“Desempolvar la estrategia para negociar un gobierno”

Carlos Quinteiro

La cuestión de la estrategia reaparece en el panorama político, de modo muy tímido aún. El Problema es que fundamentalmente está reapareciendo en las direcciones políticas del bloque dominante y no en las del bloque subalterno. Esto, y no la correlación institucional entre “las fuerzas del cambio” y las del “Régimen del Ibex 35”, es lo que está retrasando la formación de un gobierno para el Estado español.

Es cierto que sin la profundidad de penetración alcanzada en las instituciones quizás no se hubiese abierto esta crisis estratégica en el bloque dominante. El principal arma de Podemos es la conexión discusiva y de programa con un amplísimo espectro popular, además situada en un contexto de profunda y prolongada crisis capitalista, lo que ofrece un amplio margen de crecimiento por la imposibilidad del PSOE de ser coherente en la práctica con los anhelos socialdemócratas de su base electoral. Pero también es cierto que la correlación de fuerzas, entre las clases subalternas y las dominantes, no solo se mide por la representación institucional y conexión discursiva. Hacen falta otras palancas, si lo que se quiere es hacer caer al Régimen.

Lamentablemente en términos de movilización estamos en un tiempo de reflujo, y en términos de organización, -política, social y sindical- y cuestión estratégica- (cuestión fundamental a menudo ensombrecida por los objetivos movimentistas) está casi todo por hacer. “Objetivo estratégico”, “organización”, y “movimiento” son tres elementos que tienen que ir de la mano si pretendemos tomar el cielo por asalto.

Es cierto que nunca antes, desde la desactivación de las fuerzas rupturistas con el franquismo en la Transición, la oligarquía ha tenido que enfrentarse con una expresión política de las clases subalternas con implantación nacional tan importante , instalada además en el corazón institucional del país. Hay que añadir que Podemos genera una gran incertidumbre, y eso es lo que asusta de verdad, en cuanto a la posibilidad de su neutralización, ya sea por la vía de la captación o de los errores que puedan cometer. El tono general del discurso de investidura de Pablo Iglesias, a modo de presentación de Podemos en sede parlamentaria, con mención a la cal viva, ha profundizado esa incertidumbre.

No obstante, a pesar de la profunda penetración en las instituciones, los números cantan. Las expresiones políticas del Régimen juntan más de 280 escaños frente a los 83 (siendo generosos según se mire) que podrían aglutinar fuerzas políticas dispuestas a soltar amarras con el Régimen. De modo que la imposibilidad de formar gobierno no puede venir de un bloqueo de las fuerzas del cambio en las instituciones, sino de la incapacidad, momentánea, del Estado Mayor de la oligarquía para ponerse de acuerdo en la mejor táctica – y también estrategia- para que nada amenace el régimen de su poder.

Los debates que salen a la luz en el seno del bloque de oligarquía (PP, PSOE, C,s fundamentalmente, pero no hay que obviar de un modo claro a PNV y la antigua CiU) aluden a diferencias tácticas, con matices estratégicos más o menos explícitos. Todo estratega, y la burguesía tiene a los mejores por ahora, sabe que tiene que existir una correlación basada en la subordinación de la táctica hacia la estrategia. Esa es la cuestión fundamental que se está dirimiendo en estos momentos en el bloque dominante. Las diferentes expresiones políticas de la burguesía están analizando, y negociando, cuales son los pilares de su proyecto estratégico que están sanos y sobre los que deben seguir descansado su dominio y cuales deben ser modificados. A esto se refiere precisamente Pedro Sanchez cuando se opone a un gobierno de concentración, frente a la opinión de Rivera y Rajoy (cuestión táctica) pero renglón seguido asume que tienen que ponerse de acuerdo y contar con el PP y C,s para las cuestión de las “grandes reformas Constitucionales” que necesita el país (cuestión estratégica)

La formación de un gobierno que siga defendiendo los intereses de la oligarquía, en otros momentos hubiese sido un mero asunto táctico, pero ante la situación de crisis del método bipartidista, o la cuestión de la regeneración democrática ante el metastásico alcance de la corrupción, pasan a convertirse en un asunto estratégico, porque implican problemas estructurales que sobrepasan una coyuntura y requieren otras soluciones prolongadas en el tiempo, que garanticen a la burguesía seguir ostentando el poder. Así mismo, la cuestión del carácter político de la dirección de la UE, en la tensión “liberal-Social liberal” se expresa como punto de divergencia en países subalternos del proyecto de la UE como España, donde el social liberalismo puede perder su espacio político. (La social democracia está fuera de esta tensión como proyecto político en el bloque dominante y estaría siendo defendida programaticamente por expresiones políticas como Podemos y Syriza)

Son asuntos complejos donde operan además muchos intereses en distinto grado. Estos partidos son las expresiones políticas de las distintas facciones de la burguesía en nuestro país (y de fuera de él), pero no son marionetas pese a algunas consignas izquierdistas. No es tan sencillo. Funciona cierta autonomía de estas estructuras burocráticas. Entra también en juego un complejo equilibrio de posiciones del poder institucional y privado y esto impide que el problema se resuelva en, al menos una sola, reunión palaciega.

Pero en el caso Español tal vez sean más significativo, para nosotros, en estos momentos de tímida aparición de la cuestión estratégica, los puntos fundamentales de consenso estratégico, que los de disenso, de las facciones políticas de la oligarquía para seguir defendiendo su régimen: Constitución, unidad territorial, y monarquía, si, sobre todo monarquía. Y es que la expresión concreta de la dominación capitalista en este país se constituye como una “Monarquía Parlamentaria” que bien costo un genocidio restaurar. De modo que en el antídoto estratégico deberán pivotar dos conceptos fundamentales que son profundos si van unidos: República y Democracia.

Es hacia el mantenimiento de esa estructura institucional, en sentido amplio, que aporta estabilidad a los mercados, donde se orientan las diferencias tácticas que en estos momentos impiden formar gobierno. “Pongámonos de acuerdo que es mucho mas lo que nos une que lo que nos separa” afirma certera y públicamente Rivera, sin ningún rubor.

Pero es sabido que para mantener esa estructura, no basta con formar un gobierno, hace falta una oposición controlada, para que la disputa política nunca salte al campo de la estrategia. Dejar todo el espacio de oposición a Podemos sería muy arriesgado, ya que no se tiene confianza plena en la posibilitad de integrar a Podemos como en cierto modo se hizo en Grecia. Y en cualquier caso, nunca es prudente llegar a esos extremos de ruptura, en los que hay que comprobar de que pasta está hecho un proyecto político. Porque además nunca están hechos de una sola pasta. No solo es peligrosa la libertad de los esclavos sino el mero hecho de haberla conocido o intuido.

Hemos de asumirlo. Con un sentido común que esté en contra de los recortes, de las políticas liberales, de la austeridad de la UE, así en abstracto, y con una dirección política demasiado centrada en lo concreto de ciertas leyes, o ciertas conquistas parciales en asuntos sectoriales (vivienda, Educación, sanidad, etc.) solo podremos avanzar en “movimiento, unidad, y organización de cuestiones tácticas”. Podemos incluso llegar a formar un gobierno. Pero si verdaderamente aspiramos a conquistar el poder de las clases populares, tenemos que empezar a desplegar políticamente la cuestión estratégica. Desafiar al poder. Y la posibilidad de emprender esta tarea, olvidada tantos años por una izquierda cuyos objetivos estratégicos cabían (¿caben?) en este régimen y por eso solo hablaban de táctica, es lo verdaderamente novedoso de este tiempo político. Se trata de establecer horizontes intermedios, que nos orienten entre por lo que luchar día a día y el mundo que queremos construir . La Burguesía ya se ha puesto manos a la obra. ¿A qué estamos esperando?

Carlos Quinteiro es militante de Anticapitalistas Andalucía y miembro del Consejo Ciudadano andaluz de Podemos.