Desesperanzas griegas

Josep Maria Antentas || Publico.es

Syriza ganó ayer en un mar de resignación del pueblo griego, obligado a escoger entre la austeridad de Tsipras y la de Nueva Democracia. Ninguna celebración tras su victoria, ninguna muestra de alegría. Sólo síntomas de rutinaria aceptación de la realidad era lo que ayer transmitían las calles de Atenas. La idea que las cosas podían ser de otro modo se evaporó sin remisión.

El Tsipras de ayer es una siniestra sombra del que ganó el 25 de enero. Una caricatura de sí mismo. En menos de un año enterró las esperanzas de cambio, se plegó a los dictados del mundo financiero y, quizá sin saberlo, apuñaló por la espalda a la idea misma de que el cambio es posible, haciendo de verdugo de un mundo mejor que se resiste en llegar.

Como en tantas ocasiones de la historia, los enterradores del futuro vienen de las propias filas del campo popular. Cuando esto sucede las consecuencias son devastadoras. La desorientación y la confusión se expanden sin freno. Se tarda tiempo en remontar.

La Unidad Popular (2’8% de votos) fracasó en su intento defensivo y desesperado de articular políticamente el OXI expresado en el referéndum, lo que demuestra que el desánimo, el desconcierto y el miedo han prevalecido por encima de las esperanzas y los deseos de cambio. Pero habrá que seguir ahí, preparándose para lo que está por venir, para la nueva ronda de devastación social.

Los límites del gobierno de Tsipras muestran que las medias tintas no sirven y que para confrontarse a la dictadura de las finanzas hay que estar dispuesto a ir hasta al final. Sino, no vale la pena intentarlo. ¿Por qué iniciar caminos a ninguna parte? Esta es una lección estratégica fundamental que hay que tener bien presente para el caso del Estado español. Hay momentos en los que no hay alternativa. O adaptarse o adentrarse por la tan desconocida como necesaria senda de la ruptura. No siempre se puede cuadrar el círculo.

El apoyo de Podemos a Tsipras es pan para hoy y hambre para mañana. Aunque le permite aparentar que está con los “ganadores” en Grecia, en realidad Podemos ha ligado su suerte a la de un partido que ha capitulado ante la Troika y que antes de las próximas elecciones generales del Estado español se verá obligado a implementar un paquete salvaje de recortes. No llegarán buenas noticias de Grecia en el futuro inmediato. Y hacer ver que lo son no sirve para nada. Cada medida que aplique el nuevo gobierno de Syriza será un verdadero torpedo a la credibilidad de Podemos y a la credibilidad del cambio. Un “no se puede” en toda regla. Una auténtica pesadilla. Tsipras puede convertirse en un verdadero Freddy Krueger del cambio social, no sólo en tierras helénicas, también en la lejana iberia. Y recuerden, a Pesadilla en Elm Street le siguieron seis secuelas. A cada cual peor. La espiral de derrotas (y, por tanto, de victorias de los de arriba pues no olviden que en la lucha social cuando alguien pierde otro acostumbra a ganar), si se pone en marcha es infernal.

El año 2015 era muy delicado para la Troika y el poder financiero internacional, con la victoria de Tspiras el 25 de enero y la posibilidad de un triunfo de Podemos a finales de año en el Estado español. Pero con Tsipras domesticado y con Podemos perdiendo fuelle, el poder financiero y sus servidores políticos pueden terminar el año salvando los muebles. Lo que hace presagiar un duro 2016 donde las políticas de austeridad se intensificarán. Una conclusión se impone: mover ficha y cambiar el sistema de juego para generar un revulsivo y conseguir que el bipartidismo del PP-PSOE no consiga, a pesar de su debilidad, estabilizar su caída o amortiguarla con su recambio preferido, Ciudadanos.