(Re)construir la izquierda: Ideas

Miércoles 4 de agosto de 2010, por miguel

Bibiana Medialdea, Jesús Rodríguez, Raúl Camargo, militantes de Izquierda Anticapitalista (artículo aparecido en Diagonal nº 131)

Al mismo tiempo que la patronal, el Gobierno y sus medios extienden la ofensiva contra los y las trabajadoras, aumenta también, de forma lógica, la presión unitaria para encontrar respuestas comunes de ’la izquierda de la izquierda’. Ahora más que nunca la confluencia de las fuerzas de izquierda es una tarea de crucial importancia. Por eso no es el momento de operaciones precipitadas ni superficiales. Es la hora del trabajo intenso, honesto y desde la base.

En este contexto de ’urgencia unificadora’ IU acaba de concluir la primera fase de su proceso de Refundación con una Asamblea y una manifestación de varios miles de personas. La parte positiva de este proceso, que sin duda está removilizando a una parte considerable de sus militantes y simpatizantes, no puede ocultar las grandes incógnitas e inconsecuencias que arrastra. Una política que merezca el respeto se construye mediante discursos que no se contradigan con la práctica política real. Es muy positivo salir a la calle contra el tijeretazo de ZP. Pero si al día siguiente se vota a favor de su aplicación en el Parlamento de Catalunya o en Asturias, se tira por la borda la coherencia de cualquier proyecto. Este tipo de contradicciones, junto con la permanencia de las mismas caras al frente de sus más importantes federaciones, son los principales escollos que encontramos en la Refundación de IU.

La tarea de la izquierda antisistémica está clara: se trata de construir un nuevo sujeto político de la izquierda alternativa, plural, con fuerte implantación territorial y sectorial, con capacidad de actuación coordinada sobre los temas más importantes de la agenda política y que sea capaz cuestionar los poderes establecidos. Lograrlo llevará tiempo y trabajo, y pasa por una reactivación de las luchas sociales, que esperamos que la Huelga General del 29 de septiembre ayude a conseguir.

Aportamos cuatro propuestas para avanzar en este debate:

1. Es necesario cambiar el tipo de relaciones entre la izquierda política, la sociedad y el activismo crítico con el sistema. No son dependencias de tipo funcional -partido representa y decide, movimiento moviliza y presiona- las que deben prevalecer -como desgraciadamente todavía ocurre-, sino relaciones simbióticas: una fuerza política anticapitalista debe tener su actividad central en el impulso de las luchas sociales y en la creación de un bloque sociopolítico alternativo. Existe un prejuicio muy extendido -y en muchas ocasiones justificado- entre los movimientos sociales cuando los partidos de izquierdas participan en ellos. La fórmula para revertir esta percepción no es el discurso, sino la práctica. La lealtad al movimiento y el trabajo compartido debe estar por encima de cualquier otra consideración.

2. La democracia interna, la libre discusión y el control estricto de sus representantes debe ser seña de identidad de una nueva organización. Su vida organizativa interna debe ser tan saludable como queremos que lo sea una futura sociedad socialista autogestionada. No es posible defender una cosa para ’afuera’ y aplicar un régimen interno antidemocrático y que atenta contra las minorías discrepantes o contra la proporcionalidad que se reclama a las instituciones del sistema. La libertad de debate y expresión, con la publicación en boletines internos de todas las aportaciones individuales o colectivas realizadas, la proporcionalidad en la elección de direcciones o representantes en listas, el límite estricto de permanencia en cargos públicos y su rotación, el establecimientos de ingresos equivalentes al salario medio, y la convocatoria de asambleas públicas para rendir cuentas, son normas ineludibles de este nuevo partido al que aspiramos.

3. El programa debe tener como objetivo irrenunciable terminar con el sistema capitalista y construir otro socialista, democrático desde la base, que combata todas las opresiones por razón de clase, género, orientación sexual, raza o etnia, y que haga las paces definitivamente con la naturaleza. Las necesarias ’medidas de urgencia’ para la transición de un sistema a otro deben tener siempre en cuenta el objetivo final: han de ser reformas que avancen en un sentido anticapitalista. Así, podríamos hablar de la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía -empezando por banca y energía-, del establecimiento de un salario mínimo de 1.200 euros y una jornada laboral de 35 horas sin reducción salarial, del reparto de todos los trabajos -incluido el doméstico y de cuidados-, de reducir drásticamente las emisiones de CO2, o de dar papeles a todos y todas las inmigrantes que vivan o trabajen aquí.

4. Las relaciones con las instituciones y el poder son un elemento clave para determinar si el compromiso anticapitalista es real o una simple consigna para los días de fiesta. Es cierto que la dicotomía “reforma o revolución” ha perdido buena parte del sentido que le confirió Rosa Luxemburgo: en este momento el capital ya ni siquiera admite reformas. Pero hay una nueva delimitación entre quienes buscan articular un polo anticapitalista coherente entre fines y medios, y los que proclaman su carácter transformador pero están atados por compromisos institucionales a todos los niveles. Una fuerza de izquierdas nueva debe permanecer fuera de los gobiernos de mayoría social-liberal. Sólo así ganará la credibilidad que le permitirá acumular fuerzas y crear un fuerte bloque de oposición a las políticas del sistema, las aplique quien las aplique. Existen fórmulas para evitar que las fuerzas más reaccionarias -como el PP- gobiernen por acción u omisión de un partido como el que proponemos, como el voto de investidura y el paso a la oposición. Además, tampoco sería comprensible gobernar un Ayuntamiento para acabar gestionándolo con los mismos criterios que cualquier otro partido. Si existe fuerza social e institucional para liderar alguna institución, está debe convertirse en un ’laboratorio’ para ensayar esa otra sociedad que estamos predicando. Sólo para eso, y por lo tanto sólo en las condiciones que lo hagan posible, tiene sentido asumir responsabilidades de gobierno.

Estas son reflexiones para motivar un debate aún poco maduro y en el que tienen que participar sectores sociales y políticos heterogéneos de la izquierda alternativa. Campañas como la preparación de la Huelga General del 29-S, las movilizaciones a la que ésta debiera abrir paso o las iniciativas unitarias que puedan surgir al calor de las elecciones municipales, pueden ser buenos momentos para seguir profundizando y concretando este debate.

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