Haley y Ossie Davis Traducción de César Guidini y Gemma Moral. Ed. Capitán Swing, Madrtid 2015. Otras obras importantes sobre el mismo tema cabe registrar: Malcom X: vida y voz de un hombre negro. Autobiografía y discursos, varios autores; Editorial Txalaparta. El factor judas. El complot para asesinar a Malcolm X, de Karl Evanz. También resulta de consulta obligada: El nacionalismo negro en Estados Unidos, de Theodore. Draper, (Madrid. Alianza Editorial. 1972).

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