Arriba las manos, esto es un atraco: El chantaje a Grecia

Miguel Urbán || Tomar partido || Publico.es

El pasado sábado, en el programa La Sexta Noche, el economista neoliberal José Carlos Díez se refirió a mí como el “eurodiputado de Podemos que fue a Atenas a apoyar el informe de la comisión internacional que está auditando la deuda soberana griega y propone un impago unilateral porque la considera en parte ilegítima e incluso ilegal, alineándose con el programa de Syriza que bien podría haberse llamado queremos quebrar los bancos”. Dado que los formatos televisivos apenas lo permiten, especialmente cuando uno no está presente para contestar, creo que dichas palabras merecen una respuesta por mi parte y varios comentarios.

En primer lugar, nadie ha hablado aquí de quebrar a los bancos ni de no tener en cuenta que necesitamos algún tipo de sistema financiero, sino de negociar condiciones crediticias más justas y socialmente responsables, y de que paguen la crisis quienes realmente la causaron, no los trabajadores, los pensionistas ni los pequeños ahorradores. Lo llevamos diciendo desde hace años, con la crisis española o con la griega: no es a lo bancos sino a los banqueros a quienes habría que haber dejado caer. Sin embargo, la mitad se fueron con indemnizaciones millonarias y la otra mitad siguen tomando decisiones que afectan, para mal, a millones de personas. ¿No se suponía que los mecanismos de mercado priman a quienes aciertan y penalizan a quienes se equivocan? Pues en el sur de Europa vemos que quienes nos metieron en esta crisis no solo no pagan por sus errores, sino que siguen haciéndonos pagar la cuenta a otros.

Lo que propone Syriza, y muchos apoyamos, empezando por la mayoría del pueblo griego que les votó, es que necesitamos saber en qué se ha gastado el dinero de los griegos durante todos estos años de “rescates” en los que el PIB se hundía mientras aumentaba el paro, la pobreza y la desigualdad. En otras palabras: para poder decidir qué hacer con ella, primero tenemos que saber de dónde viene la actual deuda pública que no para de crecer y representa ya más del 180% del PIB griego. Y la auditoría que acaba de realizarse lo deja claro: la mayoría de la actual deuda soberana hasta hace muy poco estaba en manos de bancos centroeuropeos, principalmente alemanes y franceses, y las instituciones públicas como el BCE, FMI, otros Estados miembros mediante préstamos bilaterales y especialmente el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, compró para librar de la exposición al riesgo de una banca privada que en su día prestó a un país exhausto financieramente, quizá porque sabía que antes de que este pudiese verse tentado de declarar un default llegarían sus amigos que dirigían entidades públicas para salvarles. Claro, cargándo a las espaldas de la población griega (con condiciones durísimas de austeridad, bonificando a los antiguos acreedores por el canje, planteando un préstamo que realmente no hacía llegar dinero efectivo a Grecia, que apenas se empleó en un 10% en el presupuesto griego y que casi en su totalidad sirvió para sostener a una banca griega que mucho tiempo atrás ya era insolvente). Una socialización de deuda privada que se hizo a través de mecanismos ilegales en algunos casos e ilegítimos en otros, ya que el pueblo griego no se benefició de esta decisión pública, sino todo lo contrario.

De esta forma, el pueblo griego está pagando hoy con sus servicios públicos y sus pensiones, la decisión que hace unos años tomaron a sus espaldas unos señores en un despacho para rescatar a los bancos privados de otros países. Y el Gobierno de Syriza se ha encontrado con una losa heredada que no solo es ilegítima, sino también insostenible e impagable, puede decirse que también ilegal, porque el FEEF se constituyó fuera de la legislación europea para transgredirla, y odiosa, porque se impuso en condiciones de chantaje y sin consentimiento o ratificación democrática alguna. Y no lo decimos solo nosotros, sino también economistas de cabecera de las Universidades de Harvard, Berkley o la London School of Economics, centros neoliberales nada sospechosos de comulgar con Syriza. Lo que dice el Gobierno griego es que hay que reestructurar la deuda soberana para que se vuelva sostenible, esto es para que pueda pagarse una parte, aquella que realmente corresponde pagar a los griegos porque su origen es legítimo, y sea compatible su pago con respetar los derechos humanos en Grecia. De lo contrario, el impago no será fruto de una decisión política, sino de una imposibilidad objetiva.

Por el bien del pueblo griego y de los propios acreedores, que siempre preferirán recuperar una parte que perderlo todo, Grecia ni debe ni puede pagar la totalidad de su actual deuda. Lo responsable por lo tanto sería aceptar una reestructuración que implicase desde el alargamiento de los plazos de devolución, a rebajas de los tipos o incluso quitas parciales. Pero la Troika sólo responde a los intereses de las oligarquías financieras, no de las mayorías europeas ni del pueblo griego. El FMI, que es el acreedor prioritario -al primero que hay que pagar, según las condiciones de los préstamos-, y de cuyas decisiones depende la actuación del BCE, ha oscilado desde una relativa flexibilidad (para que la reestructuración recordase a las aplicadas en los años 80 en América Latina, bajo el nefasto de los Plan Brady) hasta su posición dura de hoy que quiere hacer llegar más lejos las condicionalidades neoliberales en estos días de definición final del “armisticio” que quiere imponerse a Grecia. El FMI ahora pasa por la derecha al BCE, que hasta ahora había sido el poli malo, al ver que Grecia cede, queriéndole hacer doblar más el brazo. En este caso, el objetivo de Merkel, que responde a las grandes corporaciones transnacionales ligadas al euro, no persiguen solucionar el problema financiero griego, sino quebrar ideológica y políticamente al Gobierno heleno y a Syriza, lanzando de paso un mensaje claro al resto de Europa: austeridad o barbarie. Todo ello sin que el euro se rompa. Si no se aceptan mis condiciones insostenibles y antisociales, entonces el caos. Si alguien cuestiona el corsé austeritario de la deudocracia, lo lanzaremos a los tiburones, se llame Syriza o cualquier otra fuerza emergente en cualquier otra país de Europa.

Pero entonces yo me pregunto, y de paso le pregunto al señor Díez: si la UE no sirve para rescatar a la ciudadanía, ¿entonces para qué sirve? Y, por cierto, ¿de qué “Unión” Europea hablamos cuando la crisis de la deuda soberana griega viene motivada por que se decidió rescatar a bancos privados alemanes en lugar de al pueblo griego? ¿Acaso podemos hablar de una postura “europea” en las actuales negociaciones cuando en realidad dicha posición está pendiente de ver quién gana el duelo que mantienen Merkel y Schaubel? Un duelo macabro entre quienes creen que para castigar al pueblo griego por haber votado diferente y lanzar un mensaje disciplinario al resto de Europa “basta” con desalojar del poder a Syriza, y quienes creen que hay que ir hasta el final y expulsar a Grecia de la eurozona e incluso de la UE.

Digámoslo claramente: en Grecia ahora mismo hay tres escenarios sobre la mesa. La primera consiste en proseguir la línea de los dos “rescates” anteriores basados en préstamos condicionados a la aplicación de fuertes políticas de austeridad que profundizan la crisis y la desigualdad en el país, y que harán más insostenible si cabe la situación financiera del país y la imposibilidad de pagar la deuda. La segunda opción es forzar la situación hasta que Grecia decida impagar unilateralmente y por imposibilidad objetiva una parte de su deuda, aquella contraída a todas luces en condiciones tramposas e injustas, viéndose avocada a ser expulsada de la eurozona y debiendo buscar otros socios financieros internacionales (ahí están ya China y Rusia poniendo ojitos). La tercera opción consistiría en una reestructuración de la deuda, que incluya una fuerte quita, que posibilite una política de inversión en Grecia que permita retomar una senda de crecimiento económica y socialmente sostenible con el que poder devolver el resto de la deuda pendiente.

Al negarse a esta tercera opción, la Troika está mandando un mensaje claro: hay que escoger entre que te corten primero una mano, luego un pie y así hasta que te dejen sin cabeza; o bien quedarte al desnudo y atravesar un desierto de incierto horizonte, mientras la UE se resquebraja política y financieramente. Resulta paradójico que el señor Díez acuse a Syriza y a quienes apoyamos a la comisión auditora de querer “quebrar a los bancos”, mientras sigue echando madera a la misma locomotora que ya descarriló en otras muchas ocasiones y que, esta vez, va camino de hacer quebrar a Europa, a sus ciudadanos y a las conquistas sociales ganadas durante décadas, verdadero patrimonio del pueblo griego y europeo.

Os dejo aquí el vídeo de mi intervención en la presentación de los resultados de la auditoría en el Parlamento griego.